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El comienzo de una relación en Shangai con mi hijo

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Hola mi nombre es Vanesa tengo 38 años y vivo con mi marido y un hijo de 19 años, Matías, mi único hijo. No quiero aburrirlos contando toda mi vida, me quiero centrar en lo que paso hace un tiempo.

Resulta que mi marido es dueño de una importante empresa textil del país, él es casi treinta años mayor que yo, nuestra relación se fue apagando con los años. Yo en la empresa tengo casi el puesto más alto, mi marido es el presidente, pero ya cansado fue delegando sus responsabilidades de la empresa en mí.

Como Directora General mi palabra sobre decisiones en la producción están casi por sobre las del Directorio. Al ser mujer y tener tal responsabilidad no me hace una persona muy amigable, pero creo que es lo mejor para dirigir una empresa donde un directorio está formado casi en su totalidad por hombres.

Mi esposo se pasaba casi todo el año viajando y disfrutando de sus millones. Yo mientras tanto dividía mi vida entre la empresa y mi casa. Mi hijo había terminado sus estudios secundarios el año pasado y lo hice entrar a la empresa como asesor mío, una especie de persona de confianza, aunque mi marido se negaba, yo decidí que eso era lo mejor para la empresa.

Estábamos por lanzar una gran producción de medias de lycra, una línea completa que exportaríamos a varios países. Decidimos como empresa asociarnos con una firma China, en una ciudad muy cercana a Shanghái, con un nombre casi impronunciable.

Era una inversión de varios millones de dólares, que necesitaba un seguimiento de mi parte muy cercana y tomar decisiones sobre calidad y producción en la que yo estaba especializada.

Le comenté a mi esposo que tenía intenciones de ir a China a negociar y me alentó a hacerlo, que sería lo mejor para la empresa, pero él no estaba interesado en ir conmigo, que China le aburría y peor si tenía que ir por negocios. Me dijo que lleve a quien quiera, que confiaba en mis decisiones.

Sería un viaje largo pero una estadía de sólo una semana o a lo sumo dos. Podía ir sola y conseguir un traductor en China para comunicarme, pero no era seguro en este negocio, tendría que ser alguien de confianza. Mi hijo fue a una escuela privada donde enseñaban varios idiomas, entre ellos mandarín. Que mejor idea que me acompañe mi hijo, ya formaba parte de la empresa y era la persona en la que más confiaba. Al otro día le comentaría mi idea.

Al otro día en el desayuno antes de ir a la empresa le comento a mi hijo la propuesta.

-Matías tengo que ir a China para tratar de producir la nueva línea y asociarme con unos chinos, me quieres acompañar, van a ser unos pocos días.

-Si, como no, es parte de mi trabajo.

-Gracias, vas a tener que practicar algo de chino, nos vamos a divertir.

-No hay problema no es están difícil.

-jajaja espero que entiendas sino vamos a estar perdidos

-No te preocupes.

Ya tenía todo planeado, saldríamos en tres días hacia Shanghái donde nos encontraríamos con Yuan Wang, lo contacte por correo varias veces en inglés y aunque, muchas veces la conversación se hizo incomprensible, serían cosas que solucionaríamos cuando nos juntásemos, eso pensaba, yo estaba acostumbrada a negociar con varias personas en todo el mundo y el idioma nunca fue una barrera. Mi hijo sería la mejor garantía de poder comunicarnos sin problema, aunque no era un experto en mandarín, con ayuda del inglés sería sencillo.

Por las conversaciones que mantuve con Yuan, él me esperaría en el aeropuerto o algún empleado e iríamos a su empresa donde mantendríamos una reunión. Para acelerar el trámite decido ir vestida como estoy casi todo los días en la empresa, de un traje amarillo de ejecutiva y una falda corta, sólo unos centímetros por arriba de las rodillas. Llevaría puesta una de las medias de la nueva línea que pensaba producir en sociedad con Yuan. Quería deslumbrarlos con mi sola presencia, sería el márquetin de la empresa para vender un producto. En realidad yo conozco mi cuerpo y se lo que provoca en otras personas, especialmente en hombres. A la edad de mi hijo participe en varios concursos de belleza y hasta llegué a concursar para Miss Universo, fue donde me conoció mi marido, ya hace casi veinte años. Soy relativamente alta 1,74 metros, de pelo castaño, tez bronceada y ojos verdes.

