Nuevos relatos publicados: 11

Soy una puta

  • 24
  • 17.162
  • 9,00 (1 Val.)
  • 0

Soy una puta, no es una forma de hablar, en realidad trabajo como puta a tiempo parcial, tres días en semana de martes a jueves y quizá algún sábado si me avisan con anticipación, estos días es cuando el mercado es mas activo.

En realidad soy estudiante, estudiante de 4° de arquitectura, no voy demasiado mal, en los últimos cuatro años he logrado pasar, sin asignaturas pendientes los tres primeros cursos y ya estoy en la recta final, en dos o tres años habré logrado terminar la carrera y ....

Lo de puta es para pagar parte de los estudios y poder vivir sin estrecheces, no soy una niña de papa y eso se nota.

No soy una puta callejera, tengo mi lugar en un conocido hotel madrileño donde paran ejecutivos en sus viajes de negocio, el puesto me cuesta un poco de dinero y alguna que otra mamada al jefe de seguridad del hotel y el director del mismo para que me dejen trabajar sin tener problemas, pero así es la vida para ganar dinero hay que invertir.

A parte de lo anterior me permito el lujo de ser selectiva con mis clientes , no estoy mal o al menos eso opinan mis clientes, soy bastante alta, descalza 1,78, me mantengo en forma y prácticamente no tengo un kilo de más, bueno unos pocos donde tienen que estar, en unos pechos que más de una me envidian. Tengo una cara simpática, hablo correctamente tres idiomas a parte del castellano y me precio de tener una conversación agradable, aunque eso a muchos de mis clientes les da igual.

Bueno, lo que yo quería contaros es algo diferente. Os quiero contar lo que me sucedió hace cosa de un año y que refleja los riesgos que entraña este oficio, por algunos llamado el más viejo del mundo.

La semana había estado bastante floja estaba a jueves y la renta del apartamento estaba a punto de caer como todos los meses, ni que decir tiene que a mi apartamento jamas he llevado a ninguno de mis clientes normalmente les atiendo en sus habitaciones en el propio hotel.

No es que no tenga ahorros, pero son para una emergencia. Bueno a lo que iba, estaba en la cafetería del hotel tomando un café cuando un "ejecutivo agresivo" de los que tanto pululan por el hotel se acerco a mi.

―Hola, ¿estas sola o esperas a alguien?

Como siempre pretendía llevarme a la cama gratis, pero ya voy teniendo experiencia, así que le conté que podíamos pasar una buena noche por unas 60.000 pelas o lo que es lo mismo por unos 360 euros.

El ejecutivo estaba bastante bien, con un precioso traje Armani, unos zapatos italianos y un Rolex, de los de verdad no de los "trolex" que llevan muchos.

Me comento que se llamaba Carlos y que era dueño de una fabrica de alta tecnología en Zaragoza, de donde había llegado el día anterior.

Tras decirme que estaba conforme con el precio, me contó que, a parte de pasar una buena noche, los dos según él, quería que le acompañara a tomar una copa a casa de un cliente en la Moraleja. No suelo salir del hotel, salvo en algunos casos a cenar a alguno de los restaurantes que se encuentran próximos al propio hotel y así se lo dije, el me indico que lo entendía y que estaba dispuesto a pagarme las molestias redondeando el precio hasta 100.000. me pidió un momento para sacar el dinero del cajero automático que estaba en el vestíbulo del propio hotel y al poco tiempo le tenia de regreso con un sobre que me entrego, como no me gusta andar por la calle con tanto dinero encima, nunca se sabe, le entregue el sobre a Paco, el recepcionista de noche, que me lo guardo en mi caja de seguridad del hotel tras darme el recibo correspondiente. Paco es un buen chico, quizá tendría que llamarle chica, muy honrado, nunca he tenido un solo problema con él.

