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Patricia cuenta su historia I

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Continuando con mi relato anterior “Patricia cuenta su historia” les recuerdo que mi nombre es Patricia y tengo 19 años, que comencé mis lides sexuales a los 18 años, edad en que mis medidas ya eran 100 – 59 – 82, es decir tenía mucho busto pero nada de culo (sigo igual, el orto no me crece aunque lo uso mucho), tengo 1,54 metros de estatura, soy morochita, de pelo negro y ojos marrones.

Como les decía mi hermano, Mario, no estaba en casa por lo que aproveché para que su amigo, Eduardo, que lo vino a buscar y que a mí me gustaba, me desvirgase; estaba casi a punto de sentarme sobre su verga cuando grité, porque por haberme restregado su chota contra mis virginales labios vaginales y mi clítoris, acabé, lanzando un grito que Mario escuchó, se ve que recién llegaba, y pensando que algo me había pasado corrió al fondo, en donde estábamos, y viendo como nos encontrábamos, pensó que Eduardo me había desvirgado por lo que me sacó de encima suyo y lo comenzó a golpear, a resulta de lo cual Eduardo salió corriendo, con su slip y pantalones por los tobillos, a mí me llevó a mi pieza y, habiéndome acostado, se disponía a ir a buscarlo al tiempo que decía que lo mataría por llevarse mi inocencia sin ninguna consideración pues me hizo gritar como un chancho.

Yo entonces, recobrando totalmente la conciencia, entablé con él el siguiente dialogo:

—¡Para Mario! ¡Vas a cometer una locura!

—Que locura ni que locura, lo voy a matar a ese hijo de puta.

—Pero si no me hizo nada.

—¿Cómo qué no? ¿Desvirgarte no es nada?

—No me desvirgó.

—¿A no? ¿Ya no sos virgen, entonces?

—Sí aun soy virgen

—Entonces ¿Qué estaban haciendo en bolas?

—Estaba por ensartarme su verga.

—Y si no te la metió ¿Por qué gritaste?

—Porque me estaba restregando su pito en mi raja y en mi clítoris y acabé.

—¡No te creo!

—Te digo la verdad. Sentí como que estallaba una bomba dentro de mí, no lo soporte y grité.

—No me lo trago, lo decís para defenderlo.

—¡No! Lo digo porque es verdad. Mírame y vas a ver que tengo la concha intacta.

—¿Qué querés que mire? ¿Por más que lo haga no me daré cuenta si lo hiciste o no? No voy a ver nada.

—Veras que la tengo intacta.

—No me daría cuenta porque tendría que vértela adentro, y aun así ni me daría cuenta.

—No lo hice antes ni ahora, ¿No me crees?

—Me es difícil de creerlo, sobre todo habiéndote encontrado sentada en su falda. Estando vos, sin bombacha ni corpiño, con tu remera al cuello y habiendo pegado un grito y él, con sus pantalones en los tobillos y su poronga parada.

—Suena difícil de creer, pero te digo la verdad. Mira mi concha - Me levanté el vestido dejándole ver mi concha para que se convenza.

—¿Qué haces? ¿Estás loca?

—Te muestro mi concha para que te convenzas que no pasó nada.

—Ya te dije que por más que la vea no me daré cuenta de nada.

Le agarré la mano y le dije: “Tocame entonces así te convences” Y él me dijo que seguramente me volví loca porque es mi hermano y sería totalmente antinatural que me toque y que además por más que me toque tampoco lo sabría. Y agregó: “Bajate la pollera que ya no somos niños como para que me estés mostrando la vagina”

Yo me di cuenta que por más que decía eso sus ojos no se apartaban de mi cajeta, cuyos labios abiertos se habían comenzado a mojar, y vi que su pija, ya estaba dura tratando de romper la tela del pantalón que la mantenía prisionera, por lo cual, mirándosela con descaro, continúe hablándole y entablamos el siguiente dialogo:

—¿Cómo te convenzo que no pasó nada?

