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Visitas a mi vecino (Clemen)

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Diego durmió durante toda la tarde... y empalmó con la noche, hasta el día siguiente. Y por la mañana, cuando bajó a desayunar…

- ¡Vaya!, parece que ayer os dio una buena paliza el entrenador, ¿no?

- ¡Y que lo digas!, “abu”. ¡Menudo tute! Ese tío, cada vez, está más piráo. Debe creerse que tiene que prepararnos para ser profesionales.

- ¡Bueno!... tampoco os viene mal, ¿no crees?... ¿no vas a comer porras?

- ¡No!, “abu”… primero una manzana...

- ¡Pero, es que no te has comido la que te he dejado en tu mesilla!…

- ¡Ahí va!... ¡pues no!

- ¡Ay!, hijo… ¡que todavía estás dormido!...

Subió a su habitación, cogió la manzana…

... y luego volvió a la cocina.

- ¡Es que!, me he acostumbrado y...

- ¡Claro!… ya sabes que eso es buenísimo para el estómago, hijo…

Después, se bebió el ColaCao…

Y, de repente, sintió ganas de ir a Parque Sur…

… hacía mucho que no iba; y le apetecía.

Cogió una porra y subió a por su mochila. Luego, bajó y se despidió.

- ¡Ciao!, “abu”… ¡me voy!…

- ¡Venga!... date prisa que no llegas ¡eh!

Eran las 08:45...

Pero, cuando salió a la calle, cambió su ruta habitual y entró en el Metrosur… se fue hasta Leganés, y allí hizo trasbordo para coger la Renfe hasta Zarzaquemada; y en un pis-pas, estaba dándose el paseillo de siempre.

Cuando pasó por la puerta de MediaMarkt, se encontró con Agus, un antiguo amigo del barrio, que tocaba la guitarra con los “NoName”

- ¡Coño!, Agus… ¡no te veo desde hace la tira!, tío...

Agus, el guitarrista del grupo mas conocido del barrio, salía de MediaMarkt… y se alegraba de verle, mogollón.

- ¡Joder!, Dieguito. ¡Desde que no te veo!... ¡no veas como te has puesto, eh!...

- ¿Si?… ¿y tu?…

- ¡Por aquí!… que tenía que comprar unas cosillas…

... ¿te apetece una cerveza?

Empezaron a andar en dirección al Flunch charlando animadamente. Agus, solo se había acercado al MediaMarkt a por un pen drive que necesitaba.

Pero, lo que realmente le había llevado allí, esta mañana, era la cita con Clemen (el bajista) y Gina (su novia), que vivían en Zarzaquemada y habían quedado con él para comer y hablar un rato de cuestiones relativas al grupo.

- He quedado con el bajista y su novia, Diego. Supongo que cuando lleguen querrán que estemos solos… no te importa, ¿verdad?

- ¡Claro, que no!… ¡faltaría, mas!… pero todavía son las 10:15, Agus. ¿A que hora has quedado?

- ¡Ah!… a las 13:30... ¡Para comer!, ya sabes…

- ¡Bueno!, entonces tenemos tiempo para tomarnos una cerveza y charlar un rato…

Diego, no podía dejar de mirar a Agus…

... ahora, llevaba el pelo mas largo y un poco ondulado; y no quedaba claro si era rubio, o pelirrojo. Se veía muy atractivo, ¡eso si!…

- ¡Joooder, Dieguito!... no te mosquées, ¡eh!… pero es que te has puesto ¡tremendo!… da gloria verte, tronco.

- ¡Jajaja!, ya sera menos, ¿no?…

... además, mira quién fue a hablar…

Entretenidos en este juego, de coqueteo mutuo, pasaban las horas; y entraban y salían de las tiendas, mirando cosillas que les pudieran interesar…

Pero, cuando vieron a ese tío, con el pelo negro, muy corto; y muy bien cortado, por cierto... con barba de un par de días y un bigotito finísimo que le enmarcaba los labios maravillosamente, Agus se adelantó y se acercó a él…

- ¡Hey, Clemen!… ¿ya estáis aquí?

- ¡Si!... pero Gina ha entrado en Alcampo para comprar una ensalada…

… ¿nos sentamos en el Flunch?… se ha empeñado en que comamos en su casa; y ya sabes lo caprichosa que es.

