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Preámbulos fiesta fin de año 2016

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Todavía no sé cómo explicar cómo me siento después de escribir mi primer relato (Matrimonio y su primer trio de forma inesperada) que ha sido un prólogo para poder entender este, que era en el que más pensaba yo. Decir GRACIAS es poco, aunque mi email ha sido literalmente bombardeado por muchos hombres que quieren tener un contacto con nosotros, algunos han entendido a la primera, que no buscamos lo que ellos quieren, pero hay otros que se vuelven pesados. También están lo que me aconsejan como estructurar el relato en su forma, para que sea más fácil hacerlo y pondré en práctica muchas cosas de las que me han recomendado, gracias. Ahora toca escribir el desarrollo de la fiesta de fin de año del 2016. Quiero que se sepa que los nombres son ficticios todos, menos los de Carlos, Rober y lo nuestros, lo de los demás como no tengo autorización los cambiare. Todo lo que narrare es siempre como lo vi y como lo sentí yo principalmente, luego he tenido la inestimable ayuda de Rober, de Carlos, de una pareja de las que asistió y sobre todo la más importante, la de Juan, mi marido.

Durante muchos meses estuvimos manteniendo encuentros con Carlos, que hizo que nuestra relación pasara de puro sexo a una relación también de amistad. Nos encontrábamos unas veces en Cuenca otras en Alicante y algunas veces en otros lugares. Pero siempre con un fin, pasarlo bien y para mi marido y para mí, descubrir más cosas de esta nueva etapa en nuestra vida. Carlos lo hacia todo muy fácil, simplemente por su manera de vivir y su planteamiento de vida que es contagiosa. En cada encuentro nos sorprendía con algo, con nuevas situaciones, no sabíamos por dónde nos saldría, era todo sorpresas y todas muy agradables, que en muchos casos nos causaron dudas o recelos, pero que acabaron siendo muy picantes y excitantes.

En nuestras largas conversaciones, salieron fantasías que habíamos tenido y él nos animaba a tenerlas, como la de participar con más personas. Lo veía tan seguro de lo que decía, de lo que nos contaba de las situaciones que había vivido, que a mí me tenía prácticamente convencida. Juan era más reticente, tenía muchas dudas y cuando se las expresaba a Carlos, este con total naturalidad se las rebatía, quedando Juan sin saber para dónde tirar. Pero Carlos siempre terminaba con una frase, “no hay prisa, cuando estés convencido, eso lo tenéis que hablar entre vosotros” y luego siempre cambiaba de conversación. No era el palizas típico, que atosiga y solo volvía a la conversación cuando le preguntábamos y para ser más exacta normalmente esa conversación la sacaba yo.

Este mes de agosto pasado coincidimos con Carlos 10 días. Como siempre 10 días de locura, tremendos. En uno de esos días en una de nuestras conversaciones, saque nuevamente el tema de estar con más gente y Carlos puso cara de no querer entrar en esa conversación, por lo que cambie de tercio, pero cuando estábamos degustando un sabroso arroz, les pedí que me escucharan una idea que se me había ocurrido, los dos me prestaron mucha atención, mi idea era hacer una fiesta para fin de año con más parejas. Los dos se quedaron callados y Juan le puso la pega de cómo íbamos a seleccionar a esas parejas, que no podía ser, porque poner un anuncio no era plan. La diferencia es que esta vez yo tenía pensado todo. La segunda parte de mi idea era la planificación, que consistía y así lo dije, que yo elegiría el sitio y Carlos se encargaría de seleccionar las parejas adecuadas.

La mirada de Carlos me apoyaba estaba claro y esperaba para ver por donde respiraba mi marido. Juan algo vacilante le pregunto a Carlos por mi idea y su contestación no me defraudo. Le había parecido bien mi idea y que el aceptaba el reto. Juan resignado pregunto que como seria y empezamos a ver cómo podía ser. Carlos necesitaba saber cuanto antes el lugar para poder saber a cuantas parejas se podía invitar. Juan salto de inmediato y pidió que tampoco fuéramos una multitud. Yo le tranquilicé y dije el sitio, un lugar en Galicia y la zona exacta no la diré. Mi marido salto otra vez, la familia iba allí todos los veranos, nuevamente le tuve que tranquilizar y le dije que no sería en la casa que sus padres y hermanos usaban. Le explique la casa que era y me dijo que eso había que avisar antes, que no… no le deje continuar y le dije que ya lo había hablado con la dueña, con la posibilidad de pasar allí el fin de año con más amigos, pero solo la posibilidad, Juan frunció el ceño, el precio era muy asequible y le dije a Carlos que en total había 12 habitaciones. Lo único que nosotros tendríamos que hacernos todo. Juan levanto los brazos, diciendo que se rendía.

Carlos nos dijo que era un buen numero, 10 parejas. Le pregunte qué porque 10 y no 11, nos dijo porque ya había pensado en un amigo suyo de confianza y que no nos diría más. Carlos nos fue preguntando sobre cómo nos gustarían las otras parejas, para saber bien como elegir. Tanto Juan como yo, además de lo típico de que sean agradables, que no estén mal, por lo menos pasables, pero lo más importante para nosotros, que por lo menos fueran personas con las que se pudieran conversar. Porque se suponía que no estaríamos todo el día dándole a la bandurria. Juan se levantó según el para ir al servicio, pero bien sabía yo que era para fumarse a escondidas un cigarro. Fue cuando Carlos me sorprendió, porque me pregunto qué me pasaba, que soltara lo que no me atreví a soltar. Me había pillado, no sé cómo, pero el tío lo intuyo.

Le conté que igual como le conocimos a él, había un chico muy joven que llevaba hablando con el mucho tiempo y que la verdad no me importaría que viniera también, aunque no sabía si era en realidad todo lo que decía ser. Después de muchas explicaciones me pregunto si por casualidad no se llamaba Rober, noté como me subieron los colores, otra vez me cogió por sorpresa, le dije si con la cabeza. Me dijo que le caía muy bien porque era bastante parecido a él, cuando tenía su edad. Que ya habían conversado y que se lo propondría. Que no me preocupara y que si no era como decía, que él se encargaría de despacharlo. Me vi muy lanzada y decidida en ese momento, esa fuerza que demostraba esperaba que llegado el momento no desapareciera.

En el mes de octubre Carlos ya tenía confirmada 10 parejas, contándonos a nosotros. Las otras dos habitaciones en una estarían el enigmático y misterioso amigo de Carlos, que la compartiría con Rober, que había dicho que, si después de que Carlos le dijera que no se preocupara por los gastos de la estancia, ya que Carlos decidió prorratearlo entre todos. Me lo contó a mí, pero no consulto a los demás, porque me dijo que en caso de que alguien pusiera algún problema, lo pagaría él.

Saber que ya el lugar ya estaba reservado, que las parejas ya habían confirmado la asistencia, me empezaron a entrar los nervios y eso que quedaban un poco más de dos meses. Le conté mis temores y mis nervios a Juan, que mirándome agobiado me dijo, que ahora teníamos que ir, que ya lo había liado todo, que ahora no podíamos dejar a Carlos tirado con todo, que no podíamos rilarnos, aunque luego no hiciéramos nada. Temple la situación para que se relajara y le comente que solo eran nervios. Ya fuera por el chat, por WhatsApp o por teléfono, no paraba de hablar con Carlos, siempre tenía una pregunta que hacer, alguna duda. Al final él se reía y me decía que tranquilidad, que no iba a hacer nada que no quisiera ni mi marido ni yo. Tenía tanta serenidad que me contagiaba dejándome aplacada y sin nervios. El día que una compañera de trabajo me dijo “ya estamos en diciembre, ya mismo tenemos las navidades encima” recuerdo que era jueves, me dio hasta vértigo, la respiración hasta me aumento, tanto se notó, que mi compañera me pregunto si me encontraba bien. Me saltare el resto de diciembre que fue muy convulso para mi mente y mi cuerpo y me iré al di del inicio de nuestro viaje.