Bajamos al Parking del hotel donde tenia su coche, desgraciadamente con las nuevas matriculas es imposible de saber de donde es coche pero me grabe la matricula en la cabeza, de poco me serviría pero son manías que coges con el paso del tiempo. El coche, un precioso Porche 911 Targa de color gris metalizado, parecía volar bajo por la Castellana y después por la carretera de Burgos hasta llegar a la Moraleja, en el camino poso su mano en mi pierna como por descuido y comenzó lo que debería haberme puesto sobre aviso.

Introdujo la mano bajo mi falda hasta llegar a las bragas, como siempre llevaba medias, de las de verdad no pantis, con un bonito liguero a juego con el sujetador negro.

―¿Te importa quitártelas?, me da mucho morbo saber que no las llevas. – me dijo sin cambiar la entonación de voz –

―No, en absoluto. – respondí mientras me las sacaba haciendo algunas acrobacias en el asiento del coche-

Una vez quitadas, las mantuve un momento en la mano sin saber exactamente que hacer con ellas, hasta que él alargo su mano y las tomo, abrió su ventanilla y sin mirar las lanzo fuera del coche. Me quede cortada sin saber que hacer, no es que no hubiera pagado para poder tirar las bragas, las había pagado y bastante bien, pero es que me resultaría difícil encontrar unas que fueran bien al resto del conjunto de ropa interior que llevaba puesto, pero preferí callar.

Una vez en la Moraleja, perdí mi sentido de la orientación como es bastante habitual y tras conducir durante unos 20 minutos por varias calles de las que en la noche no puede ver sus nombres, se detuvo frente a una cancela de hierro forjado, abriendo la ventanilla saco la mano para apretar el botón de un vídeo portero.

―El señor Manuel Lebrija, por favor.

―¿A quien tengo que anunciar? – le respondieron –

―Carlos Córdoba, me espera.

―Si señor, pase por favor.

Las puertas se abrieron, como en las películas y Carlos comenzó a conducir su Porche por una avenida flanqueada de arboles que no permitían ver gran cosa excepto la propia avenida. Detuvo el coche frente a la entrada de la casa, muy modesta en comparación con el parque que acabamos de pasar. Descendió del coche y tras abrirme la puerta me ofreció su brazo para dirigirnos a la casa.

Todo lo modesta que era la casa por fuera se trasformo en un palacio al entrar en ella, si bien discreta y con buen gusto, de decoración entiendo os lo puedo asegurar, el coste debía haber sido de muchos millones, cuadros y detalle por todos lados decían que el propietario no debía ser un hombre pobre.

Nos pasaron rápidamente a lo que yo definiría como biblioteca, con una preciosa chimenea donde ardía un fuego magnifico, en la sala ya estaban dos hombres y una mujer de unos 40 años, todos con aspecto de no haber trabajado mucho físicamente, es decir muy bien conservados.

―Buenas noches Carlos, me alegra que al final vinieras. – comento uno de ellos – veo que vienes acompañado, ¿nos presentas a tu amiga?.

Se produjeron las presentaciones mientras me ofrecían una copa que rechace pero acepte un agua mineral con una rodaja de limón.

Transcurrieron unos minutos en que se hablo de todas esas cosas intranscendentes de las que se habla en una reunión social, mientras yo permanecía con las piernas muy juntas para evitar dar un espectáculo.

Y de repente comenzó la función, no estaba preparada, realmente no esperaba que sucediera nada parecido y me cogió totalmente desprevenida.

El hombre que nos había dado la bienvenida, prácticamente sin cambiar el tono de voz me miro y ...

―Bueno señorita, le importaría desnudarse.

―¿Cómo? – respondí con tono de sorpresa .

Carlos, que estaba a mi lado, se giro y sin mediar palabra me soltó una bofetada de las que hacen época, el vaso con el agua salió disparado de mi mano y choco contra el suelo rompiéndose.

―No nos hagas tener que repetirte las cosas, ¡¡desnúdate!! – casi me grito.

―No se que te has pensado, pero .... – comencé a decir, cuando nuevamente la mano de Carlos me abofeteo –

―¿Lo prefieres así?, a mi me da igual – dijo Carlos, mientras el resto de sala simplemente miraba expectante –

Me levante de un salto y salí corriendo hacia la puerta, en un momento estaba intentando abrir la puerta que para mi sorpresa estaba totalmente cerrada y el pomo no respondía a mis intentos de abrirla.

