Nuevos relatos publicados: 17

Amalia y los fontaneros

  • 7
  • 39.103
  • 8,60 (40 Val.)
  • 0

Eran las ocho de la mañana, mi marido acababa de marcharse a trabajar, como siempre, estaría toda la semana fuera, y yo, también como de costumbre, sola en casa. Sonó el timbre, pensé que sería él que había olvidado algo, y abrí sin mirar por la mirilla. Ante mi aparecieron un hombre de unos cincuenta años y dos jóvenes de entre dieciocho y veinte.

– Somos los fontaneros.”, venimos a arreglarle el Termo. ¿Es usted la Sra. Amalia, verdad?

Mientras hablaba, el que a todas luces era el jefe, no paraba de mirarme. La verdad es que no era para menos, la única prenda que me cubría, discretamente, era una camiseta, de mi marido, que me servía de camisa de dormir como siempre estoy. Mis pechos eran bien evidentes mis muslos quedaban totalmente al descubierto. A poco que me moviera se me veía el tanga sin ningún problema. Y yo, con mis 50 años, aunque me esté feo decirlo, estaba para follarme como ya sabéis.

Si, si de acuerdo, pasen ustedes. Síganme, por favor. La seguimos donde usted diga, señora. Mientras íbamos hacia la galería, sentía sus ojos clavados en mis nalgas, y, todo sea dicho, no me molestaba en absoluto, porque lo que hace es ponerme cachonda.

Llegamos a la puerta de la cocina, entre la lavadora y el mármol de la cocina quedaba un paso estrecho que el Sr. Paco, que así se llamaba el jefe, aprovechó inmediatamente para darme un buen refregón.

Huy, perdone Sra., decía mientras me refregaba su polla por mi culo, y vaya pedazo, que tenía el tipo!!… Si le parece bien nosotros vamos trabajando, que debe usted tener ganas de que funcione bien ¿no?

Les deje con su trabajo, mientras me dediqué a mis ocupaciones habituales. Estaba haciendo la cama en mi dormitorio, agachada, de espaldas a la puerta, con el culo en pompa, cuando noté una presencia extraña, me volví rápidamente, y ahí estaba uno de los jóvenes, mirándome embobado el culo, sin ningún recato. Estaba colorado a más no poder, yo me hice la tímida, estirando un poquito la camiseta, sin demasiado convencimiento.

Si, dime ¿necesitas algo?, dice el Sr. Paco, que ya está arreglado, que si usted quiere se puede duchar para probarlo.

En eso aparecieron los otros dos, Señora, si usted quiere puede aprovechar para estrenar el termo nuevo. Muchas gracias, ahora cuando ustedes se hayan, me ducharé. No mujer, si le parece a usted bien, mejor que lo pruebe ahora, así si no funciona podemos acabar de arreglarlo. Nosotros aprovecharemos para ir a desayunar. Bien, de acuerdo, voy a ducharme.

Los tres hicieron el ademan de irse, pero solo el ademan, llegaron a la puerta la abrieron y la cerraron, pero los muy tunos se quedaron dentro, en la habitación al lado de la puerta.

Yo como una tonta voy y me meto en la bañera, estaba disfrutando de una buena ducha, el agua calentita resbalando por mi cuerpo y la verdad es que los tres tipos estaban empezando a calentarme, con el régimen al que me tenía obligada mi marido, no era difícil.

En eso se abre la puerta del baño y aparecen los tres hombres con sus pollas en la mano, vaya pollas y más con lo cachonda que yo soy.

Desde luego, Sra. Amalia está buenísima, mucho mejor que con la camiseta. Vamos hazle sitio al chico, que tiene que “aprender” de todo en esta vida.

Mientras Don Paco hablaba, dicho y hecho, ya tenía a los 18 años dentro de la bañera manoseándome como un desesperado. Desde luego el muchacho tenía una buena polla, unos veinte centímetros de carne joven a punto de estallar. Me arrinconó contra la pared, mientras me mordisqueaba los pezones y me metía mano en mi coño, que se estaba poniendo a tono. El otro, tampoco era manco y hacía lo que podía. Y el Sr. Paco dirigiendo la operación sentado en el bidet como si fuera su trono.

Dale Antonio, morderle los pezones. Luis métele los dedos en el coño, no veis como se está poniendo, la muy puta está caliente, como una perra.

Y la verdad es que Paco tenía razón, me estaban poniendo a cien, mi chocho estaba chorreando y pidiendo polla.

