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Encuentro grupal con escenario natural

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Carolina ya sentía el sudor en su cara, por más que afuera estaba haciendo algo de frio. Algunas gotas ya le recorrían la frente e incluso un par ya caía en el pantalón que estaba tirado en el piso debajo de su rostro. Pero eso no la hacía perder su concentración, pues en posición de perrito, Marcus la penetraba con unas ganas enormes. Le introducía su pene con velocidad variable, un rato lento y después muy rápido como si fuera a terminar.

Ella no estaba del todo desnuda, todavía tenía un pequeño suéter puesto, pero subido hasta la media espalda, lo que permitía a Marcus verle el culo en todo el esplendor que permite esa posición. Carolina gemía intermitentemente, sobre todo cuando se aceleraba el ritmo. La vagina muy mojada evidenciaba que estaba excitada por estar haciendo algo totalmente nuevo. Ella abrió su boca, apretó los dientes y emitió un gemido, corto pero muy fuerte. Evidentemente tuvo su primer orgasmo. Pero él no había terminado todavía y por eso no dejaba de penetrarla, incluso parecía no querer eyacular jamás.

Marcus con el pulgar de su mano derecha separó un poco las nalgas de Carolina y comenzó a darle toques circulares en el ano. Con lo lubricada que estaba ella y con el movimiento de la penetración, todo el agujero ya estaba lubricado. El movimiento en el agujero trasero hizo que Carolina agarrara un segundo aire y aceleró sus movimientos. Movía sus caderas a un ritmo bastante fuerte y rápido. En un momento, la mano tosca de Marcus se deslizó un tanto más en las nalgas y le penetró el ano con el dedo. Lo circular ya no se daba en la superficie, sino en el interior anal. Eso hizo que Carolina volviera abrir su boca, apretar sus dientes, y conseguir el segundo orgasmo, y segundos después gritó: “Coño, qué rico”.

Ya todo el interior de la carpa olía a bosque, equipo de acampar y a sexo. Todo combinado era una especie de afrodisíaco salvaje. Marcus sacó el dedo del ano, agarró su pene, se quitó el condón y comenzó a masturbarse con las nalgas de ella. No habían pasado 40 segundos en esta nueva posición, cuando Letis, la esposa de Marcus, se levantó agarró una de las manos de él y lo besó. Este retiró su pene de las nalgas de Carolina y ella le dijo en el oído: “Ya Carolina te hizo parar el huevo, ahora suelta la leche dentro de mí”.

Marcus comenzó a sentir una especie de ahogo, síntoma que ya debía acabar. Tomó a su esposa la besó y luego, de una manera bastante tosca, la colocó en posición de perrito también. Letis había estado acostada y masturbándose con la escena, eso hizo que sus líquidos vaginales se le chorrearan y toda su entrepierna estuviera muy lubricada, incluso su ano. Esto facilitó para que sin mucho trabajo, él pudiera penetrar a su esposa por el culo y casi al primer intento. Pasaron escasos segundos para que los dos alcanzaran el orgasmo al mismo tiempo.

Carolina ya estaba recostada de lado, viendo todo lo que sucedía. Su cuerpo lo tenía muy quieto, pero su mente muy agitada. Por su cabeza pasaban dos cosas principalmente. Primero la imagen de Marcus y Letis, una pareja un tanto dispareja. Letis una mujer de unos 40 y tantos años, pequeña, de su misma estatura, con una cara agraciada y muy pícara, delgada, con unos buenos pechos y un trasero algo pequeño; y él, un hombre de unos 57 años de edad, alto, un tanto relleno, con apariencia de ejecutivo, cabello bastante canoso y sólo hablaba el castellano precariamente. Y segundo, Carolina sabía y sentía que había quedado con ganas de más, pues a pesar de todo aquello, esperaba algo con más duración.

Cuando Letis y Marcus se acostaron abrazados después del orgasmo simultáneo, Carolina sólo se concentró en las alternativas a seguir. Podía quedarse a dormir con ellos, pues sabía que era bienvenida, pero aquel olor en la carpa y la sensación de querer continuar no la dejaban tranquila. La vagina todavía la tenía húmeda y con ganas.

Manejando sus opciones sabía que podía ir a la carpa del frente, donde estaban durmiendo Tamy y César. Pero con ellos ya había experimentado bastante y después de haber probado por primera vez estar con un hombre más de diez años mayor que ella, quería seguir con algo diferente.

La segunda opción era la carpa del lado izquierdo donde estaban durmiendo Manuel, María Elena, Arturo y la novia de este último, Eliana. Sabía que podían estar haciendo algo interesante, pero María Elena no era de las que iba a iniciar una noche de desenfreno, Arturo y Eliana, por más jóvenes que son, no estaba claro si querían entrar en las “andanzas” como pareja; y Manuel, no era precisamente el prototipo de hombre para excitar a las dos mujeres.