―Señorita, será mejor que dejemos las cosas claras, a partir de este momento hará lo que se le pida, sin dilación y poniendo todo su empeño en satisfacernos, en caso contrario se atendrá a las consecuencias. – dijo el que yo había identificado como dueño de la casa –

Carlos se levanto y acercándose a mi me agarro de una mano, lanzándome al centro de la habitación, mientras decía.

―Vamos, puta de mierda, desnúdate de una vez, no pierdas más tiempo.

Por un momento permanecí pensando que hacer, mientras notaba como algo húmedo se deslizaba por mi labio superior, acerque mi mano a la nariz y note que estaba sangrando no copiosamente pero si sangrando.

Tome la decisión de hacer lo que me pedían para evitar nuevos golpes, no sabia lo que podría pasar pero de seguro si no lo hacia podía terminar con algún hueso roto y pense que hacer lo que me pedían seria el menor de los daños, no podía sospechar como acabaría aquello.

Me quite el vestido de seda que llevaba y me quede en sujetador y las medias, por alguna razón me sentí mas desnuda que nunca.

―Quítese el sujetador, pero conserve las medias – hablo uno de ellos –

Obedecí lo mas rápidamente que pude, mientras observaba a la gente intentando predecir que pasaría a continuación.

―Chúpemela – hablo el que hasta ese momento se había mantenido calladito –

Limpiándome la sangre que caía de mi nariz me aproxime a él y me arrodille, evitando mancharle los perfectamente planchados pantalones, le saque la polla se la cogí con mi mano y comencé a chupar.

―Ponga las manos en la espalda.

Como si fuera un muñeco de resorte, cruce rápidamente mis manos a la espalda y continúe chupando, bajando y subiendo mi cabeza.

No lo sentí acercarse, pero alguien se había puesto a mi espalda y ato mis manos con unas esposa metálicas, por un momento pense en levantarme, pero algo en mi interior me dijo que lo mejor que podía hacer era seguir chupando. Continúe durante un rato hasta que una mano se poso en mi cabeza y me apretó contra su cuerpo haciendo chocar su polla contra mi garganta, mientras sentía como se corría y su leche me entraba hasta dentro, me separe bruscamente hasta caer al suelo al no poder hacer uso de mis manos, donde quede dando arcadas.

―Bueno señorita la noche acaba de comenzar, ¿no tendrá usted prisa?. – unas risas acompañaron esta ultima pregunta.

Unas manos me sujetaron por los sobacos obligándome a levantarme del suelo. Las luces se habían apagado y alguien estaba encendiendo las velas que había en la habitación.

Sujetándome por los hombros me presentaron ante la mujer, que miraba insistentemente mis pechos. Tomo de una cubitera un par de hielos y comenzó a posármelos en los pezones logrando que se pusiera, en respuesta al frío, duros como nunca los había sentido. De uno de los bolsillos de su chaqueta tipo sastre saco algo que no pude identificar, parecía una cadenita no demasiado gruesa, en cada extremo había una pinza dentada. Sin casi darme tiempo a reaccionar puso cada uno de los extremos en uno de mis pezones. La sorpresa casi me impide sentir el dolor, pero un momento después comenzaba a sentir como los dientes puntiagudos de las pinzas se clavaban en mi carne.

―Ahhhh!, por favor ...

―¡Cállese!, nadie le ha dado permiso para hablar – dijo de forma imperativa la mujer –

Tomando la cadena comenzó a tirar de ella, ya no era necesario que me sujetaran por los hombros, comencé a seguirla como una perrita fiel por la habitación, si me detenía o me retrasaba de su paso el dolor en mi pecho me indicaba claramente que debía modificar mi velocidad.

―Por favor, me duele, me duele mucho, ... – comencé a decir, cuando un fuerte tirón de la cadena me indico que debía estar callada -.

