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(Anexo 3) Los amores de Ana Etxeberría

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Eran sus diez minutos más aprovechados del día. Hamburguesa completa con Coca-cola y patatas bravas, antes de seguir patrullando el barrio. Su compañero fue al McDonald´s a vaciar la vejiga en los baños mientras él se zampaba el Big Mac con hambruna. Desde el mismo coche patrulla almorzaba con los dedos aceitosos y relamiéndose del gustazo.

Con más pena que otra cosa, le quedaban dos bocados para acabar, pero en ese momento alguien se situó al lado.

El oficial de policía no pudo verle bien. El sol detrás le cegaba. Luego surgieron dos balazos mortíferos que abatieron al policía, ya cadáver sobre el volante.

El ejecutor se guardó la pistola y se fue tranquilamente andando.

2

Nada más entrar, Nacho notó la noche fiestera que se vivía en la discoteca Splash. Tanto los jóvenes como las Gogós seguían el ritmo enloquecedor de la música techno. Nacho tuvo que abrirse paso entre una muralla humana para poder alcanzar la barra de bar. Aquí encontró una butaca milagrosamente vacía y pidió un JB con tónica.

Entre sorbo y sorbo, se dedicó a disfrutar y recrearse en la noche loca discotequera.

A eso que dos jóvenes se cruzaron delante y uno le dio a otro una pistola con mucho disimulo. El pistolero siguió su camino pero Nacho, muy observador y atento, decidió seguirle. No planeaba nada bueno.

El pistolero subió por las escaleras al segundo piso. Nacho iba detrás sin quitarle ojo.

Ambos recorrieron varios pasillos hasta un lounge privado. Había varias mesas juntas donde pandilleros tatuados, putas en tetas y hombretones rumanos ocupaban los sofás y asientos del reservado.

El pistolero, sin más miramientos, se aproximó y encañonó al cabecilla, un pandillero de la Salvatrucha con gorra Nike y blusa de baloncesto NBA.

-¡Cuidado! –avisó Nacho. Se abalanzó sobre el pistolero antes que apretara el gatillo y rodaron por el suelo.

Fue un momento tenso y desconcertante. Realmente no se sabía lo que pasaba, pero enseguida dos hombres musculados inmovilizaron al pistolero desde el suelo retorciéndole el brazo.

-¿Estáis bien todos? –se preocupó Nacho.

-¡Puto pendejo! –lo pateó el cabecilla-. Ya sabéis lo que hacer con este puerco.

Y se llevaron al pistolero arrastrándolo prácticamente.

-¿Cómo te llamas, buey? –se interesó el cabecilla.

-Nacho.

-Yo soy Wilson. Y me acabas de salvar la vida.

-¿Quién era ese?

-Un enemigo más de tantos que tengo –le hizo gracia-. Te debo la vida, buey. Ven. Siéntate con nosotros. Es lo menos que puedo hacer por ti.

-Gracias, pero…

-¡No quiero ningún pero! Ven conmigo, brother –lo llevó hasta las mesas, cubiertas de rayas de cocaína, pastillas y botellas de coñac. No faltaba de nada. Ni siquiera cachimbas para emporrarse-. Hey, os presento a Nacho. Me ha salvado la vida con dos cojones.

-Hola, cariño –se levantó una chica despampanante y endiabladamente hermosa-. Yo soy Ana Etxeberría. Lo que necesites cuenta conmigo… y con mis dos domingas –las meneó con gracia en el top.

-Lo mismo te digo, Nacho. Pídeme lo que sea que te lo daré. Sexo. Drogas. Alcohol. Una pistola limpia. Lo que sea.

-Me conformo con una copa.

-Marchando. Ven conmigo, buey. Siéntate a mi vera.

Así lo hizo.

-Nacho, ¿sabes quién es ese hombre trajeado con corbata?

-No.

-Te lo presentaré. Hey, ven para acá.

El cuarentón de patillas canosas se sentó junto a los dos.

-Nachete, estás delante de David Fitzpatrick, senador republicano por el estado de Illinois.

-¿Un político norteamericano? –se sorprendió Nacho.

-Es muy putero y muy cabrón, pero su apoyo en indispensable para conseguir nuevos adeptos y ampliar nuestros negocios. No sabe muy bien hablar el español, pero el idioma no es problema.

-Hi, guy –le dio el senador Fitzpatrick una estrujada de manos.

-Hi, how are you?

-Fucking well. ¡Uuuuuh!

-No se lo tengas en cuenta. Está muy colocado –rió Wilson-. Veo que dominas el inglés. Se te nota culto y responsable. ¿Qué estudias?

Pero Ana se puso a bailar mientras se bebía una copa y Nacho solo tenía ojos para ella.

-¿Te gusta? –sonrió Wilson con malicia.

-No… bueno, no está mal…

-Dilo. Está de puta madre. ¿A qué te encantaría follártela?

-Sí… quiero decir, no porque…

Wilson se partió el culo de risa.

-Es el efecto que produce Ana.

-¿Quién es?

-Mi novia.

-Ups, perdón, no quise…

-Tranquilo. No me cabreas. Al contrario. Me alegra que tengamos los mismos gustos.

-Es una hermosura de chica.

-Ella fue quien contactó con el senador Fitzpatrick. Ella es quien ha organizado esta velada. Ella lo logra todo con un chasquido de dedos. Es una pasada de chamaquita.

-Ya la veo.

-Ana es intocable. La protegen familias como la Rockefeller o la Bush. Tiene amistades incluso en varios anillos del Pentágono. Con una llamada consigue lo que quiere.

-Wow…

-Ya lo creo. Mírala bien. No encontrarás nada parecido en tu puta vida. Chicas así escasean. ¿Sabes? Tiene gracia.

-¿El qué?

-Es la reina de la droga en España y, sin embargo, ella no consume, solo trafica. Es como ser panadera y ser alérgica a la harina –soltó Wilson una carcajada.

-Pues sí.

-Hará un mes, una avioneta Cessna con un cargamento de cocaína fue localizada por la DAE surcando el espacio aéreo mexicano. El piloto aterrizó en el campo y contactó con Ana vía satélite. Estaba dispuesto a llevar la carga al sitio acordado pero pedía más dinero. Además, lo hizo de modo muy chulesco. Algo que no gustó a sus asociados. Pero Ana accedió y el piloto logró burlar la seguridad y llegar al punto de encuentro. Así es Ana. No le basta con intentarlo. Hay que hacerlo. El piloto de la Cessna se envalentonó, se enchuló, y esto fue lo que convenció a Ana. “Si tienes cojones demuéstralo”, dice ella. Y el piloto lo demostró pese al riesgo de ser capturado.

-Vaya…

-Sí, Ana puede estar hoy aquí y mañana en Mónaco jugando al póquer.

Ambos, embelesados, se dedicaron a mirarla mientras seguía bailando sexi y hermosa.

(9,00)