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Mi tía Silvana

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Me presento, mi nombre es Darío y les contaré algo que me pasó cuando tenía 20 años, hoy ya viví muchos más que esos 20 pero los recuerdo, como si hubiesen sido ayer, tal vez porque a esa edad estaba dando mis primeros pasos en lo que a sexo se refiere; tal vez más de uno diga “¡Que grandote boludo, yo empecé 8 años antes!”, pero bueno yo comencé a esa edad, cada uno empieza cuando puede y quiere; pero volviendo a la historia les digo que a esa edad y recién comenzando, a toda mujer que alcanzaba me cogía y no sé si por mi facha, por mi caradurez o por qué, de 10 a las que corría a 9 alcanzaba e iban a parar a la catrera.

A una que le tenía ganas, muchas ganas, era a una tía que se llamaba Silvana y si no le tiraba los perros era porque ella era mi tía y por la enseñanza que me habían dado, a las mujeres de la familia no había ni que mirarlas.

Lo cierto es que Silvana estaba casada y tenía dos hijos pequeños, 5 el mayor y 2 la más pequeña.

Su marido era camionero y a los 30 años, con estos dos niños, la abandonó.

A mí, que en ese momento tenía 18 años, realmente no me movió ni un pelo porque en ese entonces, ni pensaba en mujeres; pero… dos años después la cosa fue diferente, pues para mí en ese momento, era cierto aquello de que “Todo bicho que camina va a parar al asador”; pero Silvana era familia, por lo que no quería quedar mal con nadie, a raíz de lo que se me había machacado, por lo que me contenía, hasta que un domingo, ella le propuso a su hermana, mi madre, viendo que yo me la pasaba durmiendo por el sacrificio que hacía durante la semana, que si al volver alguna noche, estaba muy cansado que me quedase en su casa, la que estaba mucho más cerca de la facultad que la de ella.

Cuando me levanté de dormir la siesta, ya Silvana con sus hijos se había ido, mi madre me contó que ella le había dicho que, dado que me levantaba a las 5 y media de la mañana para ir a trabajar, y que volvía a las 12 de la noche, ya que después de trabajar iba a la facultad, si algún día estaba muy cansado me quedase en su casa. Realmente en ese momento me pareció una excelente idea, ya que ganaría mucho tiempo, mucho para mí, para otro tal vez no, pero quedándome en su casa me podría acostar media hora más temprano a la noche y me podría levantar casi media hora más tarde a la mañana por lo que a la mañana siguiente la llamé por teléfono para agradecerle la sugerencia, no lo hice en el momento en que mi madre me lo contó porque no teníamos teléfono.

Cuando la llamé para agradecerle me dijo que no había porque darlas, que yo me sacrificaba mucho, que algo de tiempo ganaría, que si se había largado a llover y no había llevado paraguas o si hacia refrescado y no había llevado suficiente abrigo que igual fuese a su casa y que se yo cuantas cosas más.

Esa noche al regresar a casa, contento, le conté a mi madre lo que me había dicho y, como era de esperar, ella me dijo que lo hiciese pero sin molestar, es decir que no me excediese, ya que su hermana estaba sola y debía cuidar a dos pequeños.

Esa semana y la siguiente no fui y casi me olvidé de su ofrecimiento, pero cuando ese domingo vino a casa, a la mañana, y se quedó a almorzar y al ver que terminado el almuerzo me iba a dormir, me recordó el ofrecimiento, éste volvió a mi mente, por lo cual el miércoles siguiente fui a su casa a dormir.

Cuando ese miércoles llegué eran las 2320 horas, la saqué de la cama, motivo por el cual le pedí disculpas de cuanta manera se me ocurrió, y dejé de hacerlo porque ella no solo me dijo, varias veces, que no había problema, sino que además me agradeció que hubiese ido, diciéndome: “Con tu compañía no me siento tan sola”.

Me sirvió algo de comer y luego me dijo que para no llevar los chicos hasta su cama, ella dormiría con ellos y yo en la suya.

Yo se lo agradecí y me fui a su cama; al acostarme en ella, vinieron a mi mente todo lo que había pasado desde el momento en que me abrió la puerta. Ella estaba en camisón, notándosele los pezones al no tener puesto el corpiño, viéndole las piernas, casi en su totalidad, pues el camisón apenas cubría hasta mitad de la pierna, sentir sus labios rozar la comisura de los míos, oler su perfume rodeándome, todo eso fue superior a mí por lo que fui al baño y me masturbé.