Su última opción era la carpa de la derecha donde estaba Roberto, su esposo, que no había querido unírsele con Marcus y Letis, pues no se había sentido muy bien al principio de la noche.

Después de un rato, se puso los pantalones, se acomodó el suéter y se dispuso a irse con su esposo, pues ella sabía que con él iba a quedar totalmente satisfecha, y que si ya estaba del todo mejor, podría darle otras ideas. Apenas en la puerta de la carpa, se dio cuenta que ya se generaba movimiento afuera: Manuel estaba entrando en la carpa de Tamy y César. Se dio cuenta que no sólo ella había estado divirtiéndose. Primero pensó que habían estado bebiendo licor donde habían hecho la primera fogata pero no le vio ningún vaso a Manuel, por eso llegó a la conclusión de que se estaban “cuadrando” otras actividades.

A pesar de la confusión del momento, igualmente se dirigió a buscar a Roberto. No había recorrido ni dos metros, y ya había escuchado algunas pequeñas risas y otros sonidos en las otras carpas. Al apenas entrar, se dio cuenta que ya estaba despierto y con mucho más ánimo. Roberto la vio, se sonrió y le dijo con un dulce sarcasmo: “¿Apuesto que estás buscando más?”. Los dos rieron y Roberto la abrazó y la besó. Él le metió la mano dentro del pantalón y llegando a la vagina le dijo en el oído: “Definitivamente, no quedaste para nada llena”. Los dos volvieron a reír y entre un beso y otro, se comenzaron a tocar por todos lados. Roberto sabe que Carolina es una mujer que no busca sexo todos los días, pero cuando se deja llevar, tiene que quedar profundamente satisfecha.

Roberto terminó de cerrar la carpa para que no entrara el frio, y se acostó. Ella llevó sus manos directamente al pantalón deportivo de él e intentó bajarlo, el levantó la cadera del piso y esta logró deslizarlo hasta las rodillas. Él tenía sólo una leve erección, sobre todo por el frio, pero apenas ella se metió el pene en la boca, se puso bastante duro. Lo chupaba con muchas ganas, tanto que Roberto no aguantó la tentación de tomarle la parte trasera de su cabeza y empujarla rítmicamente como si se estuviera masturbando con la boca de ella. Este ritmo se mantuvo por un buen rato, y en ocasiones Carolina tenía que soltarlo para poder respirar bien.

Ella se quitó sus pantalones lo más rápido que pudo y se acomodó encima de su esposo para hacer un 69. Comenzó a chuparlo nuevamente y con muchas ganas. Al apenas Roberto deslizarle su lengua por la vagina, notó el sabor a sexo con condón que había estado recibiendo ella unos momentos atrás. Se sintió raro, pero la excitación de hacer algo nuevo lo envolvió completamente. Al principio daba pequeños toques con su lengua aquí y allá, pero cuando ella se metió el pene hasta el fondo y le daba pequeños masajes de lengua en el pequeño espacio que le quedaba en la boca, este le metió la lengua hasta donde podía y siguió con una chupada concentrada en el clítoris. Al agarrarle el clítoris con los labios y darle pequeños toques de lengua, Carolina llegó al orgasmo, el primero en esa carpa y el tercero de la noche.

Por un instante ella retiró su boca del pene de su esposo, por los espasmos del orgasmo, manteniendo sus ojos cerrados. Pero cuando se disponía a seguir chupándole el miembro a su esposo, un ruido en la puerta de la carpa hizo que los abriera dándose cuenta que alguien intentaba entrar. Roberto paró un momento, pero sin levantarse para no perder la posición. Carolina logró ver en la entrada que Arturo y Eliana intentaban ingresar. Observó a aquel muchacho de 19 años con el que se había divertido antes, después de la fiesta de disfraces, bastante delgado, de estatura media, blanco, y a su novia, una muchacha un tanto mayor que él, de unos 21 años, también blanca y muy delgada, ambos evidentemente en plena efervescencia sexual.

Con las ganas de Carolina y los recuerdos de aquel encuentro grupal anterior, donde había podido disfrutar con Arturo en algunos momentos, no dejaban que perdiera su excitación, aun con el frio que comenzó a entrar. Pero lo que sí logró desconcentrarla, fue ver que Letis también estaba entre los que querían entrar. Ambas se vieron y sonrieron pícaramente, dándose cuenta que ninguna había quedado del todo satisfecha. Arturo, Eliana y Letis ayudaban a sacar parte del equipo para hacer espacio en la carpa, mientras Carolina continuó en lo suyo, chupando el pene de Roberto, que con el frio, ya estaba un poco flácido.