Era el martes 27, salimos a las 9 de la mañana, no queríamos llegar muy tarde, ya que tardaríamos entre 7 y 8 horas, todo dependiendo de las paradas que lo mismo se nos iban a 9 o 10. Sabíamos que Carlos por trabajo estaba en Zamora y el tardaría sobre 4 horas en llegar. Que ya le di el teléfono de la persona que tenía que darle las llaves. El principio del viaje fue silencioso y oyendo música, hasta que nos dejamos de tonterías y hablamos de nuestros miedos o temores. Llegando a la conclusión y al compromiso, que no haríamos nada de forma forzada, ni tampoco insistiríamos al otro para hacer nada que no quisiera. Porque entendía que no por gustarle a mi marido una mujer, yo por narices tenía que irme con el marido si no me gustaba.

Todo muy clarito hasta que Juan empezó con su fantasía más recurrente. Quería un trio con otra mujer y yo estaba de acuerdo, era lo justo, pero lo malo es que quería verme liado con la otra mujer. Yo no estaba por la labor y le rebatía lo que él quería diciéndole que con Carlos no le había visto yo ninguna intención, él me decía que no era lo mismo y yo le decía que ya sabía lo que tocaba, si él quería yo también. Estuvo un rato murmurando y al final me dio la razón, le dije que además lo mismo si nos enrollábamos todos con todos, podía pasar cualquier cosa, porque Carlos nos había avisado que todas las mujeres que iban eran bisexuales y de los hombres varios. El camino se hizo tortuoso para mi cabeza. Estaba tranquila en parte porque ese día solo estaría Carlos. El miércoles llegarían a lo largo del día todas las parejas menos una que llegaría el viernes 30.

En el momento justo que tomamos la carretera que nos llevaría al lugar en pocos minutos, mi agitación fue anormal, menos mal que Juan me tranquilizo y me recordó la vez que fuimos a conocer a Carlos que me paso igual y luego no fue para tanto. Al llegar vimos un vehículo nuevecito de color azul brillante, muy buen coche que de eso entiendo porque me gustan. Apareció Carlos y nos saludó con la mano, fue verle con su sonrisa seductora que me tranquilice instantáneamente. Nada más bajarse Juan se quedó mirando el coche que era un suv, era de Carlos tenía menos de un mes, si el otro era bonito este bastante más. Pero muy grande muy aparatoso.

Estábamos Juan y yo, tan tranquilos, tan contentos saludando a Carlos y charlando con él, que cuando de pronto aparecieron dos hombres que se acercaron nosotros, Juan se quedó mudo, dándoles las manos de forma aturullada. Eran Rober el chico que yo tenía cierto interés, se veía más jovencito de lo que yo esperaba, pero con un señor cuerpazo, bien formado, no tan musculoso como Carlos, pero prometía, aunque se le veía un poco fuera de lugar. Conociendo a Juan sé, que Rober no le llamo la atención y luego en la habitación le conté quien era y porque estaba allí. El que si le llamo la atención fue Aníbal (nombre ficticio) era compañero y amigo de Carlos, de la misma edad amas o menos, fuerte y fibroso, cuerpo muy bien cuidado, era negro y hablaba perfectamente el español sin deje, ni acento. Supe que a Juan no le había hecho ninguna gracia, no es que sea racista, pero tenía sus pegas y con respecto a mis preferencias y fantasías nunca estuvo lo de hacérmelo con un negro. Descargamos nuestro coche y entramos en la casa que estaba con un buen calorcito. Esa situación alteraría lo que yo había venido pensando en el viaje, en una noche de sexo desenfrenado con Carlos y con Juan, pero por el careto de mi marido, sabía que esa noche ni con él a solas.

Habían traído unas pizzas que las hicimos cenando todo juntos. Los tres eran muy graciosos, nos reímos muchos y al final hasta Juan también se reía, pero no lo suficiente para cambiar su ánimo. La tertulia nocturna hizo que el tiempo se nos pasara volando y Juan dijo que nos íbamos a dormir. Al final nos levantamos todos y nos fuimos cada uno a su habitación. Una vez solos en nuestra habitación, juan me confirmo lo que yo ya sabía, no le había hecho mucha gracia la presencia de Aníbal y sobre lo de Rober me dijo que se lo tenía que haber contado antes. Se palpaba en el aire su aprensión o suspicacia por Aníbal, aunque me tuvo que reconocer que se veía que era entretenido, amable, educado y muy simpático. Dentro de la cama le hice arrumacos para ver si teníamos un poco de sexo, pero me dijo que no estaba en el mejor momento y me quede a dos velas. Se quedó dormido rápido y yo estuve un poco más de tempo despierta y conteniéndome para no ir a la habitación de Carlos. En algún momento de mis pensamientos sobre cómo serían las parejas que venían mañana me quede dormida.

Me desperté y ya había luz, estaba sola en la cama, Juan se había ido. Me vestí y me bajé. Estaban Juan y Rober hablando, el tema era sobre la universidad y lo que estudiaba. Como del lugar donde vivía. Salude con un beso a mi marido y con un, buenos días a Rober. Pregunte por Carlos y me dijeron que cuando se levantaron no estaba ninguno de los dos, refiriéndose a Aníbal también. Juan había visto la puerta de la habitación de Carlos y se fijó que la cama estaba hecha y no había señales de él. Rober que dormía con Aníbal conto que ni lo oyó levantarse. Pero que a las 8 de la mañana ya no estaba, porque se levantó al aseo y ya no lo vio. Nos quedamos extrañados todos, los coches estaban allí. Mientras yo desayunaba y me daba cuenta de cómo me miraba Rober, aunque disimuladamente, Juan que estaba de pie junto a la ventana dijo “INCREIBLE, ES INCREIBLE” espontáneamente Rober y yo fuimos hacia la ventana, viendo al fondo de la carretera a Carlos y Animal, que venían en pantalón corto y camiseta de manga corta los dos corriendo juntos, no estando el clima para ir así. Con lo tarde que nos habíamos acostado y ahí venían ellos corriendo y se veía como venían charlando.

Nada más verlos entrar me palpito todo y que cada uno entienda lo que quiera. Vaya dos cuerpazos, como se notaban sus músculos y sobre todo como se les notaban sus paquetes. Antes de irse a cambiar, se prepararon un potingue de distintas verduras crudas licuadas, solo el color de lo que salió era vomitivo, pues cada uno se bebió más de medio litro y sin respirar. Eso sí, mientras lo prepararon no me canse de mirar sus culos, que, aunque el de Carlos lo conocía ya bien, me seguía encantando como se le marcaba y el del negrito también. Al bajar de cambiarse, Carlos nos contó que 3 parejas no vendrían por diversos problemas de última hora. De las 6 parejas que quedaban por venir no se sabía nada, en teoría estarían aquí ese día. Y fueron llegando a lo largo del día y describiré el orden de llegada y mis primeras impresiones. Aunque iba a cambiar los nombres, a Rober se le ha ocurrido la idea de que use los nombres verdaderos de las parejas, pero rebautizando a cada uno, lo que quiere decir que los nombres son los verdaderos pero asignados a otras personas.

1ª pareja, Marta (45) bajita, rubia, pelo corto, poco pecho, pero bien proporcionada, ojos claros, la vi avispada. Ramiro (46) estatura normal, delgado, atractivo, pero con una nariz desproporcionada. Los dos fueron muy efusivos en sus saludos a Carlos, sobre todo ella. 2ª pareja, Carmen (40) de mi altura, pecho abundante, caderas prominentes, melenita color caoba y la vi simpática. Miguel (44) un poco más baja que ella, pero bien cuidado físicamente, moreno y ojos penetrantes, se intuía que era un hombre decidido, en el saludo paso igual que con los otros. 3ª pareja, Alicia (40) también de mi altura, rellenita, mucho pecho, melenita rubia, muy risueña y agradable. Toño (40) alto, tripita cervecera, campechano en el trato y nos saludaron a todos como si ya nos conociéramos. 4ª pareja, Teresa (49) de mi altura, melena castaña, pecho que se intuía operado por cómo se sostenía y por su tamaño, los labios también operados, delgada y con buen porte, de entrada, un poco seria. Imanol (53) más bien gordito, con poco atractivo, muy callado y en segundo plano conforme a su mujer. 5ª pareja, Bea (49) melena entre pelirroja y castaña, le quedaba muy bien. Un poco más baja que yo, pero poco. Pecho normal, algún kilito de más, pero que le sentaban bien y se la veía muy decidida. Agradable. Raúl (50) Más alto que yo, físicamente aceptable y en una cosa se parecía a Imanol, por su expresión corporal es como si se preguntaran que hacían ahí. 6ª y ultima pareja. Isabel (40) estatura normal y de pecho más de lo normal, pero por la ropa no podría decir con exactitud. La vi muy tímida, cortada, pero se la veía agradable. Pero no aparentaba esa de edad bajo ningún aspecto, parecía una cría, sus rasgos eran muy juveniles. Nico (51) un armario empotrado, tanto por su altura como por su musculatura, tenía pinta de bruto, su saludo fue intenso, como él. Cuando me entere que era médico me choco, no me lo esperaba. Iba rapado al cero.