A la mañana siguiente me levanté temprano para irme a trabajar y mientras me preparaba el desayuno, ella se levantó y me dijo yo te ayudo, así lo hizo y cuando me iba y nos despedimos sus labios volvieron a rozar la comisura de los míos.

Todo el viaje de ida me fui haciendo el bocho y esa noche casi vuelvo a quedarme en su casa, pero privó el “No molestes” y no fui. Tampoco fui el viernes pero si lo hice el lunes, día en que volví a despertarla, nuevamente estaba en camisón, solo que esta vez era otro y si bien pude ver como sus pezones estaban parados no pude deleitarme con sus piernas pues este le llegaba hasta más debajo de las rodillas; igual que el miércoles de la semana anterior me saludó con un beso, que si bien no fue en la comisura de los labios ¡Estuvo cerca!, me preparó la comida y se fue a dormir con sus hijos, dándome el beso de las buenas noches en la mejilla.

Esa noche no me masturbé.

A la mañana siguiente se levantó antes que yo y me preparó el desayuno y cuando me fui sus labios rozaron la comisura de los míos.

Ese día estuve dándole vueltas a la pregunta de ¿Por qué se había comportado así? Y llegué a la conclusión de que era porque me estaba probando, por eso cuando volví el miércoles y ella se levantó y me saludó dándome un beso en la mejilla me propuse que, cuando se fuese a dormir y me diese un beso, giraría levemente mi cara para que sus labios se apoyaran en la comisura de los míos; eso hice y ella sin decirme nada se fue a dormir.

Terminé de cenar y me fui a acostar con la satisfacción de que sus labios rozaron la comisura de los míos.

Tipo 2 de la mañana me desperté con la pija parada, dura como una roca, y recordando lo que pasó y donde estaba me fui al baño y nuevamente me masturbé.

Debí haber hecho algún ruido porque desde el otro lado de la puerta, oí su voz que me preguntaba si me pasaba algo, obvio que le dije que no, que había tenido ganas de orinar y por eso me desperté; ella me dijo: ”Ah, yo me desperté por un ruido y pensé que te había pasado algo. Si estás bien me voy. Hasta mañana” le respondí “Hasta mañana”; me lavé y cuando salí ella ya no estaba.

Dormí las pocas horas que me quedaban sin sobresaltos y cuando me levanté ella ya había preparado el desayuno. Como las mañanas anteriores nos saludamos sin darnos un beso, pero esta vez cuando me iba me dio un beso en el cual sus labios rozaron los míos.

No supe cómo responder por lo cual agaché la cabeza y salí casi corriendo.

No iba a volver sino el miércoles siguiente, pero el viernes se largó, a la noche, un temporal no pronosticado, por lo que me agarró desprevenido y recordando que me dijo que si no había llevado paraguas también fuese, fui. Al llegar ella no estaba durmiendo sino que me estaba esperando.

Me dio un beso en la mejilla, y yo me dije: “Volvimos a lo mismo” y no dándole importancia le pregunté qué hacía despierta y me dijo: “Te estaba esperando”. Entonces yo, riéndome, le dije: “Sos una bruja que sabías que vendría” a lo que me contesto con la pregunta: “¿Te parezco una bruja?” y sin esperar respuesta riéndose me dijo: “No, no soy una bruja. Lo que pasa es que como se largó a llover sin estar pronosticado me imaginé que estarías sin paraguas y vendrías”, “Ah” respondí yo y me fui a lavar las manos. Ella sirvió la comida y cuando se iba a ir y me dio un beso yo giré la cabeza de forma tal que nuestros labios se unieron, al tiempo que la tomé de la cintura.

Ella lejos de enojarse me rodeo el cuello con sus brazos y abrió su boca sacando su lengua, que se enredó con la mía cuando yo hice lo mismo.

Recién cuando nos faltó el aire separamos nuestras bocas, y mirándonos se estableció el siguiente dialogo entre nosotros:

· Pensé que esto no ocurriría nunca.

