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Los amigos de mi mujer (1)

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Nunca imaginé que podría disfrutar tanto del sexo, y todo, gracias a los amigos de mi mujer…

Hola, me llamo Esteban, tengo treinta y siete años, mido un metro con setenta y ocho, y, aunque tengo algunos kilos de más, soy de complexión fuerte. Soy bien parecido, moreno de piel, pelo ligeramente ondulado, y estoy casado desde hace unos diez años con Marta, mi mujer, treinta y dos años, también morena de piel, con pelo castaño en melena y rizado. Su estatura es de un metro con sesenta y nueve, y también tiene algún kilito de más, aunque en su caso, se debe a la abundancia de curvas, y a sus generosos atributos, pues tiene un tipo de mujer clásico, guapa con rotundidad, hermosos ojos marrones oscuros, boca perfilada y muy sensual, pechos abundantes, piernas perfectamente torneadas, que se rematan en un hermoso culo, redondo y definido en dos cachetes de lo mas apetitoso.

Nuestra vida matrimonial, y, en particular la sexual, discurría sin sorpresas ni sobresaltos, digamos que poco a poco, nos habíamos acoplado el uno al otro, y por ello, comenzaba a resultar un tanto monótona y predecible…

Hasta que sucedió la muerte de María, una amiga íntima de mi mujer.

Ellas habían sido confidentes, la una de la otra, pero mi esposa, fiel a su discreción, nunca me habló de los aspectos más íntimos de sus confidencias

Su pérdida le afectó mucho, hasta el punto de preocuparme por su salud, pues andaba todo el día triste, y aunque trataba de disimularlo, yo notaba su desasosiego, de modo que le pregunté que le preocupaba, tratando de animarla.

-Cariño… ¿Qué te ocurre?... Sé que el fallecimiento de María te ha afectado mucho… pero, debes tratar de superarlo.

-Mira amor, es cierto, me ha afectado mucho… bien sabes que, aunque nuestro trato no era diario, pero María se desahogaba mucho conmigo, y, últimamente me hizo muchas confidencias de su vida amorosa.

-Bueno, pero eso no creo que sea un tema de preocupación para ti, cada cual tiene su vida amorosa como quiere… ¿no?

-Ya… pero es que no paro de darle vueltas a la cabeza, pues después de su muerte, cobran un especial significado algunos comentarios que me hizo.

-Bueno, cuéntamelo, si te parece bien…

-Verás. Me dijo que habían tenido una crisis, pues ella se sentía insatisfecha con su vida sexual. Me puso un ejemplo: Imagina que la actividad sexual, es el alimento que sirve para calmar el apetito sexual, ¿vale?, bien, pues aquella actividad que tenía de servir de "alimento", no es que fuera escasa, sino que era sosa, sin sal, pimienta o cualquier otra especia que le diera sabor, gusto o mordiente… y, por ello se sentía insatisfecha.

-De manera que no eran felices… -dije yo-…

-No es que no fueran felices, sino que, a fuerza de repetir y de dar por supuesto lo que le gustaba a su pareja, una y otra vez, pues habían llegado a un punto, casi de indiferencia mutua… ya sabes… hacer el amor sin ningún entusiasmo, de forma mecánica.

-Comencé a darme cuenta de que la explicación que estaba escuchando, bien se podría aplicar a nuestro propio caso… y comencé a comprender lo que le pasaba a Marta… sus momentos de ausencia… sus miradas al vacío… su actitud tan poco expresiva al hacer el amor… Marta estaba poniendo en boca de otros, sus propias quejas…

-Y, dime amor… ¿qué hicieron al respecto?... porque últimamente María se veía feliz… no cuadra con lo que me estás contando…

-Efectivamente, ella se veía feliz, porque habían hablado sobre el problema… y tomaron algunas decisiones.

-Ah, ¿sí?... ¿Cuáles?

