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En el vestidor de una tienda de ropa

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Trato de ordenar mi cabeza y recordar los primeros polvos que me metí desde joven, pero las historias que he leído hoy me han dejado muy acelerado así que empezaré con el primero que se me venga a la mente.

Este es uno de mis favoritos, habrá sido algo de 5 años atrás. Yo tenía una secretaria, la llamaré Jasmin para ocultar su identidad. A ella la había conocido meses antes mientras compraba suministros para mi empresa, ella siempre bella, con lindos ojos, pómulos marcados, sonrisa ideal, cabello castaño, piel blanquita y mirada angelical. Una preciosura de mujer, siempre agradable para hablar. Después de un tiempo supe que se quedó sin trabajo y le ofrecí el puesto de secretaria, a la entrevista vino muy bien vestida con su mejor abrigo y faldita (en realidad no tenía necesidad de hacer la entrevista yo ya sabía que ella debía ser mi próxima putita).

Al inicio todo era normal, le encargaba cosas de trabajo como para no levantar sospechas de nadie, ella se aburría un poco porque no era lo suyo, hasta que hubo un momento en la oficina que nos quedamos absolutamente solos. Le dije que archivara unos papeles que estaban delante mío, usualmente ella los hubiera jalado para su escritorio a hacer la labor, pero esta vez decidió pegarse en mi delante y archivarlos ahí mostrándome su espalda y culo, sabía que eso era una señal. Ella empezaba a hacerse la tonta de eso me di cuenta de inmediato porque me miraba de reojo, como esperando mi reacción. Su espalda tan pequeña, su blusa dejaba ver sus hombros apetitosos y el aroma de su cabello hicieron que instintivamente me jalara hacia ella, no me opuso y con ese ambiente a peligro mi pene empezó a levantarse rápidamente, se lo pegué a su faldita y ella reaccionó, se separó bruscamente de mí y se alejó mirando al suelo avergonzada. Ok, era casada, eso lo entiendo, pero su reacción no me pareció genuina y en el fondo sabía que yo le atraía.

Nos inscribimos en un curso en común por las noches, en una de esas no me dejaron entrar al curso por llegar tarde y me retiraba a casa cuando sonó mi celular, era ella quien también había llegado tarde, me dijo que por favor la acompañara y que estaba en el Saxo. El nombre no me sonaba a nada y pensé en discoteca, me dirigí a la dirección y me sorprendí cuando vi una tienda de ropa. Bueno sólo quedaba entrar y averiguar. La tienda no tenía muchos clientes, de hecho ella me escuchó cuando empecé a preguntar por ella ante los empleados. Ella salió del cambiador y me sonrió, trató de disimular su nerviosismo con palabras muy seguras: "Ya mira, tú me vas a ayudar a elegir ropa ok?". Ok, le dije, tratando de poner cara seria.

No recuerdo exactamente si ella tiró de mi mano hacia el vestidor o si yo entré instintivamente, su sonrisa y el escenario era ideal para ya saben qué. La cosa que terminé dentro de su cambiador, ella me daba la espalda esta vez semidesnuda con un cierre que me pidió que levantara, yo le podía ver su rostro por el inmenso espejo en su delante, así que le cerré el vestido y empecé a besar sus hombros un poco hipnotizado por su aroma, ella se dio media vuelta y su mirada se turbó, nos quisimos dar un beso pero ella alcanzó a detenerme diciendo: "no, en la oficina nos conocen"… Yo mirándole a sus ojos angelicales le respondí: "Ellos no están aquí ahora"... y empezamos a besarnos desenfrenadamente, no habría más treguas esta vez, nos dejamos llevar por el hilo del deseo. Ella se deshacía en mis brazos mientras mi mano aprovechaba en soltarle un poco el vestido y acariciar sus blancas nalgas.

Mis besos empezaban a hacer efecto en ella que aumentó su temperatura, que rica mujer, tan deseosa de mí y tan suave a la vez. Su vestido terminó en sus pies, dejándome ver su calzoncito sin brasier, sus pechitos eran pequeños y suaves, me los metí a la boca, los chupé ambos mientras mi otra mano metía un dedo entre su calzón y su culito.

"Señora todo bien" - Alcanzó a decir la encargada de la tienda.

Mierda, despertamos del trance... Ella cogió su vestido y salió rauda. Yo esperé un poco a que se me bajara la temperatura y salimos de ahí. Terminó comprándose el vestido y nos subimos a mi camioneta, nos alejamos de ahí y nos detuvimos para tomarnos una cerveza, la necesitamos en verdad.

La noche era tranquila y me estacioné en un lugar donde no pasara mucha gente y volvimos a los besos desenfrenados, besaba muy bien y cuando le pedí que nos fuéramos a los asientos traseros de mi camioneta dijo que sí. Nos encontramos ahí atrás solos con ventanas oscuras, como si fuera una recámara de placer privada, ahí nos abrochamos en besos y caricias y empecé a lamerle su sexo, estaba más mojada que mi lengua, si clítoris era delicioso, pequeño y escondido no se escapó de mis lengüetazos, no tardó en gemir, trató de minimizar el ruido, yo seguí con su sexo en mi cara. Con ambas manos agarré bien sus piernas y me aseguré que me diera toda su conchita. Ella se contorneaba de placer, ese aroma a hembra siempre me excita.

Se detuvo, solo para ponerse encima de mí, rápidamente me acomodé (como pude en ese incómodo espacio) y dejé mi pito parado. Ella se montó con los ojos cerrados, su vagina estaba completamente húmeda aunque no se la metió de un solo bocado, si no en el segundo intento.

Estaba oscuro, alcanzaba a verle su rostro jadeante por las luces que asomaban por el sunroof de mi camioneta que previamente había abierto. Con el antebrazo derecho la pegué hacia mí y le empecé a dar fuerte. A la mierda si la camioneta empezaba a saltar, su carita me excitaba. Habremos estado así casi por 10 minutos cuando empezó a cansarse. Le cambié a perrito, agarré sus pequeñas caderas y empecé a embestirla fuertemente, ella aguantaba los gritos y pujaba solamente. Su cabeza la tiraba para atrás y su columna se arqueaba. Las lunas estaban ya empañadas a pesar de tener el sunroof abierto, estábamos sudando pero llenos de placer. Le cogía de su cabellera y le jalaba cual jinete embravecido.

ahhh que rico, alcanzaba a decir ligeramente.

Le empecé a dar de doggy americano para penetrarla aún más fuerte, ella se rendía...mi pene grande estaba tocando todas las paredes de la vagina y en especial de su pared delantera, ella se derretía de placer. Ahí me quedé hasta que mis piernas comenzaron a arder.

Cambiamos a la pose de Patadita al foco, cogí sus piernas y las puse en mi cuello, mis asientos eran un asco de sudor, y empecé a reventarle su vaginita, ella pujaba y apretaba los ojos fuertemente, que suave su piel sudada, que mujercita de revista era, me excitaba todo en ella y hasta sus pies eran delicadísimos, me vine con un chorrón de leche caliente y ella jadeó como respirando nuevamente.

Luego de esa sesión el trabajo de Jasmin mejoró, ya no se aburría en oficina, al contrario llegaba temprano y animada de verme. Tuvimos sesiones en la oficina y eso será motivo para contárselos en otro relato.

Si les gustó dejen sus comentarios.

Bye

(8,09)