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Doctor Luc (Primera Parte: Conocerse)

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¿Enfermo? No realmente, no estaba enfermo. Simplemente me quedé dormido -Por estar hasta tarde viendo porno y masturbándome- y hoy ni siquiera iba a intentar llegar a tiempo o llegar en lo absoluto a mi trabajo. Era imposible, era demasiado tarde. Llamé a mi jefe y le dije que estaba enfermo, en realidad no había problema con faltar -nuevamente-, pero tenía que justificar mi motivo de ausencia con una incapacidad médica oficial, eso significaba pretender estar lo suficientemente enfermo ante un doctor para que este considerara la posibilidad de declararme incapacitado para trabajar por un día.

Seguí durmiendo en la mañana y fui a una clínica privada al medio día. Tuve que pagar 50 dólares para ser atendido. ¡Por las barbas de Arpad Miklos! cada vez se hace más costoso no ir a trabajar. Mientras esperaba ser atendido, rogaba que al menos fuera atendido por un doctor guapo, quizás un señor mayor -de esos que parecen ser la encarnación terrenal del Dios Zeus, con un pecho peludo en blanco y barba de ensueño- y que me quitara la camisa y me tocara todo -¡Y que por favor no fuera una doctora mujer!-

¿Bigote? si, ¡el doctor tenía bigote, y que bigote! una obra de arte entre su nariz y su labio superior, incluso salía de los lados formando una pequeña cola a cada lado de su boca. Tan grande y excitante que podía soportar que no fuera tan mayor a mí como me gustan los hombres, ya que me gustan mucho más maduros. Le ponía unos cuarenta años, o hasta menos, y mucha masa muscular y experiencia sexual. En su seguridad y su mirada intensa hacía aquellos papeles en los que escribía se veía claro que ese macho sabía que hacer con aquel trozo de carne entre sus piernas. Si tan siquiera se moviera un poco fuera de su escritorio pudiera ver el tamaño del bulto.

Ni siquiera me había mirado y ya me había hecho cometer los siete pecados capitales, tener más de mil pensamientos sucios y provocado una erección tan poderosa que tenía el potencial de alargarme y hacerme más grueso el pene -no que yo lo necesitara-

Me miró. Aquel doctor era una estrella porno, por lo menos lo era en mi cabeza. Mis fantasías durante toda mi juventud y vida entera de que Tom Selleck me rompiera el culo se habían ido junto con mi semen por la coladera del baño, y ahora, a mis 30 años yo necesitaba que aquel toro, el doctor, me taladrara la vida con su cuerno. Quería al Doctor Toro en mi culo ya. Pero debía controlarme.

—Hola… —buscó mi nombre en el expediente— …Neil. ¿Estás enfermo, que tienes?

-¿Que qué tengo? tengo unas ganas de que usted me rompa el culo que no se imagina- pensé. Wao. Dos botones desabrochados de su camisa blanca me dejaban ver su pecho forrado de pelo, que no era aún blanco, pero que era ya irresistible. Una cadena de oro se perdía entre sus pelos dejando ver la profundidad de la sensualidad de este macho. Lo que daría por perderme en aquella selva.

—Me siento mal del estómago— respondí.

Me pidió quitarme la camisa y acostarme en una camilla cubierta de papel -hasta la sensación del papel me parecía sexy en ese momento-, toco mi pecho con un estetoscopio y mi vientre con sus manos. Mi latidos estaban acelerados, no me dolía nada y eso era claro aunque intentara pretender lo contrario. Mi pene estaba erecto al 100% -o más-. Era muy claro para ambos que yo no estaba enfermo, yo simplemente era un caso irremediable de calentura, sexual, no febril y aquel doctor en vez de tener la cura, me estaba poniendo más caliente.