-Me dijo que hablaron claramente, que también su marido, estaba un tanto cansado y aburrido de la monotonía que se había instalado en sus relaciones, y que estaba decidido a mejorarlas de la forma que fuera necesario, así que, para empezar, decidieron introducir en sus juegos algunos juguetes eróticos…

-¿Juguetes eróticos?... ¿De verdad?... –contesté un poco extrañado- ¿Qué clase de juguetes?... ¿vibradores?

-Sí… -dijo observándome a la cara-

Mis cejas se arquearon en señal de extrañeza, pues no terminaba de creer lo que Marta me estaba contando. No conocía muy bien a María ni a su marido, pero, por la imagen que yo tenía de ellos, no me terminaban de encajar los detalles que me estaba contando Marta. Ella continuaba observando mi reacción, como esperando ver una señal, antes de continuar el relato.

-Bueno, si les gustaban…

-No lo podían saber, puesto que nunca los habían usado. Fue a partir de planteárselo, que comenzaron a usarlos… y fue entonces que descubrieron que sí… les empezó a gustar mucho usarlos…

Me daba cuenta de que Marta, estaba a punto de proponerme la introducción de juguetes en nuestros juegos, cosa que a mí, no me terminaba de gustar demasiado, pero, en vista de que parecía inevitable, decidí adelantarme, y proponerlo yo mismo.

-Si te parece, podríamos probar algo de eso… -dije, tratando de parecer convincente,- ¿Quieres que compremos uno de ellos?

-No hace falta, cariño… Ya lo he comprado yo… -contestó, casi de seguido-… ¿Quieres verlo?

Mi sorpresa iba en aumento. Nunca hubiera supuesto que Marta se atreviera a hacer una cosa semejante, por sí misma…

-Pues, claro que quiero, -dije tratando de poner una cara de entusiasmo, que realmente no se correspondía demasiado con la realidad.

Se dirigió al armario del dormitorio, y regresó con un pene vibrador de grandes dimensiones, tanto por lo grueso, como por lo largo. Quedé por un momento estupefacto, pues la escena me parecía irreal. Al tomarlo con mi mano, y poner en marcha el vibrador, un hormigueo recorrió mi cuerpo desde mi pene al cerebro, como una descarga eléctrica, y supe que el juguete en cuestión, nos procuraría deliciosos momentos de placer.

-¡Vamos a probarlo! -dije muy decidido, después de besarle apasionadamente en la boca-

Apresuradamente, retiramos la ropa de cama, nos desnudamos y nos tendimos sobre el lecho. Quité con cierto nerviosismo el sujetador y las bragas a Marta. Mi mano, recorrió sus labios vaginales, y mis dedos, se adentraron levemente en su vagina, que estaba completamente húmeda. Comencé a acariciar su clítoris, que, enseguida, comenzó a aumentar de tamaño. Marta, permanecía con los ojos cerrados, y, por su entreabierta boca, comenzó a respirar agitadamente, mientras mi pene, comenzaba a crecer y gotear líquido preseminal sobre su muslo izquierdo.

Tras humedecer un poco con mi boca la punta, acerqué el vibrador a los labios vaginales de Marta, recorriéndolos de arriba a abajo para humedecerlos. Cuando estuvieron lubricados, comencé a introducir apenas la punta del vibrador, tratando de evitar lastimarla, pero, ella susurró en mi oído:

-Métemela y pon en marcha el vibrador, por favor.

No me hice de rogar. Empujé el falo hacia adentro, y puse en marcha el mecanismo, que comenzó a vibrar dentro de su vagina. Marta, profirió un grito ahogado, seguido de varias respiraciones entrecortadas, espasmódicas, acompañadas con unos sonidos ininteligibles. Sus ojos permanecían cerrados. Parecía no querer despertar del sueño que había hecho presa en su cuerpo. Poco a poco, fui cadenciando un ligero movimiento del vibrador adentro y afuera, al que fue acompasando la respiración de Marta. La boca de Marta, comenzó a dibujar una forma de "o", cada vez más perfecta, mientras, a través de esa abertura, aspiraba y exhalaba aire, al ritmo de las acometidas del vibrador.

