9
Un manto de silencio y oscuridad cubría el campus a estas horas. Cuando el inspector Balaguer y su ayudante Leo llegaron, el canto de los grillos fue el único recibimiento.
Dejaron el coche en el parking y se encaminaron a la facultad de medicina. Aquí un miembro de seguridad les abrió las puertas para poder acceder.
-¿Qué hacemos aquí, César? Podemos venir mañana temprano –andaba Leo por los pasillos.
-Si hay una segunda chica muerta y no la hallamos se armará la gorda con la prensa. Todos querrán nuestra placa.
-Joder...
-¿Qué?
-Tuve que estudiar jardinería. Estaría ahora muy entretenido con mis petunias.
-¿Y perderte esta juerga? No lo creo.
-Menos guasa, ¿vale?
-Hey, mira…
-¿El qué?
Más adelante, un chaval fumaba apoyado en la pared. Fue ver a los dos policías y ponerse nervioso.
-Hola, ¿qué tal? –se fue acercando el inspector Balaguer, pero no dio tiempo a más. El chaval se echó a la carrera-. ¡Hey, alto!
-¡Joder! –salió Leo detrás.
-No, Leo, por el otro lado.
-Vale.
El chaval huía a todo correr. Detrás le perseguía el inspector Balaguer.
-¡Para, cabrón!
Pero el chaval ahora bajaba las escaleras. El inspector Balaguer hizo lo mismo.
-¡Párate! ¡Soy policía!
Caso omiso.
El chaval enfiló otro pasillo, pero Leo le esperaba con un placaje de fútbol americano.
-¡Quieto, capullo! –lo inmovilizó Leo contra el suelo para colocarle las esposas.
-Buen trabajo –cogió aire el inspector Balaguer.
-Te haces mayor o qué.
-Necesito un poco de fondo, nada más.
-Me haces daño, joder –se quejaba el chaval.
-Levántalo –pidió el inspector Balaguer.
-Arriba, niñato –lo puso el ayudante Leo de pie.
-¿Cómo te llamas? –le interrogó el inspector Balaguer.
-Investíguelo. Es su trabajo, ¿no?
-Será mejor que contestes porque te considero sospechoso de dos asesinatos.
-¿Cómo dice?
-Sonia Martorell y una segunda víctima.
-Oye, oye, yo no he matado a nadie.
-¿Y por qué corrías?
-Me estaba emporrando y tengo antecedentes. No quiero ir al talego.
-A ver si es verdad –lo cacheó el ayudante Leo-. Joder, es cierto, mira –encontró cuatro porros y dos ácidos.
-Por favor, no digan nada. No lo volveré a hacer.
-Anda, largo –le dio el inspector Balaguer un ligero empujón para que se marchara.
-Falsa alarma –suspiró el ayudante Leo.
-Necesito un buen chute de cafeína.
-Hay una máquina de refrescos arriba junto a las escaleras. Te invito a una Coca-cola.
-No puedo negarme.
-Vaya carrera que nos hemos pegado.
Hubo risas.
10
La Coca-cola le salvó la noche al inspector Balaguer. Fue como una inyección de adrenalina. Dormir era 8 horas desperdiciadas o al menos eso es lo que pensaba él.
Un SMS con número oculto lo sacó de sus pensamientos embelesados.
Se le ve con ganas. Así me gustan los polis. CAJAHUECA.
-Hijo de puta –miró el inspector Balaguer a su alrededor.
-¿Pasa algo? –se inquietó el ayudante Leo.
-Ese cabrón nos vigila.
-Yo no veo a nadie.
-No sé cómo lo hace, pero lo consigue.
-¿Quién será ese chico?
-Un sicópata misógino. Eso es lo que es. Ya te pillaré, cabronazo.
... continuará.