Abrieron la puerta de la habitación y alguien puso un antifaz que me impedía ver sobre mis ojos, comencé a seguir a ciegas a la que comenzaba a identificar como mi ama.

Caminamos durante un corto espacio de tiempo por la casa, hasta que por alguna puerta me sacaron al jardín, note en mis pies desnudos la arena y el frío del exterior en mi cuerpo desnudo.

Escuche el ruido que hacia una llave al descorrer un pestillo y nuevamente camine para evitar el dolor en mis pezones. Escuche como se cerraba una puerta, en la habitación hacia frío, y las voces de que estaban en ella retumbaban en los muros de una forma especial que no supe identificar en ese momento.

Alguien, agarro mis muñecas y separa mis pies de una forma violenta, me desplace hacia delante hasta que mi cabeza choco con la pared, o contra algo mullido que se encontraba en la pared, en ese momento me di cuenta que del porque del sonido tan peculiar, las paredes debían estar acolchadas para evitar que el sonido saliera al exterior.

Sentí como alguien ataba uno de mis tobillos mediante una especie de muñequera y después el otro, obligándome a separar un poco mas las piernas, intente unirlas pero me fue imposible, las muñequeras o tobilleras estaban unidas a algo rígido que me impedía unir mis piernas. Alguien me obligo a girarme y quedarme de pies con las piernas dolorosamente separadas, nuevamente tiraban de la cadena que unía mis pezones, pero en esta ocasión casi no podía caminar para evitar el dolor de las pinzas al clavarse en la carne.

Comenzaba a estar en un estado como de soñolencia, parecía que las esas cosas no me pasaban a mi, que era otra persona a la que le sucedía todo aquello. Ya había decidido no hablar y únicamente me limitaba a emitir pequeños gemidos cuando el dolor se acrecentaba.

De alguna forma me tumbaron encima de una mesa, un tablero o algo similar, mis piernas se doblaban sobre el borde casi a la altura de mis nalgas, pero no me era posible unirlas, las manos me fueron atadas a la pared u otro sitio quedando igualmente paralelas al suelo, mientras mi cabeza que se salía de la superficie donde estaba tumbada quedaba caída.

Note como un paño, toalla o semejante húmeda y muy caliente era depositada sobre mi sexo, arquee mi espada al sentir el calor, momentos después algo frío y untuoso era extendido por mi pubis, para a continuación sentir como una maquinilla de afeitar pasaba por él eliminado todo rastro de vello.

Si esto era todo, bien, el vello crecerá y vale, pense.

Pasaba el tiempo y nadie se había acercado a mi, la posición cada vez era mas dolorosa, el cuello me dolía, los pezones me dolían y el pubis me ardía de forma importante sobre todo después de que me habían extendido algún tipo de crema por mi monte de Venus.

De repente, algo tiro de mis piernas obligándome a levantarlas hasta doblarme por la cintura, y casi levantar mi culo de la mesa donde estaba reposando.

Plas, plas, plas, comenzaron a azotar mi trasero con algo plano, algo como un cinturón ancho que caía una y otra vez sobre mi culo, sobre mis muslos, comencé a chillar.

Alguien tapo mi nariz y me obligo a abrir la boca para evitar asfixiarme, momento en el cual introdujo una bola de algún material duro en mi boca y cerro una especie de cinturón en mi cogote. Durante un momento apretó mi nariz sin dejar entrar aire y sentí como me asfixiaba sin poder hacer entrar el suficiente aire en mis pulmones, la mano se separo de mi nariz y una maravillosa bocanada de aire inundo mis pulmones, había dejado de sangrar pero tenia un poco taponada la nariz.

Comencé a sentir como entraban en mi, en la posición en la que estaba no podía ni intentar impedir que me penetraran, las piernas muy separadas y perpendiculares a la mesa, tenia expuesto mi sexo ante cualquier acción que quisieran tomar. Me sentía seca muy seca, mientras comenzaba a entrar en mi. Entro hasta el final sentía como sus huevos golpeaban contra mis nalgas en cada uno de sus envite.