· Siempre he querido hacerlo pero nunca me animé. Tantos deseos he tenido de tenerte entre mis brazos y besarte que cada vez que te veía me temblaban las piernas.

· ¿Tanto deseo tenías?

· Sí. Tanto que en los últimos días que estuve aquí, me masturbé dos veces.

· ¿Te hiciste dos pajas?

· Sí, dos pensando en vos.

· ¡No me di cuenta!.

· La primera no te despertaste, pero la segunda casi me descubrís.

· ¿Cuándo estabas en el baño y te pregunté si te pasaba algo?

· Exacto, ese día me casqué la segunda y casi me descubriste.

· ¿En serio?

· Sí, si en lugar de preguntar hubieses entrado me habrías encontrado con la pija en una mano y la otra llena de semen.

· No sé si te lo podré perdonar.

· ¿Qué cosa? ¿El haberme masturbado en tu casa?

· Sí

· ¿Por qué?

· Porque mi concha anhela leche y vos andas tirándola.

· Pensé que no serías tal mal hablada.

· Y no lo soy… Salvo que este caliente.

· ¿Y ahora lo estás?

· ¿Y a vos que te parece? ¿Hablo como siempre?

No le respondí, di por terminado, unilateralmente, el dialogo y atrayéndola hacia mí, nuevamente la besé en la boca.

Ella correspondió el beso, pero esta vez comenzó a frotar su vientre contra mi pene, el cual nuevamente se puso como una roca.

Al sentir su dureza, ella dejó de besarme y se separó de mí. Yo pensé que me había mandado una cagada por lo cual, asustado, le pregunté qué ocurría y ella, sonriéndome, me dijo: “Por ahora no pasa nada, pero por como tenes la verga en cualquier momento me la ensartas y no quiero que si se levanta alguno de los chicos vean a su madre chupándote, la chota, como una puta o ensartada, como un gusano, por el orto, así que vamos a mi pieza.

Mi pija que se había ablandado un poco por el julepe que tuve cuando se separó de mí, se me volvió a poner como una roca por lo que le dije que sí, que vayamos que la quería hacer mía.

No bien entramos a su pieza, esa en la que me quedaba a dormir cuando iba a su casa, nos volvimos a besar pero esta vez mis manos no se quedaron en su cintura, sino que lentamente bajaron hasta su culo acariciándoselo por sobre el camisón. Ella no fue tan suave sino que no bien nuestras lenguas comenzaron a jugar, empezó a restregar nuevamente su vientre contra mi pija.

Ahí coloqué una de mis rodillas entre sus piernas para separarlas pero no fue necesario que hiciese nada porque no bien sintió que quería separar sus piernas, las abrió.

Al mismo tiempo sus manos soltaron mi cuello y la derecha fue, colocándose entre nuestros cuerpos, a agarrar, por sobre mi pantalón, la verga y la izquierda a jugar con mi cabello.

Al sentir como me apretaba la pija, subí su camisón y acaricie su culo, ahí me di cuenta que no tenía bombacha pues sentí su culo al natural pues nada había entre su piel y la mía.

Ella separó su concha de mis piernas, haciendo que su culo quedase más parado.

¡Pensé que era para que pudiese tocárselo mejor!, pero era para, dejándome de acariciar el pelo, llevar su mano izquierda a mi pantalón y ayudar a que su mano derecha pudiese bajar el cierre del mismo, y haciendo a un lado mi calzoncillo agarrar mi verga y, sacándola de su encierro, comenzar a masturbarme.

Yo no me lo pensé dos veces y continué acariciando su culo pero mis los movimientos de mi mano no terminaban en él sino que continuaban hasta llegar a su concha.

Pero esto duro poco porque cuando estaba por llegar, dejo de besarme, soltó mi verga, me miró, se pasó la lengua por los labios y, agachándose, empezó a besar la cabeza de mi chota.

Con pequeños besos recorrió todo mi glande y luego todo el tronco de mi pija.

Yo miraba como me la besaba sin saber qué hacer. En el momento en que llegó a mis testículos, me agarró la verga con una mano mientras que con la otra empiezó a acariciarme el culo.

Sus besos los dedicó a mis testículos, para luego de haberlos besado, pasar su lengua por mi perineo y después de introducir su punta en mi ano comenzar a realizar el camino opuesto; pero ahora no me besó los testículos sino que los introdujo, primero uno y luego el otro en su boca, y luego hizo lo propio con mi pija.