Ya estábamos todos, los últimos llegaron a las 8 de la tarde. Cada uno había tomado posesión de sus habitaciones y en la cocina, todos nos afanábamos por preparar la cena. En la cocina me di cuenta de que Teresa no era tan seria, le pasaba como a todas, según pasaba el tiempo nos íbamos soltando más. Exceptuando a Isabel que se la seguía viendo completamente tímida, lo llegaron a comentar algunas de las que estaban allí, que todas tenían más experiencia que yo en estos menesteres, ya habían hecho intercambios y de todo, decían que les daba que no quería estar ahí, que lo mismo venia forzada por complacer a el marido y tenía toda la pinta de ser así.

Después de la cena y no sé porque, alguno salió a fumar. Al final estábamos las mujeres en un lado y los hombres en otra. Me di cuenta y es verdad, que las mujeres somos más peligrosas que los hombres. La tertulia derivo rápido al sexo. Una pregunto si alguien conocía al negrito, Isabel dijo que ella y la miramos con sorpresa, le preguntaron que como estaba de dotado y ella con su timidez nos dijo que solo lo conocía de un par de veces que habían coincidido con Carlos por temas de trabajo, ya que su marido le compra a Carlos cosas de su empresa. Siguiendo con la misma conversación, se enteraron de que yo nada más había tenido relaciones con Carlos y Marta fue muy directa preguntándome si no había tenido relaciones tampoco con mujeres, ante mi negativa, Marta y otras, como lobas, dijeron que eso había que solucionarlo, que ese sería el nuevo reto para acabar el año y muchas más cosas, que me dejaron cortada y bastante nerviosa, como seguro reflejaría mi cara. Se había quedado que, por motivos del viaje, por el cansancio, a partir del jueves cada cual que hiciera lo que pudiera, lo que quisiera o lo que le dejaran. Yo por mi ya hubiera empezado y seguro que más de una de las mujeres también.

Otra cosa que me empezaba a dejar anonadada e imagino que el alcohol tenía bastante que ver, eran las intimidades que contaban sobre sus maridos, desde el tamaño a la duración. En algunos casos mala propaganda hacían a sus maridos, pero era cosas de ellas. Por la mañana cuando nos levantamos todos, como el día anterior Carlos y Aníbal no estaban. Todos dijeron de ir a dar un paseo por los alrededores. Juan y yo no podíamos porque la dueña, que era amiga nuestra, había quedado en pasarse por la mañana para vernos, por lo que teníamos que quedarnos y también lo hizo Isabel que dijo que hoy no le apetecía. Cuando se iban a marchar llegaron Carlos y Aníbal, que después de hablar con ellos pasaron como el día anterior a la cocina. Después de tomarse esa cosa verde se fueron a duchar y a cambiar. Llegando nuestra amiga. Isabel estuvo un rato con nosotros hasta que se disculpó y se fue. Mi marido en mitad de la conversación le dijo a nuestra amiga que le habíamos traído un regalo y me dijo que subiera por él.

Oía unos ruidos muy peculiares y muy característicos de que había alguien follando, fui con cuidado para no llamar la atención y venia de la habitación de Carlos, la puerta no estaba cerrada del todo, estaba abierta lo suficiente para poder mirar, como hecho a posta. Me quede perpleja ahí estaba la tímida Isabel, totalmente desnuda y de rodillas, estaba muy bien y su pecho, aunque algo caído era voluminoso y atractivo. Su carita de nena tímida se había transformado a una cara de zorra, se estaba comiendo los rabos de Carlos y de Aníbal. El de Carlos ya sabía de sobra como era, pero el de Aníbal era un pedazo de rabo también descomunal y muy hermoso. Se las iba alternando y Aníbal se me quedo mirando y me saco su prodigiosa lengua y digo esto porque era exageradamente grande y yo creía que la de Carlos no se podía superar. Me puse chorreando, si seguía así empaparía todo. Aníbal hizo una seña a Carlos que me miro también y me lanzo un beso.

No me pude quedar más y fui por el regalo y bajé. Juan me pregunto porque tarde tanto y le dije lo primero que se me ocurrió, que algo me había sentado mal y vomité un poco. Estaba con mis pensamientos en lo que había visto y con ganas de seguir viendo. Me pase todo el día caliente y mojada, necesitaba desquitarme y esperaba encontrarme con Carlos en cualquier esquina para hacer algo. Durante la tarde y la noche, me fui fijando que había parejas que se pegaron mucho a otras, pero como Juan estaba indeciso nos quedamos descabalados y eso que Carmen y miguel, se acercaron mucho a nosotros, pero se dieron cuenta de que Juan estaba distante. Después de cenar, las parejas se sentaron próximas a otras y nosotros nos quedamos descolgados, aunque Carlos se arrimó con nosotros, pero veía que esa noche ni con Carlos tampoco, algo que a mi calentura no le sentaba nada bien.

Me conozco muy bien, en la bebida mi limite son dos cubatas y poco más, si a eso le añadimos el vino de la cena, ya estaba bien servida, no debía de beber más, estaba en mi punto “hot” que quería decir que estaba abierta a sugerencias. Las demás mujeres se las notaban que estaban en un ambiente, en una situación y conocidas de sobra por ellas, no se las notaba ni incomodas ni cortadas, todo lo contrario, a excepción de Isabel que seguía con su “timidez” pero después de lo que vi, fingía muy bien. Carlos se levantó y fue a la planta de arriba, estuve a punto de ir detrás, pero no quería forzar el ambiente con Juan. Bajo y vimos que traía algo entre sus inmensas manos. Era una bolsa con un equipo de música mini, pero con un sonido que era fuera de serie. Puso música de salsa, que nos hizo vibrar a todos. Costaba oír lo que hablábamos por el volumen de la música, las parejas poco a poco se fueron “perdiendo” a la planta de arriba, quedando al final Juan, Rober, Aníbal y yo. Estaba loca por bailar, pero no me atrevía por Juan y menos con los otros dos ahí mirando. Esa noche todas las mujeres se habían vestido para romper cuellos a su paso y como os imaginareis yo tampoco me quede atrás. Me había puesto un vestido bien corto y escotado, con un tanga de dimensiones minúsculas y sin sujetador. Donde por cierto ya se me empezaban a marcar algo mis pezones, pero sin llamar la atención.

Carlos me saco a bailar y Juan no puso mala cara, ya habíamos bailado salsa otras veces. Los roces, los apretones de Carlos, provocaban en mi más calentura y había que sumar la que se me ponía, sabiendo que los demás podían verme todo por el baile, eso de exhibirme como que me ponía cachonda una barbaridad y cuando les miraba notaba su deseo por tenerme, como le pasaba también a Juan. Me daba la sensación de que en breve chorrearía por los muslos, nunca había estado de esa manera. Al finalizar una de las canciones, Carlos me beso fogosamente y paramos de bailar, ese beso fue el remate. Quisiera Juan o no quisiera Juan, esa noche me tiraría a Carlos de él dependía participar o no.

