Nuevos relatos publicados: 9

Mónica

  • 17
  • 25.842
  • 9,13 (16 Val.)
  • 0

Pensaba que había transcurrido un día más de trabajo, fuera de casa, solo, cenando en el mismo hotel en que iba a dormir para no acostarme demasiado tarde… un día más de los que cada semana tenía al menos dos en mi agenda. En esta ocasión era Madrid y el hotel era un NH céntrico, sin grandes lujos y adecuado para negocios de uno o dos días. Como había llegado muy tarde a la habitación, llamé a la familia antes de bajar a cenar, para evitar despertarles después. Era una llamada que hacía todos y cada uno de los días que pasaba fuera de casa e inmediatamente después, una ducha y cerca de las 10 bajé a cenar al restaurante. Típica carta de hotel, ensalada y entrecot poco hecho para cenar con una botella de buen rioja.

El restaurante estaba prácticamente vacío y tan solo 3 o 4 mesas ocupadas por viajeros de negocios como yo. No me fijé en nadie y me senté cerca de la puerta, como tratando de ahorrar incluso los pasos necesarios para llegar a las ventanas. Sinceramente no me interesaba la vista.

Los platos vinieron rápidos y en 15 minutos estaba ya con el entrecot y media botella de vino terminada… cuando alguien me llamó.

"Carlos, no te había visto, ¿qué haces aquí?".

La voz me resultó familiar a pesar de mi estado de desorientación inicial. Levanté la cabeza y te vi de pie justo frente a mi mesa...

"Pero, Mónica, ¿de dónde has salido?".

"Ya ves, estoy haciendo un cursillo toda la semana aquí en Madrid, ¿y tú?".

"Pues hemos tenido una reunión en las oficinas sobre el plan del año que viene y he aprovechado para quedarme un día más y aprovechar mañana a la mañana para estar con uno de mis múltiples jefes… bueno un follón que queremos montar".

"O sea que hemos cenado al lado uno del otro y ni nos hemos visto".

"Eso digo yo, pero en mi es normal, soy un despistado total cuando estoy con la cabeza ocupada con algo. Bueno dos besos"… y me levanté cogiéndola muy suavemente por la cintura para darle los dos besos de rigor… "siéntate si no tienes prisa, te invito a un postre, un café o una copa de algo si quieres".

Nos conocíamos desde el instituto, a pesar de que es 3 años más joven que yo. Mónica era una amiga de mi mujer, de 31 años que había tenido un hijo de la edad del mío y aunque en nuestra época de estudiantes no tuvimos demasiada relación porque enseguida empezó a salir con su actual marido, la recuerdo perfectamente sobre todo por un detalle, su culo… tenía el mejor culo del instituto y además lo sabía marcar con pantalones ajustados que nos hacían a todos los compañeros mirarla embobado. Desde unos añitos atrás, cosas de la vida, quedábamos con bastante frecuencia las dos parejas los sábados para tomar algo y cenar con los críos y yo seguía soñando con ese culo tan precioso, que con los años no solo se había mantenido perfecto, sino que incluso había mejorado, porque ahora se movía mejor gracias a la libertad de los tangas que usas. También, en honor a la verdad, hay que decir que tu sonrisa es encantadora, tu mirada tiene algo entre inocente y sexy tremendamente atractivo y además de tu culo, todo tu cuerpo está estupendo, bonitas piernas, cintura estrechita, pechos pequeños pero que prometían buenos pezones bajo la ropa… una delicia sin duda.

"Bueno, me siento un momento para acompañarte en lo que terminas de cenar, aunque tengo un dolor de espalda terrible. He estado antes de cenar en el gimnasio del hotel y no sé qué me ha pasado pero me he hecho una contractura y casi no puedo moverme", dijo sentándose con una postura forzada para no mover la espalda.

"Bueno, pues como has ido al gimnasio ahora te puedes pasar un poquito. ¿Quieres un postre o un licorcillo o algo? Seguro que un chupito de algo te va bien para relajarte…".

"Buf, no te creas, me he tomado dos copas de Albariño cenando y no sé si me sentará mal…".

"¡¡Camarero!!, trae por favor un baylies con hielo y un surtido variado de postres para compartir", pedí sin dar opción de respuesta, sabiendo que los sábados solía tomar eso.

