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Desafío de galaxias (capitulo 27)

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Los dos comunicadores comenzaron a sonar insistentes con un par de segundos de intervalo, y en la penumbra de la noche, Marisol y Anahis, los cogieron.

—¿Qué ocurre? —preguntó Marisol.

—Ven rápidamente, —respondió la voz de Marión— el ataque ha comenzado.

—Ya vamos, —dijo Marisol, y cortó la comunicación. Miró a Anahis que seguía hablando con el comunicador en la oreja mientras intentaba ponerse los pantalones del uniforme. Miró a Marisol con cara asustada.

—¡Vale! Gracias Hirell, en un par de minutos estamos ahí, —y cortó la comunicación.

—¿Qué ocurre?

—El ataque se ha producido en Trumzely Prime, —respondió Anahis, mientras con las guerreras del brazo, salían rápido del dormitorio abrochándose las camisas. Por el camino se encontraron con Sarita que también se iba vistiendo por el camino.

—Pero eso está… en el Sector 25…, en el borde de la galaxia, —razonó Marisol. Anahis asintió con la cabeza mientras a la carrera entraban en la sala de estrategia.

—El ataque se ha producido contra el Grupo Estelar de Trumzely Prime, 538 sistemas, 31 habitados, —comenzó a informar Marión nada más verlas. Anahis se sentó en su consola al lado de Hirell—. Parece que el ataque se centra en la capital del Grupo, en Sigma Trumzely 5. Las defensas planetarias aguantan, pero los transbordadores de patrulla fronteriza han sido barridos. La almirante Loewen ha partido hacia allí con la mitad de la flota de reserva, pero tardara en llegar al menos seis días. El general Clinio está embarcando al 1.º Ejército para seguirla.

—¿Hay actividad en la zona de Kalinao?

—Negativo, pero se mantiene la presencia enemiga como hasta la fecha.

—¿Tenemos imágenes de lo que pasa en Trumzely Sigma?

—Negativo, todas las comunicaciones están bloqueadas.

—Hirell, por favor, despliégame un mapa de la zona en la pantalla 2. Sarita, que mi lanzadera este preparada, e informa al Fénix que partimos de inmediato, —ordenó Marisol. Durante un rato estuvo estudiando toda la zona del Grupo Estelar, mientras Marión contestaba una llamada de su comunicador y entraba en su despacho—. Anahis, ¿qué sabemos de ese planeta?

—Sigma Trumzely 5, es un planeta de los grandes, y la mitad de la superficie, son mares. La zona terrestre está formada por un único continente y una decena de islas grandes. Está muy poblado, la mitad de los habitantes del Grupo Estelar, más de seis mil millones, están en ese planeta. Con el comienzo de la guerra, crearon un pequeño cuerpo de milicias, que junto con la policía pueden llegar a doscientos mil. En el 4 y en el 6 hay numerosas colonias, pero no disponen de defensas planetarias.

—¿Sabemos si han evacuado esas colonias?

— No, no lo sabemos.

—¡Bueno! Pues lo que ya sabemos es porqué han atacado por ahí, —razono Marisol pensativa—. Primero, hay mucho agua. Segundo, con una población de 6.000 millones, nuestro ejército, cuando llegue, no pobra maniobrar con libertad porque tendrán que proteger los núcleos urbanos. Todo esto, si aguantan hasta que lleguemos. Mientras tanto, aquí nos tienen copados y no podemos desplazar a todo el ejército hacia allí. Nos han cogido por las pelotas y bien.

—Acabo de hablar con el presidente, —dijo Marión saliendo de su despacho—. El gabinete de crisis está reunido por video enlace y he establecido un enlace directo con el Palacio Presidencial para que reciban datos en tiempo real. Cuando tengas un momento quiere hablar contigo en privado, pero me ha ordenado, y de manera muy clara, que te prohíba salir del Estado Mayor: no quiere que vayas a Trumzely Prime.

—¿Qué? ¡No me jodas Marión! ¡Una mierda! Os podéis ir los dos a tomar por el…

—¡Es una orden del presidente! —la interrumpió Marión gritándola mientras se plantaba ante ella muy seria—. Y te juro por lo más sagrado que la vas a acatar.