Déjame que te la coma un poquito. Y, ni corta ni perezosa, le agarro la polla y empiezo a lamérsela desde la base hasta la punta. Hum, está riquísima… ¿te gusta, cariño? Muchisimoooo… Estaba tan salido que en dos chupadas más se fue en mi boca, llenándomela hasta chorrear por mi cara. No deje ni una gota.

El otro chico, Luis, ya iba a entrar en la bañera, cuando Paco le dijo:

Espera, vamos a secarla bien y a la cama con ella. Te vamos a hacer una mujer, putita te vamos a dar polla que es lo que tú quieres ya!!

Empezaron a secarme entre los dos y no paraban de acariciarme, la nuca, los hombros, el culo, el chocho, los muslos. Mientras iban besándome todo el cuerpo y dándome la lengua, alternativamente. Yo no sé para qué me secaban, si después me dejaban chorreando de saliva.

– Ven putita, ya está, a la cama!!

Yo iba delante, de ellos, totalmente desnuda, y los muy tunos iban pellizcándome el culo y las tetas. Apenas entramos en el dormitorio, me empujaron sobre la cama y empezaron a meterme mano.

Vamos, chúpamela, me decía Paco, poniéndome su verga en los labios. Que, era más grande que las otras dos… Realmente, me asustaba, pensar que tenía que metérmela, pero lo estaba deseando. Mientras tanto Luis no paraba de chuparme el chocho. Me separaba los labios y me acariciaba la pipa. Parecía más experto que Antonio.

Por favor, métemela ya. Había que verme abierta de piernas, yo misma separando los labios de mi coño y esperando la polla de Luis, y la boca ocupada hasta el fondo con la polla de Paco.

A todo esto, Antonio se había calentado de nuevo y se incorporaba a la fiesta. Luis me la estaba metiendo hasta el fondo, sus huevos chocaban con mi entrepierna, y no paraba de empujar. Paco le había cedido su puesto a Antonio, que me sujetaba la cabeza y me cogía la boca. Y el “jefe” pronuncio las palabras fatídicas

Te vamos a dar por culo. Día un salto como si nunca me la hubieran metido por el culo jaja haciéndome la dura este turno, era cosa de Paco, el jefe.

– No por favor, me vas a destrozar.

– Tranquila, no es la primera ni la última vez que te la han metido a mí no me las das, ni yo seré el último en entrar ahí, a ti te han follado ya un montón seguro que le vas a cogido gusto de tener una buena polla follandote el culo.

Ahora, Antonio se tendió en la cama, boca arriba con su polla al aire. Ven, Amalia, móntalo, me ordenó Paco. Y no me hice esperar. A horcajadas me puse sobre él, metiéndomela hasta el fondo. Quedé a cuatro patas con el coño bien lleno con la polla de Antonio. Luis me la metió en la boca. Y por detrás podía notar las manos de Paco preparándome el ojete. Un buen salivazo y empezó a meterme un dedo, dos y tres, Muy despacito, fue muy bueno conmigo, mi esfínter se relajaba y al cabo de un momento noté como la cabeza de su polla empezaba a empujar.

Ahhh… Cuidado, métemela despacito Paco, los otros dos se pararon para ver el espectáculo de su maestro metiéndomela por el culo.

Ya estaba la mitad dentro y entonces de un buen empujón me la metió toda hasta el fondo. Me dejó sin aliento que gustazo, entonces empezó a moverse despacito, Antonio empezó a follarme al mismo ritmo. Sus pollas se debían rozar dentro de mí, estaban enloquecidos. En pocos minutos estaban follandome como si se acabara el mundo y yo no paraba de jadear y de chupar la polla de Luis.

El primero en correrse fue Luis, que me llenó la boca de leche, se me escapaba por la comisura de la boca y no pude tragármela toda aunque lo intente.

Antonio me llenó el coño de leche y Paco la sacó de golpe y me bañó el culo con su leche.

Caímos todos sobre la cama.

– Bueno, putita, ¿lo pasaste bien, eh?

Ya sabes, cuando tengas algo que arreglar nos llamas. Por el precio de hoy, te podemos ir arreglando la casa y tu coño y culo poquito a poquito, cuando quieras le dices a Juan tu marido que necesitas algún electricista y ya sabe, arregladita de todo, se vistieron y yo me volví a duchar.

Cuando vino Juan me pregunto que si estaba ya todo arreglado, y le dije que sí que habían puesto termo nuevo, y a mí me habían arreglado el coño y el culo, solo me dijo que puta eres Amalia.

(8,60)