Le pedí algo fresco a Juan, que se levantó a donde estaba la bebida y el hielo. Fui tras él, para decirle de irnos con Carlos, Juan estaba de espaldas poniendo el hielo y de forma imprevista cuando él se giró para darme el vaso, Aníbal me por detrás me había agarrado de mi cintura y ante la mirada estupefacta de Juan me susurro al oído de ir a bailar con él. Me acerqué más a mi marido le di un beso corto en los labios y le dije que iba a bailar. Mientras Carlos se acercó a mi marido y estuvieron hablando, pero sin que Juan quitara la vista de nosotros. Aníbal hacia como Carlos me rozaba, me apretaba y me iba diciendo cosas a mi oído, palabras agradables, palabras bonitas, hasta que empezó a subir el tono de lo que me decía. Cuando me dijo que se le había puesto su verga más dura cuando me vio mirando, que le hubiera gustado más que hubiera sido yo, que tenía cara de mamarla muy bien, que tenía mirada de zorra. En vez de darme la vuelta y darle un bofetón, me echaba mi cabeza para atrás para notar su respiración y provocando lo que hizo, darme un buen chupón en mi cuello.

En mi cabeza pasaban las imágenes de Isabel comiéndose esos dos rabos y el tenerlos ahí tan cerca, hacían que mis bajos instintos estuvieran a flor de piel. No sé el número de canciones que bailamos, pero fueron muchas. Pare de bailar, los peones me dolían de lo excitados que estaban, ahora sí que se me notaban, no había lugar a dudas de cómo me encontraba. Me acerque a Juan y me lo lleve a donde estaba la bebida, le explique cómo me encontraba y el me explico que estaba jodido, que no estaba saliendo todo como el esperaba, que estaba de bajón, fui a decirle que me dejara por lo menos estar con Carlos y se me adelanto, me dijo que por él no había inconveniente de que estuviera con Carlos, me extraño lo de que estuviera y le dije que sería estuviéramos, Juan me dijo que él no estaba para fiestas, que me fuera a la habitación de Carlos, pero recalco solo con Carlos y me hizo prometérselo.

Carlos se puso a bailar conmigo y le conté lo que me había dicho Juan. No le sorprendió nada de lo que le dije, su cara no cambio y si su sonrisa, que me daba la sensación de que pasaba algo. Ahora me metía mano descaradamente, no era como antes que fue discreto, lo hacía abiertamente, como abrazarme por detrás y cogerme por mi culo, sabiendo que me lo estarían viendo los demás. No sabía a qué jugaba, pero me gustaba. Juan estaba en un sillón grande, Carlos y Aníbal llevaban toda la noche en otro grande y Rober en uno para una sola persona. Terminamos de bailar y regresamos a nuestros sitios, pero como Carlos me llevaba cogida por la cintura, me hizo sentar con él, quedando en medio de él y de Aníbal, nos cogió a todos de sorpresa menos a Carlos. Quise mirar a Juan y Carlos me beso, al hacerlo quedaba mirando para el lado contrario a donde estaba Juan. Carlos metió su mano ente mis piernas, sentí como subía entre mis muslos, hasta llegar a mi chocho, con la habilidad que le caracteriza, aparto mi empapado tanga y al notar el roce de su dedo se me escapo un gemido clamoroso. En ese momento ya me daba igual todo, lo único que quería era que me follaran y solo eso.

Oír a Carlos decir mientras levanta mi vestido, mira Aníbal, mira que coñito tan jugoso tenemos aquí. Me hizo retorcerme de gusto. Alargo su brazo y note las dos manos en mi coño, que dedos más hábiles tenían los dos. Luego bajaron la parte de arriba de mi vestido, quedando mis hinchados pechos al aire, Aníbal le dijo a Carlos, tenías razón tiene dos tetas preciosas y seguidamente cada uno empezó a comerme una. Que bien lo hacían, que suaves y que bruscos, estaban muy sincronizados los dos. Pararon unos segundos, porque cogiéndome y moviéndome como si fuera una pluma me desnudaron. Animal siguió chupándome el pezón, su lengua lo recorría en círculos y sus gordos labios lo succionaban como si fueran una ventosa. Carlos hacia lo mismo con mi cuello y mi oreja, hasta que me dijo al oído, que me exhibiera para mis dos admiradores. Puse atención y vi al joven Rubén con su rabo en la mano, no era tan grande como el de los dos sementales que tenía a mis lados, pero sí muy grueso y más largo que el de mi marido. Me excito y me encanto verle así y cuando mire hacia donde estaba mi marido, no pude ser más estimulante, ahí estaba Juan con su rabo en la mano y cuando nuestras miradas se cruzaron note mucha pasión.

Ver a mi marido así además de tranquilizarme, me puso más cachonda, me estaba sintiendo desconocida, más lanzada, hasta el extremo de decir a mi marido, cariño, ¿has visto el rabo que tiene, mi negrito? Mi mano no puede agarrarlo todo, ¿crees que me entrara en mi chochito? Me dio gusto decirle eso a mi marido, pero más gusto me dio oír como él me decía, con lo puta que tú eres te entrara seguro. Ven amor acércate, que quiero que lo veas mejor y Juan se acercó, sentándose sobre la mesa baja y estando a menos de 1 metro de nosotros. Me agaché un poco y ante las narices de Juan empecé a saborear el rabo de Aníbal y Carlos se había agachado a comer mi chocho. Aníbal le decía a mi marido lo bien que se la chupaba y también le decía que era muy caliente, que me iban a ollar con tantas ganas y con tanta rabia, que iban a dejar a la puta de su mujer sin poder sentarse. Todo eso lo único que provocaba en mi era una calentura anormal y que Carlos lograra provocarme el primer gran orgasmo de la noche.

Los dos se levantaron y me querían follar ya, los dos a la vez y yo encantada de la vida. Aníbal se sentó en el sillón, por lo que entendí que sería el que me follaría por el chocho y Carlos el culo como a él le gustaba, pero cuando me fui a sentar encima de Aníbal, mirando su cara de salido, Carlos me dijo que así no, que lo hiciera dando la espalda a Aníbal, para que el me pudiera ver mi cara de zorra, pero sobre todo para que me viera bien mi marido. Me di la vuelta y Aníbal tenia agarro su rabo para que yo me pudiera sentar sobre él, sería el que me enculara y fue una penetración colosal, vi cómo me miraban los demás y como según los miraba yo, más cachonda me ponía y mejor entraba su rabo. Nada más notarlo dentro Carlos no se esperó y levantando un poco mis piernas me penetro mi chocho de una sola vez.

La compenetración de ellos era perfecta, mejor que cuando lo hacíamos Carlos, Juan y yo, estos eran especialistas. Ver a Carlos así, me ponía a lo máximo, me encantaba ese cuerpo y sobre todos esos hombros, me garre a sus hombros, no podía aguantarme, clave mis uñas y mirando a mi marido tuve lo que nunca, varios orgasmos juntos. Que gozada. Pero ellos dos seguían follándome de forma enérgica, con mucho ímpetu. Que aguante que tenían eran inhumanos. Mi respiración, aunque trataba de que fuera normal, empezó a hinchar mi pecho, otra vez me venía como una oleada, Juan la verme así se acercó, agarre su cabeza y lo atraje hacia mí, para que nos besáramos y que sintiera mi nuevo orgasmo besándonos. Lo que me enardeció al límite, fue el sentir de la manera tan fiera como la que demostraron al correrse, sus arremetidas fueron descomunales, hasta sentir como si me abrieran completamente y volviendo a provocarme varios orgasmos seguidos. No supe el número de orgasmos que tuve en ese tiempo.

Me ayudaron a levantarme y me costaba mantenerme de pie, no me quería sentar en ningún sitio porque por abajo parecía una fuente. Me di cuenta de la gran erección de mi marido, parecía que su rabo era mayor que otras veces, me agaché y le hice una mamada y no me aguanto mucho, sentí su corrida en mi boca al momento de empezar. Corriéndose más abundantemente que otras veces. Agarré mi vestido y mi tanga, les dije que ahora bajaba, me quería asear un poco para no manchar al sentarme. Al llegar a la planta de arriba, se oía un concierto de gemidos por todas partes. Estaba en el aseo de mi habitación, sentada en el bidet lavándome, empecé a pensar sobre lo que acababa de suceder y no me lo creía, aunque estaba tranquila ya que mi marido se lo había pasado bien. Lo curioso es que otra mujer estaría rendida, deshecha, pero yo estaba necesitada de mas, bajaría rápido para seguir con mi noche especial. Oí abrirse la puerta de la habitación, creía que era Juan y le dije que estaba en el baño.

