Nuevos relatos publicados: 13

Amanda (Luis y el cobertizo)

  • 10
  • 24.190
  • 8,80 (15 Val.)
  • 1

Habíamos quedado en el mismo hotel, a la misma hora y en la misma habitación. Como cada miércoles, me veía con el hijo del socio de mi marido, un veinteañero morenazo, con un cuerpo como un queso de bueno. Luis, que así se llama el joven, es el típico chico malo de barrio, problemático a más no poder, jefe de su pandilla y un macarrilla de mucho cuidado. Su arrogancia, sus aires chulescos y su forma de vestir, es lo que a mí me ponía cachonda perdida, y hacía que mojara las bragas.

Me llamo Amanda, tengo 34 años, mido 1´72 de altura, tengo los ojos verdes, los labios gordos, un buen culazo respingón, unas tetas grandes y un coño bien abierto capaz de comerse la polla más grande, y monstruosa que te puedas imaginar. La verdad es que me considero una buena calienta pollas, una follaora nata, un pedazo de ninfómana putón y hambrienta siempre de sexo. Según dicen mis amantes, soy una verdadera fiera en la cama, una viciosa de placer, una puta que está buenísima, y que da gusto follarme el coño a fondo.

El padre de Luis y mi marido, tienen un bufete de abogados, son los socios mayoritarios de la firma y los que llevan todo el cotarro. Por el trabajo de mi marido, estoy muy bien relacionada con gente de todas las esferas sociales, desde simples trabajadores hasta personas muy importantes e influyentes. En alguna que otra fiesta de la alta sociedad, ayude a mi marido a conseguir muchos contratos con mi coño y mi destreza con el francés, y no me refiero al idioma precisamente.

La primera vez que me lo monté con Luis, fue después de una fiestecita que daban sus padres en su casa, mi marido estaba de viaje en Portugal por asuntos del trabajo, así que acudí sola y como siempre me suele suceder, bebí demasiado y coqueteé con varios hombres. Normalmente cuando bebo me suelo poner muy cachonda y si hay algún tío que me guste, entonces me sube una calentura por el clítoris, que me moja la almeja y chorrea de babas toda la braga. Aquel día en la fiesta estuve bebiendo ron miel sin parar, insinuándome y provocando a más de un tío. Noté que Luis no me quitaba ojo de encima, me seguía a donde fuera con la mirada, le daba igual que yo lo hubiera pillado unas cuantas veces mirándome, al contrario… el niñato cabrón me desnudaba con los ojos descaradamente. Adiviné el potencial de aquello, lo que podía dar de sí, aquellas miradas, descubrir de lo que era capaz aquel joven y si estaba a la altura.

Vi que ya era tarde y quise retirarme, e irme a casa. Como me había venido a la fiesta con unos amigos, el padre de Luis se ofreció muy cortésmente, a que su hijo me llevara en su Audi y así no tener que llamar a un taxi. Indudablemente acepté la invitación sin pensarlo dos veces, eso era lo que yo quería y lo que el niñato deseaba toda la noche… quedarse a solas conmigo. Muy educadamente me dijo que lo esperara un par de minutos y que me recogería en la entrada de la casa.

A los 3 minutos apareció en su coche, y cambiado de ropa. Estaba imponente, bueno de cojones con los vaqueros ajustados y la camiseta de tirantas pegada al torso. Me monté en el coche, me puse el cinturón separando mis grandes tetas, levanté el vestido con la excusa de que se arrugaba y dejé al descubierto mis muslos bronceados. Durante todo el camino no dejo de lanzar miradas furtivas hacía mi cuerpo, se le veía acalorado, nervioso, y queriendo ocultar la excitación. Mientras conducía, hablábamos de la gente de la fiesta, de mi marido, y de cómo su padre ya le había dicho, que apretara en los estudios… y entre charla y charla, de vez en cuando, me miraba la entre pierna y mis redondeados pechos.

De pronto giró bruscamente el volante, se metió a la izquierda y se adentró en un camino estrecho que conducía hacía el bosque. Me sentí un poco confundida, porque mi idea era seducirlo, calentarlo y llevármelo a la cama… pero en mi casa.

Amanda: ¿Qué haces Luis?

Luis: Calla zorra… verás cómo te va a gustar donde te llevo.

Decidí callarme y dejar las riendas del juego en sus manos… después de todo yo tenía ganas de que me follara el niñato.

Paramos en medio del bosque, en medio de la nada, a unos 20 metros de un cobertizo de madera y con los faros del coche como única iluminación. Salió del vehículo, dio la vuelta y me abrió la puerta. Me sacó del coche arrastras, violentamente, agarrándome de los pelos y obligándome a seguir sus pasos hasta el cobertizo. Entramos dentro y me arrojó contra un sofá grande, y bastante viejo. Encendió varias velas y un par de luces de gas. En ese momento le sonó el móvil, lo sacó del bolsillo delantero y contestó a la llamada.

Luis: Dime… pues claro colega… ¿pero no te lo dije tronco?… si… aquí está la puta… venga… vente para acá.

Amanda: ¿Pero que pasa Luis?… ¿Qué quieres?

