Nuevos relatos publicados: 6

Desenfrenado y apasionante fin de año

  • 25
  • 35.448
  • 9,32 (19 Val.)
  • 0

Para entender mejor mi tercer y último relato, sería bueno leer antes (“Matrimonio y nuestro primer trio de forma inesperada” y “Preámbulos fiesta fin de año 2016”).

Abrí los ojos, en la habitación había un olor especial, a sexo puro. Me moví y mi brazo dio con un cuerpo, miré con cierta precaución, hasta que vi que era Juan, que dormía profundamente, no había nadie más. Yo estaba pringada de todo, vi el arnés encima de una de las mesillas, el lubricante y el resto de cosas. A mi mente acudieron las imágenes de la noche anterior. Me levanté sin hacer ruido, entre en el baño, cerré la puerta y abrí el grifo de la bañera para llenarla. Dentro de la bañera relajándome con el agua calentita. Pensé en todo, las barreras que habíamos roto, habiendo dicho que no las íbamos a romper. No es que yo sintiera remordimientos, que no sentía ninguno, todo lo contrario, estaba muy feliz. Lo que me preocupaba era Juan, su reacción y lo que pensaría. Estaba claro que nuestra vida había dado un giro de 180º y ahora nos tendríamos que plantear lo que sucedería de aquí en adelante. Intentaba llenarme de argumentos para cuando hablara con Juan intentar que todo se suavizara.

Juan entro en el baño, se acercó me dio un beso y me dio los buenos días, bostezo y dijo que se afeitaría mientras me daba el baño. Me extraño su actitud, yo espera otra cosa. Termino de afeitarse y no dijo nada, eso me exaspero. No me pude contener y le dije que dijera algo, que no se quedara en silencio. Juan se sentó en el borde de la bañera y me miró fijamente y en silencio. Me dijo, que quieres que te diga, que todo lo que habíamos acordado no hemos cumplido nada, que has follado con todo el que has querido, que haya visto yo, que tampoco me extrañaría que hayas follado más, que me has dado por culo, que me ha hecho comerte el coño lleno de las corridas de otros. Lo decía de una manera distinta. Le dije que quería saber lo que pensaba. Esta vez no tardo nada en contestar. No tenemos secretos, me ha gustado mucho, me alegro de que lo hayamos hecho y solo espero que esta noche acabemos el año mucho mejor.

Su respuesta me congratulo, no pude evitarlo, di unos aplausitos y le dije que me hacía muy feliz. El me pregunto qué fue lo que más me gusto. No sabía decirle, pero ante su insistencia y era la verdad, el momento en que me sentí más poderosa, cuando le follé el culo. Se echó a reír y me dijo que era muy mala. Yo le dije que se fuera acostumbrando porque lo haría más veces. Y yo le pregunte qué fue lo que más le gusto a él. Me contesto que no fue una sola cosa, o mejor dicho un solo momento, que fue la cara de puta que se me ponía cuando me hacían algo. Se bajó a desayunar y me dijo que estaría por abajo, ahora si me quede más relajada disfrutando del baño y pensando en cómo sería esta noche. Una vez abajo estaba la gente medio revolucionada, unos se iban a pasear, otros iban a un sitio cercano a por la cena preparada para la noche. Uno de los que iba a recoger la cena, era mi marido lógicamente era quien lo encargo y quien conocía el sitio.

Me sentía rara, mi cuerpo me estaba pidiendo marcha y no de caminar. Estaba desconocida. Me fui a pasear con el grupo de mujeres, siendo un paseo muy entretenido además de divertido. Fuimos más tarde al lugar donde comeríamos, que quedaba muy cerca. La diferencia con las otras comidas es que nos levantamos rápido para irnos, había que ponerse guapas y quedamos en ayudarnos unas a otras, sobre todo con el pelo. En la planta de arriba había un auténtico alboroto, pasando de una habitación a otra, medio desnudas, dejándonos secadores, cepillos, la marimorena teníamos. Sabíamos que los hombres vendrían bastante más tarde porque se quedarían jugando al mus. Yo estaba excitada, sobre todo me ponía Alicia, que lucía su precioso y abundante pecho. Inimaginable para mí que una mujer me pudiera excitar. Ya había oscurecido, oíamos que los hombres, ya habían llegado. En ese momento estaba sola en mi habitación, decidiendo y pensando que ponerme. Tenía cinco combinaciones que ponerme, quería ser la más deseada y era difícil acertar con el vestuario adecuado. Me había probado todo y en contra de la opinión de mi marido, que antes del viaje me decía que lo mejor para ponerme era un vestido largo, que era llamativo y me quedaba muy bien, esa era mi primera opción, pero todo había cambiado, ya no era de la misma opinión.

Juan al entrar en la habitación y verme sin vestir, me dijo que a que esperaba y le dije que no me decidía, insistiéndome en que me pusiera el vestido largo, que lo compre exprofeso para ese día. Él se vistió muy rápido, su traje su corbata y ya estaba. Sobre la cama estaba todo en plan exposición, ropa interior, vestidos. Hice caso a mi marido y me puse un vestido largo, de color negro y con una abertura que dejaba ver muy bien mi pierna. Me veía en el espejo, estaba muy bien, me sentaba increíble, pero quería algo más. Me lo volví a quitar y lo decidí, me pondría un vestido cortito de fiesta. Era de dos colores primando el azul.

