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Mi hija Sara -2

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Cuando desperté, Sara dormía plácidamente en mi regazo, el calor que emanaba su cuerpo desnudo hizo que mi polla no tardara en levantarse. Tenía la boca medio abierta, y no pude resistirme a despertarla con un beso. Parpadeó medio dormida y sonrió.

-Buenos días, papá.

Salimos de la cama y se desperezó como una gata. Yo me quedé embobado mirando su cuerpo menudo, así de estirada parecía muy liviana. Ella reparó en mi erección.

-Mmmm papá -dijo-. Qué atento eres.

-¿Por qué? -le pregunté.

-Me has traído el desayuno a la cama -dijo llevándome las manos a la entrepierna, magreándome la polla y los huevos.

Iba a responder en broma que era una desvergonzada, pero me lo impidió poniéndose de puntillas y besándome, con lubricidad, metiéndome toda la lengua que pudo en la boca y apretando su cuerpo contra el mío. Fue un beso tan largo que noté como sus pezones se ponían duros contra mi pecho. Cuando nos separamos, me dijo:

-No sé cómo pudo caberme toda en el coñito, papá.

-Estabas empapada, mi vida.

-¿Cómo no iba a estarlo? Me tocaste así -dijo, llevándose una mano a la entrepierna y comenzando a tocarse. Se sentó en la cama y separó las piernas, manteniéndolas flexionadas para exhibir bien su coño-. Así.

Tenía una fina capa de vello, pero los labios rosados se distinguían a la perfección. Los separó con dos dedos de una mano y comenzó a acariciarse, provocativa. Advertí que tenía un hilillo de semen seco en el muslo derecho, pero eso solo confería más morbo al panorama. Gimió y se mordió el labio inferior, excitada, y tuve que contenerme para no abalanzarme sobre ella y entrar de una embestida hasta el fondo de su coño, aunque no creo que le hubiese importado. Empezó a humedecerse y se introdujo un dedo.

-Así me tocabas, papá -suspiró. Pero al ver que yo empezaba a meneármela, paró y dijo:- No, no, papá, déjame a mí, por favor.

-De acuerdo, cielo -no pude por menos que responderle, con la polla apuntando al techo como la tenía por el espectáculo que me estaba ofreciendo.

Sara reptó sobre la cama hasta quedarse sentada en el borde, frente a mí, o mejor dicho, frente a mi dura polla, que estando yo de pie le llegaba a la altura de la cabeza. Como era la primera vez que hacía una mamada, le di algunas indicaciones, luego de eso simplemente enredé las manos en su pelo y la dejé hacer.

Mi hija me la descapulló y empezó a jugar con su lengua sobre mi glande, haciéndome estremecer sin necesidad de proezas. Me daba toquecitos rápidos aquí y allá, y sobre el frenillo, como le había dicho. Luego, bajó por el tronco de mi polla sin separar en ningún momento la lengua. Subió y bajó varias veces, y la última vez que bajó se quedó allí, y comenzó a jugar con mis huevos. Comenzó a lamerlos, a succionarlos y a pajearme a la vez. Yo comencé a gemir muerto de gusto, cerrando los ojos, sin que existiera nada más en el mundo que su boca. Mi polla empezaba a destilar líquido preseminal. Sara lo recogió a base de lametones, y en última instancia, metiendo la puntita de su lengua en el agujerito.

-Dios -resoplé ante este contacto.

Ella no dijo nada, continuó su labor. Se introdujo el glande en la boca y comenzó a succionarlo con devoción, sin dejar de darle lengüetazos dentro de su boca. Yo sentí que me faltaba poco para correrme y se lo dije.

-Cielo, me queda poco.

-Córrete en mi boca -dijo ella, sin sacarse mi miembro de la boca más tiempo del necesario.

-¿Segura?

Ella asintió graciosamente sin dejar de chupármela. Yo estaba cachondísimo, me aferré a su cabeza y me dejé ir. Ella ajustó sus labios alrededor del principio de mi glande, para no dejar escapar ni una gota. Aparte de la increíble mamada que me estaba haciendo, me puso a mil ver su disposición a tragárselo todo. Empecé a eyacular abundantemente, descargando un chorro tras otro dentro de su boca, con la mente nublada del éxtasis y gimiendo el nombre de mi hija.

-¡Joder, Sara! Dios, Sara, me matas. Eres increíble, nunca imaginé que pudieras ser tan viciosa.

Ella mantuvo mi polla dentro de su boca hasta asegurarme de que había terminado de correrme, y solo entonces me dejo salir. Cuando lo hizo, me miró desde abajo con un rostro angelical, con gesto de inocencia, que desentonó cuando abrió la boca mostrándome toda mi leche, y me sorprendió haber derramado tanta. Jugó con ella con la lengua, y finalmente la tragó. Volvió a abrir la boca para mostrarla vacía.

-Tú has visto mucho porno -le dije, haciendo que se partiera de risa.

-Un poco -respondió cuando se le pasó, cambiando la risa por un gesto de auténtico vicio.

Y yo tuve que decirle:

-Y ahora, ¿cómo quieres que te compense por lo buena que has sido conmigo?

Si os ha excitado el relato, os animo a que me lo contéis en mi gmail: [email protected].

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