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Una fiscal en manos de la Cosa Nostra (2 de 3)

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Al menos, me dejaron descansar durante el resto del dia. Aunque pueda parecer extraño, dormí. El cuerpo sabe lo que ha de hacer en situaciones de crisis, y el mio aprovechó esas horas de paz para recuperarse mediante el sueño. En dos ocasiones desperté con retortijones intestinales, y no pude evitar perder algo de heces líquidas por el ano antes de conseguir llegar al retrete. No tenía el control total de mis esfínteres, pero confiaba que en unas horas o dias me recuperaria, eso si no recibia nuevos maltratos. No confiaba demasiado en ello. El lugar donde me encontraba estaba muy alejado de zonas urbanas o industriales, no se oia ruido ni tráfico, solo el tañir lejano de una iglesia. Dentro del edificio donde me encontraba habia algo de actividad, a veces oía puertas, voces apagadas, e incluso en una ocasión lo que parecían ser gritos de dolor. No era nada tranquilizador. Durante la puesta de sol permanecí despierta, se veían unas tonalidades anaranjadas de increible belleza. Para el universo yo no era nada, todo seguia su curso. Excepto mi vida. Entonces se abrió la puerta. No miré hacia ella, no pensaba colaborar en nada. Pasos que se acercaban. Una mano tiró de la sábana que me cubría, y quede desnuda ante ellos. Me puse en posición fetal. Eran dos. Me contaron lo que tantas víctimas de violación habían relatado a la policia. Que mas me valía ser buena, que hasta lo podría disfrutar. Eran tipos bastos, que a duras penas sabían hablar correctamente. Yo no me moví. Se cabrearon bastante. Me chillaron si era sorda. No dije nada.

Primero me dieron una paliza con un bastón. Fue doloroso. En un momento dado, cuando estaban excitados por poder imponerse a lo que crían una mujer indefensa, estiré mi pierna derecha. Mi talón desnudo golpeó al mas bajito de los dos en la nariz, se escuchó claramente como se rompìa. Cayó al suelo. Si neutralizaba al otro podría escapar tal vez... pero no era tan buena, y el tio me sacaba 40 kg al menos. De todos modos se llevó un buen golpe en el cuello. Me dejo semiinconsciente de un puñetazo en la sién. Cuando desperté, me habian atado las muñecas con sus cinturones al grifo del lavabo. Me habian colocado sobre el camastro, girandolo para que mirase hacia aquel. Uno se estaba tocando la nariz, sangrante, comprobando el alcance de la lesión. El otro me colocaba la almohada bajo el abdomen. Me separó las piernas. Me penetró vaginalmente sin miramientos. Fue pura lujuria, estaba tan excitado que acabó en un minuto. Al acabar me contó cuanto deseaba follarse a una Jueza o una Fiscal, que su trabajo era maravilloso. Yo no dije nada, sabía que lo malo venia del otro. Estaba muy cabreado por su nariz, como se pueden imaginar. Y era un hombre violento. Queria matarme, pero su compañero le calmó, explicandolo que eso cabrearia a Don Salvatore. Y no querian que eso ocurriese. Asi que se contentó con darme unos cuantos puñetazos en los costados. Duros, me dejaban sin respiraciòn. Escupió en mi ano,y me violó por allí. Parecia decepcionado de encontrarlo "abierto". Me insultó muy duramente, obviamente a mi eso me daba igual. Como también estaba muy excitado, pese al dolor, acabó pronto. Discutieron entre ellos si me iban a obligar a chuparsela. Llegaron a la conclusión de que no era algo muy prudente. Asi que repitieron el abuso, en esta ocasión cambiando posiciones. Y, de propina, ración extra de penetración vaginal con porra. Profunda. Repetida. Un infierno de dolor. Un empalamiento. Me desmayé una vez. Al cansarse, el Señor Nariz Rota se la machacó para intentar lograr otra erección, pero no lo consigió. Asi que me dejaron, atada al grifo, sin poder moverme. Su semen en mi interior. El sexo ardiendo por el maltrato con la porra. Cardenales y moratones de la paliza saliendome en el cuerpo. Cuando llegó el siguiente retortijón, hube de hacermelo encima. Cuando la necesidad de orinar se hizo insuperable, hube de hacermelo encima. Asi pasó la noche.