Así que me presente en el aeropuerto vestida como una ejecutiva acompañada con mi hijo. Sabía que serían varias horas de viaje en avión, un vuelo directo de 12 hs., pero iríamos cómodos en clase ejecutiva hasta Shanghái por lo que pensaba que no sería tan grave.

A medio viaje me manda un mensaje de texto Yuan, donde me dice que nos esperaría un chofer con un cartel que diría Vanesa- Matías y él nos llevaría hasta su empresa ubicada en Jiading, un distrito dentro de la ciudad.

Yo pensaba que el viaje no me iba a afectar tanto, realmente era cansador, mi vestimenta no me ayudaba. No pensé que las pantimedias que llevaba serían tan molestas, tantas horas de vuelo hacían que estuviese toda transpirada, me sentía húmeda en la entrepierna. Mientras mi hijo dormía, yo no sabía cómo estar sentada, me levantaba e iba al baño, caminaba por el avión pero volvía a transpirada en mi cómodo asiento.

Por fin llegamos al aeropuerto de Shanghái, fuimos a la zona de equipaje y allí surgió el primer problema, nuestras valijas se habían extraviado. Llevábamos lo justo y necesario, pero también un muestrario con la línea nueva de media que quería mostrar en persona. Hicimos los trámites en aduana y fuimos en busca de Wang o su emisario.

Luego de varias horas de discusiones nos dieron un número de contacto para preguntar sobre el equipaje, nos dijeron que sería lo antes posible. En esos largos pasillos llenos de gente divisamos el cartel que prometió Wang, fuimos hacia él.

Cuando nos acercamos, claramente no era Wang el del cartel, trate de comunicarme en inglés, pero me fue imposible hacerme entender, entonces recurrí a las habilidades de mi hijo con el mandarín.

Mi hijo le dijo algo como “ni hao” y el chino sólo agachaba la cabeza y repetía “xié –xié”, parecía que no entendía nada, pero nos indicaba con sus manos que lo sigamos. No nos quedaba otra cosa que hacer caso y seguirlo.

Salimos afuera del aeropuerto y nos guía hacia una pequeña furgoneta, muy despintada, y nos indicaba que nos llevaría con Wang. Yo tenía conmigo el equipaje de mano, una especie de maletín de cuero con papeles y una laptop.

La elevada temperatura afuera era infernal, era como golpear contra una barrera, fue la sensación que sentí cuando estaba por subir al vehículo. Subimos y nos comentó algo, que Matías no comprendió.

-¿Qué dijo?

-No es mandarín, no entiendo nada, es un dialecto muy diferente

-Espero que cuando lleguemos Wang pueda entendernos, creo que habla inglés.

El calor era insoportable en la furgoneta, no tenía aire acondicionado, yo estaba empapada en sudor, sentía el sudor caer por mi espalda y deslizarse por la raya de mi culo. De los majestuosos edificios cercanos al aeropuerto pasamos edificios más bajos y antiguos. Lo que no menguaba era la cantidad de personas que había por las calles, una marea humana. Mis pantys, que a su vez eran mi única muestra, estaban empapadas. Ya llevábamos como una hora de viaje hasta Jiading y no soportaba más estar sentada, yo iba en el asiento trasero, y me aliviaba abriendo las piernas para que entre un poco de aire o poniéndome de costado, el ardor que tenía en el ano era insoportable, me picaba y no podía rascarme, sólo tuve oportunidad en el baño del avión, era una molestia espantosa.