Luis: Violarte… follarte hasta que me harte… tirarme ese coñito que tienes perra, puta calienta pollas… y joderte viva. Toda la noche me has estado calentando el cipote... ¿O crees que no me he dado cuenta, Zorra? El que me acaba de llamar es mi coleguita Pedro, que también te tiene ganas… y ese sí que es un bestia follando, el hijo de puta.

Mojé las bragas de la excitación, me iban a violar y no uno, sino dos pollones. Lo único que esperaba es que ese tal Pedro, estuviera igual de bueno que Luis, y el placer ya sería completo.

Me cogió por la cintura y me colocó de rodillas encima del sofá, con la cara pegada al respaldo. Abrió mis piernas con sus manos, levantó el vestido hasta la espalda dejando al descubierto mi culo, y los labios del coño separados por la tirilla del tanga. Estaba súper mojada, el clítoris hinchado por el calentón y los pezones duros como piedras de lo cachonda que estaba. Bajó con su lengua hasta los labios inferiores, lameteó saboreando el líquido que soltaba mi coño cachondo, restregó su boca por mis boquetes calientes, y folló a lengüetazos mi culo y mi chocho. Escuché como se desabrochaba la bragueta, mientras me chupaba el coño… solo de pensar en la polla que tendría, más me excitaba, y más perra caliente me ponía. Paró la comida de coño, y al momento sentí su capullo gordo y caliente restregándose por mi clítoris. Se magreaba la polla entre mis labios vaginales, se pajeaba el cipote apretando con sus manos mi coño, y hundiendo la punta del nabo en el agujero de mi culo.

Yo estaba salida como una perra en celo, deseando recibir en mi coño caliente aquella polla, grande, sabrosa, dura… y sin mediar palabra me dio la vuelta y me tumbó en el sofá boca arriba. En ese momento vi los 25 cm de rabo, que gastaba el niñato de mierda, el que me iba a poner el coño en carne viva, y no iba a parar de follarme hasta que se corriera dentro. Me puso el cipote en la cara, lo restregó por mi rostro con fuerza, haciéndome daño al pegarme con él, y con una expresión de malicia en su cara viciosa.

Luis: ¡Chupa zorra!… ¡Cómeme la polla!… Hazme una buena mamada puta... que sé, que lo has estado deseando toda la noche. No le has quitado ojo a mi paquete en todo el trayecto... ¡Mama ramera!

Me la tragué por completo, hasta tocar sus huevos con mi barbilla, soportando el peso de su pelvis en lo alto de mi cara, y aguantando las embestidas que me daba con el cipote cada vez que movía las caderas, en su peculiar follada de mi boca.

Luis: ¡Que gusto cabrona!… como sabía yo, que estabas loca por chuparme la polla, todos los putos días enfocándome, calentándome el nabo, y disfrutando como una mamona, mientras me ponías cachondo. ¡Toma!… ¡Zorra!… "caliéntame ahora... perra”… que te voy a destrozar el coño a pollazos.

Amanda: ¡Sí!… ¡Follame cabronazo!

Luis: ¡Cállate pedazo de putón!… Tu a callar, y a follar, como una buena puta… que es lo que eres. El sexo duro es lo que te va, lo que te gusta mamona... que un tío buenísimo como yo, te ponga mirando para cuenca de gusto.

Levantó mis piernas hacía arriba en aspas, dejando mi coño totalmente abierto y a su merced. Colocó la polla en la entrada de mi vagina, pegó un buen empujón y me la clavó entera dentro del coño. Di un grito de dolor y al mismo tiempo de placer, me rellenaba con su polla la almeja por completo, notaba el grosor del rabo apretándome las paredes, presionando mi coño en cada embestida salvaje y bestial. La pipa del coño me chorreaba del placer, se agarraba con las manos a mis tetas, apretándomelas, comiéndome a mordiscos los pezones, mientras se violaba mi potorro y saciaba mi hambre de polla de macho.

De repente aceleró los pollazos, los movimientos eran cada vez más rápidos y fuertes. El cabronazo se estaba corriendo dentro de mi coño, sentía la leche caliente de sus huevos llenarme la vagina, inundándome a chorros toda la pipa, y juntándose con mi orgasmo de placer.

Nos besamos en medio del clímax, juntando nuestras salivas, nuestras lenguas, nuestras babas de gustazo pleno, y gritando del gozo y el placer de aquel polvazo. Cuando terminó de soltar todo el semen en mi vagina, me obligó a limpiarle la polla con mi lengua y a chuparle hasta la última gota de leche, que se le había quedado pegada en el capullo.

Yo no estaba dispuesta a que me dejara así, quería otro orgasmo, quería más vicio, y me dispuse a que me regalara una buena lechada en la boca. Comencé a mamar como una loca, como si fuera la única polla del mundo… el cabrón empezó a reaccionar y a sentir placer, gozaba con mi comida de polla. Le cogí la mano y se la puse encima de mi coño, al mismo tiempo que yo le pegaba la mamada en el nabo, él me masturbaba con los dedos y masajeaba mi clítoris. No tardó mucho el joven en soltarme el esperma en toda la boca, se retorcía de gozo, chillaba de gusto insultándome y llamándome de todo menos bonita. A mí me daba igual, ya tenía lo que quería y me estaba corriendo mientras me tragaba el semen, por la garganta.

No había terminado de tragármelo todo, cuando se abrió la puerta del cobertizo y apareció el amigo de Luis… el tal Pedro.

(8,80)