Poco despues del amanecer, otro dia rabiosamente luminoso, la puerta se volvió a abrir. Eran pasos conocidos. Solo de un hombre. De Pietro, el torturador de prostitutas. Se quedó en la puerta, yo no miré. Se quedo quieto, como sorprendido de verme asi. Ofrecia una visión penosa, sin duda. Dejó algo en el suelo, no mire el qué. Pero olí el agua, estaba sedienta, no podia llegar al grifo, y no habia bebido en muchas horas. Volvió acompañado. Me prepare mentalmente para mas abusos. No ocurrió lo que esperaba. Pietro solo dijo que "tenían ordenes claras". Dieron toda clase de escusas, que les habia atacado, que eso era una represalia. Pietro contestó que las ordenes les prohibían entrar en la celda. Primero callaron, luego se excusaron, la idea de violar a la responsable de que Luigi estuviese en la carcel, ya se sabe... Pietro fue tajante. El Don había decretado que yo ya no era una persona, que era un animal. A un animal no se le puede violar. Solo usarlo como se desee. Pero sus ordenes eran no entrar. Los hombres callaron, asustados. Oí un golpe, de modo repentino Pietro había golpeado en la nariz herida al bajito con una porra. Este cayó al suelo, incapaz de hacer nada. El más grande intentó pelear con Pietro, y no era nada malo. No pudo hacer nada. Utilizando su propio peso en desventaja, El sádico torturador lanzó a su oponente contra el lavabo, a menos de medio metro de mi cará. El golpe le debió partir la mandibula inferior. Los desarmó, y les dijo que ese era castigo suficiente. Mientras se retorcian de dolor, me tomó de los cabellos. Me explicó que habian sufrido dolor por desobedecerle, no por haberme usado. Yo no le cantesté. No queria sentir agradecimiento por ël. Los mandó a donde el "Doctor", y alla fueron a trancas y barrancas. Cerró la puerta tras ellos. Quedamos solos.

A continuación me soltó de mis ataduras. La sangre volvió a circular libremente. Dolía, pero era agradable. Me ordenó lavarme. Yo, encantada, asi lo hice. No dejo de mirarme en ningun momento, ni me importó demasiado. El concepto de intimidad o verguenza ya no importaba en absoluto. Cuando estuve limpia y seca, aunque helada debido a lo frio del agua, señaló al suelo, al lado de la puerta. Alli habia dos cuencos de plástico, de los que se usan para alimentar a los perros. Uno contenia croquetas de perro, el otro agua pura y cristalina. Agua... La necesitaba. Me indicó que si queria alimentarme podria hacerlo, pero que a la manera de los perros. Es decir, con las manos en el suelo, de rodillas. Yo necesitaba beber. Me puse de rodillas. En ningún momento le miré a la cara. Me acerqué asi hasta el agua. Bebí. Cuando calmé lo más agudo de mi sed, mi orgullo volvió. No iba a darle más que el placer necesario. No iba a beber más, y menos aun comer ese alimento para animales. Me levanté y me retiré a un rincón, donde me acurruqué. Pietro me miraba impasible. Se aseguro de que no hubiese nadie en el pasillo. Y comenzó a hablarme.

Me explicó que ël no compartía el punto de vista de Don Salvatore. No apreciaba a Luigi, de hecho ahora ocupaba el lugar que antes ocupaba el hijo de Don Salvatore. Y el puesto le gustaba. Decia que se había vuelto blando y sentimental, que ya no torturaba como antes. Yo no me creí ni palabra. Aseguró que habría un "soplo" en unos dias y que las pasma me liberaria. No iba a haber tiempo de que el Don volviese a verme. Asi, quedaria claro la clase de tipo que era Luigi. Con suerte al viejo le daría un ataque y pasaría al otro barrio. Mejor para todos. Yo permanecí en silencio. No debia procuparme por el plan del viejo, según sus palabras. Quedaba un detalle, deseaba que yo le hiciese cosas... muy intimas. Ahí rompi mi silencio. Solo le dije que, si me daba un segundo, le cortaria las pelotas. Su respuesta fue reirse, parecia encantado de mi "espíritu". Confesó que estaba harto de rajar la cara a putas callejeras rebeldes, tan asustadas que ni se tenian en pie mientras se encargaba de ellas. Que deseaba a una mujer inteligente, educada, y muy rebelde, a la que atender. Que iba a hacer todo lo que me mandase, y muy diligentemente. Yo escupí al suelo, cerca de sus pies. Pietro sonrió. Se marchó.