- ¿Que tal en la cocina?

- ¡Bueno!, se defiende… por lo visto, tiene preparado un conejo al ajillo, para comer…

- ¡Mira!... te presento a Diego; un colega del barrio.

Clemen clavó sus ojos en Diego...

- ¡Que tal, tío!; y le alargó la mano

A Diego le impresionó el tío que tocaba el bajo con Agus; y, casi, se ruborizó cuando le dio la mano...

- ¡Uffff!, que corte… no veas como está el cabrón este, pensó...

Esa camisa azul oscuro, que parecía de raso, pero con muy poco brillo, le quedaba genial; y dejaba al descubierto algunos pelos de ese pecho, que se le antojaba rico, rico...

Cuando, vio a su novia saliendo de Alcampo, se levantó y alzó la mano para indicarle donde estaban sentados; y Diego no pudo evitar fijarse en ese culazo, enfundado en un vaquero negro, elástico, muy desgastado y superprovocativo.

- ¡Que rico está el cabrón!, pensaba…

- ¡Hola, chicos!, dijo Gina, al llegar... y Agus, se levantó para darle un besito…

- ¡Ay, Agus!, ¡que mono!... ¡como me gusta tu pelo!

Le echó mano a la melena, tipo Manel; y se lo atusó un poco…

- ¡Me encanta!…

Diego la miraba con verdadera curiosidad, como diciendo… ¡No veas que pibón!

La rubia, con el pelo cortado a tazón, alta, con un cuerpazo del diez, preciosa de cara; y llena de brillos acharolados, no dejaba indiferente a nadie.

¡Se pasa!, pensó…

… para mi gusto va muy maquillada, se dijo a si mismo, mentalmente; y se levantó para despedirse…

- ¡Ay!, ¡hola!… dijo mirándole. ¡Que no sé quien eres!... pero encantada ¡eh!…

- Soy un colega de Agus; y le alargó la mano. Me llamo Diego...¡un placer!.

Luego, los miró; y dirigiéndose a Agus, dijo…

- ¡Tengo que irme, ya!… nos veremos ¿vale?; y salió, con la intención de girar a la izquierda, que era mas lo lógico. Pero sintió unas manos que le cogían por los hombros y le cambiaban el rumbo, dirigiéndole hacia la derecha; mientras oía como el propietario decía levantando la voz...

- Ahora, vuelvo ¿vale?, que voy a recoger una cosa al Corte Inglés y ya estoy aquí… ¿Ok?

- ¡Ok!… pero, no tardes mucho, ¡eh!, dijo Gina.

Clemen sabía que estando con Agus, Gina perdía la noción del tiempo; así que, aprovechó, y atacó a Dieguito cuando salía del Flunch…

- Es mejor que vayamos al que está al final del pasillo... ¿no crees? Además, tengo que pasarme por el Corte Inglés, y ¿quién sabe?… ¡a lo mejor, tenemos suerte!

Diego se quedó estupefacto, mirándole, sin saber a que atenerse... pero enseguida reaccionó.

- ¡Si!, será lo mejor…

Y Clemen le echó el brazo por encima de los hombros, atrayéndolo hacía si y diciéndole:

Me has puesto muy burro mirándome de esa forma... así que, ¡tú, te lo has buscado!; y le regaló una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Es que estás muy bueno!, tío…

- ¡Si!, eso dice Gina... ¡jajaja!

Entraron en el Corte Inglés, y el bajista se dirigió a la sección del fondo.

- ¿Tenéis ya la cazadora que os dejé anteayer para que me la arreglarais?, le dijo a un muchacho que estaba colocando algunas cosas en una vitrina.

- ¡Ah!, ¡hola!… ¡creo que sí! Me parece haberla visto esta mañana cuando he llegado…

Dio unos pasos... y se agachó detrás de un pequeño mostrador…

- ¡Si!, aquí está… ¿es está?, ¡verdad!…

- Si, creo que es esta, ¡si!

Se la probó... y vio que ya le quedaba bien de mangas.

- ¡Perfecto!

Le dio su tarjeta de crédito; y después de que le cobrara el resto del importe, le preguntó, como si ya le conociera de algo, si podían usar ese aseo que tenían, solo para ellos.

