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Doctor Luc en “Queensboro Plaza Station” (2da. Parte: Sexo en el metro)

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Pablo sacó su mano del bolsillo y le respondió el apretón de huevos de la misma forma a aquel desconocido, con otro apretón de huevos. Se sorprendió enormemente cuando sintió su verga, era una monstruosidad de pene, estaba erecto y era tan grande que se salía de su pantalón y llegaba a su ombligo. Pablo se dio cuenta también de que el hombre tenía el cinturón suelto bajo la gabardina para darle libertad a su pene de salir, porque erecto, simplemente no le cabía en el pantalón. -Deja tus miedos, sí te cabe- se dijo a sí mismo el muchacho. Se escupió la mano y la metió en el pantalón y ropa interior del hombre, agarró a la bestia sin miedo y comenzó a masturbarlo. Era una verga muy peluda y eso ponía a Pablo muy caliente.

El Doctor metió también la mano en el pantalón de deportes que tenía puesto Pablo y comenzó a masturbarlo también. El muchacho, quién sentía que cumplía todas sus fantasías sexuales en ese momento con aquel toro tan precioso estuvo a punto de gemir, pero el doctor le hizo señas con los ojos para que lo contuviera y así evitar que todos los demás que estaban al rededor descubrieran el secreto de su travesura sexual.

Ambos comenzaron a mover la pelvis, cada vez estaban más pegados el uno del otro y habían comenzado a secretearse porquerías al oído. Estaban teniendo sexo en público y nadie de alrededor se estaba dando cuenta. A los dos les excitaba el peligro. Pablo sentía que convulsionaba de placer, no estaba seguro si lo que lo estaba haciendo perder el control era el bigote del hombre, la forma ágil en que aquella mano tosca, peluda y experimentada lo masturbaba, el peligro de la situación, la gente alrededor, tanta adrenalina, el hombre mismo completo o toda la situación. Pero había algo, había algo que lo estaba volviendo loco.

Algunas estaciones después, cuando el metro se detuvo y unos salían y otros entraban, y así, sin avisar, Pablo se corrió en la mano de aquel desconocido que claramente estaba a punto de eyacular también. Pablo sintió que se doblaba y se volvía a desdoblar, sintió que su alma abandonaba su cuerpo y volvía a regresar. Con disimulo volvió a escupir en su mano y continuó con su trabajo en la entrepierna del macho del bigote espectacular que le había dado el mejor orgasmo de metro que había tenido en su vida. Continuó subiendo y bajando en el gigantesco pene de aquel hombre hasta que lo sintió comenzar a perder el control, apuró el subir y bajar de su mano y luego concentró su acción con movimiento circulares en el gigantesco glande hasta que el hombre finalmente eyaculó llenando la mano de Pablo y la ropa de ambos de semen que el muchacho disimuladamente lamió de sus dedos. Ambos sonrieron y siguieron coqueteando, ambos muy agitados y satisfechos, pero con ganas de más del uno y del otro.

Pablo se bajó del metro en alguna estación en el área de Queens. Doctor Luc lo siguió. El muchacho había tenido la valentía de invitarlo a “un lugar que conocía”, en otras palabras… un motel barato en el área.

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En las siguientes partes estos dos machos terminan teniendo sexo brutal en un motel neoyorkino. 

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Nota: Trataré de seguir publicando lo más seguido posible, estén pendientes y gracias por leer. También continuaré por un rato más con las historias sobre las aventuras del Doctor Luc, aún queda mucho que contar.

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