Volvió al cabo de dos minutos. Traia en brazos una niña de como un año y medio, envuelta en una manta. Su tez era oscura, pero tenia unos increibles ojos azules. Yo estaba desconcertada... él permanecia inmutable. Se sacó del cuello una cadena de oro, que contenia un portaretratos, con una cruz en el reverso. Contenia la fotografia de una mujer nada agraciada de unos 45 años, ajada. Entregó la joya al bebé, que jugó con ella, muy interesada. Pietro me contó que era su mas valiosa posesión, que se lo entregó su madre cuando se unió a los hombres de Don Salvatore. Estaba consagrada a la Virgen de los Sicarios. Siempre la llevaba puesta, cinco veces le habian herido de bala, y las cinco fueron heridas limpias sin tocar hueso, nervios ni vasos sanguineos. Una bomba había sufrido un fallo del detonador, bajo su coche. La influencia de la Madonna... me explicó que esa pequeña reliquia familiar era sagrada. Yo le escuchaba fascinada, era un orador muy bueno. Me explicó que su madre era una mujer tremendamente buena, casada con el mayor de los cerdos. Pietro era el mayor de 11 hermanos. Su padre apalizaba a su madre, a ellos, la violaba, incluso la cedia a sus amigotes a cambio de vino. Ella siempre les protegió del mejor modo que pudo. Su padre la mató un dia de una paliza. Una semana más tarde, Pietro acabó con él, a martillazos. Entonces tenía 17 años. Esperó a que yo digiriese sus palabras.

Tras un minuto, me juró por la joya que su madre le había entregado que lo que me iba a contar era verdad. Habia comprado esa niña a una Rumana que la empleaba para mendigar. Si yo no me doblegaba la iba a torturar ante mi... hasta que yo cediese o la niña muriese. Entonces buscaría otra. Si yo aceptaba, la entregaría a las Monjas de la Caridad, junto con un sobre de dinero. Tendría una oportunidad en la vida, con esos ojos unos pequeños burgueses la adoptarían, tendría una vida. Una oportunidad. Si yo aceptaba ahora, y le defraudaba, quemaría el orfanato con las monjas y los niños dentro. Y se notaba que hablaba en serio. Lo que me exigia a cambio, era que, nada mas y nada menos, le obedeciese en todo, hasta que fuese liberada por la policia. Yo no sabia que decir... Asi que puso una manito de la niña sobre el lavabo. Con la otra mano, levantó la porra, apuntando hacia sus deditos sobre el borde del lavabo. Con un grito desgarrador le chille que se detuviese. ¿Como podía permitir que le rompiese los deditos a esa criatura?. No se que le dije, se que le insulté, le chillé que dejase a la niña en paz, que haria lo que le diese la maldita gana. Algo asi. Ella comenzó a llorar, la había asustado. Se agarraba a ese sádico como su fuese su padre, buscando protección de mi, de mis gritos. Pietro sonrió. Afirmó que sabía que este iba a ser el medio más ràpido de hacerme entrar en razón. Volvió a salir. Al cabo de una hora volvió...solo.

Tuve tiempo para meditar. Había hecho un pacto con el diablo, pero no me habia dejado otra salida. Pietro era muy astuto. No sabia si sería verdad lo que me había contado sobre sus planes para mi liberación, pero lo que no podía era dejar que esa cria sufriese por mi orgullo. Y ahora, se trataba de todo un orfanato. Practique un poco de técnicas de relajación. Inútiles. Lo que hice fue volver a mirar el cielo azul de la mañana por el ventanuco. Aguantaria lo que fuese. Sobreviviría. Y me vengaria, cuando puediese. Mas ahora debía apurar el caliz mas amargo de mi vida, y convertirme en la esclava sexual de Pietro. Me quedé quieta... pero en esta ocasión le miré a los ojos. Ví en ellos que habia cumplido lo prometido. Comenzo a hablar....

- Muy bien, señorita fiscal doña importante, has aceptado cumplir todas mis ordenes de ahora en adelante. Asi que espero que no defraudes a esos niños. Contesta.

Hare todo lo que me mandes desde ahora hasta el momento en que salga de aquí. Lo Juro.

- Entre las atenciones que te prodigamos ayer, y la visita extra de esta noche, tus orificios estan en un estado lamentable. Asi que habre de usar tu boca. ¿No crees?

Si esa es tu voluntad, yo he de cumplirla.

- No te tomes esas familiaridades, doña importante, tratame con el respeto que merezco.

Si te tratase como mereces deberían inventarse epítetos nuevos. Asi que os tratare con el respeto que vos creeis merecer... mi señor

Pietro rió con ganas, a mandibula batiente. Le encantaba mi actitud desafiante, le ponia cachondo, solo le estaba haciendo el juego. Asi no iba a ganar nada. Mejor adoptar una pose sumisa, y esperar que se cansase pronto de mi. Era lo mas sensato, pero la sangre me hervia.

- Ya veo que eres una putita desafiante. Dime. ¿ A cuantos jefazos se la chupaste para conseguir ese puesto tuyo, doña importante ?.