―Esta seca como una lija – dijo una voz -, ya se acostumbrara y comenzara a humedecerse, eso espero.

Una carcajada llego a mis oídos, mientras alguien comenzaba a tirar de la cadena que sujetaba mis pezones. Sentía como emitía sonidos entre cortado casi totalmente ahogados por la mordaza que me habían puesto.

Algo, comenzaba a abrirse paso por mi ano, no es que nunca hubiera hecho sexo anal, pero siempre lo había hecho con preservativo y la lubricación de este evitaba el dolor que me estaba produciendo la penetración en seco, mientras el que me estaba tomando por el coño seguía bombeando sin parar.

Notaba como la cadena que sujetaba mis pezones estaba tensa y obligaba a mis pechos a erguirse hacia el techo, de repente sentí una quemadura en uno de mis pechos, comencé a retorcerme, pero al retorcerme los dientes de las pinzas se clavaban mas profundamente en mis pezones. Mientras escuchaba voz de la mujer.

―Mirar como se mueve, parece una lagartija, jajajajajaja

Lo que debía ser un cigarrillo se posaba una y otra vez en mis pechos, en un lateral, bajo ellos, en uno o en otro sin un orden predeterminado.

El dolor producido por las quemaduras trasformo en soportable el que me producía el ano al ser forzado por algo que era demasiado grueso hasta para ser agarrado con una mano.

Debí desmayarme, cuando desperté me encontraba sobre el suelo, boca abajo, intente mover las manos pero nuevamente las tenia atadas a la espalda, intente cerrar las piernas pero continuaban sujetas y no me fue posible, por el contrario tenia la boca libre, me habían quitado la mordaza y el antifaz que me impedía ver.

Una mano tiro de mi cabello hasta que me obligo a arrodillarme, con las rodillas separadas y las manos a la espalda. La luz de un foco me impedía ver lo que se encontraba frente a mi, baje la vista hasta ver que las pinzas seguían puestas en mis pezones, ya no sentía el dolor, pero unas pequeñas gotas de sangre indicaban que seguían clavadas en ellos.

Alguien se acerco a mi, estaba desnudo, la fuerte luz que provenía de su espalda me impedía diferenciar sus facciones. Su polla quedo a la altura de mi boca, no decía nada pero por alguna razón sabia que es lo que quería, abrí mi boca y la comencé a chupar, por un momento paso por mi cabeza morderla, morderla hasta quedarme con ella en la boca y después escupirla, pero no lo hice, no estaba dispuesta a pasar nuevamente por lo que había pasado.

Comencé a mover mi cabeza y a poner el mayor entusiasmo posible en la mamada, hasta lograr que se corriera, según llenaba mi boca con su leche, una polla sustituyo a la primera, seguí mamando, chupando, hasta que me dolió el cuello y la mandíbula, pero cada vez que una polla escupía en mi boca otra la sustituía, otra mas gruesa, mas delgada, mas larga, mas corta, no se cuantas, en algún momento me pareció que en realidad era las mismas que se repetían, el semen mezclado con mi saliva corría por la comisura de mis labios y resbalaba por mi barbilla hasta caer sobre el pecho.

Deje caer mi barbilla hasta chocar con mi pecho, mientras sentía como un liquido caliente caía sobre mi cara, mi espalda y una mano tiraba de mi pelo para obligarme a levantar la cara y abrir la boca, me estaban meando, se estaban meando encima de mi, sentía el calor y el olor del orín resbalar por mi cuerpo, escurrirse entre mi pecho, entrar en mi boca.

Unos brazos pasaron bajo mis sobacos y me arrastraron por la habitación hasta obligarme a poner nuevamente de pies, de alguna forma mis brazos subieron hacia el techo obligándome a poner de puntillas y con la cintura casi flexionada.

―No lo has hecho bien, puta, no lo has hecho bien y lo vas a lamentar. – una voz que venia de mi espalda repetía estas palabras, mientras un cinturón, un látigo o algo parecido caía una y otra vez sobre mi culo y mis muslos, todos mis músculos me dolían como si mi cuerpo se fuera a desmembrar de un momento a otro.