Lo primero que hice fue ponerme un conjunto de medias pantys con liguero, muy sexy de color negro. La parte de las medias eran de rejilla con motivos florales que daban más elegancia a mis piernas: La blonda de la cintura tenía los mismos motivos florales que los de las medias, así solo ya me veía superior. Me puse un tanga a juego y que se metía entre mis nalgas, dejando una visión de ellas para dar un ataque. Ya solo me quedaba ponerme el sugerente vestido. Una vez que me lo puse, lucia tremendamente sexy y explosiva. Me quedaba muy corto y se adaptaba tan bien que realzaba mis formas. Llevaba un escote tipo halter, abrochado a la nuca por un botón. Las formas del vestido realzaban más mi pecho y llevaba una sugerente abertura central, que amas de uno y de una se le haría la boca agua. La espalda escotada con unas tiras en plan fantasía, me queda como una segunda piel. Me puse unos zapatos cerrados de color azul con unos adornos, al tener ese tacón se me veía muchos más alta. Y mi cuerpo mucho mejor. Verme así, me hacía calentarme yo sola, me veía seductora y cautivadora. Enseñaba mucho, pero sin enseñar.

Era mi momento de bajar y hacer mi aparición, me di el ultimo vistazo y estaba para besarme yo misma y mis pezones se marcaban a la perfección. Una vez que cerré la puerta y a punto de bajar las escaleras, me pare y di la media vuelta, entre a toda velocidad en la habitación y me quite el tanga. Quería sentirme libre, me daba igual que se manchará el vestido. Bajaba las escaleras y me sentía rara, nunca había ido sin nada abajo, era una sensación extraña, pero me estaba resultando placentera. Sentí como se clavaban las miradas y la primera que se acerco fue Carmen que me trajo una copa, diciéndome que se había quedado sin palabras. Lo cierto es que todas estaban espectaculares y solo de verlas, era imposible que los hombres no estuvieran cachondos perdidos. Juan se me acerco y me dijo que, si había un premio para la más puta esa noche, ganaba con ventaja, aunque no lo creáis me halago mucho. El siguiente fue Carlos que no se cortó, me felicito por cómo iba vestida, me soltó un beso con lengua y acaricio mi culo, diciéndome que bien se notaba, se dio cuenta de que no llevaba nada debajo. No podía ser, no habíamos ni empezado a cenar y ya estaba mojadita.

Quedamos que cada uno se sentara donde quisiera, nada de estar obligados a estar pegados a nuestras parejas. Yo quede sentada entre Carlos y Carmen. La comida estaba en bandejas y nos las íbamos pasando, cuando cogí la primera bandeja para ponerme algo de comida, la mano de Carlos ya estaba haciendo diabluras, me tuve que morder el labio para que no se me oyera, mi marido que lo tenía casi enfrente me miraba, pero no se dio cuenta. Yo había esperado que el cachondeo empezaría después de tomar las uvas, de las campanadas. Lo que no pensaba que había gente tan necesitada como yo o más. Carlos tuvo que quitar su mano cuando le pasaron una de las bandejas, ahora fui yo la osada, le toque por encima del pantalón y me excito muchísimo notar como su rabo crecía con mis caricias, me hubiera metido debajo de la mesa y se la hubiera chupado, solo pensar eso me hacía alterarme más. Estaba en eso, cuando la mano de Carmen fue a el mismo sitio donde la había tenido antes Carlos y que bien me tocaba.

Carmen se acercó a mí y me dijo que era muy puta que no había perdido el tiempo poniéndome braguitas y le dije que no, que para que perder el tiempo. El primer contacto con otra mujer había sido allí y me dejé hacer más bien, estuve bastante pasiva y no quise estarlo más. Ahora me lance un poco más y metí mi mano entre las piernas de Carmen, que me facilito el camino, llegue a su chocho y tenía ropa interior, pero se notaba la humedad, como pude aparte la tela y mis dedos comenzaron a tocar su chocho. Si seguíamos de esa manera, no llegaríamos a las campanadas. La cena se nos pasó volando, comer comí poco, beber si bebí, controlando no ponerme pedo, que no me quería perder ningún acontecimiento. Los hombres recogieron todo y dejaron la mesa despejada y en una mesa auxiliar dejaron preparados los boles con las 12 uvas preceptivas.

Estuvimos más comedidas y durante toda la cena Teresa no paraba de observarme, como ya nos movíamos hablando todos con todos, busque la ocasión propicia y me acerque a Teresa, me puse a hablar con ella y le pregunte con suavidad, el porqué de mirarme tan intensamente y ella como si supiera que se lo iba a preguntar, me dijo que, por mi vestido, preguntándome todo sobre él. Actuaba con mucha normalidad y yo la escuchaba con normalidad. Llevaba un vestido largo, parecido al que yo no me había puesto, enseñando por una abertura sus piernas, pero lo más llamativo y que le sentaba muy bien, era el escote que le llegaba hasta la cintura, dejando ver que tenían un abundante pecho y muy bien colocado, mi mirada se iba hacia el pecho, ya no me preguntaba si era operado o no, me atraía simplemente. Sabia por Carmen que con Teresa no había podido hacer nada, que era una mujer difícil distante.

A pesar de eso y en un acto no premeditado, no fue valentía ni imprudencia, fue algo disparatado por mi parte, según escribo esto todavía no me lo explico, pero mi mano bajo y se puso en su cintura, para mientras hablábamos bajar suavemente por sus nalgas, las acaricie con total nerviosismo, sabía que lo más que me podía pasar, era que me dijera que no y ya estaba, no pasaría nada. Teresa se dio la vuelta y se quedó mirándome de frente, como la música estaba bastante alta, se acercó un poco y de forma petulante me dijo, te has dado cuenta de que me estabas tocando el culo, mi respuesta lógica era decirle que como no me iba a haber dado cuenta, en lugar de hacer eso, metí mi mano por la abertura de su vestido y la puse entre sus piernas, acariciando sus muslos hasta llegar a su chocho. Me agarro con una de sus manos la mía, para no dejarme seguir, pero me paso como cuando enculé a mi marido, me sentí la mujer más poderosa, porque vi en sus ojos que haría lo que yo dijese.