Llegamos a la empresa de Wang, yo imaginaba que era como a las que estaba acostumbrada en mi país, pero no, no tenía las dimensiones que pensaba o por lo menos por la producción que me garantizaba cuando conversábamos por mail. Pero ya estábamos ahí a miles de kilómetros de casa y tendría que cerrar un trato o por lo menos intentarlo.

Por fin sale a nuestro encuentro Wang, lo reconocí enseguida por la ropa que llevaba puesta, era la misma que vi en una foto que me mando por mail. A un costado suyo se encontraba una niña casi adolecente, supuse que sería la hija. Nos arrimamos y le estrecho la mano a Wang. Él también lo hace y agacha su cabeza con una reverencia, una actitud de cortesía, yo le respondo de la misma forma. Le estrecha la mano a mi hijo con la misma educación. Mi hijo lo saluda en mandarín, Wang responde con otra reverencia pero en este caso contesta la niña.

-Hello.

Yo le respondo a la niña y ella le traduce al que parece ser el padre. Mi hijo trata de entablar un dialogo con Wang, pero le fue imposible, no hablaba mandarín, la interprete sería la niña.

Ella hablaba un inglés muy básico, nos dijo que se llamaba Li y nos confirmó que era su hija. Ahí me di cuenta que la conversación que tuve con el padre fue con ayuda de Li. Pensé que el negocio estaba perdido, pero ya estábamos en el baile.

Entramos a la empresa y nos recibieron sus empleados con reverencias y alistados en el pasillo de entrada, quedamos sorprendidos por la amabilidad y educación. Li nos mostraba el camino y caminábamos junto al padre, luego entramos a lo que era la zona de producción. El lugar, cantidad de telares y la gran cantidad de empleados que tenía me indicaba que estaban en condiciones de cumplir con una gran producción. Lo que vi me hizo cambiar la primera imagen, pero no estaba acostumbrada a ver ese tipo de condiciones de trabajo, era de varias décadas atrás, pero parecía que la eficiencia y especialmente la cantidad y precio cumpliría con mis expectativas. Luego del recorrido fuimos a una especie de sala de reuniones donde nos encontramos con otros socios o directivos y comenzamos las negociaciones con Li de intérprete. Fueron tres horas de mostrar fotos y catálogos, ya que las muestras quedaron en la valija del aeropuerto. No sé si será una costumbre en China pero trajeron comida a la sala y nos ofrecieron una variedad de cosas que realmente desconocía, pero eso sí, muy picantes, casi incomibles para mis gustos, pero sería una descortesía si no lo comía y así lo hice.

Luego de una extensa y extenuante jornada de trabajo, terminamos como a las cinco de la tarde, Wang nos dijo, siempre por medio de Li, que ella nos acompañaría a un hotel donde nos hospedaríamos, sólo a unas pocas cuadras de la empresa. Salimos y nos saludaron nuevamente todos los empleados con amabilidad, me miraban como si fuera una muñeca Barbie, puede ser por mi altura, les llevaba como una cabeza de alto a todos.

Afuera el calor era insoportable, yo no aguantaba más la ropa, pero no me quedaba otra, esperábamos tener novedades de las valijas cuando lleguemos al hotel. Caminamos una cuadra y de repente me agarraron ganas de ir al baño, fueron muchas horas de viaje, el calor y especialmente la comida que desencadenaron esta desesperación. Pensaba que podía llegar al hotel pero sentía que me podía cagar encima. Le digo a mi hijo que tenía muchas ganas de ir al baño, la miro a Li y en ingles le trato de transmitir mi apuro en encontrar un baño.

Li, con toda naturalidad me señala un baño público cerca de la esquina, los dibujos en la esquina era inconfundibles. Me dirijo con prisa y dejo atrás a Li y a mi hijo.