Debí perder el conocimiento, cuando lo recupere, me encontraba con el vientre sobre lo que parecía ser un aparato de gimnasia, uno de esos que se llama plinton o algo parecido, las piernas seguían separadas y notaba mis agujeros perforados, por algo que me estaba dilatando al máximo, pero ya no me importaba, mis brazos muy estirados y separados no me dejaban hacer caer mi cabeza, frente a mis ojos tenia el coño de una mujer que me estaba meando, mientras decía

―Bebe, puta, bebe

Y yo bebí, como si fuera el agua mas pura.

Una vez que había terminado, se acerco hasta dejar su sexo a la altura de mi boca, mientras decía

―Límpialo y dame placer, hasta que me corra puta.

Lo que tenia en mis agujeros comenzó a vibrar y yo comencé a chupar a lamer, nunca antes lo había hecho, nunca me habían ido las chicas, pero tenia que hacerlo bien, ¡tenia que complacerla!.

Nuevamente comenzaron a azotarme, a perforar mis agujeros, comenzaron a meterme un liquido caliente por el culo que me provoco una terrible diarrea.

Me debí desmayar nuevamente y cuando desperté, me encontré tirada en el suelo de una habitación a media luz, encima de una mugrienta colchoneta, con las manos atadas a mi espalda, pero al menos con las piernas ya sueltas, me dolía terriblemente todo el cuerpo, la espalda, las nalgas, y el dolor del ano se hacia insoportable, tenia mucha sed. En una de las esquinas había un plato de esos que se les pone a los perro y parecía tener agua, camine sobre mis rodillas, me arrastre hasta llegar hasta el agua y meter mi boca en el plato.

Me sentía como una perra, atada, dolorida, apaleada, al agacharme para beber mis pezones rozaron el suelo y una puntada de dolor me sacudió todo el cuerpo, a la tenue luz de la habitación los observe, estaban amoratados, y mis pechos presentaban múltiples puntos rojos donde debían haber posado la brasa del cigarrillo.

Como pude me arrastre de regreso a la colchoneta, me dormí o me desmaye, cuando nuevamente me desperté junto a la cama había otro plato en este caso de una mezcla de arroz y algunos trozos de carne, comí desesperadamente y bebí el un poco mas de agua. Nuevamente me quede dormida.

―¡Arriba!, ¡levántate puta de mierda!.

Alguien había abierto la puerta de la habitación y gritaba, al abrir los ojos identifique a Carlos.

Me puse de rodillas para poder enderezarme, con las manos atadas en la espalda es realmente complicado ponerse de pies. Me apoye en una de las paredes mientras él se acercaba, de uno de sus bolsillos saco la cadena terminada en pinzas que ya conocía.

―¡no!, por favor, no me la pongas, prometo seguirte ...

―¡Cállate!, mas te vale cooperar o si no, ... será peor.

Me quede muy quieta, apoyada contra la pared, mientras se acercaba tomaba mis pezones y los manipulaba hasta lograr que se pusieran duros para ponerme nuevamente las pinzas, el dolor se acrecentó pero me había propuesto no gemir. Puede observar mejor la cadena si bien en cada extremo tenia una pinza, en la mitad de ella tenia un aro. Saco del bolsillo una correa como las que se usan con los perros y la engancho al aro que se encontraba a la mitad de la cadena que unía mis pezones.

―Date la vuelta – ordeno –

Si dudarlo por un instante me gire hasta quedar de cara a la pared, la cadena y la correa colgaban de mi pecho produciéndome una mezcla de dolor y sensaciones confusas.

Coloco sobre mis ojos el antifaz que me impedía ver y me ordeno arrodillarme e inclinarme hasta dejar mi ano y me sexo al descubierto. Introdujo en mis agujeros algo, grueso y largo, que me produjo nuevamente sensaciones contrapuestas, por ultimo me puso un cinturón o algo parecido que pasaba entre mis piernas y ligaba mi cintura, supongo que para evitar que se cayera lo que me había metido, me ordeno levantarme y comenzó a tirar de la correa y por tanto de mis pezones, ciega como iba seguía realmente a la cadena intentando mantener la velocidad en la que me doliera menos.