—No sé. ¡Pero tapate!

—¿Querés que vayamos a un médico y él te confirme que aún soy virgen?

—No, te creo. ¡Pero tapate!

—¿Te molesta verme la concha? A tu pija me parece que no porque se despertó.

—Mi pija se despierta de nada. Pero está mal que me andes mostrando la concha como si nada, ¡Ya no somos unos niños!

—Ya lo sé. Mi concha hoy quiere verga y tu pija esta parada.

—Sí, la tengo parada. ¡Pero está mal!

—¿Qué está mal? ¿Qué se te pare? ¿Sabes cuantos quisieran que se les ponga dura?

—No seas turra, sabes a lo que me refiero.

—No, no lo sé. Solo sé que vos sos un hombre y yo una mujer, que vos tenés una pija y yo una concha y que la pija entra dentro de la concha.

—Lo que está mal es que me la estés mostrando y a mí se me haya parado viéndotela.

—¿Por qué? ¿A un hombre no se le para cuando le ve la concha a una mujer?

—Es que vos sos mi hermana. - Me responde sin apartar los ojos de mi vagina, que continúo sin tapar.

—A ver si te entiendo. No querés que yo coja con Eduardo o con otro, pero vos coges con tu novia, o con Camila, o con la mina que se te cruza y te da bola.

—Sí, pero es distinto.

—¿Distinto?, distinto ¿Por qué? ¿Porque sos hombre?

—No, distinto porque las mujeres con las que me acuesto no son mi hermana.

—¿Y qué tiene de malo que sea tu hermana? - Le pregunté sentándome y tocándole la pija por sobre el pantalón.

—¡Que está mal! - Me respondió al tiempo que apartó mi mano pero sin alejarse de mi lado.

—Nos inculcaron que está mal pero eso es falso, - Le digo volviendo a llevar mi mano hasta tocarle la verga, verga que sentí como palpitaba, debajo de su pantalón - Es falso, porque a vos no se te va a caer la poronga por cogerme ni a mí se me va a cerrar la cajeta, para que no entre otra pija, por coger con vos.

—Es cierto lo que decís, pero es lo que nos enseñaron - Me dijo pero sin apartar mi mano, que ya se había amoldado a su verga.

—Sí, es lo que nos enseñaron - Le dije mientras mi mano acariciaba su verga -, pero no todo lo que nos enseñan es cierto, fijate que nos contaron lo del ratón Pérez, lo de los Reyes Magos, lo de Papá Noel, lo de… tantas cosas, y después cuando crecimos nos dijeron que no era verdad. Andá a saber si dentro de unos años no nos dicen que tampoco era cierto que estaba mal que cogiéramos con el hermano.

—En eso tenés razón - Me dijo mientras empezó a girar su pelvis para sentir más como mi mano acariciaba su pija.

—Claro que tengo razón - Le dije mientras bajé el cierre de su pantalón y, con desesperación saqué su verga -, ¿O acaso no tienen hermanos las minas con las que un tipo se acuesta? ¿O acaso ni tienen hermanas los tipos con los que una mina se acuesta? ¿O es que son falsas esas historias que aparecen en esas revistas que tenés debajo del colchón?

—¿Revisaste mi pieza? - Preguntó sin alejar mis manos de su pija.

—No, pero un día en que mamá me mandó a arreglar tu habitación las encontré y leyéndolas descubrí historias de hermanos haciéndolo con sus hermanas, de padres haciéndolo con sus hijas, de madres haciéndolo con sus hijos, bah, encontré historias de todo tipo, y creo que a vos te calientan porque vi más de una mancha en ellas, es más algunas me quedé con ganas de leer porque las hojas estaban pegadas.

—Sí, me calientan como me calienta verte la chucha o el que me la estés tocando.

