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Blanca Navidad

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Desaparecí tras la tercera entrega de las Crónicas de Diana, pero ahora vuelvo para dejaros este pequeño relatito que puede tener alguna que otra entrega más en el futuro. Obviamente aún estoy interesada en seguir las Crónicas! Espero que les guste y que me den su opinión o ideas.

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Después de dos años saliendo con Roger, Lara se había cansado de que cada navidad recibiera un regalo caro pagado del bolsillo de su novio, mientras ella elaboraba manualidades monísimas, pero aún y así de poco uso práctico. Obviamente no estaba despreciando el valor de esas cajitas rellenas de amor, que tanto esfuerzo le costaba, simplemente era consciente que ya iba siendo hora de comprarle algo caro a su novio, algo con dinero. Así que dos meses antes de las navidades, habiendo conseguido un trabajo, Lara empezó a partirse el tiempo para ahorrar y estudiar a la vez. Fueron sin duda los dos meses más agotadores hasta la fecha, pero sin duda habían merecido la pena. Lara tenía suficiente dinero para comprarle a Roger lo que se le pasara por la cabeza. Quizás un reloj, un perfume o un abrigo bonito.

El día antes de navidad, por la tarde, cuando el sol ya se había puesto por la poca duración del día durante el invierno, Lara a sus 19 años salió de su casa dirigiéndose al corte inglés de plaza Catalunya. Vestida con unos leggins gruesos que la protegían del frio, unas zapatillas vans old school y una camiseta que se escondía bajo el cobijo de un abrigo coronado por una capucha de piel, empezó a buscar por los recovecos de todo el centro comercial. Desde perfumería hasta informática, hasta que por fin encontró un abrigo como el que, entre muchas otras ideas, se había imaginado. Azul marino y largo, cruzado con unos botones grandes con un sello diferente en cada uno. Era realmente bonito, y encajaba dentro del presupuesto que ella había establecido. A lo lejos vio una pequeña bufanda de punto que le gusto a conjunto con el abrigo y se fue con ella también para complementar el regalo.

Al irse del centro comercial, esforzándose en no mirar ningún complemento o pieza de ropa para ella, empezó a andar tranquilamente hacia las calles estrechas del casco antiguo, disfrutando de las luces de navidad y el ambiente de alegría que inundaba las calles, con las terrazas repletas de gente y el ruido de la gente hablando resonando en las paredes. En un momento concreto Lara se dio cuenta de algo que la llamo algo la atención, una calle sin cartel, una calle sin nombre donde la gente pasaba de largo sin entrar y vacía totalmente. Solo un poco de humo por el calor de los aires acondicionados y una pequeña luz al final que parecía presentar la puerta de una antigua tienda. Lara no pudo aguantar su necesidad de saciar la curiosidad y se adentró por ese callejón hasta entrar a la pequeña tienda, totalmente ausente de personas. Parecía una perfumería antigua, donde se podían ver una cantidad enorme de perfumes de todo tipo. Lara empezó a cotillear todos y cada uno de ellos, embalsamados en pequeños botes de vidrio grueso, con etiquetas que anunciaban el olor encarcelado por el vidrio. Pero de todos esos potecitos, solo uno le llamo tanto la atención que no podía dejar de mirarlo de lejos. Se atrevió a acercarse y a oler miedosamente desde el otro lado del tapón que lo apresaba. Y en ese momento fue cuando apareció la señora que gestionaba la tienda.

«Señorita, veo que siente profunda curiosidad por ese pequeño y antiguo bote de perfume. Le recomiendo que se lo lleve, si es así, pues no muchos son capaces de encontrar esta pequeña y humilde tienda. Y cuando alguien la encuentra, normalmente es por alguna razón.»