Me ordeno pararme y arrodillarme, en estos momento yo lo único que quería era hacer lo que me pidieran sin perder tiempo y evitar cualquier posible castigo.

La situación se repitió, por mi boca comenzaron a pasar diversas pollas, una tras de otra, a las que sin que se me pidiera, comencé a chupar, mamar, lamer hasta que una tras de otra descargaban en mi boca, sentía como el semen corría por mis labios, escurría por mi garganta, por dentro y por fuera. Me dolía, el cuello de mantener el movimiento, la mandíbula de tratar de evitar que por un descuido mis dientes pudieran rozar alguna de las pollas y ello diera lugar a cualquier tipo de castigo.

Me quitaron el cinturón que llevaba puesto y sacaron los objetos que me habían introducido, una sensación extraña sustituyo a la de estar llena, pero fue por poco tiempo de alguna forma me encontré siendo penetrada por todos mis agujeros, se fueron turnando pero siempre tenia en mi interior a tres de ellos.

Nuevamente me ataron los tobillos pero esta vez incluso mas separados que en la ocasión anterior, mis manos fueron atadas a algún sistema que les permitía elevarlas del suelo, prácticamente de puntillas sobre el suelo, mientras mis nalgas y muslos recibían una serie de golpes producidos por un cinturón, látigo o algo parecido, de la cadena que unía mis pezones debieron colgar algo pesado ya que permanecían permanentemente estirados con los dientes de las pinzas clavándose dolorosamente.

Nuevamente debí perder el conocimiento, ya que me desperté en un rincón de la habitación en posición fetal, estaba desnuda pero no estaba atada tenia muñequeras y tobilleras puestas pero no estaban unidas, desde mi posición con los ojos entre abierto pude por primera vez ver la sala, cuerdas y poleas colgaban del techo, varias mesas con piezas de cuero para inmovilizar a los que se encontraran sobre ella se encontraban en la sala, en una de las paredes había una panoplia de látigos, correas y cadenas, en el extremo opuesto a donde me encontraba estaban unos sillones de cuero frente a una mesa en la que se encontraban varios vasos. No había nadie en la habitación, lentamente me puse de pies y note que tenia algo introducido en mi ano, deslice la mano entre mis piernas hasta sacarlo de donde se encontraba, era un consolador grueso, muy grueso, al sacarlo un retortijón recorrió mis entrañas y un chorro de liquido marrón salió manchándome las piernas y el suelo.

Medio en un sueño me acerque a la mesa y tome agua de la cubitera de hielos, encima de una de las butacas había una especie de bata o chaqueta larga que me puse y me dirigí a la puerta que se encontraba a mi derecha, con cuidado mire al exterior, era de noche, el parque estaba cubierto de nieve. Salí y me puse a correr hasta llegar a un muro que salte como pude.

No se realmente lo que paso, alguien me recogió vagando por un camino a punto de morir de congelación, después de varias semanas me recupere físicamente no dejo de tener pesadillas por las noches. La policía no localizo a nadie, ni la casa donde pase por espacio de casi una semana y casi me vinieron a decir que estaba un poco loca y que debía haberlo soñado todo.

He tardado cerca de seis meses en localizar a Carlos, un par de amigas, también putas como yo, me han ayudado, después de una sesión de "cariños" ya tengo la dirección exacta de la casa y los nombres de los otros dos hombre y de la mujer. Carlos no podrá ser padre y a partir de hoy tendrá que hacer pipí sentado, si es que antes no le han roto también el culo unos cuanto amigos cariñosos de Paco, el recepcionista de noche del hotel.

Tengo intención de ir esta noche a la casa haber si encuentro alguno de mis viejos "amigos" y hacerles pasar un buen rato, tan buenos como los que me procuraron a mi.

Esta es una historia de ficción, no ha pasado nunca, que yo sepa.

 

(9,00)