Yo creía que tenía una poronga monstruosa pues algunas chicas de mi edad no habían podido meterla toda en su boca, diciéndome que la tenía inmensa, pero ella lentamente fue haciéndola entrar toda; cuando estuvo toda dentro de su boca empezó a negar, enérgicamente, con su cabeza y después de sacarla, mirándome a los ojos, me preguntó qué me había parecido la garganta profunda que me había hecho, yo le dije que no podía creer lo que había visto ya que sabiendo perfectamente que mi pija no se había achicado no entendía como se la había comido toda ya que era la primera vez que veía desaparecer completamente mi pija en una boca, a lo que riéndose me dijo “No todas las mujeres podemos hacer una garganta profunda”, y sin dejar de reírse empezó a chupármela otra vez.

Esta vez no se la introdujo toda, sino que solo la hizo entrar hasta la mitad y luego la sacó completamente, y se quedó mirando los hilos de saliva que quedaron uniendo su boca con mi tranca, mientras su mano izquierda tanteó mis testículos y su mano derecha acarició mi culo.

Esto lo repitió unas cuantas veces y yo, estando a punto de acabar, empujé su cabeza hacia mi cuerpo para que se tragase otra vez toda mi verga y ahí llenarle la boca de semen, pero ella tiró su cabeza hacia atrás y dejando de chuparla se paró. Yo pensé que la había embarrado, pero ella sonriendo me dijo: “Después tragaré tu leche, te dejare la verga bien limpita, no te dejaré ni un puto espermatozoide, pero primero quiero sentirla dentro mío” y sacándose el camisón se tiró en la cama abriéndose de piernas y diciéndome: “Mi concha espera tu pija”; yo entonces, diciéndole que antes de metérsela se la iba a chupar un poco, me zambullí sobre su concha.

Sentí que dijo: “Que malo que sos yo quiero sentir tu pedazo dentro mío y vos solo me la vas a chupar. ¡Cómo te gusta hacerme sufrir!”. Yo no quería hacerla sufrir pero sabía que si se la metía, en ese momento, ahí nomás llegaría y como yo ¡Quería disfrutar de la cogida que me imaginé tantas veces! Tratando de alargar tanto como pudiese el momento de ensartarla, hice oídos sordos a sus dichos y empecé a chuparle la concha.

No llegue a darle más de tres lenguazos que ella arqueó su espalda y exhaló profundamente al tiempo que sus manos hundieron mi cabeza en su vagina, llena de pelos indicándome que había llegado.

Lo descuidado que tenía los pelos de la concha y lo rápido que llegó me hicieron dar cuenta que efectivamente hacia mucho que un macho no estaba en su cama.

Seguí lamiendo su concha, hasta que sus piernas se cruzaron por sobre mi cabeza, indicándome que pronto llegaría nuevamente, por lo que levantándome se la metí. Entró de una, sin problema, se deslizó hasta el fondo, su concha se tragó toda mi pija sin esfuerzo. La saqué y no bien le di dos bombazos, largos y profundos, ella cruzó sus piernas en mi cintura y clavándome las uñas en la espalda emitió un grito, que de no haber estado todas las puertas cerradas hubiese sido escuchado por sus hijos. Yo la seguí bombeando hasta que estuve a punto de llenarla de leche, pero, no sé por qué, no lo hice sino que se la saque y rodé, sobre ella, hasta quedar a su lado.

Ella, poniéndose de costado, y confirmándome que cuando cogía era mal hablada, me miró y entablamos el siguiente dialogo:

· Pero sos boludo vos

· ¿Por qué decís eso?

· Y todavía lo preguntas pelotudo.

· Sí, no entiendo.

· Me la sacaste antes de acabar y yo quería sentir tu leche dentro de mí.

· Estaba por acabar pero preferí darle un respiro, a mi pija, para hacerte gozar más.

· ¡Yo también estaba por llegar!

· Disculpa, no sabía que estabas por llegar nuevamente.

· Sí. ¡Me cortaste la inspiración! No lo vuelvas a hacer, cuando sientas que vas a llegar, ¡llega!, embárrame la concha de leche que yo me encargo de volver a parártela.