Lara no entendió la razón por la cual sentía como un mensaje oculto tras las palabras de esa señora avanzada en edad, de pelo blanco y largo. Pero si que sabía que se sentía atraída por ese potecito que albergaba la colonia. «A qué huele?» preguntó Lara con una voz que parecía no querer salir de su garganta. «A brea, entre muchos otros aromas que endulcen el característico olor de este elemento.» Sin duda el preció parecía más que razonable por ese potecito que la había encandilado, y aun tenia ahorros disponibles, y para qué servían si no era para gastarlos en lo que quería? «Me lo llevo» dijo, ahora si, confiada. «Muy buena elección señorita» respondió la vieja «pero creo que tengo que avisarle de una cosa… Todos estos perfumes que puede ver, tienen algo especial, cada uno reacciona de una forma diferente con la piel a la que se adhiere, y por lo tanto su olfato reaccionará también diferente… Quizás en algún momento piensa algo que no acostumbra a pensar o quiere hacer algo que nunca ha hecho, es, al fin y al cabo, lo que hace especiales a estos perfumes». Lara pensó que toda esa historia solo era una forma de publicitar su producto, una forma de que ella volviera otra vez a esa pequeña y descuidada tienda.

Salió de la tienda rápida y ágil, deseosa de que fuera mañana para regalarle lo comprado a su novio. Al salir del callejón abrió por fin el potecito de esa colonia y lo olió, era un aroma fuerte, característico. Pero le encantaba. Humedeció un poquito sus dedos y los pasó por sus muñecas y por la comisura de su cuello, contenta y ansiosa. Realmente parecía que el olor cambiaba sutilmente al que había percibido anteriormente, y quizás la señora tenía algo de razón, pero no le dio importancia y empezó a andar entre la multitud, escuchando más fácilmente que de costumbre lo que hablaban los transeúntes. «Que palo mañana la comida familiar! En serio que no me apetece» «Cariño, estoy hiendo hacia casa, ya has llegado tú?» Y entre todas esas pudo percibir la de un chico que hablaba por teléfono con su novia, en voz baja, y andando hacia la misma dirección que ella. «Cariño… para… estoy en medio de la calle, no me hagas esto… y qué quieres que te diga? Notas el calor subiendo de tus pies a tu cadera por los muslos? Nótalo, siéntelo amor.» Sin comprender que pasaba solo por escuchar esa conversación Lara empezó a notar exactamente lo que el chico le había dicho a su novia. Notaba como un calor irrefrenable le subía de la punta de los pies hacia los muslos, y estancándose en el en interior de sus caderas. Se estaba poniendo nerviosa, pero a la vez sentía la necesidad de seguir escuchando esa conversación. Entro al metro siguiendo al chico y se colocó en el último vagón, el mismo que ese novio alterado por la conversación que tenía con su chica, pero unos asientos al lado, justo al lado opuesto de él. El vagón estaría vacío si no fuera por la presencia de ella, y el chico.

«Cariño… no puedes esperar a que llegue a casa? Estoy a cinco minutos… Ya lo sé mi amor pero yo también y me aguanto ya que estoy en un lugar público. Vale… solo acaríciate un poco los… por debajo la camiseta claro…» Lara no se podía creer que estuviera escuchando lo que aquél chico estaba diciendo, pero el calor ya se había aposentado en su entrepierna, y parecía no quererse ir… cuando quiso darse cuenta, su mano se escondía por los huecos que había entre los botones de su abrigo, y con las camiseta subida, sus dedos acariciaban, como le decía el desconocido a su novia, los pequeños y ahora duros pezones de Lara. No se creía que estuviera haciendo eso en un lugar donde podía pillarla cualquiera, y aunque el abrigo seguía cubriéndola, ya estaba descolocado y movido por las maniobras que había hecho para llegar hasta su objetivo.

«Ya? Simplemente acaríciate el cli… con un dedito… ahora llegaré a casa te lo prometo»

Y Lara, sin entender el motor que la conducía a hacer lo que hacía, movió la mano que aún tenía libre hacia el interior de sus leggins, y situándose bajo su tanguita, empezó a acariciarse el clítoris. «Se puede saber qué estoy haciendo? Y por qué hago lo que este chico le dice a su novia que haga? Estoy loca o qué? JODER! Encima el puto calor no se disipa!» pensaba Lara, asustada por lo que estaba ocurriendo.

