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Rosita Melo

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Mi nombre es Jonathan. En el momento de esta historia tenía 18 años y trabajaba en un proyecto público en el que solo estaba yo atendiendo a las personas que pasaban por allí. Era un trabajo aburrido en muchas horas del día, sin nadie si no tenía citas y la verdad que se agradecía la visita puntual de algún compañero que pudiera pasar por mi “cueva”, aunque eso también me permitía poder dedicar el tiempo a estudiar o leer tema de mi interés. En ese momento tenía pareja, pero eso no evitaba que me permitiera como mínimo la fantasía de mantener alguna aventura, con mujeres por las que me sentía atraído más por su belleza general que simplemente por el físico.

Una de las mujeres que solía venir a verme era Rosa, aunque ella no como clienta, sino como compañera de una asociación en la que estábamos. En ese momento unos 40 años y una belleza y simpatía natural que hacían que sus visitas fueran casi un regalo. Casada con un buen hombre que no terminaba de cubrir sus necesidades y que, quizás por ello, le dejaba una enorme libertad de movimientos. En alguna ocasión incluso habíamos ido al cine juntos y yo había intentado un acercamiento físico, no pasando el tema de un beso robado y de un juego de manos. Una mujer rellenita de aproximadamente 1,60 con unos buenos pechos, que no gustaba de mostrar en abundancia, amplias caderas, y una permanente sonrisa que la hacían más atractiva. Yo me sentía atraído por ella y ella lo sabía, pero como digo sin dejar pasar el tema de ese punto de juego.

Era un lunes cuando nos encontramos, en mi lugar de trabajo, aunque fuera de mi horario de trabajo.

-Hola corazón.-era su saludo habitual.- ¿Nos ponemos a trabajar?

Yo sabía que como siempre vendría con un montón de ideas que quería trabajar, pero que como siempre en realidad quería un rato de compañía y de charla, y que haríamos más bien poco para la asociación, que era el trabajo que tendríamos que estar haciendo.

Pasamos allí un par de horas y como de costumbre hicimos más bien poco por no decir que nada. Teníamos que modificar la web y esta quedo casi sin tocar. Eso sí, llego el mediodía y nos fuimos a comer algo a un kebab próximo donde éramos los únicos en sus cinco mesas.

Durante la comida su mirada se clavaba en mí, sus hermosos ojos marrones y esa sonrisa que me tenía cautivado. Intentaba no mirar a su escote, pero al hacerlo sentía la excitación que tal visión me creaba. Ella hablaba y hablaba como siempre y yo no podía dejar de pensar en cumplir mis sueños con ella, en llegar a esa situación que tantas veces me negaba, impidiéndome pasar del juego y de la seducción a la realidad.

-¿Cómo va con tu mujer?-me pregunto.- ¿Sigues pensando en dejarla? Parece una buena chica y es muy guapa.

-Eso no es todo y lo sabes bien. Tu matrimonio también es correcto y no por ello significa que seáis felices. Además ya sabes que hay otras mujeres además de la mía que me atraen por mucho que se resistan.-le dije hablando cada vez más suave.

-Ummm, me gusta saber que aun puedo atraer a jóvenes que me ven atractiva.- Respondió ella con una sonrisa pícara y lanzando un beso.

Después del café volvimos al despacho. Aún tenía una hora hasta llegar la primera cita de la tarde.

-Pase lo que pase tu eres mi amante virtual.-me dijo sentándose frente a mi sobre el borde de la mesa.- Y eso no lo puede impedir nadie.

-Tú lo has dicho.-conteste molesto.-La verdad es que no me gusta ser tu amante virtual.

-Secreto y virtual.-le conteste con un poco de enfado porque ya me cabreaba tanta tontería con lo del amante, comentario que se repetía a menudo.

-Pero así estamos bien.-me replico.

En ese momento con ella reclinada sobre mi mesa y a tan solo quince centímetros de mi cara no pude evitar el levantarme de la silla y sin darle la oportunidad de decir que no le di un tremendo beso en los labios al que ella reacciono primero intentando apartarse, pero después permitiendo el paso de mi lengua y uniéndonos en un tórrido y cálido beso que debió de durar varios minutos.

Mi excitación era enorme. Deseaba a aquella mujer como a nadie en ese momento y este era pues el momento de consumar el deseo. No quería que se rompiera el momento y así pues cada uno de mis pasos era lento y cauteloso, sabedor además de que para ella era la primera vez en muchos años que estaba con un hombre que no fuera su marido.