Una vez acomodados y cerrada la puerta, Arturo y Eliana se besaban intensamente, mientras Letis se tocaba por encima de la ropa. Roberto seguía chupando a su esposa, ya acostumbrado al “nuevo sabor” del momento. Arturo ya totalmente excitado se quitó totalmente el pantalón y Eliana comenzó a masturbarlo. Las manos delgadas y muy femeninas, con uñas cortas y totalmente rojas, contrastaban con un miembro de mediano tamaño, blanco y bastante venoso. Letis con muchas ganas y viendo aquellos dos penes en acción, ya no quería sólo observar y le acarició los testículos a Arturo, mientras se seguía tocando con la otra mano, pero ya con los pantalones hasta las rodillas.

Mientras Eliana se quitaba los pantalones, Letis aprovechó y comenzó a chupar a Arturo y de manera casi planificada, Carolina se levantó y acompañó a Letis en la maniobra. Roberto apenas incorporado para ver lo que sucedía, se vio forzado a volver a acostarse, pues Eliana se colocó encima de él como si le estuviera cabalgando la cara y la boca. Roberto metió su lengua y recibió el siguiente nuevo sabor de aquella noche.

Todo comenzó a acelerarse, y en cosa de un momento Carolina era penetrada por Arturo en perrito, mientras ella misma chupaba a Letis. Arturo gemía muy fuerte y el calor de tantos cuerpos en acción, ya hacía que estuviera bastante sudado. Al punto que algunas gotas de sudor caían en las nalgas de Carolina. Letis se revolcaba con su primer orgasmo lésbico y el segundo de la noche, mordiendo el suéter que todavía tenía puesto. Roberto encima de Eliana, la penetraba en la posición del misionero y se besaban tan intensamente que no permitían la emisión de sonidos muy fuertes. La muchacha le abrazaba la cabeza, como si tratase de meterse la lengua aún más.

Algunos minutos después, Roberto penetraba analmente a Carolina, mientras Arturo debajo de ella se lo introducía por la vagina. Una doble penetración increíble. Eliana encima de Letis, en posición del misionero, le acariciaba rítmicamente el clítoris con dos dedos de su mano, y mientras tanto le daba un jugoso beso francés. El calor dentro de la carpa estaba tan elevado que Eliana ya estaba totalmente desnuda, igual que Letis. Arturo y Roberto sólo tenían los calcetines puestos y Carolina sólo tenía su sostén.

Roberto aprovechó la temperatura, le quitó la última prenda a Carolina y le agarró sus tetas, mientras eyaculaba dentro del culo de su esposa. Arturo vio la oportunidad, y en el momento en que Roberto se retiró, comenzó a bombearla más fuerte, lo que hizo que Carolina alcanzara su cuarto orgasmo. Esta lo abrazó fuerte y lo besó con toda su intensidad, y Arturo no aguantó más y le eyaculó en la vagina. Carolina se levantó, y con la franela de Roberto le secó el pecho a su esposo y se recostó en él. Arturo todavía acostado, veía cómo su novia Eliana y Letis alcanzaban sus orgasmos en una escena de besos y manos intercambiadas, masturbando una a la otra.

Todos exhaustos, después de vestirse a medias, se quedaron dormidos. Eliana abrazada a Arturo, y Carolina después de unos pequeños chistes con Letis, compartió el pecho de su esposo con su amiga de toda la vida.

El sueño fue profundo, pero no habían pasado tres horas cuando Roberto se dio cuenta que Letis ya estaba despierta e intentaba bajarle sus pantalones. Este, sin mucha preocupación dejo que se los quitara y que comenzara a chuparle. Carolina con el movimiento se despertó, se sonrió y dijo: “yo sabía que esto no había terminado todavía”. Acompañó a Letis en la maniobra, y después de pocas succiones y lenguazos, ya Roberto estaba listo para la nueva sesión. Letis le dijo a Carolina: “Anoche estuvo espectacular, pero necesito todavía algo duro adentro”. Ambas se rieron.

Mientras Arturo y Eliana despertaban se dieron cuenta que Manuel ya había abierto la puerta de la carpa y con un chiste muy poco creativo entró a la carpa. Había bajado totalmente el sobre – techo de otra de las carpas y lo había colocado de tal manera que parecía que la tienda de campaña tenía un anexo. Esto dejo más espacio, pues se podía dejar la puerta abierta. Esto permitió una nueva sesión con bastante acción.

Carolina se acostó de lado y bajándose los pantalones, dobló un poco sus rodillas y dejó su culo totalmente expuesto. Manuel, después de bajarse los pantalones casi de un salto, se colocó un preservativo y la penetró desde atrás. Le introducía el pene con un buen ritmo mientras le metía las manos debajo del suéter para acariciarle las tetas. Carolina gemía y con voz seductora y firme decía: “Para esta noche, sólo me faltaba un caballote de buena raza”. Eso hizo que Manuel tomara más confianza y siguiera bombeando con más fuerza.