La puerta del aseo que estaba entornada se abrió del todo y me quede confundida, pero a la vez embobada al ver desnudo al Rober. Me había olvidado de él, tenía una erección descomunal y si me llamo la atención el grosor de su rabo, que tampoco estaba nada mal de longitud, lo que me dejo “ojiplatica”, fue el tamaño de sus testículos, parecían los de un toro y al moverse el, el movimiento que hacían era morboso. Le hice una pregunta de lo más tonta que salió sin saber porque lo hice, le pregunté qué hacía aquí. Yo creo que lo dije porque en mi subconsciente sabia, que no podía mantener relaciones con nadie si no estaba Juan, salvo que él lo supiera antes, así lo habíamos acordado desde que conocimos a Carlos. Rober me respondió de una manera que no le pegaba con esa cara de buen crio que tenía, esa cara dulce. Pues que voy a hacer aquí, vengo a follarte, que me tienes cachondo toda la noche.

El chaval se acercó hasta donde yo estaba y deje de lavarme, para coger con mis dos manos semejante rabo y darle lo que venía buscando. Que gusto me dio tocar esos testículos inmensos que tenía, le pregunte si se había corrido ya o todavía esta llenito. El acariciando mi cabeza me dijo que se había estado reservando y aguantándose para dármelo todo a mí, que era más puta de lo que se había imaginado y dejo de hablar cuando me metí su capullo en mi boca. Ni gimió ni nada parecido, empezó a resollar de una manera sonora. Lo que hacía que me pusiera más cachonda. Pero más que chupar quería saber cómo se sentía ese rabo tan gordo dentro de mi chocho. Hice que se sentara en la taza del wáter y me puse sobre el muy decidida, me coloque ese rabo entre las piernas y me fui sentando sobre él. Resultaba increíble me acaba de follar un buen rabo, o como dirían algunas de las que estaban allí un buen pollón y ahora me estaba costando meterme el rabo de ese chico.

Como me abría, como me rozaba por dentro, era inimaginable, que delicia, me estaba costando y él quiso moverse, le pedí que de momento se quedase quieto y me dejase hacer a mí. Tarde pero ya tenía todo el rabo dentro. Me fui moviendo de menos a más y ya el entendió sin necesidad de que le dijese nada que se podía mover, me estaba dando una follada increíble pero lo mejor era echar mi mano atrás y tocar esos testículos o cojones como me apetece decir, tuve otro nuevo orgasmo y muy convulso. Ahora el tomo la iniciativa me hizo levantar y me dijo que me iba a dar lo mío. Me hizo apoyarme sobre la cisterna del wáter y sin preámbulos empezó a encularme, era una locura, pero una locura deliciosa, como notaba su entrada, fue bastante rápida en tener todo su rabo dentro, pero la locura total llego cuando empezó a arremeter contra mi culo y notar el golpeteo que hacían sus cojones contra mi chocho, eso hizo que no me hiciera falta ni tocarme yo ni que nadie me tocara, me estaba provocando una excitación inusitada. Por un reflejo en la ventana vi a Juan mirando, ahora no estaba para plantearme si se enfadaría o no, estaba a lo que estaba y pase de todo lo demás. Cuando me dio unas arremetidas que parecía que no se despegaba de mi culo, supe que me iba a llenar con su corrida y nada más notar que se corría en mi culo, empecé yo a tener otro exquisito orgasmo.

Rober bajo antes que yo y al ratito lo hice yo. Me acerque a Juan para pedirle perdón, pero que me entendiera que no me había podido aguantar, el debió de ver mis intenciones y me dio un beso diciéndome que no dijera nada que lo entendía. Para compensarle le dije que como me apetecía follar si quería nos subíamos los dos solos, él se echó a reír y me dijo que como era posible que quisiera más, que estaba fuera de sí y con la misma risa me dijo que él ya estaba “fuera de servicio” que ni de chico se había pajeado tanto. Que, aunque quisiera no daba para más. Aunque en mi fuero interno yo quería más, le dije que daba igual que nos subiéramos y mañana ya se vería. Y ahí fue cuando una vez más me sorprendió diciéndome, pero esos tres todavía tienen mucha mecha y pueden darte lo que quieres. Iba a decir algo cuando Juan me beso dulcemente y me dijo, aprovecha, luego se dirigió a los otros 3 y les dijo buenas noches, cuidarla y eso sí, darle toda la tralla que necesite y se fue.

Ellos 3 estaban ahora mirándome, estaban desnudos y la única vestida ahora era yo, que llevaba una camiseta de rugby como única prenda. Les mire y de manera irreconocible les dije, bueno a que esperáis, nadie se quiere follar a esta putita y me fui escaleras arriba, ellos vinieron detrás y me metí en la habitación de Carlos, donde me quite la camiseta y me tire sobre la cama. Le pregunte a Carlos porque el de tener todos los demás las puertas abiertas y me dijo que era para que quien quisiera poder pasar, para que supieran que estaban invitados. Pensé que cosas y nos pusimos a lo nuestro. Me estuvieron follando sin darme ningún respiro, me hacían doble penetración y el tercero me la enchufaba por la boca, así estuvieron intercambiándose, me dolían las ingles y la mandíbula, pero me daba igual, porque me estaba dando un atracón que más de una lo quisiera. En una de esas vi que en la habitación estaba Carmen mirando, no sé si los demás se dieron cuenta, pero me enardeció hasta cuotas increíbles, estaba desnuda, como dirían esto con dos buenísimas tetas y se estaba masturbando mirándome y como me miraba, me hizo sentir cosas extrañas, pero dejé de mirar porque nuevamente me llegaron varios orgasmos, cuando volví a mirar ya no estaba.

Que aguante tenían los cabrones, era insólito, hasta el extremo de decirles que ya no podía más, que estaba destrozada, que lo teníamos que dejar ahí, ya no tenía más fuerzas, pero si me quedaban fuerzas para una cosa que me apetecía mucho, era tragarme sus corridas. El primero en correrse en mi boca fue Rober, que no estuvo mal. El siguiente mi negrito que tampoco estuvo nada mal y para lo último me deje a Carlos, que ya sabía lo que pasaría, no me defraudo tuvo una esplendorosa corrida más que los otros dos juntos, era un enigma como podía echar tanta cantidad. Para que nadie tuviera tentaciones, para poder descansar y porque siempre he dormido con mi marido, así completamente desnuda me fui para mi habitación. Al llegar a la habitación me fui directa a la cama, ya me bañaría mañana, no tenía fuerzas. Juan estaba despierto y me pregunto que como había ido todo, le dije que me habían derrotado, que eran inagotables, me dio un beso y me dijo que estaba toda pringosa, que mi boca sabia rara. Quise ver como respondía y con voz incitadora le dije, acabo de ordeñar con mi boca a esos tres machos, a que quieres que sepa. No dijo nada más y nos dimos un extraordinario beso, lo que estaba cambiando mi marido. Nos dormimos bien abrazados.