—Sabes que hoy Edu me enseño a chuparla - Le dije acercando mis labios a su verga, y levantando mis ojos hasta que se cruzaron con los suyos le pregunté: - ¿Querés que te lo chupe?

No me respondió con su boca pero si lo hicieron sus ojos por lo que, sin más, comencé a repetir lo que había realizado hacía poco tiempo con Eduardo.

Mi hermano, al poco tiempo, me dijo ¡Qué bien lo chupas hermanita! Y yo le dije: “Y eso que recién aprendí”.

Él me preguntó: “¿Cómo recién aprendiste?” y yo le respondí: “Sí, hace un rato me enseñó Eduardo”, entonces, mi hermano me dijo: “No te cogió pero te enseño bien el hijo de puta” y yo sacándomela de la boca, al tiempo que le bajaba los pantalones, le dije: ”No sé si me enseño bien o si yo soy una buena alumna, pero me encanta chupártela hermanito y eso que la de Edu me pareció inmensa, pero la tuya es más gordota”.

Él, riéndose, me dijo que se la siga chupando y yo le dije que solo si el me chupaba a mí, por lo que sin que se lo tuviese que repetir se puso, en lo que después aprendí que se llama 69, y comenzó a chuparme la cachufleta, mientras yo me tragaba su porongo.

Al poco tiempo vuelvo a sentir como se me contraía la concha y empezaba a expulsar líquido, pensé que me estaba orinado, y lancé un gran grito; mi hermano me dijo que había sido un gran orgasmo.

No sé si fue ese el motivo o fue que quería saber lo que era tener una verga dentro de mí, lo que sí sé es que inmediatamente me di vuelta y me senté sobre la verga de Mario; esta vez no me refregué con su verga, quería tenerla dentro.

No bien empecé a sentarme sobre ella, sentí un poco de dolor por lo que intenté sacármela, pero mi hermano no me dejo sacarla y me dijo: “Llegamos hasta acá, no hay vuelta atrás, no bajes de golpe, controlá lo que vas bajando y ya verás que pronto pasa el dolor”; eso hice, fui controlando la bajada, es decir el ingreso de su verga, hasta que sentí como esta tocaba algo en mi interior, haciéndome nuevamente doler. Pensé que había llegado al fondo por lo que deje de tratar de metérmela más y poco a poco, entre eso y que él me acariciaba el clítoris, el dolor fue mermando y tuve un nuevo orgasmo.

En el momento en que grité, por mi nuevo orgasmo, el muy turro, soltó mi cintura y dejó de acariciarme el clítoris, y agarrándome de los hombros, me hizo hincar todo su palo. El grito que pegué por el dolor, se mezcló con el que estaba emitiendo por el orgasmo. No sé si no se dio cuenta o si se hizo el pelotudo, lo que sí sé es que mi culo tocó sus testículos y ahí él se quedó quieto un rato y luego, tomándome nuevamente de la cintura, me comenzó a subir y bajar, haciendo que su pija saliese y entrase en mi concha.

Esto lo hizo durante un tiempo, que a mí se me hizo eterno, pero que disfruté mucho, hasta que cuando grité por un nuevo orgasmo, él me la sacó y acabo fuera.

Yo le pregunté por qué la había sacado y él me dijo que por las dudas para no embarazarme. Yo le dije que me hubiese gustado sentir como su leche golpeaba dentro de mi concha, entonces él me dijo que ya que no sentí como acababa en mi concha que se la chupe y le saque los restos de semen que le quedaban, así sentía su sabor; le dije “Bueno” y baje para chupársela, pero me asusté porque la vi llena de sangre, y grité. Él me preguntó porque grite y yo le dije que era porque lo había lastimado, entonces miró y viendo la sangre me dijo: “Ahora te creo que eras virgen. ¡Acabo de desvirgarte!”, y dándome un beso me hizo levantar y me llevó al baño donde nos bañamos.

Estábamos en eso cuando…

Continuará.

(9,24)