El chico al final colgó el teléfono nervioso, y balanceo la cabeza por el vagón para asegurar que nadie había oído la conversación que había tenido con su novia, para descubrir a Lara, con el abrigo descolocado, al igual que el gesto de su cara, y entra sus piernas apretadas entre si, lo que parecía el bulto de su mano, moviéndose mientras se acariciaba. El chico la miraba rojo, consciente de que ella le había escuchado, y a la vez confuso por como se comportaba Lara. Pensó en quedarse un rato quieto mirando hacia la ventana del vagón como si no ocurriera nada, pero Lara no paraba, así que decidió acercarse a ella y sentarse justo en frente. «Chica! Se puede saber qué haces? Te pueden ver!» Lara se quedó mirándolo roja como un tomate, nerviosísima viendo al chico observarla directamente a los ojos mientras ella seguía acariciándose tanto allí abajo, como sus pezones. «Lo que le has dicho a tu novia que hiciera» dijo sin siquiera pensarlo un segundo. Y sinceramente no entendía como esas palabras habían salido de su boca. Lara era una chica normal, tímida incluso introvertida. Nunca había tenido problemas con los chicos, y por eso mismo, nunca había tenido que hacer cosas como las que estaba haciendo en el lugar donde lo estaba haciendo. «Pues para ya!» Dijo el chico tajante, y como si de una orden se tratará Lara quedo liberada de sus instintos, pudiendo dejar de acariciarse y recolocándose la ropa bien. «Es que estás loca? Harías todo lo que escucharas decir a un desconocido por la calle?» Y Lara obviamente sabía que la respuesta era NO! Pero al abrir la boca dijo «Si» Lara pensó que le acababa de ocurrir algo, que en su cerebro algo funcionaba mal o que estaba a punto de ocurrirle algo. De pronto en el vagón empezó a entrar gente, mucha gente. Lara avergonzada se levantó de su asiento colocándose frente a la puerta para bajar a la siguiente estación. Empezó a sentirse apretada por todos los que ocupaban el vagón, y se quedó frente al vidrio de la puerta mirando su reflejo avergonzada entre tantísimos desconocidos que casi no la dejaban ni respirar. Parecía el viaje más largo del mundo, ya que no parecía llegar nunca a la estación.

El chico se acercó abriéndose paso por toda la gente hasta llegar justo detrás de Lara, después de estar rato pensativo con la respuesta que la chica le había dado. «Quiero ver ese culito… Bájate los leggins hasta medio muslo» le dijo susurrándole al oído. Y Lara totalmente roja y incrédula, obedeció bajándose los leggins acompañados del tanga azul que la vestían. La vergüenza y la humillación que sentía era enorme, pero nada igualable al momento en el que notó la mano de ese chaval pasar abruptamente desde su clítoris hasta el ano recogiendo todos los líquidos que había ido acumulando en su escena masturbaría anterior. Acercó la mano a la boca de Lara y sin dudarlo dijo: «lámelo perrita» Lara totalmente humillada obedeció aún con su culito a la vista de todos, que por suerte, debido a la cantidad de gente no parecía haber creado ningún escándalo. De golpe empezó a volver a notar el mismo ardor que había notado anteriormente y cada vez expulsaba más jugos. «Puedo subirme ya los leggins, por favor?» pregunto Lara avergonzada de tener que preguntar algo como eso. Y mientras el metro entraba en el andén y la gente se acumulaba en las puertas del vagón el silencio era el dueño de esa situación. Los muslos de Lara parecían la tierra donde se aposenta el agua de un rio, cuando al oírse el ruido que anunciaba las puertas abrirse escucho. «claro, súbetelos» Lara a toda prisa se subió los leggins viendo la cara confundida y sorprendida de los que se encontraban al otro lado de las puertas, y de golpe noto el sonido y dolor inconfundible de una cachetada que le propino el chico, que bajo a prisa del vagón con ella.