Me soltó la mano y según la tocaba, cerraba sus ojos, movía sus labios y pare. Le dije que no perdiera el tiempo que me siguiera a mi habitación, que no teníamos mucho tiempo que pronto serían las 12 de la noche. Me dijo que no iría, mire a sus ojos y mu chula le repetí que no tardase, subiendo a mi habitación. Mientras subía iba toda nerviosa, no sabe si subiría y si lo hacía, no me había visto en otra igual. Entre en mi habitación y deje la puerta abierta, no había notado que me siguiera, porque tampoco me di la vuelta para verlo, ya estaba pensando que me tendría que bajar cuando oigo unos tacones, mi corazón coge un ritmo acelerado y veo a Teresa entrar por la puerta y mirándome a mis ojos me dice, ¿y ahora qué? No lo pregunto de manera arrogante, más bien temerosa. Me acerqué y nos besamos, un beso muy sensual y apasionado, cuando paramos ella me dijo que nunca había hecho nada con una mujer y yo le respondí que, exceptuando unos besos en esos días, tampoco había hecho mucho más, nos dio una risita estúpida y nerviosa.

Pero nuevamente me envalentone, me iba a comer mi primer chocho y ella decía que no sabría si lo haría bien, mi respuesta fue decirle que según mi marido la mamaba bien, por lo que seguro que lo haría muy bien. No nos quitamos los vestidos, nos dio igual que se arrugarán, caímos en la cama, desapareciendo nuestras inseguridades. Pocos preámbulos más tuvimos, el quitarle a ella sus braguitas y poco más. En un primer momento me dio no sé qué, pero metí mi cabeza entre sus piernas y mis labios, mi lengua, toda mi boca no paro y cuando oí su primer gemido, me encendí más. Notaba su aliento en mi chocho, pero nada más, como yo estaba arriba, me deje caer sobre su boca y le debió de pasar como a mí, hasta que empezó, que bien que lo hacía.

Estaba tan abstraída que no me di cuenta de nada, hasta que sentí como algo muy caliente se ponía en la entrada de mi chocho y me penetraba sin dejar Teresa de hacer lo que hacía. Una voz potente resonó, vamos putitas no paréis, era Carlos, no podría ser otro, me follo desde el primer momento con su fuerza habitual. Lo que me provoco un enorme orgasmo y Teresa fue la siguiente. De pronto se oyó la voz de alguien gritando que ya eran casi las 12, que iban a dar las uvas, nos arreglamos apresuradamente y nos fuimos abajo. En la televisión ya aparecía el reloj de la Puerta del Sol. Tomamos las uvas y nos fuimos felicitando el año entre todos, de maneras muy, muy efusivas, tanto mujeres como hombres. Descorchamos varias botellas de champan y a brindar.

Carlos tomo la palabra para hacer un brindis, un brindis que fue muy original y gracioso, para después decir que había una pareja que eran principiantes, se refería a nosotros y que eso no podía seguir así, que había que empezar el año de otra manera. Despejaron la mesa completamente, pusieron una sábana sobre ella y me vendaron los ojos, yo me dejaba hacer, estaba deseosa de que pasara de todo. Varias manos empezaron a desnudarme, algo que no fue complicado, porque me bajaron la cremallera del vestido y una vez que lo sacaron quede totalmente desnuda. Lo único que no me quitaron fue las medias pantys con liguero que llevaba, que por los silbidos y todo lo que decían no me debían de sentar nada mal. Lo siguiente fue notar que varios brazos fuertes me elevaban hasta dejarme tumbada sobre la mesa.

Empecé a sentir como aceites sobre mi piel con manos acariciándome suavemente de manera lujuriosa. No ver me hacía sentir todo de otra manera, no sabía por dónde me iban a venir, me daban mordisquitos muy suaves por todo mi cuerpo, sentía lenguas de todo tipo, moviéndose con distintas intensidades. Las manos nos las podía mover, porque las tenía por encima de mi cabeza y mi marido me las agarraba. Todo se volvió más excitante cuando note como me comían mi chocho y me daba cuenta perfectamente como no siempre era la misma boca, la misma lengua. No sabía en cada momento si era un hombre o una mujer y cuando ya me puse rabiosa, era cuando me ponían sus rabos sobre mis labios e intentaba atraparlos con mi boca y los quitaban. Tuve un orgasmo que fue muy intenso pero que me supo a poco, como si me faltase algo. Por mis labios me pasaban dos rabos y con mi lengua los chupaba.