Me acomodé para alcanzar su pecho izquierdo con mi boca, y comencé a mamárselo con fruición. Ella, incrementó el volumen de sus inspiraciones, delatando el mucho placer que estaba sintiendo.

Mi pene, a estas alturas, parecía una destilería derramando líquido sobre su pierna, y mi boca, mamaba el pecho de Marta al mismo ritmo de los vaivenes de vibrador.

Sus caderas comenzaron a acompañar con movimientos al resto de su cuerpo, y su respiración se aceleró, mientras la mano que manejaba el vibrador fue apresada por sus muslos, que se cerraron espasmódicamente sobre ella.

Sentí que se iba a correr, y, como pude, traté de penetrarla aún más adentro. Ella, comenzó a jadear desesperadamente. Su boca dejó de parecer una "o", para pasar a expresar una "A" completamente abierta. Su cuerpo se arqueó y se tensó, como las cuerdas de una guitarra. Cuando su boca comenzó a proferir sonidos desde el fondo de su garganta, tomó la almohada con ambas manos, y se tapó el rostro con ella, para ahogar los gemidos de placer, que escapaban de forma incontrolada. Durante unos segundos, todos los músculos de su cuerpo permanecieron tensos como la piel de un tambor, hasta que, libre ya de las demandas del placer, se dejó ir, sin fuerzas, sus manos, retiraron la almohada de su cara y quedó completamente inmóvil, inerme. Durante unos segundos, pareció perder el conocimiento. Su cabeza, estaba echada hacia atrás, extrañamente quieta, aunque su boca, permanecía abierta y seguía jadeando.

Al sentir su orgasmo, abracé su cuerpo apasionadamente, con lujuria, y mi pene, explotó de placer sobre su pierna. Ella me transmitió su placer al susurrar sobre mi oído lo que había sentido.

-¡Amor mío… te quiero!… ¡No puedes imaginar lo feliz que me has hecho, dándome tanto placer!

-Cariño, yo también me siento feliz de haberte procurado un orgasmo tan placentero… creo que a partir de ahora, los juguetes eróticos van a formar parte de nuestra vida…

-Sí mi vida… creo que a este "amigo" deberíamos ponerle un nombre

-Y… ¿cómo te gustaría llamarle?

-Carlo… ¿te gusta?

-Claro…a partir de hoy, contaremos con tu "amigo"…

Marta me besó en la boca, y, con su lengua, me hizo saber el mucho placer que había sentido.

Permanecimos un rato abrazados, saboreándonos de tanto en tanto, con leves besos sobre nuestros labios, nuestros párpados, nuestros cuellos, hasta que dije:

-Marta, he notado que has sentido algo especial, no sé… algo muy fuerte… y a mí, me ha dado mucho morbo que puedas sentir tanto placer. Yo quiero que este placer continúe, e, incluso se aumente, de manera que, si estás de acuerdo, vamos a buscar algún nuevo "amigo", que te vuelva a llevar a las puertas del paraíso…

-Claro que estoy de acuerdo, cariño. He disfrutado como una loca… y quisiera disfrutar siempre así…

Marta me dijo dónde había comprado el vibrador, pero, viviendo en una ciudad relativamente pequeña, me pareció arriesgado volver a comprar más juguetes en la misma tienda de nuestra localidad. Además, no tenían mucho surtido donde escoger, según me dijo…

Nos levantamos y me puse al teclado del ordenador. Busqué tiendas de juguetes eróticos ubicadas en nuestra provincia, y encontré una, en una ciudad ya un poco alejada de la nuestra. Casualmente, debía visitar esa ciudad por razones de trabajo, así que, se me ocurrió que era una buena excusa para hacer la visita juntos… y de paso, visitar la tienda de juguetes, en busca de algún nuevo "amigo".

Preparamos la visita para la semana siguiente, reservando habitación en un hotel. Llegado el día, hicimos la maleta sin olvidarnos de nuestro amigo Carlo. Y nos pusimos en marcha.