Todos miraron a las dos mujeres con mirada asustada mientras Hirell y Anahis se miraban entre ellos.

—¡Joder tía!, no puedo quedarme aquí…

—¡Si puedes! —la volvió a interrumpir, y pasándola un brazo por los hombros la llevó hasta su despacho y cerró la puerta.

Unos minutos después, por el comunicador, ordenó a Hirell que le pasara un video enlace con el presidente. Mientras tanto, uno de los oficiales del estado mayor, logró establecer una línea telemática de datos con Sigma Trumzely, por donde comenzaron a recibir telemetría y mensajes escritos, de los sistemas que aún no habían sido ocupados.

—¡Muy bien! —exclamó Anahis levantándose y tomando el mando de la situación como oficial de más rango en ese momento—. Hay que mantener esa línea a toda costa: es prioritario. Todo lo que se reciba hay que grabarlo automáticamente. Vamos a crear grupos de trabajo por áreas que desmenucen todo lo que se reciba. No podemos perder ni un solo dato, —y dirigiéndose a dos suboficiales de comunicaciones, les ordenó—: Vosotros dos, establecer una línea permanente con la almirante Loewen, y otra con el general Clinio, cuando parta con las tropas. Hay mucho que hacer, ¡a trabajar!

Marisol y Marión salieron del despacho, y la actividad era frenética. Anahis puso al corriente a Marión, mientras Marisol se sentaba en su puesto, cruzaba los brazos sobre la mesa y reposaba la cabeza en ellos. Después de varios minutos de silencio, Marisol se incorporó, y en las pantallas murales del centro de mando estuvo estudiando los datos que en ellas se reflejaban.

—¿En qué estado está el embarque de las tropas? —preguntó finalmente.

—El general Clinio acaba de partir con el 1.º Ejército. El 2.º le seguirá en un par de horas, y seis después, el 7.º con el general Ghalt, —respondió Hirell.

—Que con el grupo de Ghalt, parta también el resto de la flota de reserva, —ordeno Marisol—. Anahis, comunícame con Opx.

—El general Opx en la pantalla principal, —respondió Anahis unos segundos después.

—Opx, el gobierno federal está confiscando naves comerciales de transporte y pasaje para poder embarcar tropas, —le dijo—. Cuando empiecen a llegar, quiero que embarques al 3.º y 5.º Ejércitos y partas hacia Trumzely Prime. El grupo de batalla de la Tanatos, del capitán Camuxtil, ira contigo. Pulqueria se queda al mando de las fuerzas en Kalinao.

—¿Y tú que vas a hacer? —preguntó Opx.

—Sentarme en está puta silla: el presidente… y “mama gallina” me prohíben ir, —respondió Marisol mirando a Marión de reojo con el ceño fruncido.

—¡Por fin alguien juicioso en el cuartel general! —bromeó Opx.

¬—¡No seas capullo! No estoy para bromas.

—Lo digo en serio… aunque no lo parezca.

—Vamos a dejar el tema, —zanjó Marisol—. Te confío uno de los transportes de bombardeo equipados con sistemas ofensivos tácticos. Ahora daremos la orden, —hizo una señal a Marión.

—¿Crees que serán necesarios? —preguntó Opx.

—Tengo un mal presagio, nene, —respondió Marisol con ojos tristes—. Creo que habrá que hacer uso de los Delta, pero sé juicioso…, y ten cuidado.

—Muy bien…, mama gallina, —dijo Opx riendo.

Siete días después, la flota de Loewen llegó a Trumzely Prime y se encontró con que los bulban la dejaban el acceso directo a Sigma Trumzely. Por precaución, dividió la flota en dos, y mientras una parte seguía hacia el quinto planeta, la otra parte se mantenía a relativa distancia. En la órbita, los bulban mantenían una masiva presencia sobre el hemisferio norte, donde habían logrado abrir una ventana en las defensas planetarias, por donde entraban grandes cantidades de infantería, así como fragatas que operaba en la atmosfera. Cuatro horas por detrás, llegó Clinio con el 1.º Ejército, que efectúo un desembarco de combate en las inmediaciones de la capital y doce horas después Ghalt con el resto de las fuerzas. En total, y en menos de veinticuatro horas, después de siete días de viaje, el ejército federal había logrado desplegar a un millón y medio de soldados, más 200 naves de batalla a las ordenes de la almirante Loewen. Desde el primer momento, los tres jefes militares se dieron cuenta de que había resultado relativamente sencillo ocupar posiciones en el planeta, pero no podían hacer otra cosa, necesitaban desembarcar tropas para poder embarcar civiles y sacarlos de allí. Frente a ellos, y perfectamente asentados sobre el terreno, cinco millones de soldados bulban esperaban para iniciar el ataque.