De todas formas no dijo nada y me dio el certificado de incapacidad. Salí de su consultorio y no pude aguantar, fui al baño de la clínica. Un solo cubículo, tranqué la puerta y me quité la remera. Tenía la suerte de yo mismo tener un pecho peludo también y así, al pasar mi mano por mi pecho podía imaginar que las pasaba por el pecho de aquel doctor que estaba a dos puertas de mi en ese preciso momento, posiblemente atendiendo a otro chico gay fantaseando con él. -Quizás a ese si se lo meta- pensé, pero me escupí en mi mano y me la seguí jalando fuerte mientras me frotaba las tetillas y recordaba la sensación de sus varoniles manos sobre mi pecho desnudo. De pronto escuché la cerradura de la puerta, ¡carajo! ni siquiera estaba haciendo ruido, -¡déjenme masturbarme a gusto!- pensé, la puerta se abrió. ¡Mierda! era él, el doctor que había abierto con la llave llave. Le tiré la puerta para que no entrara y me vestí rápido. Pero que paja tan maldita, tan buena e interrumpida por su inspirador a poco de venirme. Salí nervioso, apenado, tembloroso y agitado, él estaba aún afuera e intentó decirme algo, pero yo tenía demasiada pena, ni siquiera lo dejé hablar y salí corriendo de la clínica. Al menos tenía el certificado.

Tarde Loca. Aún tenía la verga cargada al 100% y estaba solo en mi apartamento, pero el momento había pasado. Llamé a Sergio, mi mejor amigo -con derechos-. Él siempre tenía más ganas de mi, que yo de él, pero siempre me sacaba de apuros y en vistas de que él doctor no me iba a penetrar y no tenía ganas de esforzarme en ligarme a nadie, nadie me iba a descargar la verga mejor que él, ya la conocía y sabía que me gustaba. Tuve que acceder a salir a bailar con él -a Sergio le gustaba aquel plan de pretender que éramos novios-, pero siempre era así y no me molestaba; solo íbamos al mismo lugar de siempre, bebíamos un cocktail mientras pretendía escuchar sus problemas con Jonathan -Su verdadero novio-, bailaba un par de canciones con él, que en otras palabras era frotar mi pene contra su trasero por diez minutos en la pista de baile y listo, me abría las piernas en el baño y lo penetraba hasta quedar satisfecho echándole todo mi semen en su culo. Siempre lo llevaba a su casa, le daba un beso en la mejilla y le decía que era un gran chico, que era mi mejor amigo y que lo quería mucho, él sonreía, me guiñaba el ojo y entraba al modesto edificio de apartamentos, siempre custodiado por prostitutas travestis.

Esa noche Sergio se sentía mas caliente que nunca, me halaba de la camisa y jugaba con mis tetillas a través de ella. Él fue por un par de tragos y yo fui a tomar una mesa. 

—Te veo muy mejorado —Me dijo una voz my grave y varonil al oído por detrás. Me asusté y volteé en seguida, ¡PUTA! ¡el Doctor! ¡y con que pinta!

Listo, certificado retirado, esto le confirmaba al Doctor que nunca estuve enfermo y simplemente no había querido ir a trabajar. 

—Me sentí un poco mejor y decidí acompañar a un amigo —Le dije y él sonrió incrédulo, me sentí incomodo en ese momento, ¡mierda, que mal día, que me deje echar un polvo el bendito doctor! muy rico el hombre y todo -Y ahora hasta gay, porque en este lugar y con esas fachas… ¡wao, que hombre!- pero que me deje disparar, primero me había impedido terminar cuando me masturbaba en el baño de la clínica, ahora de seguro se pondría pesado y me impediría echarle mi semen a Sergio en el culo— Mire Doctor, ¡ya déjeme en paz! si quiere llamar a mi jefe y decirle que estaba perfecto para trabajar hoy y que no quise ir por vago e irresponsable, llámelo, pero ya ¡déjeme en paz! —continué y el me miró con cara de confusión.

—Perdona, no sabía que tenía cara de policía, no te quería molestar y no te preocupes, no llamaré a nadie, si lo fuera a hacer, ya lo hubiera echo, porque si de verdad hubiera creído tu mala actuación de enfermedad te hubiera recetado alguna medicina, ¿no crees? —Dijo ofendido y caminó hacia un grupo de hombres, todos vestidos como él. Pero… ¿que eran?¿un club de osos-motociclistas-porno-gay? tuve que apartar la vista o iba a eyacular sin ni siquiera tocar mi pene.