El aspecto exterior del baño no era muy alentador en cuanto a la limpieza, pero en esas circunstancias era como llegar al edén. Abrí la puerta con el dibujo de una mujer y entré, por suerte el baño estaba vacío, a simple vista me di cuenta que la intimidad para los chinos no era importante, había ocho letrinas de cerámica, agujeros en el piso, alineadas en una fila frente a una pileta larga donde las canillas perdían agua. Una vista deprimente para mis costumbres europeas, pero eso me apuro con el trámite.

Me inclino sobre un agujero, me subo la pollera amarilla, me bajo las medias y la tanga, mi culo trataba de hacer puntería. Rápidamente siento el alivio, se aleja de mi cuerpo una larga y gruesa anaconda, por así decirlo.

Perdonen la digresión, por suerte mi ano estaba acostumbrado a un largo y grueso consolador de vidrio que me acompañaba en casa y mitigaba los días de soledad, me había hecho adicta a él, empezó como un juego con mi marido, él me lo regaló, yo pienso que consiente que ya no me podía complacer como antes. A ese consolador lo adopte como a un hijo, lo cuidaba, lo amaba, siempre lo mantenía bien guardado y alejado del personal de limpieza o de los ojos de mi hijo.

Continúo con el relato, sigo empujando hacia afuera, haciendo fuerza para expulsarlo entero, de pronto se abre la puerta y entra corriendo una pequeña nenita, de supongo unos cuatro años, se para a un costado mío y sin decir nada se me queda mirando. No sentí vergüenza, ella me miraba y se reía. Escucho gritar Kumico, varias veces, hasta que se abre la puerta y entra la madre y la toma del brazo para sacarla del baño. Termino con mi tarea y me doy cuenta, que no había papel, la desesperación me toma por sorpresa, no podía ensuciar la ropa, ero lo único que tenía, hasta se me paso por la cabeza la remerita de la pobre Kumico.

No sabía qué hacer, ya había cagado, pero no quería cambiar de posición, seguía agachada con el culo al aire. Por suerte había entrado con el maletín de mano y entre los catálogos y contratos hallaría la solución. Una chalina de seda que siempre tengo a mano sería el remplazo de lujo del papel sanitario, una verdadera pena, pero para mí culo era como comer caviar. Me limpie lo mejor que pude y salgo del baño público, afuera me espera mi hijo junto a Li.

Caminamos dos cuadras más, era impresionante y agobiante la cantidad de gente que había en la calle. Llegamos a las puertas de un hotel, un edificio no muy moderno, una estructura de los años ochenta, pero parecía cuidado. Entramos a la recepción y Li fue a conversar con el conserje, habló un rato, mi hijo no entendía ni una palabra de lo que decían. Luego Li se arrima a nosotros y nos comenta que ella volvería a la empresa y que el conserje nos indicaría muestra habitación. En caso de necesitar hablar con ella nos dejó un número para comunicarse, igual nos comentó que el conserje hablaba algo de inglés.

Subimos por un pequeño ascensor al 7º piso, él nos acompañaba. Llegamos a la habitación 7B y no da las llaves. Era muy difícil comunicarse pero en este caso no era tan necesario, no necesitábamos explicarle que no éramos pareja y que él que me acompañaba era mi hijo.

Al entrar a la habitación sólo había una cama matrimonial, no era muy lujoso, pero por lo menos tenía un baño dentro de la habitación. La verdad no me molestaba estar en una habitación con mi hijo, supongo que Wang pensaba que era mi pareja por eso la decisión de una sola habitación.

-Matías me quiero dar una ducha y después acostarme.

-No hay problema, después voy yo. Mientras llamo al aeropuerto para saber si hay novedades de las valijas.

Por fin pude sacarme la ropa que llevaba todo el día puesta, las medias me molestaron durante todo el viaje, la tanga no podía estar más húmeda, prácticamente estaba mojada.