Charlamos durante una hora al menos, mientras yo terminaba el vino y tú repetías una segunda copa. Recordamos historias del instituto, que nos hicieron reír a carcajadas. Tus ojos y tu preciosa sonrisa me habían despertado y animado la tarde-noche. No podía evitar pensar, mientras hablábamos, en lo preciosa que debías estar desnuda, en el gesto que tendrías si te comía el coñito, en tu boca abrazando mi polla en lugar de hablar, en mis manos sujetando con fuerza tus nalgas para follarte bien profundo… incluso cómo deberías gemir con mi polla clavada entre esas deliciosas nalgas… a cada minuto estaba más cachondo y se me estaba ocurriendo una estrategia para intentar atacarte.

"Bueno, será mejor que vayamos ya a dormir, es tarde ya, aunque no sé cómo me voy a arreglar con este dolor de espalda", dijiste.

"Venga, vamos, sí, será mejor", dije levantándome y ofreciendo mi mano para ayudarla a la vez que pedía al camarero cargar todo a la 325.

Te hice un gesto para que pasases delante mientras yo firmaba la nota y me pude fijar ahora claramente en su ropa. Llevaba una malla tipo deportiva, azul clarita con una raya amarilla a lo largo de las piernas y arriba una camiseta amarilla a juego, bastante holgada… una ropa posiblemente no muy adecuada para negocios, pero fácil de ponerse con un dolor de espalda que no te deja doblarte demasiado.

"Vaya, yo tengo la habitación 324, o sea que vamos al ascensor".

"Mónica, tengo en la maleta una crema relajante muscular que creo que te vendrá muy bien para la espalda. La compré en Londres hace unos meses por un problema que tuve yo también en un muslo. ¿Te hago un pequeño masaje si quieres para poder dormir bien?".

"Eeehhh, no sé, ya se pasará, digo yo, ¿no?", dijo como un poco sorprendida por mi oferta.

"No seas tonta que mañana no te vas a poder mover de la cama. Te hago un masaje, te tomas un relajante muscular que llevo también en la maleta y mañana estas como nueva. He hecho dos cursos de masajes relajantes y te garantizo que te irá estupendo, soy semi profesional en esto".

Mientras dudabas entre agradecer el ofrecimiento y cómo declinar la oferta, yo avancé rápidamente a la puerta de mi habitación, abriéndola y pasando al interior.

"Espera que cojo las cosas y te doy el masaje en unos minutos. Verás que bien te sientes", grité desde dentro de mi habitación para poder ser oído desde el pasillo.

"Es igual, hombre, no te molestes, si total… seguro que se pasa solo", respondiste como incómoda por mi proposición.

No hice más que quitarme la chaqueta y la corbata, coger un bote de crema hidratante que siempre llevo, una tableta de relajantes musculares y salir a toda velocidad. Tan rápido lo hice que acababas de abrir tu puerta cuando yo salía de mi habitación.

"Venga verás que bien te viene", te dije poniéndome tras de ti para acompañarte al interior de la habitación, como asumiendo que habías aceptado

Por unos segundos que me parecieron horas, dudaste si dejarme entrar en la habitación, incluso pensé que tal vez al quitarme la chaqueta te hubieses dado cuenta de la erección que apuntaba al techo bajo el pantalón del traje. El silencio se rompió por fin con un "vale, acepto ese masaje, supongo que me vendrá bien".

No me lo podía creer, entraba en tu habitación siguiendo ese precioso culito y la puerta se cerraba tras de mi con un ¡¡clac!! Inolvidable.

"Perdona, no sabía que tenía la ropa sin recoger, dijo retirando de la cama un diminuto tanga blanco, unas mallas blancas y un top elástico con el que posiblemente habías estado en el gimnasio".

"No te preocupes, si entras en mi habitación… parece una leonera. Túmbate en la cama boca abajo, ¿puedes o quieres que te ayude?"

"No ya puedo".

Para tumbarte, por el dolor de su espalda, tuviste que abrir exageradamente las piernas, dejándome una preciosa panorámica de tu entrepierna marcada perfectamente en las mallas azules… buff, yo sí que me estaba poniendo enfermo.

"Te quito yo las zapatillas para que estés cómoda. Además voy a empezar por un masaje en los pies para que te relajes completamente. Me temo que estás un poco tensa y te puedo hacer daño en la contractura si te la masajeo. Necesito que estés totalmente relajada."

Pocas cosas hay más placenteras para una mujer que un masaje muy muy despacio en los pies, con leche hidratante. A medida que mis pulgares iban presionando tus plantas del pie se te notaba más relajada, hasta el punto de emitir pequeños gemidos de placer cuando mis dedos lubricados entraban por entre tus dedos.