Mi marido me soltó mis manos y me quito el pañuelo de los ojos. Los dos dueños de esos rabos eran Ramiro y Miguel, ahora al tener mis manos sueltas los cogí y me los fui metiendo en la boca, me gustaba la cara que ponían con la mamada que les hacía, pero estaba incomoda en la mesa y me bajé de ella, no los deje escapar, me besaba y nos metíamos mano mutuamente. Fue cuando fui consciente del embrollo que había, todos follando juntos. Estábamos todos desnudos, por lo menos en el vistazo que di, así vi a todos. Parecía una competencia de gemidos y de palabras de subido contenido sexual, lo que por lo menos a mí me subía más lo salida que estaba. Tenían dos maneras de follar muy distinta Miguel y Ramiro, pero lo hacían muy bien, me tenían fuera de sí. No sabía cómo aguantaban tanto, no sabía si es que habían tomado algo, pero no se llegaban a correr y conmigo no paraban, ya había tenido varios orgasmos. Ramiro se sentó en un amplio sillón y me llevo junto a él y me senté sobre su rabo, que entro sin ningún impedimento, lo sentí muy bien y luego Miguel que ya me lo esperaba, se puso por detrás y me empezó a meter su rabo en mi culo, lo hacía muy suave con algo de reparo y tuve que animarle para que no se cortara, metiéndomelo de una vez.

Me follaban con mucha cachaza y eso al principio podía estar bien, pero necesitaba algo más de fuerza, de empuje. Como a veces una es tonta no quise decirles nada, pero empecé a moverme yo con más energía, pero los tíos no se daban por aludidos y las buenas formas no valían, así que les dije o que se espabilaban y me follaban bien o me buscaría a otros con más ímpetu. Eso fue como espolear a un caballo, que arremetidas me empezaron dar, eso era lo que yo quería y oírles decirse entre ellos, vamos a darle a este putón lo que se merece, me puso más excitada. Volví a tener varios orgasmos y cada uno fue mejor, hasta que se corrieron ellos, que me encanto sentirlos y el mordisco que me dio en el hombre Miguel, más que el mordisco en sí, fue la intensidad, que duro mientras se corría.

Paramos y más que por mí por ellos, que estaban resoplando con falta de aire y, es más, mientras Ramiro fue a traernos unas copas, Miguel me dijo que era inagotable, que ni su mujer lo dejaba así. Juan nunca me había dicho eso, pero también es verdad que nunca habíamos vivido ese tipo de situaciones. Ramiro me paso una copa, que no era lo que yo solía tomar porque lo que fuera llevaba naranja, me dio igual y bebí, estaba muy fuerte, pero le di un buen trago y luego lo deje en la mesa. Tenía sentado a cada uno a un lado. Yo seguía con más ganas que al empezar la noche, necesitaba más y empecé a tocarles, consiguiendo que otra vez estuvieran en forma. Ahora hicimos lo mismo, pero cambiando las posiciones y fue más acertado, Miguel follaba muy bien, a Ramiro le costó un poco más, pero al final su rabo entro en mi culo. Solo me pude tener dos orgasmos, Miguel se corrió y Ramiro se retiró, no pudo más. Miguel se cachondeo diciéndome que los había dejado como despojos. Le dije que no era para tanto y ya más serio me dijo que era la intensidad que ponía, que nunca se había encontrado con una mujer que fuera de esa manera. No sabía si sentirme orgullosa o preocupada.

La gente ya no estaba follando, estaban bebiendo y picando cosas, el esfuerzo les hizo tener hambre. Estaba dando un sorbo, viendo donde estaba Carlos y los vi a él y a todos emparejados. Quería por lo menos un poco más y se me acerco Carmen, se sentó junto a mí, hablábamos de cómo iba todo y me empezó a acariciar, abrí bien mis piernas y le pedí que me lo comiera, me miro y me dijo que, de eso nada, que, si quería, teníamos que ser las dos. Estaba dispuesta y quise que fuéramos a mi habitación, ella me dijo que en ese sillón lo podíamos hacer perfectamente, ya me dio igual y nos pusimos a hacer un 69. Tuvimos el orgasmo a la vez y paramos porque, aunque ella había dicho que en ese sillón se podía hacer, la espalda te la destocaba, porque se clavaba como unas maderas.

Nos dimos un beso en nuestras bocas pringadas y fue muy pasional. Otra vez me volví a quedar sola, pero seguía inquieta con ganas. Estaba irreconocible, decidí que me iría ya a mi habitación, para tratar de calmarme y si era preciso darme una ducha de agua fría. Trate de buscar con la vista a mi marido, lo localice hablando amenamente con Toño y Teresa, no quería molestarle fastidiándole si quería hacer algo, en el momento que me marchaba, Isabel y Nico me pararon, preguntándome a donde iba y les conteste que me retiraba ya. Isabel me invito a ir a su habitación, no dijo nada más, porque no hacía falta, estaba todo entendido, pero dije que no, me empezaba a preocupar mis deseos desmesurados. Nos subimos los tres juntos y se despidieron de mí, porque ellos al día siguiente como casi todos los que habían venido, se tenían que ir porque el día 2 trabajaban. Isabel me dio dos besos diciéndome que les habíamos caído muy bien Juan y yo, que esperaba que coincidiéramos otra vez. Al acercarse Nico a darme los dos besos y cómo íbamos desnudos todos, su gran rabo me rozo y sentí como una descarga, se lo agarré y nos fuimos para su habitación.

En su habitación Isabel y yo estábamos de rodillas comiéndonos ese rabo como auténticas viciosas, tardo poco en crecer hasta su máximo, nos quitó y le dijo a su mujer vamos a follarnos a esta zorra. No sabía que pasaría ahora, pero poco duro la incertidumbre. Isabel se recostó en la cama, se puso la almohada doblada debajo de sus riñones y abrió las piernas. Nico me dio un azote fuertísimo en mi culo, señalándome el chocho de su mujer, le iba a decir que no se pasara y me arreo otro, Carlos me lo había hecho, pero más suave, no sabía si se lo conto, me extrañaba, pero al final no me disgusto mucho y menos cuando después de darme alguno más, me penetro, ese rabo se notaba cuando entraba. Isabel le decía a su marido que me la metiera bien, que se enterar lo que es follar y también le decía que se lo comía de lujo.