A las 11 de la mañana me despertó Juan, ya que habíamos quedado para ir todos a ver los alrededores, yo como los conocía me quería quedar descansando, pero al final Juan me hizo levantar. Me costó tanto levantarme, estaba tan dolorida, con agujetas por todos los sitios, que le dije a Juan que me habían dejado bien servida para una temporada. Él se fue y me fui al aseo, me hubiera gustado más un baño relajante pero no había tiempo, tendría que ser una ducha. Mientras lo hacía con agua calentita, me acordaba de la noche anterior y no sé cómo, pero me estaba masturbando y dándome un placer divino. Cuando llegue a desayunar, había comentarios y risas para todos los gustos. Estábamos solo las mujeres. El comentario en ese momento era el mismo, la energía de Aníbal y de Carlos, que bien temprano se habían ido a correr. Marta dijo que eso era porque ayer noche no gastaron energías y de forma irónica, Carmen mirándome a mi les dijo, ya os digo que si es por eso estaban equivocadas, porque se ejercitaron bien por la noche, preguntando varias que con quien, y ella dijo que se decía el pecado, pero no el pecador, llegando todas a pensar que había sido con ella. Yo me tomaba mi café sin decir nada y temiéndome que se me notara, aunque luego pensé que más daba que se me notara. Cosas de principiante. Yo ese día me quería reservar descansando ya que al día siguiente era el día 31 y suponía que sería una noche muy larga y jaleosa.

Durante el paseo empezamos todos más o menos juntos, según caminábamos se fueron haciendo grupitos. Me di cuenta como Carmen hasta que no lo consiguió no paro, quedando emparejada conmigo y hablando de los sitios por dónde íbamos, yo le explicaba todo. Tonta no soy y me daba cuenta de que todo le daba igual y al final cambio la conversación, sacando lo de la noche anterior. Intente en un principio esquivar la conversación, pero la curiosidad me pudo. Me preguntaba por Aníbal y por Rober, porque a Carlos lo conocía de sobra. La conversación hacia que rememorar parte de lo de anoche, me pusiera algo caliente. Tenía la sensación de que quería saber algo más, esa era mi intuición. Que se vio confirmada cuando me soltó a bocajarro, que lo que más le gusto de lo que vio, fue verme a mí, que tenía muy buen cuerpo, una cara muy dulce y unos pechos muy bonitos. Me estaba tratando de camelar una tía y lo peor es que me estaba poniendo cachonda, pensar que le gustaba. Siguió diciéndome que era una imagen muy preciosa ver cómo me movía y que tenía un culito para azotarlo, para luego besarlo. Que ya más descarada, pero que descaro tan morboso. Quise provocarla y no me costaría, porque era decir la verdad. Le dije que ella sí que tenía buen cuerpo, porque yo creía que estaba mejor que yo y en vez de usar la palabra pechos hice lo que me decían estos sobre los míos, que decían todo el tiempo tetas.

Ella me decía que no era para tanto y quise provocarla aún más. Diciéndole, que tenía unas tetas que a cualquiera le volverían loco o loca. Y más con esos pezones tan oscuros. Me estaba divirtiendo con ella, provocándola, quería que se pusiera cachonda y lo conseguí, pero detectar eso en su cara y su mirada hicieron que en contra de mi voluntad mi chocho se pusiera bien mojado. El tiro me salió por la culata. Comimos en un restaurante típico, que Juan había reservado con antelación. Durante la comida Carmen se sentó a mi lado. En varias ocasiones sentí su piel contra la mía, ya que llevábamos faldas. Me estaba sintiendo extraña, siempre me gusta que los hombres me miren, se fijen en mí, resumiendo que se exciten. Pero nunca me lo plantee de una mujer y me estaba excitando saber que ella se ponía cachondilla. Necesitaba ir al servicio, pero no me atrevía air yo sola, se levantó Teresa que esta frente a nosotras y aproveche para ir yo también y como no Carmen también se apuntó. Pude torear la situación y esquivar el peligro, porque me hubiera sabido mal cortarle cualquier situación de acercamiento, hubiera resultado violento para mí.

La tarde sigue de la misma manera y ya a última hora de la tarde nos fuimos para la casa. Habíamos acordado cenar sándwiches para no liarnos mucho en la cena y todos estuvimos conformes. De golpe durante la cena y sin esperármelo, la conversación fue de carácter sexual y bien subida de tono. Hablaban de jugar a una serie de juegos, que yo no sabía de qué iban, aunque vi claramente que el resto si lo sabía, aunque creo que ademad de Juan y yo, el que tampoco estaba muy ducho en el tema era Rober. Mientras acabábamos de cenar, yo trataba de mirar a Juan y tratar de saber que pensaba. Pero por mucho que lo mire no supe que estaría pensando. Nosotros no interveníamos en la conversación, nos limitamos a espera lo que decidían, porque no se ponían de acuerdo. Carlos se puso de pie, pidió silencio y dijo que él iba a proponer un juego, todos guardamos silencio y esperamos a que hablara. Dijo, todos los juegos que habéis propuesto están muy bien, pero habría que haber preparado las codas por la tarde, ahora propongo un juego más sencillo y que yo sé que habéis jugado a el de jóvenes de una manera y de adultos de otra. Me refiero al juego de las sillas. Algunos aplaudieron. Carmen me explico en qué consistía y era verdad que de cría había jugado, la diferencia es que en este nadie quedaba eliminado, simplemente perdía una prenda, ya que los hombres estaban desnudos. Por fin se habían puesto de acuerdo, hasta que Nico pidió hablar diciendo que veía una pega importante. Éramos 7 mujeres y 10 hombres, preguntando quienes serían los 3 hombres que se quedarían fuera.

Carlos le respondió que mientras las mujeres se preparaban, los hombres hablaríamos de cómo hacerlo. Yo miraba a mi marido, porque ninguno había dicho que sí y nos pilló desprevenidos. Juan me hizo un gesto con la cabeza y se fue hacia la cocina, yo fui detrás. Carlos empezó a llamar a los hombres, por lo que tuvimos que decidir rápido. Juan me pregunto si yo quería y le dije que no estaría mal, que, por mí, lo podíamos intentar que tiempo de echarse para atrás teníamos. Juan me dijo que lo que le daba rabia era no poder verme en todo momento, porque yo sabía cómo le excitaba a él. Ante la indecisión y pensando en la noche de mañana, que sería un desfase, le dije que, si no lo tenía claro, nos retirásemos. Juan muy rápido me dijo que no, que jugáramos que no desentonáramos. Se volvió con los hombres al salón, se oía como movían muebles. En la planta de arriba me encontré hablando a Marta, Carmen e Isabel, me acerque a ella y les pregunte que como era mejor vestirse, Carmen me miro de arriba abajo y luego me dijo, mira si lo quieres pasar en grande, una blusa o una camiseta, una falda corta y sin ropa interior, contra más facilidades, mejor lo pasaras, mientras lo decía las otras dos asentían con la cabeza.

No me había cambiado y ya salían algunas preparadas e iban como dijo Carmen, porque se les notaban a todos los pezones y bien cortitas iban. En mi habitación me desnude muy rápida y me puse a mirar que ponerme, me perfume un poco, me puse una camiseta blanca y una falda normal, ancha. Pero para hacerla ms corta y no ser menos que las demás, doble la cintura y me mire al espejo, si me agachaba lo más mínimo, se me vería todo. Antes de bajar orine y me lave el chochito en el bidet, oí que entraba alguien y era Juan, que me preguntaba si me faltaba mucho. Cuando me vio se quedó con la boca abierta. Me dijo que se me veía muy cachonda. Se acercó y metió su mano debajo de mi falda y solo me dijo, ya veo que te has adaptado. Solo imaginando lo que pasaría esa noche estaba más que cachonda. Tan cachonda estaba que me pase de tal manera que peligraba la fiesta para nosotros. Todo paso cuando le pregunte quienes se quedarían de mirones, Juan me dijo que se quedarían Imanol y Raúl, mi comentario desafortunado fue, ya sabía yo que esos dos cornuditos eran fijos.

