Nuevos relatos publicados: 6

Desafío de galaxias (capitulo 22)

  • 13
  • 7.117
  • 10,00 (1 Val.)
  • 0

El despliegue se había completado y más de un millón de soldados federales se encontraban desplegados en el sistema Rudalas, en el cuarto planeta. Las unidades más poderosas estaban presentes, incluidas tres de las cinco divisiones acorazadas. Todo el despliegue del ejército, ocupaba una superficie de 20.000 Km2 y en órbita, sobre la vertical, parte de la flota federal la protegía, el resto, dividida en dos escuadras, aguardaba en las inmediaciones. La estrategia de Clinio y Loewen, era permitir que los bulban desembarcaran sus tropas en la superficie para atraparla posteriormente.

Veinticuatro horas antes de la llegada del grueso de la flota bulban, el presidente Fiakro y el grupo principal de cancilleres, se reunieron en el Fénix con Marisol y sus principales colaboradores.

—En primer lugar, quiero agradecer a la general Martín, que nos haya permitido montar este acto de… “autobombo”, pero en el parlamento federal tengo el gallinero revuelto, —el presidente hablaba de pie, mirando a todos—. Si esto pasa cuando las victorias se suceden, Dios nos asista como lleguen los tiempos malos. ¿Podemos comenzar el acto, general?

—Por supuesto señor presidente, —respondió Marisol levantándose y abriendo una puerta, permitió el acceso de una decena de periodistas y cámaras de televisión.

—Estamos aquí para recompensar a los jefes militares que han liderado la guerra, —continuo el presidente—. General Martín, es un placer para mí, imponerle la “Medalla de Honor” con distintivo rojo, la máxima condecoración de la República.

—Es un honor recibirla de sus manos señor presidente, —contestó Marisol.

Loewen, Clinio, Opx y Marión, fueron recibiendo sus medallas, pero con distintivo azul, de las manos de los cancilleres.

—Capitán Anahis, por favor, acérquese, —ordeno el presidente mientras el canciller de Mandoria se ponía a su lado con una sonrisa de orgullo en la cara—. Por la presente orden, se acuerda promover por meritos de guerra, al empleo de coronel, a la capitán de estado mayor, Anahis de Mandoria, —entregándola las insignias, y dándolas dos besos, añadió—. Coronel, enhorabuena, —y continuo—. Por la presente orden, y de acuerdo con la recomendación del comandante en jefe del ejército, se acuerda conceder la “Medalla de Honor de la República” con distintivo azul, a la coronel Anahis de Mandoria por el valor demostrado durante la batalla de Narsur. Le impone la condecoración, su padre, el canciller de Mandoria, en presencia de su padrino, el presidente de la República.

El canciller le colocó la condecoración mientras perdía un par de lágrimas. La beso y abrazo mientras todos los asistentes aplaudían. Incluso a Marisol se le saltaron las lágrimas.

—Por cierto, que a tu padre y a mí, —añadió el presidente— nos gustaría que no hicieras más honor a tu… apodo: la “decapitadota” —todos rieron a carcajadas— pero nos tememos que no vas a hacer caso, ni a tu padre, ni a tu padrino.

El presidente y los cancilleres se marcharon, y Marisol se quedó a solas con sus condecorados colaboradores.

—Podrías haber avisado, —dijo Clinio—. Ha sido una encerrona en toda regla.

—Si te lo digo, te hubieras negado, —respondió Marisol—. Y vosotros igual, que ya nos conocemos.

—Pues yo no: a mí me molan las condecoraciones… —comenzó a decir Opx.

—¡Tú no cuentas! —le interrumpió Marisol provocando las risas de todos—. Por cierto, toma Marión, el ascenso de tu teniente. Dáselo tú: ahora es capitán.

—¡Deberías dárselo tú! —exclamó Marión.

—¡Pero si se caga cada vez que le digo algo!

—Eso no es cierto, no se caga, —protestó Marión frunciendo el ceño—. ¡Bueno vale! Le intimidas un poco… ¡pero nada más! —La carcajada fue general—. ¡Pues no se de que os reís! —protestó Marión, provocando aun más carcajadas. Todos se fueron acercando para besarla.

—No chicos, de verdad, —dijo Marisol haciendo piña con todos— el presidente ha hecho mucho apoyándome en todo, y cuando me entere que todos esos buitres de la capital estaban en plan borde se me ocurrió que para su imagen, tal vez seria bueno que saliera por la tele entregando medallas.

—Tranquila Marisol, pase lo que pase, yo siempre estaré a tu lado, —dijo Loewen— y estoy segura de que los demás también, aunque nos llenes de medallas.

—¡Sobre todo si nos llenas de medallas! —exclamó Opx provocando nuevamente las risas de todos.

—¡Y ahora en serio, Marisol! —dijo Marión con voz ñoña—. Dale tú la medalla.

—¡Bueno vale! —concedió Marisol—. ¡Pero si se caga, no me digas a mí nada! ¿Está de turno?

—Si, está en su control, —informó Anahis.