A ninguno. Ascendí por mis meritos y mi trabajo.

- Yo más bien creo que, con esa boca tuya tan hiriente, no se atrevian. A lo mejor si te hubiesen despojado de los colmillos hubieses sido mas complaciente, vibora. Sacó lentamente unas tenazas del bolsillo de su chaqueta. Si, puede que sin dientes no seas tan chula, tan bocazas... Es una pena porque te deformará la cara, pero por todo hay que pagar un precio. Es una de las grandes verdades de la vida. Abre la boca , puta, y ponte de rodillas.

Aterrada mas allá de lo descriptible, comencé a temblar como una hoja. Me iba a sacar las piezas dentales, con esa tenaza. Dios mio. Toda mi decisión se evaporó, mi orgullo, mi dignidad. Me puse de rodillas, pero ya conocía las consecuencias de desobedecer. Podía imaginar demasiado bién los gritos de agonia de esas criaturitas, quemandose vivas. Asi que, de rodillas, abri la boca, a la vez que juntando las manos le suplicaba clemencia al que ahora era mi dueño. Pude ver como su entrepierna crecia dentro de los pantalones, excitado de verme así. Se acercó a mí lentamente, cambiando de mano la herramienta. El sol la hacía destellear. Yo lloraba. Me ordenó poner las manos en la espalda. Yo así lo hice. Me ordenó abrir la boca al máximo. Y lo cumplí. Apoyó las tenazas en un incisivo, y alli la dejo unos segundos antes de retirarla.

- Como estoy seguro de que, de todos modos, en el fondo de tu alma deseas ser una buena zorrita conmigo, te voy a dejar escoger. Entre tus dientes y tu pelo. Asi que dime, ¿ que prefieres perder ?

Mi pelo, mi pelo. Por el amor de Cristo, corteme el cabello, pero mis dientes no.

- Para que luego digas que no te cuido. Muy bien, ya que deseas perder el pelo, te dejaré que cumplas ese capricho tuyo. Pero yo no he dicho que vaya a cortartelo yo. Lo harás tu misma. Pero ya te encargaras más tarde de esa tarea... Ven aqui, mamoncita...

Permanecía de rodillas ante él. mis manos cruzadas a la espalda. Se bajó los pantalones y el slip. Estaba bién dotado, sin llegar a ser nada exagerado. Llevaba el vello púbico recortadp, y se lo veía muy negro y rizado. Me tomó de la mandibula con una mano. Yo nunca había mamado una verga. Creo que se dió cuenta de ello desde el principio. Me ordenó paso a paso lo que debía hacer, y para mi verguenza diré que le obedecí del mejor modo posible en cada uno de sus caprichos. Lamí. Besé. Acaricié. Chupé. Hice todo cuanto me fué ordenado. Cuando comenzó a introducirse en mi garganta tuve una fuerte sensación de nausea, pero el tener el estómago vacio me ayudó a sobreponerme. No puedo decir que me forzase, incluso he de confesar que esperaba a que me acostumbrase a lo que hacía antes de profundizar más. No hubo violencia, tan solo órdenes que yo obedecía. A nivel físico fue obviamente mucho menos traumático que las otras ocasiones en que había sido maltratada en esa celda. A nivel emocional creo que fué peor. Me sentía como una ramera, que hacía lo que me mandaban. Pietro simplemente decia lo que queria, y yo lo cumplia. Sin más amenazas, sin que me agarrase del pelo y me obligase a abrir la boca. Incluso gemí y le pedí que me metiese más la polla en la boca, cuando asi me lo indicó. Muy humillante, a cualquier observador que hubiese llegado en ese momento no le hubiese parecido en absoluto nada forzado, Puede que me grabasen... pero eso no importaba. No podía poner a esos pequeños en peligro solo por mi tozudez. No me lo perdonaría en la vida.