Miré hacia el bar, Sergio estaba demorando. Me sentía mal con el Doctor y para mi sorpresa, me importaba, no quería que estuviera molesto conmigo. Caminé hacía él, estaba de espaldas y le toqué su hombro desnudo -lleno de pelos deliciosos- con un dedo para que volteara. Lo hizo y le di la mano siendo lo mas amigable posible y así pedirle disculpas.

—Mucho gusto, me llamo Ne… 

—Neil, se tu nombre —me interrumpió—. Mucho gusto, soy Luc.

—¿Doctor Luc? —Le pregunté sonriendo y hasta coqueteando. 

Luego de lo mucho que ya me había excitado cuando lo vi con ropa, con una bata blanca encima de la ropa, muchos bolígrafos y libritos en sus bolsillos y un estetoscopio en el cuello, ¿que se esperaba de ahora con este atuendo tan revelador? Tenía pantalones de cuero negro con las nalgas destapadas y sus nalgas estaban forradas de pelo ¡que delicia de hombre! Su camiseta era negra también y muy pequeña, de corte tan bajo que podía ver sus pectorales al detalle y sus tetillas grandes, muy cerca de mis ojos y al alcance de mis manos que se morían por tocarlo todo. Su pecho estaba forrado de pelo por completo, que belleza de semental, las mangas estaban abiertas hasta el cinturón mostrándome que no era simplemente musculoso, su cuerpo era masivo y lo quería para mí, y solo para mí, más que nunca. También tenía botas negras, un tatuaje en su pectoral derecho, uno grande en el brazo derecho, algunos otros tatuajes pequeños y alguna pulsera de cuero con tachuelas. Su cabello estaba igual de perfecto que en la tarde, con un partido a un lado -lo hacía interesante- y su bigote PERFECTO. Tenía una barba muy corta y muy bien cuidada que hacía a su bigote masivo destacarse como la obra de arte que era.

—Doctor Lucas Stevens. Pero hoy solo soy Luc —respondió con una media sonrisa, claramente respondiendo a mi coqueteo. 

Me ofreció un trago y le pedí un cosmopolitan.

—¿Cosmopolitan? tenías cara de ser parte de los que aguantamos el whisky en las rocas quemándonos la garganta —dijo con cierta gracia, mostrando su trago de “Johnnie Walker Blue Label”. Todos sus amigos tomaban lo mismo y tenían varias botellas en su mesa. Le quité su trago y me lo tomé de un sorbo. Él se sorprendió mucho, sonrió impresionado y hasta me aplaudió.

—Tienes razón, si aguanto el whisky en las rocas, pero aún así prefiero un cosmopolitan, el rojo intenso de ese trago me hace feliz —respondí entonces, sonriendo. Me compró el trago y me quedé con él en su mesa hasta la media noche. Él se tomó cuatro Whiskys en las rocas más y yo me tomé cuatro cosmopolitans, que él pagó. El Doctor Luc y yo coqueteamos toda la noche y me dejó tocarlo todo lo que quise. Bailamos pegados, era masivo, pero tenía ritmo, era motociclista y rudo, pero también era tierno y sabía moverse al ritmo de las Spice Girls, como casi todo gay. Bailé una canción con Sergio -muy separados- y él, como siempre, entendió que solo estábamos juntos si no había otra opción, éramos amigos y no pareja. Se sentó en otra mesa con unos conocidos nuestros y se fue temprano -supongo que aún tenía tiempo de llamar a su novio para follar o se terminaría masturbando viendo los videos de Jesse Ares- y se llevó mi auto, esa noche yo salía de esa discoteca -quién sabe hacia donde-, pero con Luc y en su moto.

—¿No te da frío sentarte con el trasero destapado y directo en el cuero de la silla? —pregunté a modo de chiste a las once. Él asintió sonriendo también, se sentó en mis piernas y sentí su culo peludo. Lo cargué por el resto de aquella noche en la cuál nos estuvimos besando como animales hambrientos la mayoría del tiempo.

Nota: En la segunda parte Neil y el Doctor Luc terminan follando finalmente. Esa parte es 100% sexo explícito.

(9,29)