—Pues entonces, vamos, —y salieron todos hacia la sala de mando. Marisol dio unos golpes sobre la mesa para llamar la atención de todos—. ¡A ver chicos! Primero quiero comunicaros el ascenso de la capitán Anahis al grado de coronel, —todos la aplaudieron, incluso algunos se acercaron a darla dos besos, entre ellos el teniente. Cuando lo hizo, Marisol le cogió del brazo y se puso delante de el—. Segundo. Teniente Hirell de Ursalia, es un placer para mí, ascenderle al grado de capitán de estado mayor, a todos los efectos desde la lectura de está orden. Señor, sus nuevos galones, —finalizó entregándole sus insignias y saludándole militarmente.

—Gracias mi señora, —agradeció Hirell un poco tenso.

—Tranquilo teniente, lo merece, —dijo Marisol sonriendo y dándole unos golpecitos en el brazo.

El flamante capitán Hirell tenía a Marión entre los brazos, en el nuevo camarote, al que tenía derecho al ser ascendido a oficial.

—¡Joder, mi amor! —exclamó Hirell—. Te prometo que no me lo esperaba. Yo creía que la general no se fijaba en mí.

—Anda, no seas bobo. ¡Pues claro que se fija en tu trabajo! Lo que no puede ser, es que te asustes solo por hablar con ella.

—¡Hostia tía! Es que no sé que me pasa, pero me acojono.

—Y ella se da cuenta. Quería que fuera yo la que te entregara los galones, para no crearte un trauma.

—Sin contar a mi madre, y después de ti, ella es la mujer más importante de mi vida. Te prometo que la adoro, y es un sentimiento general en está nave, todos la adoran, sobre todo después de enfrentarse al general Clinio en Kalinao.

—¿Cómo que se enfrentó a Clinio en Kalinao?

—Tú no te enteraste, mi amor, ni Anahis. Solo los oficiales y suboficiales que estábamos cerca. Clinio quería abandonar a Opx para salvar la flota, y la general se negó en redondo. Tuvieron un par de palabras fuertes. El asunto trascendió entre la tripulación, y de ahí al ejército. Por eso el general Clinio no está bien visto entre la tropa.

—No tenía ni idea.

—Yo creo que él lo sabe. Posiblemente por eso dirige personalmente las operaciones en Rudalas, y Opx la fuerza de reserva en Rulas 3, —mientras lo decía la empezó a desabrochar la guerrera de Marión.

—La verdad es que Opx tendría que estar en Rudalas, y el general Ghalt en Rulas 3, —dijo Marión dejándose hacer—. Me Llamo la atención, pero como Marisol no comentó nada sobre…

—Se rumorea que Clinio presentó su dimisión y que no la acepto, —la interrumpió Hirell besándola en cuello—. Yo siempre apoyaré sus decisiones, pero la tropa preferiría a Opx.

—Si veo un momento lo comentaré con ella. Este ejército es obra de Clinio, y Marisol no le va a abandonar, ni a el, ni a nadie.

Hirell termino de desnudarla, la tumbó sobre la cama y durante un buen rato estuvieron amándose.

Era noche cerrada, cuando hacia el oeste, decenas de bolas de fuego entraron en la atmosfera rasgando la oscuridad. Los transportes de tropas enemigas aterrizaron a 120 Km de distancia de las vanguardias del ejército federal de Clinio, como por otra parte estaba previsto. La flota federal, ocupaba parte de la órbita del planeta, principalmente, sobre la vertical del ejército federal, y dejando libre una amplia zona para facilitar el despliegue bulban. Durante varias horas, continuaron descendiendo los transportes, y las unidades enemigas, perfectamente organizadas, fueron desplegándose. Treinta y dos horas después, el ejército enemigo estaba en orden de batalla, y sus vanguardias comenzaron el avance. Estaba claro que las locuras ofensivas de las primeras batallas, se habían acabado.

Clinio había organizado al ejército a partir de un núcleo principal, en el centro del despliegue, integrado por el 2.º y 4.º ejércitos, bajo su mando directo. Por el flanco izquierdo, el 1.º ejército al mando del general Ghalt, con la 101.º acorazada. Por el derecho, el 3.º ejército al mando del general Torres, con la 103.º acorazada. Por detrás, una fuerza de reserva con el 5.º ejército al mando del general maradoniano Cimuxtel y la 102.º división acorazada de la general Oriyan. Todo el despliegue federal, presentaba un frente de batalla de 130 Km por 150 de profundidad.

En la orbita, la almirante Loewen comprobó que la flota bulban, también había cambiado de estrategia. Sus más de seiscientas fragatas estaban organizadas muy juntas, en cuatro grupos muy compactos. Con el espacio que quedaba entre ellas, las fragatas federales no podían maniobrar, y las corbetas, a duras penas. Dos de los grupos se mantenían permanentemente sobre la vertical de sus fuerzas terrestres, mientras que las otras dos operaban más alejadas. Cada frente de las formaciones, realizaba descargas cerradas con su artillería principal, y los poderosos escudos de energía de las naves federales se resentían. Después de los enfrentamientos iniciales, las dos flotas mantuvieron sus posiciones de apoyo a la infantería, y se dedicaron a tirotearse a larga distancia.