Siento el agua correr por mi cuerpo, era un alivio, la mejor ducha de mi vida, mis dedos pudieron limpiar el ano en profundidad, raspo el clítoris con fuerza y tengo un orgasmo muy fuerte. Por fin estoy relajada y limpia. Aprovecho para lavar mi ropa interior y la dejo colgada sobre un soporte de toallas. Todavía me arde el culo, me lo miro en el espejo y el ano y su contorno estaba colorado por la fricción de las medias. No tenía ninguna crema para mitigar el ardor, me seco bien esperando a que calme. Después de unos cuarenta minutos, salgo del baño vestida con una bata blanca de algodón con el logo del hotel y la cabeza envuelta con una tolla. Mi hijo estaba acostado sobre la cama medio dormido, todavía se tenía que duchar.

-Matí, ¿pudiste hablar al aeropuerto, que te dijeron?

-Sí, me comunique, me dijeron que para mañana al mediodía nos mandan las maletas.

-Bueno dúchate que yo me acuesto.

Matías se fue a duchar y yo por fin me acuesto, íbamos a compartir la misma cama, pero yo lo veía como algo natural y pensaba que para él sería lo mismo. Hacía calor, aunque la habitación estaba refrigerada, no me quedaba otra cosa que dormir con la bata con la que había salido del baño, no llevaba puesto nada debajo. Después del rato sale Matías del baño

-También lave mis calzones, estaban todos transpirados

Mientras me decía esto se acostaba y se reía.

-sí, hizo mucho calor, fue un día insoportable. No aguantaba la picazón.

-¿Qué te picaba?

-¿no te vas a reír?

-Noooo, jajaja

-me picaba todo el día el culo, cuando me hablaba Wang o su hija, era insoportable, casi no podía escuchar lo que me decían. Tantas horas de viaje y el calor, se me irritó todo y no tengo ninguna pomada para ponerme.

-jajajaja. ¿Pero te sigue picando?

-Sí, espero que mañana traigan las maletas y me pongo ropa de algodón.

-Porque no le pedís a Li o que te lleve a alguna farmacia.

-Puede ser, a la mañana le digo y me acompañas, no sé cómo le voy a explicar, espero que me entienda y vos no te rías.

-Bueno, vamos a la mañana temprano con Li, que ella debe conocer.

Por el cansancio nos dormimos enseguida, a la mañana me despierto, voy al baño y me cambio, mi ropa interior todavía estaba húmeda, así que no me la pongo. Salimos vestidos como el día anterior pero yo sin nada abajo. Llamamos a Li por teléfono y nos encontramos afuera del hotel.

Cuando nos encontramos con Li, primero empiezo yo a explicarle que tenía un problema y necesitaba ir a una farmacia, pero Li no entiende. Mi hijo al ver que con ingles no nos entendemos, hace la prueba en mandarín, pero era inútil, entonces se le ocurre hacerle gestos con la mano que le picaba el culo, era una situación muy rara en el medio de la calle, Li se reía y después nos empezamos a reír los tres. Por fin después de la actuación de mi hijo Li logra entender que necesitábamos una farmacia, entonces me toma de la mano y me arrastra a una.

Caminamos sólo una cuadra y casi en la esquina de la angosta calle había un local que aparentaba una farmacia, entramos y Li se acerca a una señora y le dice algo. Era una mujer mayor, no podría decir de qué edad, pero grande. Estaba rodeada de una infinidad de cajones de madera sin ningún tipo de inscripción, pero por el fuerte olor a hierbas, supongo que era una farmacia tradicional china.

La señora sólo se comunicaba con Li, me mira y me indica con un gesto con la mano que la acompañe.

-Yo me quedo afuera (dijo mi hijo)

-Está bien.

Matías comienza a dar unos pasos rumbo a la calle, entonces la señora lo mira y le hace el mismo gesto que a mí, para que lo acompañe, mientras dice algo incomprensible. La miro a Li y le pregunto, para que era y me contesta en su particular inglés, que era para enseñar.

-¿Voy? (Pregunta mi hijo)

-Bueno, acompáñame, será alguna mezcla de hierbas que te quiere enseñar.