Juan con voz temblorosa me dijo, pues con el tercero no nos hemos puesto de acuerdo, pero Carlos me ha dicho que si no me quiero perder detalle de ver cómo te lo pasas tú, que tendría que ser el tercero. Después de lo que había dicho no me atrevía a opinar y me pregunto que debía de hacer. Me acerque más a él y estaba bien empalmado, acaricie su rabo por encima de la ropa y le dije que lo que el decidiera estaba bien. No quería decidir, me obligaba a mí, pero le conocía y sabía que si no decidía él es porque quería estar de mirón, pero no se atrevía a reconocerlo. Fui malvada porque estuve haciéndome de rogar y saque todo lo puta que soy. Le dije que decidiría yo, pero que le ponía una condición, él me dijo que aceptaba y yo le dije que luego no valía echarse para atrás. Le dije que se quedara fuera mirando y vi que le gusto. Ahora me pregunto cuál era mi condición y le solté sin adornar las palabras que quería que esa noche se comiera un rabo. Ahora saldría de mis sospechas, porque siempre pensé que no le hubiera importado comerse el rabo de Carlos. Farfullo algo que no entendí, le hice repetirlo y me dijo que solo un par de chupadas, le dije que fuéramos para abajo y mientras bajábamos le dije que me contestara a una pregunta y sin evasivas. Le pregunte que como quería que me comportase y no me dio tiempo a terminar la pregunta, diciéndome que tenía que ser la más puta. Oírle me hacía chorrear.

Antes de entrar a donde estaban todos nos cruzamos con Carlos, que sin cortarse me agarro de una mano, me hizo dar la vuelta y me dio un azote en el culo y luego me metió la lengua hasta la garganta, mientras metía la mano por debajo tocándome toda. Luego miro a Juan y pregunto, si él ya estaba preparado para su bautizo como cornudo consentido y si yo lo estaba para ser la más puta. Yo dije un potente si y Juan sonriéndole lo dijo más normal. Al entrar me fije en todo el mundo, el que más me llamo la atención fue el rabo por llamarlo de alguna manera de Nico, tenía 51 años ni un gramo de grasa y en reposo le colgaba algo anormal entre sus piernas. El resto sin contar a los 3 solteros, estaban dentro de lo normal.

Nos explicaron las reglas que tenían una diferencia al juego normal, era que nadie se quedaría de pie al parar la música, porque había el mismo número de hombres que de mujeres. Por lo que la última en sentarse perdía, la decisión la tomaban los tres que miraban. Empezamos el juego. Girábamos en torno a los hombres y notaba como me deseaban, era muy excitante. Se para la música y me siento encima de Miguel que sin cortarse un pelo me soba bien las tetas. Pierde Carmen, que se saca muy provocativamente la blusa que llevaba quedando sus tetas grandes al descubierto. Cuando empieza la música nos levantamos y veo que se había producido un milagro, todos los rabos estaban arriba bien duros. Vi el de Nico y no defraudo, era el más grande y más gordo de todos. Pensé en la tímida Isabel, que calladito se lo tenía. Todo estaba siendo muy caliente, ya me habían manoseado casi todos, pero no perdía ni una prenda y era hora de perder alguna.

En esa nueva ronda me senté descaradamente encima de Rober, pero me retuvo para que no me sentara de la forma que quería, el muy descarado y lo agradecía, coloco su rabo de tal manera que me lo metió. Aunque la falda tapo la penetración, mi gemido lo dijo todo y Juan sonreía de excitación. Me costó levantarme porque me hubiera quedado ahí. Me propuse que me tenía que sentar donde Nico. Pero quería esperar un poco más, pero cuando acabamos una ronda Juan como desesperado se acercó me dio un beso y me dijo que a por Nico. Ya iba sin camiseta, me posicione astutamente hasta que justo se paró la música donde Nico. Ahí fui yo quien me coloqué para que me metiera el rabo y bien que lo hizo, el placer de quedar como encajada en semejante rabo fue descomunal y viendo a mi marido tocarse su bulto mucho más, se inició la música y no me moví, dije que me había dado un tirón.

Seguimos jugando y para mí se podía terminar el juego y que me follaran bien. Que me hacía mucha falta, pidieron un receso para ir al aseo y para beber algo. Estaba tan caliente que cualquiera me hubiera follado en cualquier sitio, me fui al aseo, pero antes mene bien mi culo, para tratar de animar a que alguien me siguiera y me follara en el aseo. Cuando fui a meterme en el aseo Carmen y Alicia se metieron conmigo, si hubiera estado solo Carmen me hubiera preocupado, pero al estar Alicia me quedé más relajada. Hablábamos de como estábamos sin cortarnos, Carmen estaba totalmente desnuda y hoy la podía ver mejor, estaba muy bien, todo un tipazo. Alicia estaba como yo, solo con la falda y sus tetas eran más grandes que las de Carmen y más caídas, pero ya me gustaría a mí tenerlas de ese tamaño. Yo me había sentado en el wáter mientras hablábamos, estaba orinando, cuando Carmen se acerca y me acaricia mi pelo, me puse muy nerviosa, le decía a Alicia que viera que mujer más bonita, refiriéndose a mí, empezó con halagos y Alicia a todo decía que si o mejoraba los halagos. Me limpie y me levante, algo acobardada, pero me hicieron como un sándwich, no podía moverme, Carmen apretando sus tetas contra mi espalda y notaba la dureza de sus pezones, por delante sin necesidad de apretarse, los pechos de Alicia se rozaban con los míos.

Estaba dispuesta a dar un pequeño empujón y abrirme paso, pero mi debilidad llego, cuando sentí la boca de Carmen en mi cuello. En ese momento me quede como estancada y cuando ya me doblegaron, fue sentir la boca de Alicia atrapando uno de mis pezones y la mano de Carmen tocando mi chocho por detrás. Alicia ahora se agacho y estando yo de pie se puso a comerme el chocho, su lengua acertó de pleno con mi clítoris y que bien se sentía, desde atrás Carmen tenia agarrada mis dos tetas, estaba vencida, hacían conmigo lo que querían. Me decían putita, zorrita, córrete y cosas por el estilo. Carmen me metía sus dedos en mi culo, porque mi chocho estaba ocupado con los dedos de Alicia. Y vaya si lo consiguieron, me hicieron correr como una desesperada. Me sentó muy bien, ya hacía rato que me hacía falta tener un buen orgasmo y como una tonta les di las gracias y me dijeron que les debía una. Muy chula les dije que siempre pagaba mis deudas y entonces primero una y luego otra me dieron un beso con lengua y correspondido por mí.

Caminábamos las 3 riéndonos y con mucha complicidad, me sorprendía a mí misma, yo creía que sabía de sexo más que nadie, pero cuanto me quedaba por probar. Al entra en el salón nos paramos de golpe en la misma puerta. Mi primera imagen fue ver a la pequeñita Marta, que se la estaban follando dos a la vez, la hacían una doble penetración y el resto más o menos se encontraban de la misma forma. Carmen y Alicia no estuvieron dubitativas como yo, rápido se unieron a la fiesta. No lograba ver donde estaba Juan y se acercó a mi Isabel, que me animaba a unirme a la juerga y no sabía qué hacer, hasta que me dijo, ven acompáñame y fui detrás de ella, nos acercamos hasta donde estaba su marido, que bebía una copa sentado relajadamente en un sillón. No hubo preámbulos nada más sentarnos Isabel tomo mi mano y la puso sobre el inmenso rabo de su marido, me ayudo a acariciar semejante pedazo de carne, que al rato acariciaba sin ayuda y notaba como me crecía entre mis manos. Lo malo de ese tamaño descomunal es que no podía hacer una mamada en condiciones, como a mí me gusta, pero me las apañaba como podía. Estaba muy entretenida y muy caliente con ese rabo, cuando noto que alguien por detrás me está comiendo literalmente el culo. Era Isabel, otra más que le gustaba la carne y el pescado, deje que siguiera porque me estaba dando mucho gusto.

Nico me dijo que me iba a follar en condiciones que ya era hora, que me tenia ganas y yo encantada de la vida, me incorpore y el me hizo darme la vuelta, me quería de espaldas a él, me entro más fácilmente que antes, cuanto más sentía como me penetraba, pensaba que era imposible que todo eso me entrara, tan fácilmente, aunque sintiera como me abría al máximo. Una vez que estaba bien ensartada, me echo para atrás y fue cuando se acercó su mujer y se dedicó a lamerme mi clítoris, vaya dos, que placer me estaban dando. Mi orgasmo fue increíble y cuando me saco todo el rabo, me quedo una sensación de vacío. Él se levantó y se fue, quedándonos su mujer y yo besándonos. Percibí como la mirada de alguien y no me equivocaba era Juan que estaba con un buen empalme, quería decir que nos había visto. Lo consiguió, me vio con otra mujer. Se acercó e Isabel nos dejó solos.