"Mmmhh, Carlos tío que maravilla…" reconoció finalmente a los pocos minutos de masaje, ahora sí totalmente relajada.

"Vamos ahora a por la espalda", dije y sin preguntar nada levanté la camiseta despacio desde su cintura. "Incorpórate un poco para poder quitarte la camiseta".

A los pocos segundos la camiseta desapareció de su cuerpo y sin preguntar, le solté los clips del sujetador y se lo saqué con habilidad primero por un brazo y luego por otro, dejándolo bajo su cuerpo completamente suelto.

Espectacular, no tenía otro nombre lo que estaba viendo en aquel momento. Estabas solo cubierta con un pantalón ajustadísimo a mi alcance. Esa cintura estrecha y sobre todo ese culazo delante mi mis ojos, totalmente marcado por el pantalón azul. Arrodillado a su lado, a la altura de su culo comencé el masaje de la espalda, muy muy suave, buscando la contractura que finalmente encontré en sus cervicales. Según mis manos iban ascendiendo desde la cintura hasta los hombros, lo hacían por el lateral del cuerpo, muy muy despacio, para luego bajar por el centro de la espalda. Cuando ascendían por el lateral, mis dedos es estiraban al máximo hasta rozar el comienzo de sus pechos, pero solo rozándolo, venciendo la enorme tentación de cogerlos uno con cada mano y jugar con sus pezones entre mis dedos…

"Relájate completamente Mónica. Quiero que cierres los ojos y solo pienses en mis manos acariciando y masajeando tu cuerpo".

"Mmmhhh, qué maravilla, me encanta", dijo muy muy bajito con los ojos cerrados.

Aprovechando que ahora si estaba completamente relajada y mirando hacia en otro lado, me levanté de la cama para cambiar de postura y en un abrir y cerrar de ojos me quité la camisa y el pantalón sin que se diese cuenta. Me quedé solo con mis slips negros ajustados, abultadísimos por la erección y con una enorme mancha de líquido preseminal.

Volví a arrodillarme en la cama para seguir el masaje pero esta vez, sin pedir permiso me puse a caballo sobre tus nalgas. En principio sin tocártelas, pero con una rodilla a cada lado de su cuerpo mientras el masaje se centraba ahora en tus hombros entendiendo mis manos hacia tus codos.

"Te voy a dar un poco de calorcito en el cuello. Te vendrá bien".

"Mmhhh, vale", dijo sin abrir los ojos.

Ahora sí me recliné sobre su cuerpo para echarle el aliento en el cuello. La piel de mi cuerpo se excitó enormemente al rozar con mi pecho tu espalda desnuda y más aún cuando ahora sí descaradamente bajé y me senté a caballo de tus nalgas, dejando mi polla justo en medio.

"Ammmhh", gemiste con aprobación.

En esa postura, masajeé tu espalda arriba y abajo a la vez que seguía echando mi aliento en cada centímetro de tu espalda, haciendo que mi movimiento hiciese rozar mi polla por tus nalgas. Mi boca llegó desde su cuello hasta sus orejas, rozando mis labios…

"Mmmmhhhh, Carlos, eso es más que un masaje en la espalda, me encantaaa…", gemiste cuando mi lengua comenzó a jugar con tu oreja, recorriéndola, chupándola y haciéndote escuchar mi agitada respiración

El siguiente paso fue abrir un poquito tus piernas con una rodilla y colocar una rodilla entre tus muslos, cabalgando ahora encima de uno de ellos. Cada vez que me estiraba para recorrer tu espalda, mi rodilla iba avanzando un poquito, y un poquito y un poquito más hasta que por fin llegó a apoyarse en tu entrepierna.

"Aammmm, Carlos, ¿Qué haces?, Carlos, mmmmh" tratabas de parecer escandalizada por la posición de mi pierna, pero no te movías un milímetro.