La señora mientras tanto toma de tres o cuatro cajones diferentes hierbas y las pone en un papel, luego caminamos unos metros y cruzamos una cortina hecha con trozos unidos de bambú, que separaba el local de un pequeño cuarto, Li se queda en el negocio esperando. Entramos y sabíamos que no podíamos entender nada más de lo que podía decir, éramos espectadores.

En el cuarto había una mesa de madera muy vieja y un mortero de mármol donde pone las hierbas y las comienza a moler con varios golpes. Los gestos que hacía apuntaban a mi hijo, era como que le indicaba como tenía que hacer. Luego toma un líquido espeso de una botella y tira dos o tres chorros adentro del mortero, la mezcla desprendía un olor agradable como a menta. Yo hasta ese momento pensaba que estaba preparando algún tipo de infusión pero no. Cuando termina me pide que me acerque, le hago caso y me arrimo, en ese momento comienza hablar como dando indicaciones, me toma de la cintura y me trata de girar. Yo me resisto y ella habla más rápido y levanta el tono de voz. Tengo que ceder a su pedido y quedo de espalda, fue entonces cuando todo sucedió en un segundo, toma la pollera amarilla de los lados y me la levanta hasta la cintura, quedó sorprendida y desnuda, yo no podía ver a mi hijo pero sabía que estaba mirando.

Con una mano empuja mi espalda y me inclina, siento que toma mi culo con las dos manos y me separa los glúteos con firmeza. Yo ya estaba entregada, ya no pensaba más en lo que estaba pasando. La señora arrima su cara y sopla varias veces sobre mi ano, luego toma el ungüento que había preparado y siento como con un dedo empieza a esparcirlo en mi agrandado agujero. Siento frío y un alivio instantáneo mientras pasa la mano de arriba para abajo. Seguía hablando, mientras abría mis nalgas, parecía que le explicaba a mi hijo como tenía que hacer. Termina y me baja la pollera, me doy vuelta y veo a mi hijo con la cara transpirada y roja de la vergüenza, no me podía ver a los ojos, supongo que a mí me pasaba lo mismo, él acababa de ver mi dilatado ano.

Salimos del cuarto y envuelve en unos papeles color madera una mezcla de hierbas y una botella con el líquido extraño, se la entrega a Matías. Le quiero pagar pero Li nos dice que lo pagan ellos.

Volvimos en silencio al hotel, Li volvió a la empresa.

En el ascensor rompo el silencio, lo miro preocupada y le digo.

-Perdón hijo, no sabía que te iba hacer pasar por esto. Pensaba que me iba a dar algo para tomar, perdón.

-Está bien Ma, yo no quise estar ahí, pero la vieja quiso que me quede, habrá pensado que era tu pareja

-No es tu culpa, es culpa mía. No quería que me vieras así, no tendría que haberla dejado.

El ascensor se detiene y sube un chino, volvimos al ensordecedor silencio. Bajamos en el séptimo piso donde estaba nuestra habitación, entramos y me siento en la cama para seguir la conversación. Yo sabía que Matías tendría en la cabeza mi agujero, sé que lo tengo exageradamente grande, el consolador que usaba a diario lo había amoldado a su tamaño.

-¿te paso la picazón?

-Sí, la verdad, me sirvió, por lo menos no siento más esa picazón insoportable, no sé si será magia pero fue un alivio, era muy incómodo. Espero que no me haga falta ponerme de nuevo.

-Pero dijo tres veces por día

-¿Pero cómo sabes?

-Mientras me explicaba cómo poner el ungüento me mostraba con la mano tres dedos y en mandarín dijo “día”

-¿pensaba que no le entendías nada?

-Casi nada, sólo decía algunas palabras.

-pero no Mati, no quiero hacerte pasar por esto de nuevo, ni loca.

-entiendo que quieras que no te toque o que tengas vergüenza, pero yo lo haría para curarte

-No Mati, no es eso, como no voy a querer que me toques, pero es por vos, no quiero que me tengas que tocar ahí, te daría un asco terrible y no es culpa tuya que a mí me pique. Me baño y seguro se me pasa.