Mis manos recorrían sus piernas y poco a poco levantaban aquella falda que llegaba hasta las rodillas. Mis manos sobre sus medias negras, sintiendo un escalofrió de placer. Sus leves gemidos entre beso y beso me hacían ver que ella también se sentía tan excitada como yo por la situación.

-De verdad me deseas tanto.-Me pregunto entre besos.- ¿No te estás riendo de mí?

-Creo que es obvio.-la pregunta me había sorprendido.-Te deseo y este momento para mi pasara a los mejores recuerdos. Y será siempre algo entre nosotros.

-No soy lo que imaginas. Mi cuerpo ya no es el de una joven, ya no es lo que querrías ver.

Por toda respuesta empecé a desabrochar su blusa y acariciar sus pechos sobre el sujetador bajo su atenta y nerviosa mirada.

-Eres perfecta como eres.

Sonrió y me permitió terminar de quitar su blusa y desabrochar su clásico y sobrio sujetador. Quede entonces allí observando aquellos pechos algo caídos, pero excitantes acariciándolos suavemente antes de agacharme para lamerlos como si fueran el mayor de los manjares. Ella apretó con sus manos mi cabeza contra su pecho.

-Me encanta esto.-me susurro entre jadeos.-No pares por favor.

Seguí con mis besos y lametones en sus pechos, pasando de uno a otro pecho, mientras la levante del borde de la mesa para desabrochar su falda, dejándola caer al suelo, y tras ella sus medias, enrollándolas a lo largo de sus piernas. Ya tan solo quedaba la última frontera, unas bragas igualmente sobrias de color negro por los bordes de las cuales ya veía una espesa mata de pelo.

-Tengo miedo.-me confiesa.-Alguien podría vernos.

-He cerrado con llave y el despacho no tiene ventanas por donde nos puedan ver.

Eso parece que la tranquiliza y también empieza a desnudarme desabrochando mis pantalones y liberando uno a uno los botones de la camisa. Los dos sabemos que es un punto sin retorno a donde hemos llegado y deseamos llegar al final lo antes posible. Volví a los besos mientras dejo caer sus bragas al suelo y tras ellas mis calzoncillos que dejaron a la vista una enorme erección, aparte que tengo la suerte de estar bien dotado y por su mirada hacia mi pene me queda claro que a ella también le parecía grande.

Mis manos estaban sobre sus caderas y sus piernas abiertas permiten a mi pene acercarse de forma natural a la entrada de su vagina, donde quedo apoyado, esperando permiso para entrar. Sentía su humedad, su excitación y con tan solo un gesto de sus ojos entendí que quería dar el último paso. Me moví ligeramente para permitir la penetración lentamente. Ella emitió un gemido profundo al notar mi pene entrando en ella hasta lo más hondo.

Con mis manos en su culo, mucho más prieto de lo que sus comentarios me hicieron creer, inicio el movimiento de penetración, arrancando de ella pequeños gemidos de placer y sintiendo yo mismo un enorme placer mezcla de la situación, de mi deseo y de una vagina que se movía con pequeños espasmos, ayudando a aumentar el nivel de placer.

En pocos minutos sentí como sus gemidos aumentaban, a la vez que clavaba sobre mí sus manos, apretándome más contra ella. Notaba sus pezones duros sobre mi pecho y su boca se pegaba en mi cuello, con pequeños mordiscos. Notaba como su orgasmo estaba llegando casi a la vez que el mío.

-Vas a hacer que me corra.-le avise.-Estoy a punto, no resisto más.

-Hazlo en mí. Lléname con ella. Quiero sentirla toda.-Me pidió sin apartar su boca de mi cuello.

Unos movimientos más y sentí como un potente espasmo de placer me recorrió, haciendo que la inminente eyaculación se produjera. Ella lo sintió y eso provoco un orgasmo final y un grito que ahogo sobre mi cuello.

-Gracias. Me has hecho muy feliz. Ya no eres mi amante virtual.-Le dije con una sonrisa.

-Siempre lo serás aunque hoy has sido bien real.

Después de este encuentro no se repitió la situación porque ella pasó a mostrarse distante conmigo. Cuando yo cambie de trabajo perdimos el contacto durante unos años en que apenas hablamos y tomamos algún café. Recientemente hemos quedado para vernos y espero ese momento con ganas sin saber que pasara.

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