Me dieron para el pelo, me dejaron bien satisfecha y por fin estaba agotada más que saciada. Después de varios orgasmos me quede tumbada junto a Isabel, descansando un momento para luego irme a mi habitación. Pero me quede dormida y no me despertaron. Cuando lo hice era la hora de comer y me di cuenta donde estaba y que estaba sola. Me fui a mi habitación y mi marido estaba dormido también. Me lave y una vez vestida baje, el silencio era absoluto en toda la casa. Puse la cafetera en marcha y mientras se hacia el café di una carrera hacia la planta de arriba y pude ver varias habitaciones vacías, miré los armarios y también vacíos. Abrí con cuidado la puerta de la habitación de Carlos y no estaba, pero vi sus cosas por la habitación y me baje a tomar mi café, pues es lo primero que necesito cuando me levanto un buen chute de cafeína.

Imagine que Carlos se había ido a correr, porque lo hizo todos los días y ese me supuse que sería igual. No acerté porque apareció vestido normal y con una bolsa con pan y algún paquete de pastelería. Nos saludamos se sentó a tomar otro café conmigo y hablamos de varias cosas y como no, de la fiesta de la noche anterior. Él me dijo que lo había pasado muy bien y que no había mejor manera para despedir y recibir el año. Al preguntarme a mí, le dije que en frio pensaba que tal vez fue un poco desproporcionado. Carlos, me decía que ya tendría tiempo de sopesarlo mejor. No quería cotillear, pero le pregunte como es que todas o casi todas las mujeres que vinieron eran bisexuales y me conto que la mayoría de las parejas que conoció, en un porcentaje muy alto las mujeres lo eran, los hombres en menor porcentaje, pero que también muchos hombres se aguantaban por vergüenza. Cambio la conversación para decirme que se habían ido casi todos y que por no despertarnos le habían pedido que se despidiese por ellos, dándome los teléfonos de los que se habían ido. Solo quedaban Teresa e Imanol, Aníbal, Rober, Carlos y nosotros.

El siguiente en bajar fue precisamente Imanol, que exceptuando el saludo poco más hablo y yo estaba convencida de no haberlo visto con nadie. Más tarde bajaron Aníbal y Rober, luego Juan y la última Teresa que bajo, cuando ya estaba la mesa preparada con lo que sobro en la cena y alguna cosa que trajo Carlos esa mañana. Rober y Aníbal estaba resacosos, Juan también y Teresa que decía que estaba muerta de sueño. Durante la comida los más frescos Carlos e Imanol, tendría mucho que ver el no beber alcohol la noche anterior, otra explicación no podía existir. Esa misma tarde se irían Teresa y el marido, que como Vivian más cerca decidieron descansar un poco más esa mañana. Se fueron Teresa e Imanol y fue una despedida graciosa entre ella y yo, quedando en hablarnos, escribirnos, en estar en contacto. Al marcharse ellos Carlos se fue a dar un paseo y lo acompañaron Rober y Aníbal.

Era un buen momento para tener una charla con mi marido. Siempre éramos muy francos entra nosotros. Por lo visto él pensó lo mismo, porque me dijo que nos sentáramos y habláramos tranquilamente. Yo tenía intención de haber empezado esa conversación, pero al adelantarse el preferí que empezara. Me dijo, creo que se nos ha ido de las manos estas fiestas, no ha sido como habíamos planeado ni hemos cumplido con lo que teníamos acordado, no te estoy reprochando nada, porque hemos sido los dos. Tenemos que encauzar nuevamente nuestra vida y las dos preguntas fatídicas ¿no te parece? ¿estás de acuerdo? Mientras había estado tomando el café por la mañana había pensado más o menos lo que él me acaba de decir, que fue más largo todo lo que me dijo, yo lo he resumido. Lo que paso es que según lo oía, mi otro yo me decía otras cosas y le respondí tal como yo lo sentía, a sabiendas de que lo mismo le hacía daño.

Mi respuesta fue tal que, Juan yo te he escuchado y quiero que sepas que te quiero con locura y eres el hombre de mi vida. Todo esto que ha pasado, que hemos vivido, no cambia mis sentimientos hacia ti, todo lo contrario. Sabes que siempre hemos tenido un buen sexo o eso creía, lo cierto que después de todo esto, me va a ser difícil por no decir imposible no desear volver a vivir momentos así. Sabes y si no lo sabes ya te lo digo yo, que nunca te he sido infiel, pero si decides que volvamos a nuestra vida, me refiero en el terreno sexual, no te aseguro que no te sea infiel, no te lo puedo prometer. Todo depende de lo que tu decidas y tienes derecho a tener un tiempo para pensarlo y tomar una decisión, hasta que no me digas algo te aseguro mi fidelidad, pero no te eternices en darme una respuesta. El sin enfadarse porque lo conozco bien me respondió, que me entendía, que me había visto estos días y que en parte me comprendía, que pronto me diría algo, pero que mientras tanto me abstuviera de hacer nada y hoy tampoco. Refiriéndose a los 3 que estaban paseando, aunque no dijo sus nombres y le dije que no se preocupara que me abstendría, lo único que le pedí es que no me dejara asolas con ninguno de ellos, más que nada para evitar las tentaciones.

