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(15) Los amores de Ana Etxeberría

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-Ya ya ya YAAAAAHHH –alcanzó Irene el orgasmo con energía. Un minuto más y se recostó en su cama exhausta.

-Has estado fabulosa, Irene –descansaba Claudia Vergara a su lado, igual de follada y corrida que ella.

-Ya lo sé, y ahora me dirás “eres maravillosa” y yo te digo “vuelve mañana a esta misma hora”, ¿no?

-No creo que pueda mañana. Tengo que empollar para tres exámenes seguidos.

-Ah, sí, me olvidé que estaba en la universidad –rio Irene con cierta burla-. Necesito ducharme. Apesto a cerda con regla.

-Tienes el dinero en la mesita.

-Gracias, cariño. Ponte las bragas y cierra la puerta al salir.

-¿No hay besito?

-Yo no beso. Yo follo. Si quieres un beso busca un convento –se levantó Irene de la cama.

-Joder qué guapa eres.

-Ay, es la décima vez que me lo dicen hoy. Si dices algo que sea original, ¿vale? –se alejó Irene para encerrarse en el baño.

Cuando vio el momento oportuno, Claudia abrió el cajón de la mesita y hallando lo que tanto ansiaba: el móvil de Irene. Fisgó en sus canales de WhatsApp y encontrando la información que deseaba en el chat de Darío Anglada.

-De puta madre…

El agua en la ducha corría. Buena señal.

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Justo cuando Ana entraba en el comedor, sonó su móvil. Era Claudia Vergara.

-Dime, guarra.

-Hola, zorrona. ¿Te pillo en mal momento?

-¿Lo has conseguido?

-Me acabo de follar a Irene y tengo su móvil en la mano.

-Eres una puta crack. Te adoro, guarrona.

-Aquí lo tengo. Esta noche a las once. Pabellón dos. Sala 12. Ya te lo he pasado por WhatsApp.

-Mi coño te debe una muy buena. Mil besos, Claudia. Muuuuak. –Y colgó.

-¿Quién era? –la miró Belinda.

-Cosas mías.

-O sea, sexo –rio Martina.

-Vete a cagar zurullos.

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Una vez duchada, fresca y con tampax nuevo, Irene volvió a su cama en bragas. De Claudia no había rastro. Se habría ido hará tiempo.

Irene cogió su móvil y llamó al inspector Balaguer.

-Hola, Irene. ¿Todo va bien?

-Todo va mejor que bien. ¿Dónde estás? Escucho música de fondo.

-Es la radio. Voy en mi coche.

-¿Adónde vas?

-Al campus.

-¿Y con quién te vas a ver?

-¿A qué viene tantas preguntas? No soy tu novio.

-No, pero estaría genial serlo.

-Te doblo la edad, Irene.

-Mientras más madurito más duro el pito.

-¿Esa frase es tuya o de Internet?

-Cómo eres –rio Irene-. Encima de guapo eres encantador. Nos tienes a todas con las bragas mojadas.

-Ya veo.

-Oye, sigue en pie nuestro video porno, ¿no? Es esta noche a las once en el pabellón 2. Sala 12. Anótalo. Tú ven con tu polla dura y yo con el vídeo de la cabeza de cerdo. Te quiero aquí esta noche.

-Que sí, no te preocupes. Iré.

-Genial. Te llamaba para concertar la cita.

-¿Quiénes habrán allí?

-Nosotros dos. Dos mamporreras. El equipo de rodaje de cuatro miembros. Y tres personas muy selectas que harán de público privado.

-¿Qué tres personas?

-Tu tranquilo. Son gente de mucha confianza.

-No juegues conmigo, Irene. Me apuesto mucho.

-Te he dicho que estés tranquilo. Todo se hará de modo privado y confidencial.

-Me vas a meter en un lío, joder.

-Si se hace todo bien no tiene porqué. Estás en buenas manos, créeme. ¿Vienes para acá?

-Sí, estoy llegando.

-Pásate y hablamos.

-¿Hablar de qué?

-Bueno, si no quieres hablar follamos y así vas entrando en ambiente.

-A ti todo esto te parece divertido, pero se trata de mi placa y mi empleo. No quiero malas jugadas, Irene.

-Confía en mí. Solo te pido eso.

-No suelo confiar en putas mimadas.

-Vaya, aprendes rápido. Así me gustan los hombres. Chulitos y machistas. Mmmmm, no veas como me pones.

-Venga, ahí estaré esta noche.

-¿Vienes para hablar con Ana?

-No entremos en esa dinámica, por favor. Solo intento hacer mi trabajo.

-O sea, que sí vienes a verla.

-Piensa lo que quieras.

-¿Solo verla o follártela?

-Tengo que colgar, Irene. No me calientes más la cabeza.

-Lo que quiero calentarte es la cabezona, ya sabes, el cuarto y mitad que te cuelga. Quiero ser la primera. Como te folles a Ana te enteras, cabronazo. Es que no respondo de mí.

-No tengo nada contigo, Irene. Solo un video porno pendiente.

-Ana no vale la pena. Es una golfa desvergonzada. Yo tengo más clase.

-Tengo que colgar. Discute con otro.

-Oye, ni se te ocurra colgarme.

Pero lo hizo.

-Hijo de puta… -pensó Irene e hizo otra llamada-. ¿Sofía? Soy yo, Irene.

-Ahhhhh… dime… ohhhhh…

-¿Qué coño te pasa? ¿Estás follando?

-No, estoy cantando la Traviata… no te jode… ahhhhhhhh… pues claro ohhhhhhh…

-Pues córrete ya. Necesito tu ayuda urgente.

-Jodeeeeeerrr, qué rabo oooooooh…

-¿Te corres o no?

-Llámame en un minuto, coño… me va llegando oooooohhhh…

-Puta furcia. Un minuto y ni un segundo más. Tienes trabajo. –Y colgó.

.... continuará.

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