La agarro de la mano arrastrándola entre la gente que entraba y salía del andén llevándola hacia un antiguo y ya inútil fotomatón, la entró dentro y con ella, se sentó en el pequeño sillín que aún aguantaba de pie, estiro la cortinita corta que los separaba de la andadura de la gente y le dijo: «no sé hasta que punta eres de putita, pero debo intentarlo: Chúpamela» Y Lara se quedó atontada y sorprendida frente a la situación. En su vida habría hecho algo como lo que acababa de pedir ese desconocido. Pero hoy ocurría algo con su libido que movilizaba sus manos y su cuerpo fuera de las ordenes que su cerebro les mandaba «PARAD!» gritaba su cabeza cuando se veía agacharse ensuciando sus leggins contra el suelo y notando como sus dedos tocaban el frío acero del botón del pantalón y su boca se abría ansiosa a tragar el pene de ese desconocido. De golpe su boca la sorprendió con un poco de cordura cuando pudo vocalizar «tengo novio». Pero en vez de ayudar, empeoro la cosa desencadenando una reacción en el chico «serás perra…» y agarrando del pelo a Lara le introdujo su pene totalmente erecto de unos 18cm dentro de su boca, mientras Lara notaba su campanilla apretarse contra el paladar debido a que no era su garganta suficiente ancha de diámetro para albergar esa polla. Los sonidos guturales empezaban a oírse, pero el chaval que no se daba por vencido seguía forzando la cabeza de Lara, que intentaba abrir lo máximo posible su garganta para que entrara. En un momento de desesperación para que saliera, abrió lo mas que pudo la boca, extrayendo un poco la lengua y permitiendo una pequeña sensación de libertad, momento en el que aprovecho el chico para entrar al final sus 18cm. Lara noto en ese momento la pequeña rugosidad de su esófago contra la punta del hinchado glande a unos cinco centímetros más atrás de su mandíbula.

De golpe empezaron a salir las lágrimas de sus ojos cuando el chico la libero y simplemente empezó a sacarla y meterla sin dejarle hablar ni un segundo mientras las babas de Lara iban lubricando cada vez más su miembro. Lara expulsaba de su boca babas y babas cada vez más blancas a compás del sonido inconfundible de la saliva mientras veía las piernas de los transeúntes andar por debajo de la cortina, y viendo como alguna de esas piernas se paraba a observar un segundo esa cortina, sabiendo lo que pasaba dentro, y obviamente poder observar las piernas contra el suelo de la pobre Lara. Por último noto como las manos del chico, que empezaban a vibrar volvieron a forzar su cabeza, entrando esta vez mucho más suave los 18cm con las mismas sensaciones de antes, para notar como el espeso y caliente líquido se empezó a escampar por su esófago, y como el propio cuerpo lo intentaba expulsar a medida que salía. Por las comisuras de la boca empezó a brotar el semen que se abría paso y el chico se dio cuenta de cómo se manchaban sus pantalones, cuando soltó de golpe a Lara, que asfixiada, se tiro hacia atrás tan fuerte como pudo, evitando vomitar sobre él, salió del fotomatón de rodillas como estaba, y frente a todo el mundo empezó a toser y a expulsar todo el semen que albergaba dentro suyo contra el suelo mezclado con la baba que le había ayudado a lubricar.

Desde el suelo vio al chico como con el pantalón ya abrochado salía corriendo alejándose de su vista hasta perderle. Al recuperar el aliento vio como se había montado una redonda de gente a su alrededor y medio llorando y mirando al suelo para que no le vieran la cara salió corriendo tan rápida como pudo, pasándose la mano por la boca para limpiarse los restos de semen y baba que quedaba, y era mucho, por su boca y sus mejillas.

Continuará para descubrir que ha sido lo que ha obligado a Lara obedecer órdenes de desconocidos y para descubrir cómo evoluciona la nueva situación en la que se encuentra.

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