Las vanguardias de los dos ejércitos, se fueron aproximando y la artillería pesada entró en acción. Los contendientes se atrincheraron y mientras en la superficie se tiraban de todo, en la órbita la calma era total. La situación se prolongó durante cuarenta y cuatro días de martirio para las tropas de vanguardia, precariamente protegidos en sus trincheras con escudos de energía portátiles. Para terminar de complicar la situación, la temporada de lluvias llegó, y el inmenso campo de batalla se convirtió en un terrible barrizal. El agua inundaba las trincheras y las bombas de achique funcionaban sin descanso día y noche.

Con el grueso de la flota bulban protegiendo a su infantería, era impensable emprender una ofensiva a gran escala. La almirante Loewen, inicio una operación con el fin de dividir al enemigo y separar los dos grupos de naves más alejados. El grupo de batalla de la España, con la capitán Aurre, concentro el fuego en un punto concreto del flanco de la formación enemiga. En pocos minutos, varias decenas de naves fueron destruidas, y cuando la honda expansiva de las explosiones obligó a separarse a las naves vecinas, una descarga cerrada de más de 200 torpedos, explosionaron en el interior de la formación. Cuando el segundo grupo enemigo intento maniobrar para apoyar al primero, recibió un ataque de las mismas características por parte de la fragata Tanatos del capitán Camuxtil y su grupo de batalla. Las corbetas federales, pudieron entrar por fin en el interior de las formaciones enemigas, que no supieron mantener la disciplina y se separaron facilitando su propia destrucción. Los dos grupos de la órbita, no picaron el anzuelo y no socorrieron a las otras naves, por el contrario, juntaron sus naves aun más. La batalla continuo durante varias horas, con la intervención de otros dos grupos de batalla federal, y que concluyo cuando las naves supervivientes abandonaron la batalla, unas, para integrarse en los grupos de órbita, y otras, para huir directamente saltando en hiperpropulsión. Atrás dejaron los restos de 228 naves. La flota federal, perdió 8 fragatas, 12 corbetas y 29 patrulleras, aunque otras 43 naves sufrieron daños. La victoria salio cara, los bulban pueden despreciar sus perdidas, pero la flota federal no, y además, el objetivo principal no se había alcanzado. El Fénix, se acercó al sistema Perdut y a bordo de una lanzadera, Loewen también lo hizo para reunirse con Marisol.

—Está claro que la flota bulban a cambiado de estrategia, —razonó finalmente Marisol. Hacia rato que las dos revisaban datos e informes— debe de haber algún tipo de pretor que la dirija.

—Si, y no solo sabe lo que hace, aprende…, ahora estamos peor que antes, —dijo Loewen—. Las fragatas enemigas se han juntado tanto que ni siquiera las patrulleras pueden entrar, ha unificado los dos grupos, y ahora, todas las naves del perímetro ofrecen sus proas, —y después de guardar silencio, añadió—. Está última victoria nos ha costado muy cara, con las naves averiadas, hemos perdido una cuarta parte de la flota: no podemos ir a cambiar naves con ellos.

—Lo sé, lo sé, —dijo Marisol, y a continuación añadió—. También he visto que han bajado mucho la orbita y casi rozan la mesosfera…

—Si, sí, están a 120 Km de altura, —la interrumpió Loewen—. Pensamos que es para protegerse de un ataque a la parte inferior de su formación. No podemos atacar por ahí, nuestras naves quedarían expuestas a su artillería de superficie, que aunque no es tan poderosa como la nuestra, a esa altura nos pondría en dificultades.

—Si, pero están al alcance de la nuestra, —afirmó Marisol.

—Para eso, Clinio tendría que avanzar… —Loewen Operaba una tableta haciendo cálculos— 35 Km mínimo, y en las condiciones actuales es imposible. Además, nuestras baterías de tierra estarían a tiro de su artillería de órbita.

—Lo enfoquemos como lo enfoquemos nos metemos en un callejón sin salida.

—Y el periodo de lluvias no termina hasta dentro de mes y medio.

—Eso es lo peor de todo, sin los carros de combate, los dos ejércitos están igualados y cada ataque se convierte en una puta carnicería, —Marisol hizo una pausa y prosiguió—. Voy a baja a la superficie a hablar con Clinio.

—Pásale la mano por la espalda, no está en su mejor momento.

—Si, si, lo sé. Marión me ha puesto al corriente, —y con desagrado añadió—. No me lo puedo creer. ¡Estamos rodeados de… chismosos!

—Y lo peor es que se comenta que ni siquiera tiene tu apoyo, —Loewen la miro fijamente—. ¿Es eso cierto?

—¡No seas absurda, tía! Como no va a tener mi apoyo, —exclamó Marisol ofendida—. ¡Pues claro que lo tiene!

—Discúlpame Marisol, pero tenía que preguntártelo, —y añadió—. Pues cuando bajes, procura que quede claro, —la dijo poniéndola la mano en su hombro y apretándoselo en señal de afecto. Marisol la acaricio la mano y la sonrió.

—No te preocupes, quedara diáfano.

(10,00)