-Como quieras, pero para mí no es ningún problema, nunca me podría dar asco, pero no te quiero obligar a nada. Bueno voy a llamar por las maletas.

-ok

Sus palabras y su predisposición para “ayudarme” ronda mi cabeza mientras me ducho, la idea me excitaba muchísimo, no paro de masturbarme en la ducha, en ese momento de calentura se me ocurre una idea.

Termino de ducharme y me hijo me dice que ya tenían las maletas en el aeropuerto y que teníamos que pasar, que no las podían mandar al hotel porque había que firmar unos papeles. Mi ropa interior ya se había secado pero no me la pongo, sólo mi traje amarillo como todo el día. Llamamos a Wang y nos mandó el mismo transporte que nos trajo del aeropuerto. En el viaje comienzo con la idea que se me ocurrió en el baño, ya prácticamente no me picaba el culo, pero eso sólo yo lo sabía. Íbamos sentados en la parte trasera del vehículo con la ventanilla abierta por el calor, me arrimo a mi hijo y le susurro.

-Me sigue picando, es insoportable.

-No hace falta que hables bajo, él no entiende nada

-Ya sé, pero me da vergüenza.

-Cuando volvamos del aeropuerto llamamos a Li y volvemos a la farmacia.

-No, no quiero. Prefiero que me pique, no quiero pasar por eso de nuevo.

-bueno, como quieras pero ya sabes que si quieres te puedo ayudar, la señora me enseño como hacerlo

No le contesté nada a Matías, pero la idea era pedirle que lo haga cuando lleguemos al hotel, no podía esperar el momento de terminar con el trámite de las maletas. Regresamos al hotel después de dos horas con las cuatro maletas, dos en las que llevaba las muestras para Wang, subimos al ascensor y empiezo con mi actuación. Cada uno llevaba una maleta en cada mano, me apoyo en el fondo del ascensor y dejo las maletas en el piso, Matías estaba junto a la puerta y me daba la espalda, aprovecho para levantarme la falda y empezar a rascarme el culo, haciendo notar mi alivio, para que se dé vuelta.

-¡Uffff!, no aguantaba más

Dije esto en vos alta para que escuche y causa el efecto deseado, gira instantáneamente y ve como tengo la mano derecha detrás de mí rascándome el culo. Empieza a reír mientras me mira rascarme, creo que no podía disimular su alegría. Llegamos al séptimo piso y entramos a la habitación.

-Veo que te pica, quieres que llamé a Li.

-No, ya te dije.

-Bueno, entonces te paso el ungüento.

-Pero ya te explique Matías, no quiero que tengas que sentir repugnancia por mí, no quiero que tengas esa imagen mía

Termino de decir eso y me sorprende, toma mi mano derecha, la que usé para rascarme el culo y se la lleva a su boca, mete mis cuatros dedos dentro y los chupa.

-Vez, ya te dije, nunca me puede dar asco

Me vino de golpe una sonrisa en la cara, no podía disimular mi cara de felicidad, fue una verdadera sorpresa su actitud y una llave para continuar con mi juego de seducción.

-jajaja, bueno, me quedó claro, entonces busca la mezcla de cosas que te dio la vieja y prepara el ungüento, dejo todo en tus manos.

Sale apurado al baño con los ingredientes, yo mientras tanto lo espero sentada en la cama, estaba muy excitada, me temblaban las manos. Un rato más tarde vuelve con un recipiente que encontró en el baño y en donde preparó la mezcla. Yo me paro y quedo frente a él.

-¿listo?

Después de ese momento nos dominó el silencio, supongo que los nervios y la excitación no nos dejaban hablar, el murmuro de las otras habitaciones nos inundaba, era como una música de fondo que daba marco a nuestro secreto.