—Esto es una encerrona, Loewen, —dijo Clinio mientras Ghalt asentía. Se habían reunido en la capital junto con los lideres políticos y el canciller del Grupo Estelar y después de una hora de debate, era la conclusión a la que había llegado— han hecho lo mismo que les hemos estado haciendo nosotros a ellos.

—Y ahí fuera, hay más de 2.000 fragatas, —afirmó Loewen—. Y su dispositivo sobre el hemisferio norte es más efectivo que el de Rudalas. Han aprendido y mucho. Solo podemos adoptar posiciones defensivas.

—Tu decides Loewen, pero creo que no deberías arriesgar naves grandes en operaciones en la atmosfera.

—Necesito fragatas y corbetas para contener a los bulban en la orbita, pero con sus fragatas operando en la atmosfera y apoyando a su infantería lo tenemos jodido.

—Lo prioritario es evacuar a la mayor cantidad de civiles posible, señor canciller, —dijo Clinio dirigiéndose al canciller que asintió con la cabeza—. Cualquier cosa que vuele, además de los transportes militares, lo emplearemos en ese cometido.

—Lo más cercano seria la Confederación Gerede, —apuntó el canciller—. Además, ellos con sus naves nos van a ayudar en la evacuación, ya estamos trabajando en ese sentido.

—En principio está bien, —intervino Ghalt— pero si el enemigo nos sobrepasa aquí, volverán a estar en peligro, porque el próximo movimiento lógico seria que atacaran Gerede, y entonces…

—Tendríamos un problema mayor.

—El primer destino tiene que ser Gerede, —la que hablaba era una representante en el Parlamento Federal—. Naves de todo el sector, y de los sectores circundantes, están convergiendo aquí para ayudar en la evacuación. Entonces, podremos llevarlos a otro lugar más seguro…

—Si, pero ¿adónde? —la interrumpió otro político.

—Ikoma Tome está casi en la frontera con el sector 24 y está muy poco poblado, —respondió la representante—. Pero hablemos claro, por sus palabras asumo que creen que tenemos pocas posibilidades de derrotar al enemigo, ¿me equivoco?

—No, no se equivoca señora representante, —respondió Clinio—. El ejército permanecerá aquí hasta que se complete la evacuación, seremos los últimos en salir…, si salimos.

—Entonces hay que evacuar también Gerede.

—Seria lo mejor.

—Entonces no perdamos el tiempo, hay mucho que hacer, —dijo la representante levantándose.

Varios días después, las cosas no podían ir peor en Sigma Trumzely, y las comunicaciones estaban cortadas a causa del bloqueo impuesto por los bulban. El dispositivo de defensa federal, a escasos kilómetros ya de la capital, donde se amontonaban millones de refugiados, se sustentaba en dos baluartes, dos zonas fortificadas al norte de la ciudad, uno defendido por Clinio, y el otro por Ghalt. Por el sur, el general Torres ralentizaba a duras penas el constante avance enemigo. La evacuación de los civiles iba a buen ritmo, pero solo se había logrado llegar a un tercio. En la orbita, la situación no iba mejor, y eso que los bulban no habían mandado a la batalla todas sus naves, un gran número de ellas se mantenían en la reserva. El desenlace final era inminente, los ejércitos federales estaban casi acorralados, la flota estaba al límite, y cientos de millones de civiles se amontonaban en los pocos núcleos urbanos libres, o en las montañas, de donde ya no podrían ser evacuados. Marisol, intranquila, paseaba por detrás de Anahis e Hirell como una fiera enjaulada, mientras Marión ayudaba intentando restablecer las comunicaciones. Interiormente se recriminaba el no estar allí, con los suyos, con sus camaradas, con sus amigos.