En esa postura, mi polla quedaba encima de una de tus deliciosas nalgas y mi rodilla apretaba y frotaba tu entrepierna mientras seguía acariciándote la espalda, arrancándote gemidos de placer a cada movimiento. Entonces mis manos bajaron hasta cogerte por la cintura y ser yo quien movía arriba y abajo tu cintura, obligando a tu entrepierna a frotarse con mi muslo, como si te estuviese follando con el muslo, muy muy despacito y mientras levantaba y volvía a bajar tus caderas, mis pulgares se iban colando bajo tu pantalón, entre tus gemidos, llegando por fin a tu maravilloso culo. El culo que había deseado acariciar desde años atrás lo tenía ahora rendido para mí y siguiendo el juego del movimiento, mis pulgares cada vez bajaban un poquito más y un poquito más tu pantalón hasta que lo dejaron justo por debajo de tu culito. ¡¡Por fin lo tenía para mí totalmente desnudo, tan redondo, tan perfecto, ese tamaño ideal para estrujarlo con fuerza!!… y lo hice, vaya si lo hice. En ese momento tu espalda dejó de ser el objeto del masaje y comenzaron a serlo tus nalgas. Las estrujé, las abrí, las cerré, las levanté abriéndolas al máximo, dejándome ver tus más preciados secretos, tu culito y tu coñito perfectamente depilado. Un coñito escondido como una almejita que brillaba de lo húmeda que estabas en ese momento. Mis manos seguían embadurnadas de crema hidratante y resbalaban por tus nalgas, hasta que en uno de los movimientos, sin previo aviso, un pulgar se colocó en tu cerrado culito y empujó para penetrarlo con total facilidad, hasta el fondo.

"Ahhhhuuu, ¿qué haces Carlos? Para por favor", dijiste dando un respingo y abriendo los ojos por primera vez desde hacía una hora.

Pero tu cuerpo decía otra cosa, levantaba el culito para permitir la entrada del pulgar derecho mientras el resto de la mano estrujaba y seguía masajeando tu nalga derecha. Aproveché ese culito respingón que me ofreciste para introducir mi otro pulgar por el coñito y masajearte la otra nalga con el resto de los dedos de mi mano izquierda.

"Ahhhhh, basta, Carlos, basta por favor, no debemos hacer esto, basta, ahhh, ahhh, ahhh", gemías sin parar mientras masajeaba tus nalgas con los pulgares clavados en tus dos agujeritos. Pulgares que se encontraban en el interior de tu cuerpo separados por la delgada pared entre coñito y culo.

Pero nuevamente tu cuerpo no decía lo mismo, se dejaba penetrar y disfrutaba

"Te voy a follar Moni. Te voy a follar como a una perrita, como la putita que te estás comportando desde hace un rato, pero para eso me lo vas a tener que pedir por favor. Voy a jugar contigo hasta que me pidas por favor que te folle este coñito tan húmedo que tienes. Quiero oír cómo ruegas que te follen, porque me has calentado durante años con esta maravilla de culo que tienes", le susurré al oído a la vez que le pasaba la lengua por cada rincón de su oreja.

Así seguí un buen rato, con los pulgares clavados en su interior y masajeando el culo de mis sueños mientras mi rodilla seguía rozando su clítoris mientras gemías más y más… hasta que paré. Saqué mis dedos de tu culito y de tu coñito.

"No por favor, sigue, vamos, no pares ahora Carlos por favor, sigue", gemiste.

Me levanté y en un instante me quité el calzoncillo liberando mi polla durísima desde hacía más de una hora. Sin quitarte el pantalón, así tan sexy con el pantalón justo por debajo del culo me coloqué a caballo de tus muslos y apunté mi polla a tu culito.

"¿Te han dado por el culito alguna vez, Moni? ¿Te la ha metido alguien hasta el fondo de esta maravilla de culo que tienes?".

"No, por ahí no. Soy virgen por favor. Te lo ruego, vamos fóllame de una vez, vamos, aaahhuu".

Mi polla se colocó a la entrada de su culito y empezó a empujar. No fue difícil meterte el glande, por que tenías el culo bien relajado de mi pulgar. Te resististe un poco pensando que te iba a doler y te tuve que sujetar un poco fuerte hasta clavártela hasta los huevos. Te la metí por el culo hasta el fondo y te sujeté ahora sí con fuerza por los hombros y te empecé a follar duro desde el principio. Se había acabado el masaje delicado y tocaba follarte como a una zorrita.

"¡¡Auuuu!!, no tan fuerte, ahh, ahh, ahh!!".

"¿Qué sientes cariño? ¿Quiero que te sientas una zorra, una puta siendo enculada por un desconocido, dilatándole el culo y disfrutando de su cuerpo?".

Los gemidos de dolor iniciales pasaron muy rápido a placer y te volviste a dejar hacer sin moverte. Te dejabas encular hasta el fondo en esa postura tan bonita en la que tu culo estaba indefenso y tus preciosas nalgas sonaban a cada empujón de mis caderas. Ni si quiera te dejé ponerte a cuatro patitas, te follé así tumbada para que estuvieses más indefensa y te vieses dominada por una polla clavada por tu agujerito trasero.