Cuando estuvo preparado, simplemente se corrió en el interior de mi garganta. Sentí como palpitaba, como se preparaba para aliviarse dentro de mi boca. Y me advirtió que si no me lo tragaba todito me iba a tener que castigarme. Asi que cerré los ojos, contuve la respiración, y recibí su descarga. Cuando hice ademán de retirarme, me sujetó por la parte de la nuca. No habia tenido bastante... me explicó amable y pacientemente, como si fuese un profesor con una alumna retrasada, que lo mejor de una felación era lo sencillo que resultaba echar un segundo polvo al poco tiempo. No la sacó de mi boca. Perdió parte de su erección, pero no del todo. Hube de trabajar a conciencia, tanto que la mandibula comenzó no a molestarme, sino a dolerme. Lo forzado de la situación me iba agotando. El aire me faltaba, y respiraba a bocanadas cuando podía darme ese lujo. Una vez "repuesto", no se preocupó en absoluto por mí, por lo que sentía, o de si iba a ser capaz de seguir así. Simplemente continuó dandome instrucciones. En esa ocasión hube de hacerle lo que Pietro llamó un "garganta profunda completo", con su miembre hundido en mi boca hasta los testículos. El vello de su pubis me hacía cosquillas en la nariz. Hube de sobarle los huevos con una mano para facilitarle la tarea, ya que el segundo orgasmo nunca era tan fácil como el primero. Pero sin prisas, claro. Para mi sorpresa, cuando estuvo a punto por segunda vez, la sacó de mi boca, apunatando a mi rostro. Me soltó la lehada en plena cara, en los ojos, la nariz, las mejillas... Me tenía sujeta por los cabellos, y me tiró de ellos mientras se corria, para regarme toda la cara. Lloré, mientras su semen me resbalaba por la cara.

Una vez satisfecho, se retiró y me ordenó lavarle el miembro. Así lo hice, con agua fria y jabón. Yo estaba pringosa, parecía sacada del Pop Up de una pagina web x. Recibí felicitaciones por mi trabajo. Hubiese preferido que me insultase. Una vez limpio, se vistió, dedicandome una atención marginal . Afirmó que recibiria útiles de afeitado. No queria que para la mañana siguiente hubiese un solo pelo en mi cuerpo, a excepción de mis pestañas y cejas. Si recibía visitas antes de que él volviese, podia hacer lo que quisiese. Si volvian a someterme a otra sesión de violación, el trato de obedecer en todo lo había hecho solo con él. Los demás no sabían nada. No iba a protegerme de sus hombres... no iba a estropearles el placer de tirarse a un fiscal. Habia castigado a los dos de esta noche, porque me quería descansadita solo para él. Pero verme asi también tenía su morbo. Asi que... ya le contaria que tal me habia ido. Con una carcajada final se fué.

Una mano invisible empujó un tiempo después una caja con elementos de afeitado. Me rapé el cabello, y eso me costó más de lo que imaginaba. Apreciaba mucho mi melena. Al cortarmela me sentí desposeida de mi identidad, que perdía algo importante. Como debía ocurrir en el ejército. Me rasuré el sexo con mucho cuidado, y conseguí no cortarme. Al menos me dejaron en paz mientras lo hacia. Una hora despues de terminar con esa tarea, dos de los sicarios que me habían violado la mañana anterior entraron en la celda. Traian comida, para beber volvía a disponer del grifo. Las croquetas de perro que antes no había aceptado. El estomago me rugía. Debía comer como los animales, y así lo hice. Tras ingerir parte del alimento, uno de ellos se colocó detrás mio, listo para penetrarme. Pero ahora no habia amenazas a terceros de por medio, eramos solo ellos y yo... así que le obsequié con un codazo en el estómago. Patadas y puñetazos fueron mi recompensa. Mientras uno me sujetaba los brazos, el otro me violaba. De rodillas, el cuerpo sobre el camastro, que habia recibido ropa limpia junto con los útiles de afeitado. Para entonces, eso ya no me importaba demasiado. El hecho de que me violasen. Era algo...rutinario ya. Doloroso, pero me iba acostumbrando. El tipo al que había golpeado en el estómago me aseguró que tenía algo especial para mí. Pronto lo descubrí.

Parecía ser que, a modo de guardia y protección, disponian de una pareja de Dobermanns. Los trajo a la celda. Unos bichazos que daban miedo. Me dió dos golpes que me cruzaron la cara, y me ató en la misma postura en que me habian violado, las muñecas atadas al cabezal del camastro. Me ató además las piernas, separadas, a un palo, colocado horizontalmente sobre mis tobillos. Así no podía mover las piernas. Untó una pasta que olìa a hembra en celo sobre mi vagina. Así fuí usada por los perros. Se reían tanto que llego alguna persona más, no quise mirar... Me sacaron fotografias, daban voces animando a los animales. Dolor, humillación, el olor a perro, sus babas cayendo sobre mí... Y risas sin fin. De todos modos, a mí esas risas me daban fuerzas para aguantar. No me doblegarían, no me dejaría. Saldria de allí sabiendo que no me había rendido... si es que salía. Cuando el segundo animal acabó, me soltaron y me dejaron sola. Entre comentarios jocosos de que me pusiese guapa para el turno de noche. Se llevaron los recortes de mis cabellos, para enviar mechones a sus amigos y parientes presos, que seguro agradecían saber que pertenecían a una fiscal... Iba a aguantar... pero que duro resultaba todo, por Dios.

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