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La prueba de la amistad

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Comenzaba a oscurecer cuando Dani, mi amigo y compañero de habitación, y yo deshacíamos las maletas en la habitación del hotel. Como hacía ya un par de veranos, acudíamos a Calafell a participar en un torneo de volei-playa a la vez que disfrutábamos de unas merecidas vacaciones. Dani y yo compartíamos la habitación pues resultaba así mucho más económico. Después de cenar, y debido al sofocante calor decidimos ir a darnos un baño en la piscina, la cual, a esas horas, estaba ya casi vacía. Antes de entrar en el agua Dani se encontró con una chica a la que al parecer debía conocer de algo. Era bastante maja. Morena, de ojos verdes, o eso parecía a la luz de las lámparas que alumbraban la piscina, con una media melena que le llegaba a los hombros y unas medidas que le hacían parecer bien proporcionada. Llevaba aún puesto el bikini e imagino que debía haber pasado la tarde tomando el sol. Estaba muy bronceada y su color oscuro de piel contrastaba con el llamativo color amarillo de su bikini. A su lado había un chaval de su edad más o menos que miraba a Dani con cara de pocos amigos. Después de una breve conversación Dani y yo nos dirigimos al agua, o más bien se dirigió Dani pues en cuanto pude tenerlo cerca del borde le empujé con fuerza y Dani calló de espaldas al agua formando un gran escándalo. Yo me quité la camiseta y me tiré detrás de él y allí mismo comenzamos una fuerte guerra en la que intentábamos ahogarnos el uno al otro sin que ninguno de los dos lograra imponerse. Yo era algo más grande y fuerte que Dani pero él era hábil y escurridizo y no se dejaba atrapar fácilmente. Después de un rato de juegos y bromas decidimos darnos una tregua y relajados cerca de una esquina de la pared le pregunté quién era la chica.

-Es Silvia, una vieja amiga.

-No muy vieja –le dije yo- no creo que tenga más de 26 ¿no?

-25 –dijo él- pero la conozco casi desde que era una niña, pues fue mi vecina durante muchos años.

-Es guapa, ¿es ese su novio?

-No, bueno, no sé, creo que no, debe ser algún amiguito suyo.

Luego empezamos a hablar de los partidos del día siguiente, de los equipos con los que nos enfrentaríamos, casi todos ya conocidos, y de las posibilidades que teníamos de ganar el torneo.

En la mañana del día siguiente jugamos el primer partido. Los partidos se celebraban en la playa, en una tranquila calita que no era muy visitada porque allí la orilla desaparecía abruptamente a diferencia de las largas orillas de arena que había en otras calas cercanas. Había gente siguiendo los partidos, la mayoría eran los componentes de otros equipos que aprovechaban para estudiar a sus rivales pero también gente de fuera, y entre ellos me pareció ver a Silvia, esta vez sola, sin su acompañante nocturno. Ganamos con facilidad el partido y fuimos a celebrarlo con un baño en la playa. Pasarían un par de horas antes de que nos tocase jugar de nuevo.

No hacía mucho que estábamos en el agua cuando la vi entrar a ella. Esta vez llevaba un bikini de color azul marino con listas rosas a los lados. Parecía que venía hacia nosotros. Así era, comenzó a hablar con Dani pero no dejaba de mirar hacia donde estaba yo como queriéndome incluir en la conversación, en la que había decidido mantenerme un tanto separado. No sé, Dani y yo nos llevamos muy bien pero cuando hay chicas de por medio lo mejor es que cada uno se ocupe de la suya sin intromisiones. Pero estaba seguro de que Silvia quería que las hubiese y a Dani no parecía importarle demasiado que me uniese a ellos. Estuvimos allí en el agua charlando durante un buen rato. En ocasiones Dani y ella hablaban de los viejos tiempos y de qué había sido de cada uno de sus amigos comunes de los que ya no sabía nada. Silvia le hizo un breve resumen. Luego nos tocó hablar a nosotros. Le contamos que estábamos de vacaciones, que no era la primera vez que veníamos y todo eso. Al fin ella dijo:

-¿y las novias las habéis dejado en casita, no?

-¿novias? No, nada de eso, no hay novias, sólo buenas amigas –dijo Dani-

-Sólo amigas ¿eh? Está bien, está bien, pero no cuela.

-De verdad, te estamos diciendo la verdad –dije yo apoyando las palabras de Dani.

Silvia nos miró en silencio durante unos segundos como evaluando las consecuencias del siguiente paso que estaba decidida a tomar y luego, sin ningún aviso por su parte movió los brazos y como si sus manos fuesen dos cubos de agua nos echó una buena cantidad de ella en la cara.