El muchacho miró a un lado y a otro; y como si entendiera de que se trataba dijo:

- Ahora es un buen momento, si. ¡Pasad, si queréis!, pero no hagáis mucho ruido, ¡eh!

Diego no daba crédito a lo que estaba oyendo… y miró a Clemen con cara de interrogación.

- ¡Vamos, Diego!, que no tenemos mucho tiempo

Y girándose, le dio las gracias al muchacho que le había atendido.

- ¡Se enrolla de puta madre!, le dijo a Diego...

Clemen empujó una puerta, que tenia un pequeño cartel, en el que se leía “SOLO PERSONAL AUTORIZADO”; y cediéndole el paso a Diego, se colaron dentro.

No era nada especial. Solo un servicio para empleados. Un poco más amplio que el que había para los clientes; pero, sobre todo, menos transitado, según le había dicho el mismo muchacho, dos días antes.

Enseguida se le echó encima; y abrazándolo empezó a darle besos en el cuello y a manosearle. Diego, le agarró el rabo e intentó bajarle la cremallera del pantalón.

Así que, se metieron en una cabina; y allí, Clemen se los bajó hasta abajo, y le dio de comer durante un buen rato…

- ¿Te gusta?…

- ¡Me encanta!…

Había que ver a Diego comiéndole la polla, con el ansia que se la estaba comiendo… pero, no dejaba de pensar en ese culo que tanto le gustaba.

- ¡A ver!, ¡date la vuelta!…

Clemen, se dio la vuelta; y sabiendo lo que quería Diego, se subió encima de la taza…

- ¡Así estarás más cómodo ¿no?…. ¿llegas bien?

- ¡Genial!, tío... ¡que culazo!… ¡me pones a cien!…

- ¡Dale!, ¡chúpamelo!, ¡venga!... que luego quiero follarte...

Diego le dio lengua y disfrutó de ese culo, a tope… y durante un buen rato.

- ¡Me encantas!… ¡me encantas!… ¡que cabrón!... ¡con un culo así, ya podrás!

- ¡Venga!, que ahora me toca a mí, dijo Clemen; y se bajó de la taza…

Se colocó detraś de Diego y le dio saliva, a conciencia… pero, cuando le metió un par de dedos...

- ¡Uy, que bien! Tu ya sabes lo que es la vida ¿verdad?; y empujando se la dejó ir hasta el fondo.

- ¡Ay!, ¡que rico!...

- ¡Aghhh!… ¡Aghhh!… ¡dame fuerte tío!, le dijo Diego con la respiración agitada… ¡pétamelo!... que me gusta sentirla, bien adentro...

- ¡Como te gusta!, ¡eh, guarrilla!... ¡peor que mi novia!

Clemen empezó a darle un meneo tremendo; y Dieguito, poco a poco, empezó a gemir de manera descontrolada… demasiado fuerte. Así que, el empleado que les había dejado entrar; y que se paseaba cerca de la puerta, por si las moscas, tuvo que entrar a pedirles que se tranquilizaran un poco…

- Estáis haciendo demasiado ruido, ¡por favor!…

Pero el trabajo ya estaba hecho, y Clemen se limpió la polla, antes de que Diego volviera pedírsela. Abrió la puerta de la cabina y se asomaron… no había nadie; así que, Clemen pudo lavársela en el lavabo y Diego, saborearla otro ratito, antes de salir.

- ¡Perdona!, oye. Es que se nos ha ido la olla, y no nos hemos dado cuenta de donde estábamos.

- ¡Si!, ¡ya me figuro!... pero, no os preocupéis. Mis compas están a lo suyo y no creo que nadie se haya dado cuenta. ¡Suerte!...

Clemen le ofreció su mano y le dio un fuerte apretón.

- ¡Eres de puta madre!, tío… ¡genial!

- ¡Hasta otra!; y le miró a los ojos, fijamente.

Luego, Clemen apretó el paso para llegar, lo antes posible, al Flunch y Diego se quedó, mirando unas zapas en Geox.

Después, salió por la salida del Primax y cruzó la plaza del lago para atravesar por Rodilla. Sacó dinero del cajero automático y volvió a la estación de Renfe.

Cuando llegó a casa, pensó en contactar con Agus por whatssap… pero, decidió hacerlo después de comer.

- ¡Hola!... ¿donde estás, “abu”?