—¡Tenemos una línea de imagen! —gritó Marión— pero no es estable y hay muchas interferencias. —en la pantalla, apareció un coronel maradoniano, al que Marisol conocía de vista, estaba sucio, ensangrentado, y en medio de un escenario dantesco de fuego, humo y explosiones. La imagen se recibía con muchas interferencias.

—Mi señora, —dijo el coronel—. El general Clinio ha muerto, los escudos de su centro de mando, se desactivaron por la intensidad del bombardeo. Todo el frente norte ha caído y el general Ghalt combate en el interior de la capital que ya está cercada. Ha trasferido el mando al general Torres con la orden de replegarse y evacuar tropas hacia Gerede. Hemos tenido unas perdidas enormes: esto es una puta carnicería mi señora.

—Tranquilo coronel, comunique con Torres y confirme las ordenes, —dijo Marisol reponiéndose del terrible mazazo que la suponía la muerte de su amigo—. Que saque todas las tropas que pueda de allí. Exactamente, ¿cuál es la situación de Ghalt?

—El escudo general de la ciudad ha caído, y la mitad de los escudos locales están desactivados. El enemigo entra por múltiples puntos hacia el centro, y si no avanzan más rápido es porque tienen que estar apresando a los civiles. No tiene ninguna posibilidad de salir de allí.

—Entonces no espere más coronel, repliéguese con Torres.

—Los bulban operan sobre el terreno mucho mejor que antes, han aprendido mucho estos hijos de puta. Envío datos tácticos sobre ellos, y toda la información que tenemos. Confirme la recepción mi señora.

—Lo tenemos, —dijo Marisol después de que Marión levantara el pulgar—. Y ahora, salga de ahí: es una orden.

—Perdemos la comunicación, —dijo Hirell—. No tenemos audio, —la imagen se fue difuminando hasta que la pantalla se quedó en estática. En su sitio, Marión lloraba y se enjugaba las lágrimas con un pañuelo.

—Marión, —dijo Marisol acercándose a su sitio, abrazándola por detrás y besándola—. Pon a varios equipos a trabajar con los datos trasferidos, necesitamos esa información para enviársela a Opx.

—Ahora mismo.

—Hirell, ¿a cuánto está el grupo del general Opx?

—A setenta y cuatro horas, mi señora.

—Que se dirija directamente a la Confederación Gerede y asuma el mando de todas las fuerzas de tierra, —dijo a Hirell, y después, dirigiéndose a Anahis, añadió—. Necesitamos comunicar con Loewen, como sea.

Cuatro horas después, por fin se logró comunicar con Loewen.

—¿Cómo estás? —la preguntó Marisol viendo el terrible aspecto de su amiga: la cara ennegrecida, despeinada, su siempre pulcra guerrera sucia y descosida por donde se adivinaban algunas heridas, y una expresión de fatiga general impropia de ella. El puente de su buque insignia estaba destrozado, algunos puntos desprendían humo débil y marañas de cable colgaban del techo.

—¡Jodida! —respondió, y con una expresión de dolor, añadió—. Clinio y Ghalt han muerto.

—¿Lo has confirmado?

—Si, si, está confirmado, —respondió afirmando también con la cabeza—. Hace dos horas que nos hemos retirado, he perdido casi la mitad de la flota. Acompañamos a los últimos evacuados hacia Gerede.

—Ya he ordenado a Opx que se dirija hacia allí.

—Clinio consideraba que el próximo movimiento enemigo seria contra la Confederación Gerede, por eso, en una segunda fase, quería seguir la evacuación de los civiles hacia Ikoma Tome, en el límite con el Sector 24.

—Coordínate con Opx, él tiene ahora el mando del ejército, pero lo que hagáis, cuenta con mi total apoyo.

—Tenemos un grave problema Marisol, no somos capaces de hacer frente a su nueva táctica de flota, —dijo Loewen con aire desanimado—. Pero el cambio más radical ha sido en el ejército.

—Ya estamos trabajando con los datos que tenemos: encontraremos una solución, —dijo para animarla—. Aun así, Opx, lleva un bombardero con cohetes Delta, por si hay que tomar medidas más drásticas.

—Mucho me temo que habrá que utilizarlos.

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