Letis se colocó en perrito y Roberto le penetraba la vagina. Ella gemía y decía algunas cosas sexuales: “Necesitaba huevo”, “me hacía falta algo duro”, “como me gusta la cogedera”. Él le agarraba las caderas y con un ritmo constante le sacaba y le metía el pene. Sólo le soltaba las caderas para agarrarle las tetas por unos segundos. De cuando en cuando, era ella quien movía la cintura a su propio ritmo, con intenciones de acelerar el orgasmo. Pero de pronto paró y se dio vuelta, esperando que Roberto la penetrara en la posición del misionero, pero él le levantó las piernas se las coloco en el pecho, lo que permitió que la penetración fuera más profunda. A ratos le soltaba las piernas para poder besarla y lamerle las tetas.

Eliana cabalgaba a Arturo y se sobaba las tetas mientras se movía como poseída encima de su novio. Cerraba sus ojos y decía: “Que rico… esto está rico”. Su cintura delgada hacía movimientos como de serpiente cuando se metía y sacaba el pene de Arturo. Sus pequeñas nalgas hacían una curvatura muy excitante a la vista. Paraba un poco, se sentaba en el abdomen de él y con un cuarto de giro hacia atrás, le masturbaba el pene aprovechando que lo tenía totalmente lubricado. Cuando sentía que estaba a punto de eyacular, lo soltaba y se reía de manera pícara.

Durante los momentos subsiguientes, por más intenso que se puso, las cosas cambiaron poco. Letis y Eliana cambiaron por unos pocos minutos de pareja. Eliana era penetrada analmente por Roberto y Letis le chupaba nuevamente el pene a Arturo. Pero esto no duró mucho y en pocos instantes ya se habían cambiado los preservativos varias veces. Nuevamente en los cuadros originales, Letis acostada de espalda recibía penetración vaginal de Roberto y Eliana, de lado y por detrás, tenía dos orgasmos con Arturo introduciéndole el pene por la vagina.

Los únicos que no cambiaron fueron Manuel y Carolina, pues para ella, por la diferencia de estatura entre los dos, esto una nueva aventura también. Aunque ya habían tenido contacto anteriormente, en el encuentro grupal donde también había disfrutado con Arturo, quedaban muchas cosas que no habían probado. Manuel arrodillado le sostenía las piernas abiertas y levantadas mientras ella estaba acostada de espalda, lo que hacía que la vagina se elevara del suelo y la penetración fuera más profunda. Se veían muy pequeños los pies de ella, mientras él le agarraba los tobillos. Parecían de una muñeca de porcelana, más blancos de lo que realmente son, y le resaltaba el esmalte negro con el que estaban pintadas las uñas. Luego ella acostada boca abajo y con uno de los sleeping bajo sus caderas, exhibiendo profusamente su culo, dejó que la penetrara analmente, sacándole un orgasmo tremendo.

Momentos después, todos los cuerpos estaban sudorosos, el olor a sexo estaba en niveles incrementados, los gemidos eran pocos pero muy sensuales y por los momentos de sueño ya casi estaba amaneciendo. Arturo eyaculaba sobre las tetas y la cara de Eliana, después de masturbarse él mismo con el fluido vaginal que todavía le quedaba luego de penetrarla. Manuel le sacaba un segundo orgasmo anal a Carolina y el último de la noche, lo que hizo que esta contrajera los músculos de su culo y con este “apretón” impactante, Manuel comenzó a a eyacular dentro del ano de Carolina, logrando decir entre cortado: “La leche en el culo… la leche en el culo”.

Minutos antes de los orgasmos de las otras dos parejas, Letis cabalgando a Roberto, pero metiéndose el pene por su culo, terminaba la noche con otro orgasmo, acompañado de la eyaculación de Roberto. Casi sin aliento, y todavía con los espasmos del clímax de Roberto, Letis le decía al oído: “Me encantó el lechazo en el culo”… “tenía que meterme ese huevo”.

Los agujeros de todas las damas estaban irritados y un poco inflamados. Había preservativos por todos lados. La ropa entremezclada e impregnada de flujo vaginal, lubricante de condón, semen y sudor. Sólo el olor intermitente del bosque podía disipar por segundos el olor a sexo. Todos estaban exhaustos. Nuevamente se quedaron dormidos, pero ahora Arturo dormía con Eliana, Carolina con Manuel y Letis con Roberto. Así se quedaron, hasta que los otros tres campistas fueron a llamarlos para el desayuno.

Todavía quedaban unos días de vacaciones, posiblemente quedarían nuevas aventuras. Todo dependía de la efectividad de las cremas para disminuir la irritación y que tan llenas habían quedado las protagonistas de las carpas.

SIRENA Y TRITÓN

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