Parece que el abuelo no estaba en casa. Subió a su habitación y le marcó a Chencho

- ¡Oye!, ¡Chencho!… ¿me oyes?…

- ¡Si!, es que estoy afeitándome, y he tenido que dejar el móvil encima del estante... ¡dime!

- ¿Que tal se ha dado la mañana?

- ¡Bueno! … no ha estado mal…

… pero, Edu le ha preguntado a Loren por ti. Por lo visto, quería verte. Ya te contará. A mi, es que ese tío me mosquea y no le pongo mucha atención.

- ¡Vale!… hablaré con Loren…

… ¿todo bien?

- ¡Si!, ¿por?

- ¡Por nada!, Chencho. Un decir… ¡venga!, mañana te llamo ¿vale?

- ¡Vale!

- ¡Ciao!

- ¡Ciao!

Oyó la puerta de la calle y supuso que era su abuelo. Bajó a la cocina y...

- ¿Que hay de comida, “abu”?

- Pues, te he dejado un trocito de tortilla de patatas y esas costillas de cordero que ves ahí, encima de la mesa. Yo ya he comido...

- He llegado hace un rato ¡eh, “abu”!, pero no estabas…

- Bueno, pero ya sabes que yo como a las 14:30, ¿no? A propósito, ¿porque has llegado tarde? Hoy salíais a las 14:00...

- ¡Bueno, abuelo!, no voy a engañarte. Es que hoy no tenía ganas de ir a clase y me he ido a dar una vuelta por ahí. Pero no te enfades ¿vale?… ya sabes que yo no suelo hacer estas cosas.

- ¡No!, si yo no me enfado, hijo. Pero me gustaría que no me engañaras, ¿sabes? ¡No es necesario!…

En casa de Mario

Una tarta grandiosa; con treinta velitas de color rojo sobre unas fresas brillantes y de aspecto hiperrealista, comprada en el Hipercor hacía escasos 20 minutos, esperaba encima de la mesa del office. El champán llevaba toda la mañana metido en el frigo, y algunos regalos, ya estaban colocados encima de la mesa grande.

D. Tomás, que acababa de llegar, saludaba en la entradita a D. Carlos y a Mario, efusivamente. Les agradecía el trabajo que habían hecho para agasajar a Gustavo. Y mientras, Juanjo aprovechaba también, el momento, para despedirse de todos, un poco triste, por no poder quedarse en la fiesta. No quería ni pensar la noche que le esperaba corrigiendo exámenes.

Luego, D. Carlos, desde la terraza, llamó a Rafa para que subiera discretamente. Los chicos estaban a punto de llegar.

Cuando Iñaqui (Bocata di Cardinale) y Gustavo, aparecieron por la puerta, se armó un pequeño revuelo, debido a la expectación que despertaba el morenito (Iñaqui). Los comentarios hechos por D. Tomás a D. Carlos y a Mario, habían despertado un gran interés; y se levantaron, ruidosamente, para saludarles y atender a las presentaciones.

Los viejos enseguida empezaron a hablar de trivialidades, de una manera relajada y dicharachera, con objeto de ganarse la confianza de Iñaqui, que era el que no sabía nada de lo que allí se cocía. Un morenito precioso y amigo suyo, al que consiguió convencer para que le acompañara a celebrar su cumple, a petición de D. Tomás.

Con halagos y piropos, de aspecto inocente, consiguieron que el joven se relajara y aceptara cuestiones, mas o menos atrevidas…

Gustavo, sin embargo, confiaba en que, a lo largo de la tarde, apareciera Dieguito; y miraba con los ojos muy abiertos a D. Tomás buscando información de última hora...

- ¡No desesperes, Gusta!, le dijo D. Tomás. Nunca se sabe…

- ¿Que dice?… preguntó Iñaqui

- Cosas de mi jefe… ¡ni caso!...

D. Carlos salió del salón, con la excusa de ir al aseo, porque había oído subir al ascensor. Era el encargado de recibir al Rafa; y mientras Mario y D. Tomás los mantenían distraídos, D. Carlos salió al descansillo... y esperó a que llegará.

Cuando apareció, D. Carlos lo metió en la habitación de Mario, para que se vistiera adecuadamente y esperara su turno. El, sería la gran sorpresa…

Pero, todo a su debido tiempo.

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