1
Nada más despertarse, Alberto Castro la buscó pero el lado de la cama se encontraba vacío. Vaya, qué madrugadora. Eran las siete y media de la mañana y ya Virginia Sotomayor cocinaba el desayuno desnuda y con solo un delantal bordado.
Alberto la abrazó por detrás mientras besaba sus hombros aterciopelados.
-Buenos días, dormilón –le besó Virginia
-No sé si desayunar tostadas con mermelada o coño peladito.
-Tonto –rio ella.
-¿De qué te ríes? Me duelen los cojones. Uno rápido en la mesa y desayunamos.
-No puedo.
-¿Cómo que no puedes?
-Tengo la regla desde ayer y ya sabes que yo inundo todo de sangre.
-¿Qué quieres decirme con eso?
-Que tendrás que esperar a la semana que viene, pero tengo mano y boca. ¿Qué prefieres?
-Joder… -salió Alberto de la cocina muy molesto.
Virginia suspiró apenada.
2
Intentaba estudiar en su habitación, pero Alberto no podía. Era una mezcla de enfado y deseo sexual. Necesitaba sexo y no podía tenerlo, y esto lo cabreaba como un mono.
En ese momento llamaron a la puerta con los nudillos.
Era Virginia.
-¿Se puede?
-Prueba.
-Hola –se asomó-. ¿Tienes un momento?
-Sí, dime.
-Vente al salón. Tengo algo preparado para ti.
Sería la intriga o la sorpresa, que el enfado se le esfumó, y más al ver en el salón a una bella chica de 21 años ataviada con una gabardina.
-¿Qué es esto? –Alberto no entendía.
-Ella es Ana Etxeberría. Tu regalo.
-¿Cómo que regalo?
-Ana tiene la regla más tardía y se ha ofrecido nada más pedírselo yo. Ani, adelante.
Ana se abrió la gabardina mostrando sus atributos sexuales al desnudo. Alberto babeó ante un físico carnoso y apetitoso.
-¿Te gusta? Ana es fabulosa.
-¿Si me gusta? Me encanta.
-Es tuya una hora.
-Oh, Virgi, muchas gracias –se lo agradeció Alberto con un beso-. Es perfecta.
-Venga, campeón, a por ella.
Ana se dejó caer la gabardina al suelo alfombrado y cogió de la mano a Alberto.
-Vente conmigo, cariño.
-Déjalo bien follado –chocó Virginia la mano con ella.
-Eso seguro –llevó Ana al chico hasta su habitación. Aquí cerró la puerta y extendió su cuerpazo en la cama-. Vengo de ver cuatro videos pornos en mi móvil, así que estoy mojadita y muy receptiva. Solo queda que me monten bien.
-Aquí tienes a tu vaquero –se la sacó lanceándose dura en el aire.
-Pues ya sabes el sistema. Rajita y para adentro –rio Ana encantadora.
Más que subirse en la cama, Alberto saltó como un león y a la primera de cambio la introdujo con maestría.
-MMMMMMM… -sintió él un gustazo tremendo.
-¡Coño! –dio Ana un repullo.
Alberto remató con un segundo empujón y la encajó hasta la bandera.
-¡Puta! –aguantó Ana el kilo y medio de carne.
Ni siquiera quiso entretenerse en los preámbulos. Alberto arremetió con diez golpetazos y en el once eyaculó como un caballo pura sangre. Ana alcanzó un señor orgasmo y arañando el culo de Alberto con las uñas.
Luego silencio y jadeos.
-¿Cómo va? –se asomó Virginia al escuchar el grito final desde el pasillo.
-De puta madre –habló Alberto con la respiración agitada.
-Ana, si necesitas una mamporrera me avisas, así te agilizo el trabajo.
-Me haces falta ya. Se ha corrido como un burro y se le ha aflojado la maquinaria.
-Genial –se fue desnudando Virginia para luego subirse a la cama.
-Virgi, ¿qué haces? –no se dio cuenta Alberto.
-Esto –se la chupó con eficacia.
-Ohhhhh, coño…
La chupada se prolongó durante tres minutos. Tiempo para ponerla a tono otra vez.
-Venga, cariño, a por la segunda –le animó Virginia con una palmadita en su culo lechoso.
-Ohhhh, sí… -sin más miramientos, volvió a atravesar a Ana, esta vez con el ímpetu de un mozo salido. Virginia controlaba desde atrás, sin perder detalle del culo de su novio en continuo movimiento. Unos meneos más propensos y eyaculó a todo tren-. ¡OHHHHHHHH, JODER!
-¡COÑO! –se corrió Ana con él.
-Así me gusta –besó Virginia su culito masculino.
-Tengo sofoco. Ahora vuelvo –salió Alberto del cuarto y se encerró en el baño.
-Oye, Ana, follas como una loca –se recreó Virginia en su perfección física. Ana reposaba tumbada, sexy y jadeante-. ¿Puedo preguntarte una cosa?
-Claro.
-¿Eres hetero o bis?
-¿Tú qué quieres que sea? –separó Ana los muslos con intención.
-Joder, Ana, tienes un coño de lujo.
-Pues nada, a comer almeja a la marinera.
No hizo falta más. La lengua de Virginia entró como una serpiente surcando. Ana soltó un gemido de placer auténtico. Serpenteó con la lengua traviesa y fogosa.
-Ohhhh, qué bien…
Del gusto, Ana se despatarró en la cama. No necesitó ni dos minutos para correrse y gritar. Luego Virginia se reincorporó y la besó como premio a su buena corrida.
-Podría enamorarme de ti –se sinceró Ana.
-Ya lo estás.
-¿Y cómo lo sabes?
-Por tu modo de correrte.
-¿Y cómo me he corrido?
-Como una enamorada.
Volvieron a besarse en el mismo momento en que entraba Alberto.
-Venga, chicas, vengo con la polla cargada –la mostró colgando dura.
Ana y Virginia se miraron y rieron.
-¿Chupo yo? –sonreía Ana hermosamente.
-Y yo lo corro con la mano.
Rieron más y surgió otro beso lésbico y amoroso.