Me conto que Teresa le había hecho una mamada y que le había gustado, yo me reí y le dije que me lo imaginaba, pero lo note cortado y me dijo que tanta gente le desconcentraba. A mí me ponían cachonda verlos a todos follando de distinta manera. No quería romper la magia de esa noche y como le veía venir, le propuse irnos a nuestra habitación en compañía de alguien y le pareció bien. A Carlos lo vi muy ocupado con dos mujeres, pero también vi a Rober y Aníbal poniéndose una copa, sin preguntar a Juan me acerqué a ellos y les propuse venirse arriba a mi habitación, Rober dijo que, si y Aníbal me acariciaba el culo, le dijo a Rober que se adelantara y se fue con Juan, mientras me ponía lentamente una copa, me dijo, me da la sensación que quieres, que además de que tu marido vea la puta que tiene, quieres que le hagamos participar de manera especial. El tío era como Carlos, sabia las cosas de antemano y puse una sonrisa pícara sin decir nada más. Él me dijo, lo que quieres es que no se sienta desplazado y participe, yo le conteste que exactamente eso.

Ya estábamos los 4 en la habitación. No hacía falta desnudarnos porque ya lo estábamos. Aníbal me tumbo en la cama y se entretuvo con mis piernas, con mis muslos y luego con mi chocho. Tenía una lengua incomparable, no se parecía a ninguna otra, más que habilidad era maestría. Rober me besaba y me comía mis pezones, mientras yo le hacia una paja. Miraba a Juan que estaba mirando embobado, sabía que estaba muy cachondo y me mordía los labios porque estaba a punto de tener un orgasmo y sin dejar de mirarlo grite abiertamente cuando me llego. Ese orgasmo me supo a poco y le pedí como si de una orden se tratara a Aníbal que me follara, no dijo nada, me levanto las piernas, las puso por encima de sus hombros y me la metió de golpe, fue bruto pero placentero, me entro mucho más, o por lo menos así me pareció. No me había enterado, pero había entrado Miguel, diciendo que quería follarse a esta zorrita, que en el juego no había podido hacer nada, se refería a mí.

Aníbal se salió y le dijo que ahí me tenía, que mal me sentó que me parase de follar. Miguel se colocó y con esa mirada penetrante, especial, distinta, mirada d vicioso, me coloco en la misma posición que me había tenido Aníbal y jugo con su rabo, pasándolo por mi chocho, pero sin meterlo, hasta que le dije que era un hijo de puta (no me creía que pudiera haber dicho eso ni mi marido tampoco tal como me miraba) me la metió muy suavemente haciéndome desear cada centímetro. Mi marido lo tenía a mi lado, me besaba y me chupaba por donde podía. Rober de vez en cuando acercaba su tronco a mi boca y yo lo lamia con avidez, me tenían calentorra a mas no poder. Hacían de mi lo que querían y yo bien contenta que estaban. Busque con la miraba a Aníbal, quería ver lo que hacía, estaba con su tranca negra bien empalmada y brillante, imagino que, por haberla tenido en mi chocho, me miraba de manera especial, me hacía como señas, como diciéndome que estuviera atenta.

Se acercó bastante a Juan, le animaban a que me mordiera más intensamente los pezones y Juan lo hacía, luego que metiera su rabo en mi boca, que lo metiera hasta mi garganta y Juan le seguía haciendo caso, estaba como hipnotizado, Juan se dejaba manejar, no me importaba porque le veía particiapar y pasarlo bien. Anibal le decía que tenia una mujer encantadora, pero muy puta, que era de las que había que follar a diario y Juan le daba la razón. Mi marido estaba muy animado, Aníbal me miro y me dijo, mira y aprende, mira como tu marido me la come mejor que tú, baje el ritmo de mis movimientos y estaba muy interesada en ver la reacción de Juan, titubeo, se mostró perplejo y se quiso hacer el duro, Aníbal con total decisión puso su mano en la cabeza y lo fue llevando hacia él. Podía ver el cuerpazo de Aníbal de pie ante mi marido que estaba encima de la cama, como se dirigía hacia su rabo. Mi excitación iba en aumento y llegue al clímax cuando Animal poniéndose de perfil hizo que Juan se la metiese en la boca, no siendo un par de mamadas como me dijo y ya estaba. De la timidez del principio paso a hacer una mamada en condiciones y oír como me decía Aníbal, que esta putita la comía mejor que yo, me hizo tener un orgasmo salvaje. En ese momento supe, que la fiesta, pero en particular ese momento había cambiado nuestra vida. Miguel me lleno el chocho con su corrida y dándome un beso se marchó, Aníbal quito a mi marido que estaba a punto de correrse y me follo hasta que nos corrimos los dos, llenándome más mi chocho. Agarre a Rober y le dije una cosa al oído, Juan quiso saber lo que le dije, pero no le conteste y le mande que me comiera el chocho, se resistía porque se habían corrido dos dentro. Sin embargo, nada más salir Rober de la habitación y quedarnos los dos solos, no me hizo falta volver a repartirle lo que quería, se puso como loco a comérmelo.

Regreso Rober y traía lo que le había pedido, era uno de los entretenimientos que habíamos traído, era un arnés con un buen rabo, tampoco nada exagerado y Juan cuando vio que me lo colocaba, que nunca antes me había puesto uno, le dije que se tumbara boca abajo y el protesto y me decía que no. Me puse muy chula, desconocida y ya no se lo pedí, se lo ordene, el veía que hablaba en serio y como me ponía lubricante en el rabo, lleve mis dedos a su culo y con lo que me quedaba se lo fui untando, apretaba el culo, pero me daba igual, le llene el culo de lubricante y se tumbó. Me coloqué detrás y le fui recordando todo lo que me decía el para darme por el culo. Con sus mismos argumentos empecé a desvirgar ese culito. Rober me comía las tetas y yo según follaba el culo, me sentía como con más poder, era un subidón, no sé cómo explicarlo, creo que me gusto saberme dominante. Y la culminación de la noche llego cuando Rober se puso por detrás y me enculo, vaya 3, nos movíamos al compás que marcaba Rober, yo tuve un par de orgasmos y a mi marido solo se le oía como gruñir, porque estaba con su boca pegada a la almohada, sin embargo, a Rober si lo note cuando se corrió, vaya criatura como me llenaba. No quise resultar brusca, pero le pedí que nos dejara solos y se fue.

Me fui levantando lentamente para que no le doliera a Juan, ahora le haría una mamada para que se corriera a gusto, como se merecía. La sorpresa vino cuando se dio la vuelta, se había pegado una corrida de categoría, estaba la sabana empapada. Le pregunte como se sentía y que pensaba. Me dijo que me seria como siempre sincero, no era lo que él había imaginado, pero que todo le había gustado, aunque algunas cosas le daban como vergüenza, pero que no sería hipócrita, que sí que había estado muy bien y estaba más abierto a distintas situaciones. Él no me pregunto a mí, pero quise decirle como me sentía y le dije que me encanto sentirme deseada, ver como el me miraba mientras me follaban y sobre todo ver como se comía ese rabo. Juan entonces me dijo, pues todo perfecto, sin ninguna pega y le dije que no era así, que yo tenía una pega, me miro como interrogándome. Le quise explicar y le expliqué, que antes aguantaba con 2 o 3 polvos a la semana, pero que ahora mis apetitos eran distintos, que no sabía cómo lo haríamos ahora. Juan totalmente compresivo me dejo una vez más perpleja. Me dijo que no me preocupara, que me había visto y entendía y sabía que el solo no podía darme lo que mi cuerpo necesitaba, por lo que sería cuestión de hacer más actividades de ese tipo. Le di un beso esplendido nos dormimos tranquilamente.

P.D.: Este relato ya lo publiqué el 01-Feb-17 junto a otros 4 más en otra página, pero ahora he recalado aquí como otros amigos y empezare a publicar aquí. Lo digo porque yo escribo en tiempo real, aunque no escribo muy a menudo.

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