Al escucharle decir esto me volví a poner sobre ella y tomando mi pene, con la mano derecha, se lo empecé a restregar contra la concha, haciéndola jugar con su clítoris, hasta que se la ensarté, de una, totalmente en la argolla.

Ella me dijo “¡Así!, ¡Así me gusta!, ¡Clavámela bien fuerte!, ¡Haceme sentir lo macho que sos!”.

Yo la seguí bombeando pero cada dos o tres bombazos la hacía salir totalmente y, agarrándola con la mano, se la restregaba contra el clítoris, hasta que ella me trabó con sus piernas, cruzándolas sobre mi cintura, en un momento en que estaba totalmente en su interior, diciéndome: “Dejate de joder pendejo de mierda, no me la saques, quiero toda tu poronga en mi argolla”, por la que no tuve más remedio que darle matraca hasta que lanzando un gemido llegó nuevamente.

Su nuevo orgasmo sirvió como incentivo para que yo la bombease más rápido, fueron 4 o 5 mete y saca, y yo también llegué.

Quede todo blandito tirado sobre ella, pero no tuve oportunidad de descansar nada, pues casi sin que dejase de haber continuidad me hizo rodar hasta que mi espalda quedó sobre el colchón y diciéndome que me iba a dejar limpia la chota se agachó y me la empezó a chupar.

No sé si realmente la limpió, lo que si sé es que se me volvió a parar y ella, sentándose sobre mí se la dejó ir por el culo.

Cuando mi verga tocó su culo me di cuenta que mientras me chupaba la pija se lo había estado tocando, a fin de dilatarlo, y aprovechando la leche que le salía de la argolla, lo había lubricado.

Mi verga se ensartó casi sin problema en su culo.

Ella comenzó a girar circularmente sobre mi pene, yo intenté hacerlo salir y entrar, pero ella hizo presión evitándolo al tiempo que me dijo:”Quedate quieto y déjame hacer. Ya te avisaré cuando te tenés que mover”. Siguió por unos minutos haciendo estos giros, primero para un lado, luego subiendo y bajando por mi tranca, luego girando para el otro, y finalmente volviendo a subir y bajar, para luego volver a comenzar.

Cada tanto, al tiempo que los músculos de su culo apretaban mi pene, me preguntaba si estaba sintiendo lo que me hacía y yo, que estaba gozando como un loco, solo alcanzaba a decirle.”¡2Sí!”.

Yo observaba como iba cambiando su cara a medida que su placer se acentuaba, hasta que finalmente llegó, algo que me indicó el grito que emitió.

Se derrumbó sobre mí y luego de unos instantes, mordiendo mis labios, me dijo: “Bombéame, reventame el orto a vergazos, llénamelo de leche, quiero sentir tu esencia en mis entrañas.

Obvio que no me lo hice repetir y empecé a sacar y meter, sacar y meter, cada vez más rápido mi pija recorría todo su culo, hasta que finalmente al sentir como gemía, acabé.

Ella me dijo: “Gracias”, cuando sintió mi semen recorriendo su recto y sin darme tiempo a contestarle levantó su culo, sacándolo de mi pija, y bajándose, hasta que sus boca tomó mi verga, empezó a chupar mi poronga hasta que no quedó rastro, ni de mi semen ni de sus fluidos.

¡Me la dejó totalmente limpia! Y luego se levantó y colocándose el camisón se fue sin dejar de decirme nuevamente, “Gracias”.

A la mañana siguiente, cuando me levanté, ella ya tenía hecho el desayuno y besándome me dijo: “Alimentate que tenés que estar en forma para volver a repetir lo de esta madrugada”.

Luego de desayunar me fui, no sin antes darle un beso, beso que no solo respondió sino que acompañó de un franeleo a mi poronga.

Con mi tía cogí casi toda la carrera. No sé si en lugar de hacerla en 6 años que es lo que está estipulado, la hice en 7 años, porque trabajando y estudiando no pude hacerla en menos o para tener una excusa para seguir yendo 2 o 3 veces por semana a su casa, para que con la cantinela de ir para descansar más, no fuese evidente que lo hacía para garcharla.

Lo cierto es que en lugar de descansar más, descansaba menos, pero mi nivel de leche estaba en el valor óptimo.

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