En la cena la conversación se centró en la vida de Aníbal, por una serie de cosas que conto y que no son necesarias contar aquí, pero resultaba una conversación muy interesante. Estando recogiendo todo y en la cocina, vino Rober retando a alguien a jugar una partida de ajedrez, que lo había encontrado en un mueble con más juegos de mesa, Juan se apuntó rápidamente, le gusta mucho el ajedrez y solo lo suele practicar vía internet. Juan estuvo cerca de soltar todo e irse a echar la partida, debió de recordar lo de no dejarme sola con ninguno y le dijo a Rober que lo fuera preparando que ahora iba él. Terminamos de recoger todo y Carlos se ofreció a servir unas copas, preparo para todos menos para él. Rober y Juan se pudieron en una mesa pequeña a jugar, yo me senté en uno de los sillones grandes frente a la televisión. Aníbal no estaba y Carlos después de darles las copas a Juan y Rober, vino con dos a donde estaba yo, me dio una, se sentó a mi lado y dejo la otra sobre la mesa.

Iba vestida de forma normal, nada llamativa. Llevaba una falda vaquera, con botones por delante, una camisa y un suéter, por lo que no se me veía nada, tampoco insinuaba. Llego Aníbal y se sentó al otro lado, también junto a mí, cogió su copa y bebió. Estábamos haciendo comentarios sobre la programación de la televisión que era malísima, hacíamos chascarrillos de todo lo que veíamos y nos reíamos a mandíbula batiente. Hasta que Juan en un tonito especial, nos dijo que así no se podía concentrar uno, que si hacíamos el favor bajáramos la voz. Nos reímos en voz baja y ellos me cuchicheaban a mis oídos, el notar sus respiraciones, que, seguro que lo hacían para provocarme, conseguían que me pusiera “nerviosa” porque recordar a esos dos machos follándome me resultaba un suplicio. Me levante y me fui al aseo, donde me refresque un poco la cara, no se para que hice esa chorrada, ya que lo que si tenía alterado era mi chochito y no mi cara.

Al volver al salón, me acerqué a mi marido y pregunte si le quedaba mucho, me miro con una mirada terrible y gesticulo con la cabeza, como diciéndome que era una pesada. Le insistí y esta vez me dijo que si, que le quedaba un rato, que Rober jugaba muy bien, que era un digno contrincante y cuatro parras puchadas más que me dijo, como que jugara yo a algo y me distrajese. Me fui cabreada junto a Aníbal y Carlos, dejándome caer de golpe en el sillón. Carlos me puso una de sus manazas en la rodilla y me dijo que me tranquilizase, que no empezase el año enfadada. Sospechaba que la mano era una forma de tantear mi predisposición, como mucha delicadeza le di las gracias por su ánimo y le quité la mano. Que no la quite porque no tuviera ganas, era por lo acordado con mi marido. Frenar a Carlos, me costó, pero era lo mejor, sabía que con Aníbal no tendría ningún problema, no se atrevería.

Seguíamos viendo la televisión y haciendo comentarios sarcásticos de lo que veíamos. Viendo que mi marido no venía, me di un poco la vuelta y vi que seguían enfrascado con su partida de ajedrez, que por el tiempo que llevaban no podía ser que fuera la misma partida. Me empecé a malhumorar, Carlos que se volvió a dar cuenta, volvió a ponerme la mano sobre la rodilla calmándome, se volvía a repetir la situación, igual que antes, cogí su mano para quitársela y el, esta vez no se dejó quitar la mano, acerco su boca a mi oído me dijo que estaba cachondo y me mordió el lóbulo de la oreja, me dio un repeluco que hizo temblar todo mi cuerpo, Carlos que es muy largo se dio cuenta y subió sin ningún impedimento por mi parte su mano hasta llegar a la tela de mis bragas, que con la destreza de sus dedos las aparto para llegar a mi chocho. Me dio un sofoco importante, trate de quitar otra vez su mano, era una lucha desigual, primero por su fuerza y segundo por la falta de mi convencimiento en quitar esa mano.

Trataba de no hacer ni el mínimo ruido, aguantaba como podía, pero notaba como iba perdiendo fuerzas, como me relajaba y sobre todo como el placer se apoderaba de mí. Una vez que sus dedos entraron en mi chocho, me deje caer contra el respaldo, me moví un poco hacia adelante, le mire y nuestras miradas eran electrizantes, veía en sus ojos su deseo y él debía de verlo en los míos. Cerré mis ojos y me dejé llevar. Ahora por lo que note sin necesidad de ver, era que Aníbal se había animado, porque me acariciaba por encima de mi suéter, hasta que metió una de sus manos por debajo de él y sin necesidad de subirlo, me fue desabrochando los botones de la camisa, hasta notar su fría mano en mis pechos, ya que mi sujetador no fue ningún obstáculo, acariciando mis pezones que ya estaban endurecidos.

Aníbal al final me levanto el suéter y mis tetas estaban por fuera del sujetador, que seguía abrochado y los dos como embrujados se fueron por mis pezones, metiéndolos en sus bocas, en ese justo momento lleve cada una de mis manos a sus rabos, que se notaban que el pantalón no podía ocultar semejantes bultos. Al tocarlos, ellos me dieron todas las facilidades, vi cómo se desabrochaban sus pantalones sin dejar de lamerme toda. Mis manos ya tenían bien atrapados esos dos rabos grandiosos. Como pude me chupe mis manos dándome saliva y sus rabos lo agradecieron, porque se les escapo un pequeño sonido por sus bocas ocupadas. Aníbal se apartó y se agacho, se puso entre mis piernas y empezó a quitarme las bragas, para lo cual tuve que levantar un poco mi culo, que provoco que Carlos metiera hasta el fondo sus dedos en mi chocho y un dedo entrara en mi culo. Aníbal metió su cabeza entre mis piernas y empezó a volverme loca de gusto. Carlos que había quitado sus manos para dejar el camino libre a Aníbal, empezó a quitarme el suéter, la camisa y el sujetador. La única prenda que me quedaba era la falda vaquera, sujeta por un solo botón, ya que los demás me los habían desabrochado.