"¿Te está gustando, eh Moni? Tienes un culo increíble preciosa, pero vamos a cambiar".

Sin más, le saqué la polla el culo, le di la vuelta dejando su cabeza colgando del borde de la cama y ahora sí quité completamente su pantalón dejándole completamente desnuda.

"Vamos fóllame cabrón, no me dejes así, vamos, folammmmm nngn".

Mi polla en esa postura fue directa a tu boca y te la metí hasta la garganta. Entera y hasta el fondo, mientras te sujetaba suavemente por la garganta para evitar que te diesen arcadas.

"Nada de follarte todavía. Yo me he ganado darte por el culo con un buen masaje. Ahora tú te vas a tener que ganar que te folle el coñito con una buena mamada, sino te vas a quedar con las ganas pequeña".

Mi polla entraba y salí de tu boca que ahora ya sí mamaba con ganas. Por primera vez tuve acceso a tus preciosas tetas, que eran tal y como había imaginado, redondas, bien duras, pequeñas pero con unos pezones duros como rocas. Te sobé con fuerza las tetas arrancándote gemidos de tu boca llena. Pellizqué con fuerza los pezones para oírte gemir aún más fuerte y por fin, en esa postura y sin sacar mi polla de tu boquita me coloqué en 69 para saborear tu clítoris.

En cuanto notaste mi lengua gemiste sin para y más aún cuando 2 dedos penetraron tu coñito, para luego pasar a tu culito y dejar sitio para otros dos en el coñito.

La mamada ya se había convertido en una follada de tu boca, en la que mis golpes de cadera hacían que mi polla desapareciese una y otra vez en tu garganta mientras una mezcla de saliva y líquido preseminal se deslizaba por tu cara.

"Eres una buena chupona, Moni. Jamás lo hubiese pensado con esa boquita tan pequeña que tienes. Te has ganado que me folle tu coñito. Ven aquí".

Híper excitada te dejaste hacer. Dejaste que pusiese tus tobillos en mis hombros para conseguir una penetración súper profunda y de un solo golpe mi polla súper lubricada por tu saliva se clavó en tu coñito.

"¡¡Auu!!, cabrón fóllame duro, cabrón".

En esa postura te follé lo más rápido que pude hasta ver cómo te corrías como una perra en celo mientras te estrujaba las tetas con fuerza y te besaba los labios abriéndote al máximo las piernas con las manos sujetando tus tobillos.

Entonces, cuando te habías corrido y sin despegar mis labios de tu boca, mi polla ayudada por mi mano fue buscando tu otro agujero en esa postura.

"Quiero ver tus ojos mientras te doy por culo, Moni. Quiero oírte gemir mientras te lleno el culito de leche y quiero dejarte el culo tan abierto que te acuerdes de mi polla muchos días".

"¡¡auuu!!" volviste a gemir al notar mi polla entrando hasta el fondo de tu culo.

Y ahí no aguanté ya demasiado, fueron unos cuantos empujones los suficientes para que la estrechez de tu culo consiguiese hacerme descargar en tu interior.

Entonces me derrumbé exhausto sobre tu cuerpo, te besé una y otra vez, notando tu maravilloso sabor, mordiéndote los labios, disfrutando del cuerpo con el que tantas veces había soñado.

Y ese fue el principio de una noche en la que te follé otras 7 veces. Acabé sobre tus tetas, en tu boca cerrada, en tu boca abierta, en tu cara, en tu coñito, incluso en tus pies y por supuesto repetí en tu culo como broche final, ya justo antes de bajar a desayunar.

Hoy me he puesto a escribir este relato, lo voy a imprimir y lo voy a guardar en el bolso de la chaqueta, porque esta noche hemos vuelto a quedar mi mujer y yo con tu marido y tú. Necesito darte este relato, necesito volverte a follar, pero como hoy va a ser imposible al menos quiero dártelo para que lo leas en tu casa. Buscaré el momento yendo al baño detrás de ti o en un descuido, no lo sé, pero quiero que leas la descripción de lo que pasó el miércoles pasado… y por cierto que sepas que lo voy a mandar a CuentoRelatos. A ver si te animas, te das de alta y dejas un comentario, seguro que a los lectores les interesan tus sensaciones. Imagínate igual hasta alguno te identifica y sabe lo putón que eres cuando estás bien caliente.

(9,13)