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(19) Los amores de Ana Etxeberría

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Los pasos de Belinda la condujeron hasta la sala de proyección del tercer piso. Según Ricardo Morán la esperaba allí. Al parecer proyectó diapositivas forenses para una clase, y hacía cinco minutos que acabó. Por eso Belinda no se extrañó al entrar y no ver a nadie. Buscó al profesor Morán sin éxito. Algo que la consternó. Puede que hubiese salido un momento, por lo que Belinda decidió esperar dando vueltas por la sala.

Al cabo de un momento, la puerta se abrió. Belinda imaginó que sería el profesor Morán de regreso, pero eran tres chicos vestidos de negro y con pasamontañas. Unos llevaban bates de béisbol y otros puños americanos.

Nada más verlos Belinda retrocedió asustada.

-Qué hijo de puta… -pensó en el profesor Morán.

Los tres individuos se abrieron en abanico a medida que se aproximaban.

-¿Qué coño queréis?

Uno de ellos contestó señalándola con el bate de béisbol.

-Putos cabrones…

Belinda cogió una silla para defenderse.

Ella iba hacia atrás y ellos hacia delante.

Llegó un punto en que Belinda se quedó atrapada en un rincón.

-Al menos dad la cara y mostrar la cara, putos cobardes.

Pero uno de ellos lanzó un golpe de bate. Belinda lo frenó con la silla y contestó con un sillazo en la cara dejándolo KO en el suelo.

-Puta asquerosa –se lanzó un segundo chico encima de ella, pero Belinda lo esquivó y lo dobló de un rodillazo en el estómago. Ella encontró un hueco para huir y corrió, pero en la puerta se tropezó con el profesor Morán.

-Belinda, ¿qué te pasa?

Ella volvió a retroceder sin fiarse.

-¿Por qué me miras así? El grano de pus en el culo eres tú.

-¿Por qué hace esto?

-Porque me apasiona. Hey, tú, agárrala –pidió ayuda al tercer chico que quedaba en pie. Este, hecho una furia, se fue hacia Belinda y ambos rodaron por el suelo. Él se dio una costalera. Ella un golpazo en la cabeza.

-Vaya, vaya, vaya, así que tenemos aquí a una palomita guerrera –se colocó el profesor Morán de pie junto a Belinda y con un bate en la mano.

-Putos dementes… -se sentía Belinda mareada del impacto.

-Me hubiera gustado violarte pero eres dura de pelar, así que aquí termina la lección de hoy. –Y bajó el bate con tanto violencia que reventó la cabeza de Belinda como un melón maduro. La sangre se chorreó como un aspersor macabro, dejando al profesor Morán impregnado de rojo fresco-. Moraleja del cuento: mientras menos putas mejor…

35

Según el reloj ya pasó el tiempo pactado. Así que Martina llegó a los servicios de chicas en busca de la chica insinuante del comedor. Nada más entrar ahí la vio esperándola desnuda y con la ropa en sus pies. Ella la atrajo con el dedo índice hasta una de las habitaciones de váter. Agarró a Martina de las caderas, tiró hacia su torso desnudo y la besó con pasión.

-Espérame dentro, cariño –susurró ella.

-Claro que sí, pero no tardes que se me enfría.

Una vez dentro, Martina se fue desnudando en un estado extremo de excitación. Al pasar un minuto, la puerta se abrió desde fuera pero no era la chica de antes sino dos individuos musculados y desnudos.

-¿Qué queréis? ¿Qué coño es esto?

Sin mediar palabra, uno de ellos la abofeteó para aturdirla y proceder a la penetración. La colocó contra la pared y se la introdujo como si fuese una cuchilla afilada. Martina gritó de dolor. Pero el chico no solo no se detuvo sino que aumentó la agresividad sexual. La agarró con una mano de los pelos y con la otra del culo, y de este modo consumó la violación con un orgasmo pleno y frondoso.

A lágrima viva, Martina comprobó que el otro chaval lo grabó todo en vídeo.

-Te toca.

El segundo chico repitió la operación de su colega e inmovilizó a Martina contra una de las paredes alicatadas. Para mayor INRI, el váter olía a diferentes heces y el suelo encharcaba meadas. El segundo chico entró y Martina gritó peor que antes. Esta vez fue más duro. El segundo chico parecía más dominante y macho, y arrastró a Martina a una segunda violación especialmente orgásmica. Él eyaculó con contundencia y ella alcanzó un placer que no quiso sentir. Luego jadeos y silencio. El primer chico hizo lo mismo: grabarlo en vídeo con una cámara digital.

-Hijos de puta… -sollozaba Martina con un desgarro vaginal de 30 puntos-. Necesito un médico, por favor…

-Ahora viene, cariño. A ver, el médico –llamó el segundo chico.

La puerta se volvió a abrir y apareciendo el médico: un hombre seboso, calvo y con aspecto de matarife de cerdos. El cuchillo que empuñaba aterrorizó a Martina.

-No, por favor… No…

-Toda tuya… -salieron los dos violadores y el matarife entró, quedándose a solas con Martina.

-Mmmmm, qué bien hueles –olfateó el seboso como un perro sabueso-. No hay olor más aromático que las feromonas de una chica violada. Es otro modo de fragancia.

-¿Qué quieres de mí?

-Violarte pero no con mi polla sino con este cuchillo. ¿Por dónde lo quieres? ¿Raja delantera o trasera?

-Que te follen, cabrón.

Convertido en un montón de grasa furiosa, el matarife atacó con saña y sin compasión.

La palabra terrorífico es la mejor definición para narrar los siguientes cuatro minutos.

...continuará.

(9,08)