Carlos en cuanto pudo se desnudó de cintura para abajo y como siempre, ver ese rabo tan hermoso, depilado totalmente, que hace que se vea de otra forma, me provoco el hacerle una mamada, que delicia sentirlo ardiendo dentro de mi boca, Aníbal me tenía al borde del orgasmo y no quería hacer ruido, cuando sentí que me venía, apreté bien mis labios contra el rabo de Carlos y lo tuve conteniendo mis gemidos. Hice que se sentara Aníbal junto a Carlos y ahora fui yo la que me puse de rodillas entre los dos, ver esos dos rabos majestuosos solo para mí, me hacía ponerme más cachonda, me puse a hacer una doble mamada, cuántas mujeres quisieran estar en mi sitio es lo que pensé, me dio igual ya mi marido y me dio igual todo. No hacia falta que ellos dijeran nada, sabía que les estaba haciendo una buena mamada porque, además de su respiración, notaba el palpitar de sus rabos en mi boca.

A ratos les miraba las caras mientras se las mamaba y su cara me enardecía mas, hasta el extremo de meterme el rabo hasta incluso darme una arcada, pero merecía la pena. Una de estas veces que miré, vi a Juan con la mirada clavada en mí, en lo que hacía. Ni pare ni dije nada, me limite a seguir haciendo lo que hacía, solo que miraba a sus ojos fijamente y si se quedaba es que no le disgustaba lo que veía, pero si se iba luego hablaríamos, porque yo ya no podía parar. Hizo un gesto con su cabeza, de forma afirmativa y no le entendía, entendiéndolo rápido, cuando unas manos me agarraron con fuerza, por mi cintura levantándome un poco y acto seguido, un buen rabo se iba metiendo en mi chocho, no podía ser otro que el joven Rober. La culminación se produjo cuando vi, mejor dicho, intuí, porque el sillón me lo tapaba, que Juan se estaba haciendo una paja viéndome y que decía, Rober da más fuerte hasta viciosa zorra, que lo necesita. Rober me daba con tal fuerza, que me costaba mamar los rabos. Pare un momento para decirle a Rober que no acabara dentro de mí, que quería que se corrieran en mi boca los 3. El primero en correrse fue Aníbal, que me lleno bien la boca, el siguiente fue Rober que desesperado decía que se corría, me di la vuelta y nada más meterla en mi boca se vino dentro. No me había recuperado cuando Carlos se puso de pie y me la metió en la boca, como siempre y de forma anormal, me lleno la boca de una corrida exagerada, por no encontrar otro termino para expresar la cantidad que echa.

Me levanté rápido, me fui hacia Juan, le quité la mano de su rabo y me puse a hacerle yo la paja, mientras le besaba en su boca con el sabor de la corrida de los tres y con parte de la de Carlos que no me había tragado. Su forma de besar además de muy caliente fue muy esclarecedora para mí. Juan se corrió también de una forma espectacular para como lo hacía normalmente. Hicimos un receso y estuvimos bebiendo, el que ya estaba un poco pasado de rosca era Aníbal, había tomado mucho por la tarde, en la cena también y después un poco más, le ocurría como a Carlos que no estaba acostumbrado a beber, Carlos le hizo irse a dormir, le acompaño Rober ya que compartían habitación. Nos quedamos solos mi marido, Carlos y yo, Juan se dirigió a Carlos y le pidió de por favor, que por esta vez ya se había acabado todo y que se lo decía a él por la confianza que ya se tenían. Yo me quede pesarosa por lo que acaba de oír y Carlos no se achanto, le dijo a Juan, con la misma confianza, sabes que nos vamos a follar toda la noche a esta zorrita (agarrándome por la cintura y tocando una de mis tetas) no seas ahora agonía, no le estropees a ella la noche ni a nosotros.

Juan me pregunto a mi si quería seguir y le dije que, si no se enfadaba que sí, que tenía muchas ganas. Mi marido después de una breve pausa dijo que conforme, que él se iba a dormir y que nos dejaba solos, se supone que lo mismo me tenía que haber molestado o dolido, que él no estuviera, pero no fue así, lo que si me preocupo fue cuando Carlos le dijo que, de eso nada, o que estaba el también o no había nada. Mire fulminantemente a Carlos, que mierdas decía, porque había dicho eso. Juan dio su brazo a torcer y por lo que me di cuenta, no le costó mucho, a pesar del “esfuerzo” que pareció que hizo. Carlos nos dejó un momento solos y se fue para arriba. Me lo pensé mejor, no quería que Juan se sintiera mal y le dije que, si se iba a sentir mal que lo dejábamos, él decía que no, que daba igual, yo insistí porque podía ser verdad que tuvo que hacer un esfuerzo para decir que si, reconociéndome que lo hizo para disimular un poco, ahora si fui insidiosa, diciéndole que no se preocupara que lo pasaría bien y que seguiríamos entrenando su culito y que lo mismo tenia suerte y no era de látex, el me dijo que de eso nada.