Me saco la falda y quedo desnuda frente a mi hijo, me subo a la cama y me pongo como en cuatro patas sobre esta. Dejo el culo en sus manos y su mirada. La luz que entraba por la ventana iluminaba como en un quirófano la habitación, quedo mirando la pared enfrentaba la ventana y siento que mi hijo se sienta sobre la cama para mira de cerca.

Como hizo la señora, toma con las dos manos mis nalgas y las separa, luego empieza a soplar sobre mi esfínter, el solo aire de su soplido me excitaba. El olor a menta inundaba la habitación, cuando termina con el soplido comienza a pasar el ungüento sobre mi ano, lo acariciaba con lentitud, sus yemas se trababan en cada pliegue, su dedo copiaba la forma y apenas se hundía en el agujero copiando su perímetro, yo sabía que no estaba cerrado, que era imposible. Mi respiración se acelera, casi se podía escuchar como un gemido, pasan unos minutos de ese exquisito manoseo y se detiene de golpe. De repente siento sus calientes manos sobre mis nalgas, pero esta vez con la presión de su cuerpo.

-Perdón, Ma, perdón, no aguanto más

Apenas termina de decir esto, siento el empuje de algo caliente sobre mi esfínter, era la cabeza de su miembro, no me dejo pensar o no lo podía hacer, de repente con muy poco esfuerzo siento que entra en mi cuerpo y grito, pero esto no lo detiene. Mi culo expulsa el aire atrapado a presión con un largo pedo.

-Ay, ay, ay ay….

-Perdón, perdón, perdón, perdón

Una continua suplica no lo detiene, sólo aumenta sus violentas embestidas, en ese momento mi dolor se convierte en placer y le pido rogando

-¡bien al fondo hijo! ¡Bien al fondo! Por favor

Logro un resultado inmediato, no pude ver su miembro, pero era enorme, parecía que no acaba nunca de entrar, sus rítmicos bailoteos me hacían chorrear por mi vagina, estaba explotando. Después de unos largos minutos de sacudidas interminables, saca el miembro con violencia, parecía que había destapado una botella, me da vuelta tomándome por mi espalda y ahí me doy cuenta de su verdadero tamaño, era enorme, una cabeza gigante se arrimaba a mi boca, brillosa y morada. Abro la boca y la trago entera.

Empieza con el mismo rítmico bailoteo en mi boca, hasta que empieza a templar y acaba en mi garganta. Fue la primera vez que probé el sabor de mi hijo, trague parte de él.

Terminamos agotados, acostados sobre la cama, yo todavía con la parte de arriba del traje amarillo, él con el miembro flácido hacia un costado.

Ese fue el comienzo de nuestra relación, durante los diez días que pasamos en China no nos alcanzaba el tiempo para tener sexo. Siempre lo hicimos y lo seguimos haciendo por el culo, mi hijo reemplazo a mi consolador. Pude cerrar el negocio en China y volvimos a casa.

Mi marido había regresado de un viaje, nosotros como si nada hubiera ocurrido le contamos lo bien que nos había ido, como siempre no nos dio importancia. Yo sabía que mi marido salía con otras mujeres hacía años, pero a mí no me importaba.

En casa con mi hijo éramos cuidadosos, teníamos miedo de que nos viera el personal que trabaja o mi marido, aunque esto era más difícil. Algunas veces cuando yo hablo con mi marido, mi hijo se arrima y desliza su mano dentro de mi pantalón o por debajo de la pollera y me mete el dedo en el culo mientras hablo, la adrenalina de ese momento nos excita.

Ya inventamos varios viajes de “negocio”, con mi mejor asesor, no se cansa nunca de darme por el culo y yo tampoco de sentirlo adentro. El sexo anal es nuestro secreto.

Ya pasaron dos años del viaje a China y aunque mi hijo tenga novia, nosotros seguimos aprovechando los viajes juntos. Hace unos meses una chica muy joven ucraniana, trabaja para nosotros en la cocina y decidimos con mi hijo hacerla parte de nuestro secreto, pero esa será otra historia.

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