-Tomad, eso por mentirosos. –decía mientras intentaba alejarse de nosotros. Sin embargo no salía hacia las toallas sino que corría lateralmente como invitándonos a una persecución que sin duda no se hizo esperar. Corrimos tras ella cerrándole el paso. Yo justo por la orilla para impedir que intentase llegar hacia las toallas, y Dani justo tras ella. No tardó en alcanzarla, y me pareció que al hacerlo se tomaba alguna que otra confianza pues me pareció ver cómo le ponía la mano en el culo. Pero al momento yo ya estaba junto a ellos y tuvieron que reprimir cualquier tipo de caricia pues tan cerca no hubiesen pasado desapercibidas para mí.

-¿sabes lo que les pasa a las chicas malas que intentan tirarnos agua a la cara? –dijo Dani con una sonrisa en la cara-

Silvia se soltó de él y con fuerza volvió a echarle agua en la cara. Entonces Dani me pidió que la cogiera de los brazos mientras que él sin duda volvía a llevarse la mejor parte acariciándole el culo nuevamente mientras intentaba desequilibrarle con las piernas. Cuando conseguimos hundirle la cabeza bajo el agua le solté las manos y éstas comenzaron a moverse violentamente en busca de algo para agarrarse e intentar evitar así la pérdida del equilibrio. Entonces fue cuando una de sus manos, en un movimiento rápido alcanzó mi bañador y fue a parar contra mi miembro, todavía en reposo. Fue sólo un momento pero suficiente para que tanto yo como ella supiéramos qué había sucedido. Así seguimos jugando un rato más en el agua, y luego salimos los tres a tomar el sol un rato antes de el siguiente partido. Volvimos a ganar, y también el que jugamos por la tarde. Un par de partidos más y estaríamos en la final.

Esa noche después de cenar fuimos un rato a una discoteca cercana. Estaba llena de gente y eso que sólo eran las 11 de la noche. Pedimos un par de copas y nos pusimos a observar a las chicas. Luego Dani se fue a la pista a bailar y lo perdí de vista entre el tumulto de la gente. Yo me quedé un rato más en la barra. Me dirigí un par de veces hacia alguna chica solitaria pero al ver que en ningún caso parecía ser bien recibido me largaba de allí y volvía a mi sitio, cerca de la barra. Era cerca de la una de la mañana cuando decidí marcharme pues parecía que esa noche no iba a pescar nada y además al día siguiente teníamos un partido a las diez de la mañana. Y entonces, ¿qué otra cosa mejor podía hacer que dormir?

Llegué hasta mi habitación en silencio y pensando si a Dani se le habría dado mejor la noche cuando alcancé la puerta. Fui a abrirla y me di cuenta de que la puerta estaba ya abierta, sólo había quedado entornada y entonces, al entrar, me encontré con algo que no esperaba. Vi a Dani, estaba desnudo y tumbado en la cama, y Silvia estaba sentada sobre él, sobre lo que debía ser su polla, y se movía frenéticamente sobre ella. Dani se sobresaltó al verme llegar y quiso apartar a Silvia de encima suya pero ella se lo impidió y en lugar de turbarse ante mi llegada pareció que aquello la había exacerbado aún más y un poderoso gemido de placer salió de sus labios cuando en esos mismos momentos conseguía alcanzar su orgasmo.

Mientras Silvia se recostaba sobre Dani intentando retener los últimos extertores de un enorme pero pasajero placer, mi amigo seguía mirándome, casi reprochándome que hubiese llegado tan pronto, pero cómo iba a imaginar yo que él iba a estar allí…

Entonces Silvia, como si hubiese adivinado nuestro diálogo de miradas inquisitorias me dijo:

-Será mejor que entres de una vez y cierres la puerta o todos los vecinos van a venir a ver que es lo que pasa aquí dentro.

Aquello era evidentemente una invitación, una proposición a algo más que una charla o un par de caricias bajo el agua. Entonces, antes de hacer lo que ella me había dicho miré a Dani, y ahora sus ojos no me reprochaban nada, estaban tan asombrados como los míos y pensé que estaba claro que debía obedecerla.