Tardaban mucho en bajar Rober y Carlos, no sabía si había pasado algo con Aníbal y cuando por fin apareció Carlos, le preguntamos, diciéndonos Carlos que no había pasado nada que además de Aníbal no estar en condiciones, Rober se había puesto mal también. Me cogí un rebote significativo. De todas maneras, no me podía quejar, Carlos me daba la suficiente tralla siempre, me dejaba súper relajada, era un buen “animal” follando. Me sorprendió Juan, creía que estaría más aliviado, pero su cara decía lo contrario. Carlos se sentó junto a mí y Juan en otro sitio, me había puesto la camisa y abotonado la falda, pero sin ropa interior. En poco tiempo Carlos logro quitarme el rebote, nos besábamos ardorosamente delante de mi marido, mientras nos metíamos mano. Al notar que el rabo de Carlos estaba otra vez como un garrote, me agache a querer mamársela y me lo impidió, mientras me desnudaba del todo, esta vez incluida la falda. Dijo que más cómodos arriba.

Tardamos en subir las escaleras un montón, no paraba de hacerme de todo, incluyendo una penetración que me hizo desde atrás en mitad de los escalones y con mi marido detrás mirando, Carlos seguía siendo igual de “perverso” que siempre. Quise entra en mi habitación, pero Carlos dijo de irnos a otra más alejada, para no molestar a Rober y Aníbal, tanto Juan como yo lo entendimos y nos llevó al extremo del pasillo. Al abrir la puerta casi me vuelvo y pego a Carlos, allí estaban Aníbal y Rober. Ni uno estaba bebido ni el otro se había indispuesto. Habían quitado las dos camas y habían puesto varios colchones en el suelo, para que estuviéramos más cómodos y como única luz, varias velas que estaban puestas sobre las dos mesillas de noche. En vez de irme a pegar a Carlos, me tire en brazos de Rober y Aníbal, que no paraban con sus manos, eran como pulpos.

En cuanto me descuide un poco tenía a Carlos follándome otra vez y yo medio agachada, sujetada por ellos, comiéndome los dos rabos de Aníbal y Rober. Juan se quedó apoyado en una pared, vi que se había desnudado y se tocaba mirándonos. Le hice una seña y se acercó, le hice agacharse y mientras Carlos me follaba desde atrás, mi marido me lamia mi clítoris. Me sentía como una reina, todos los hombres para mí y dure poco, me vino un orgasmo divino. Era toda una locura, me llenaban todos mis agujeros y se cambiaban, era un placer milagroso. Aunque mi marido después de comerse mi chocho, se había apartado dejándome con ellos 3 a solas. Ya era muy tarde y yo estaba bastante rendida, pero no quería dejar así a Juan. Me estaba follando por el chocho Rober, Carlos por mi culo y a Aníbal le estaba haciendo una mamada, llame a Juan, ni señas ni nada, se acercó, le hice arrodillarse para que estuviera a mí misma altura y le ofrecí el rabo de Aníbal, se mostró indeciso, hasta que Carlos lo animo y se decidió, entre él y yo nos comíamos el rabo de Aníbal, cruzándose nuestras lenguas, besándonos mientras chupábamos.

No es algo que me importe, sé que no muchas de las personas que lo lean lo entenderán, pero el placer que me dio comerme un rabo junto a mi marido ha sido una experiencia única, maravillosa, excitante y salvaje. Lo comíamos los dos con las mismas ganas, con la misma excitación, tenía el rabo en mi boca y percibí que poco aguantaría ya Aníbal, le mire y me hizo una seña, me quite Juan se lo metió en la boca y entre Aníbal y yo con suavidad sujetamos la cabeza de Juan para evitar que se quitase, pero no hizo falta, recibió la corrida con mucho placer, se lo vi en la cara, después nos dimos un aparatoso beso y creo que el más largo desde el primero que nos dimos, recibiendo a la vez la corrida de Rober y Carlos, que me provocaron que yo también tuviese un enorme orgasmo.

En nuestra habitación y lo cuento porque a Juan le da igual y me lo ha autorizado. Me confesó que había sido todo espectacular, pero que le hubiera gustado más que hubiera sido la de Carlos, que siempre le atrajo su rabo. Le prometí que se podía intentar la próxima vez.

Aquí termino lo sucedido en este fin de año pasado. Me comprometí a contar lo que sucedió, escribir no es mi fuerte, pero soy una mujer que cumple con la palabra dada y mejor o peor ya está hecho.

Para resolver muchas dudas y que no me llenen el correo, yo era una mujer de lo que se suele considerar “normal” una mujer casada felizmente, con un buen trabajo, muy comedida en mi vida diaria. Adentrarnos en esta nueva andadura mi marido y yo, no ha hecho que no estemos casados felizmente ni que no queramos menos, todo lo contrario, siendo ahora mayor aun nuestra complicidad. Todo esto lo digo porque sí, he cambiado en muchas cosas. Voy a cumplir 36 años, me gusta mi cuerpo y como mínimo soy resultona, no quiero perderme las nuevas cosas que he vivido y ahora me gusta hasta que me digan guarradas cuando voy por la calle, aunque no lo demuestro y antes me sentía ofendida. Me he vuelto muy viciosa, un buen rabo me hace perder el sentido y si es joven mejor.

Todo esto no quiere decir que me guste cualquiera, soy muy SELECTIVA y espero que lo entendáis, que no busco a nadie, que no me pidáis fotos y que no me mandéis fotos de penes.

P.D.: Este relato ya lo publiqué el 05-Feb-17 junto a otros 4 más en otra página, pero ahora he recalado aquí como otros amigos y empezare a publicar aquí. Lo digo porque yo escribo en tiempo real, aunque no escribo muy a menudo.

(9,32)