Cerré la puerta y acabé de entrar en la habitación. Llegué justo hasta mi cama. Ahora estaba tan sólo a unos metros de ellos dos. Dani, tenía la polla algo desinflada aunque no había llegado a correrse tras mi llegada. Silvia se la acariciaba con una mano mientras con la otra se secaba las gotas de sudor que le corrían por la frente. Ahora podía verle perfectamente los pechos desnudos y apretados contra el cuerpo de Dani y la oscuridad de su sexo que brillaba por los jugos de su excitación. Sólo con verla así y imaginarla sobre mí, como minutos antes la había visto sobre Dani estaba comenzando a ponérmela dura.

-¿te piensas quedar ahí todo el rato o es que eres muy tímido? –dijo Silvia con picardía en su mirada.

Yo me quité la camisa y los pantalones y los dejé caer al suelo pero antes de que hiciese lo propio con los calzoncillos Silvia saltó como una gata desde la cama de Dani a la mía y de rodillas frente a mi llevó sus manos a mi paquete.

-Deja, esto me gusta hacerlo a mí –dijo, y comenzó a sobarme por encima de la ropa hasta que estuve bien empalmado y mi berga sobresalía por encima del calzoncillo. Entonces ella fue bajando lentamente la tela a la vez que acercaba su cara a mi miembro. Me pareció que lo olía antes de metérselo en la boca y comenzar a chuparlo con gusto.

Yo seguía mirando a Dani y ahora parecía estar realmente indignado, pues una cosa era que le jodiera el polvo y otra que el que lo fuera a echar fuese yo, y sin embargo, su mirada cambió rápidamente y entendió por fin cuáles eran los deseos de la chica. Silvia, mientras me la mamaba, había abierto tanto como había podido sus piernas para mostrar a Dani sin duda cuál era su deseo en aquel momento y Dani lo había entendido justo antes de que la ira se le hubiese desbordado y hubiese echado todo a perder. Su polla volvió a ponerse dura y de rodillas tras Silvia se la comenzó a pasar por entre las nalgas para que la chica notase cómo se iba endureciendo aquel miembro poderoso. Luego, cuando ya la tuvo totalmente dura se la introdujo de un golpe en la vagina y comenzó a penetrarla desde atrás como si hubiese recuperado en aquel momento la necesidad por eyacular que minutos antes había sentido, justo antes de que entrara yo en la habitación. Eso hizo que Dani no tardara en correrse, y que Silvia, para alcanzar su orgasmo, tuviese que acariciarse el clítoris con los dedos mientras yo, como en una nube, sentía que de un momento a otro iba a acabar. Y acabé, y aunque la insté para que se retirara a tiempo ella no quiso hacerlo y me permitió inundar su boca y su garganta con el espeso néctar de mi pene, y luego, cuando dejó de brotar siguió lamiéndolo golosa como si quisiera dejarlo reluciente antes de volverlo a usar.

Me dejé caer en la cama junto a ella y mientras seguía jugando con mi polla en su boca yo le acariciaba y le pellizcaba los pechos. Eran dos pechos tersos y duritos, no muy grandes pero sí bien puestos. Dani yacía a nuestro lado, pero menos resentido una vez pudo descargar su leche en el interior de Silvia.

Pronto volví a estar preparado. La lengua de la chica parecía milagrosa pues había conseguido que el pájaro alzara de nuevo el vuelo y casi sin que hubiese pasado tiempo alguno de descanso.

-Ahora vamos a follar. –dijo ella y se tumbó a mi lado para que la montase. Yo, que hasta el momento sólo había podido disfrutar del tacto de sus pechos no quería hundirme en ella sin haber probado también su sabor, y después de besarla en la boca y en el cuello bajé hasta sus pechos, y allí me detuve unos minutos y luego descubrí que Dani había comenzado a lamerle la entrepierna y que esa doble estimulación que le estábamos propinando los dos chicos pareció excitarla tanto que pronto alcanzó un nuevo orgasmo ante nuestra sorpresa.

-Te corres más que las cortinas. –dijo Dani- y su comentario nos hizo reír a los tres. Entonces Dani se apartó para que pudiera penetrarla y así lo hice sin encontrar ninguna resistencia pues Silvia lo deseaba tanto como yo. Lo hicimos larga y lentamente, pues ahora ya no teníamos la necesidad urgente de alcanzar el clímax y deseábamos recrearnos en cada momento, y cuando yo hube terminado Dani ocupó mi puesto y volvió a hacerlo con ella una vez más, y para cuando dimos la fiesta por acabada era ya casi las cinco de la mañana y habían pasado cuatro horas de sexo y amistad.

Al día siguiente perdimos el primer partido y con él nuestras esperanzas de llegar a la final y sin embargo no estábamos tristes. Silvia nos había dicho que esa misma noche volveríamos a repetirlo.

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