La verdad, es que estábamos un poco nerviosos, por lo que tenía de novedoso lo que estábamos haciendo, Parecíamos adolescentes, que se estaban fugando de casa. Llegamos al hotel, y, tras los trámites preceptivos, nos dirigimos a los ascensores. Nada más subir al ascensor, Marta, un poco excitada, me propinó un beso de tornillo en la boca, mientras subíamos a la habitación.

Antes de detenerse el ascensor en nuestro piso, Marta me dijo:

-Cariño, me gustaría ir a la tienda de juguetes enseguida… tengo mucha curiosidad por ver lo que tienen, y por probar algo nuevo.

Entramos, dejamos el equipaje sobre la banqueta, y nos dispusimos a salir del hotel, en busca de la tienda de juguetes.

Nos costó un poco encontrarla, pues se hallaba discretamente localizada. No tenía escaparates, y sólo el nombre comercial en un artístico rótulo, delataba su presencia.

Con cierto rubor, accedimos al local, donde, una joven, menuda de figura y guapa señorita, se acercó al vernos entrar.

-¿Puedo ayudarles en algo? –dijo con tono comercial y confidente…

-Verá… nosotros venimos buscando algo, que nos dé un poco de morbo en la cama, -dije tratando de aparentar una experiencia, que en realidad no tenía…

-¿Es para ella…o para usted? –dijo siguiendo con el mismo tono.

Me sorprendió un tanto la pregunta… -¿Para mí…? No…bueno, para los dos… ¿no, cariño?

Marta esbozó una sonrisa casi forzada, a causa de la situación, y, señalando un pene de látex de la estantería, dijo:

-Nosotros ya tenemos un vibrador como este, más o menos…

-Pues entonces, les sugiero que prueben nuestro artículo estrella… -dijo tomando del expositor un artilugio un poco extraño.

-Se trata de un pene rotativo, con un vibrador para el clítoris. Cada uno de los mecanismos tiene un motor independiente, con dos velocidades de rotación y también de vibración, además, esta zona del pene, -dijo señalando con su índice- está provista de un relleno granulado, que, al rotar dentro de la vagina, estimula el punto "G", causando una sensación de lo más placentera. También tiene en el extremo del vibrador, unas terminaciones en forma de orejitas de conejo, cuyo objeto es estimular el clítoris directamente… nosotras le llamamos "el conejito"…

Al decir esto, puso en marcha ambos mecanismos, y, el pene comenzó a describir rotaciones en ambos sentidos, alternativamente, según iba accionando los pequeños botones. Al poner en marcha el vibrador, nos pidió que extendiéramos la mano, con la palma hacia abajo, y acercó las orejitas al dorso de nuestras manos.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Marta, al igual que me ocurrió a mí, al recibir la caricia, y, en ese momento, supe que el círculo de "amigos" de Marta iba a crecer de inmediato…

-Pero… ¿seguro que esto funciona…? –dije tratando de aparentar un poco de indiferencia...

-Señor, todos los productos de la tienda son probados por nuestras dependientas, de forma que cuando explicamos sus cualidades, somos perfectas conocedoras de sus virtudes.

Al decir esto, apoyó sobre el dorso de su mano las orejitas, y sus ojos brillaron de forma especial, su lengua, pasó casi inadvertidamente por sus labios, y tragó saliva. Estoy seguro de que, su memoria estaba rebobinando alguna escena pasada con "su amigo" e, involuntariamente, su boca y ojos le traicionaban ante nosotros.

-Creo que nos llevaremos este juguete, ¿no, Marta?...

-Lo que tú quieras… -respondió ella con voz tenue.

-No se arrepentirán, -dijo- yo tengo uno exactamente igual, bueno,… un tamaño mayor… como éste, -dijo tomando otro más grande del expositor.

Traté de imaginar la escena de la vendedora, aplicándose un masaje, o sea, masturbándose con el imponente aparato, y en mi cabeza no terminaba de entrar tanto pene, como ella aseguraba disfrutar, pero, si ella lo decía…

-Este tamaño estará bien… -dijo Marta, señalando el primero que nos había mostrado la dependienta.

Supuestamente, si la dependienta se "tragaba" el tamaño superior, Marta, con mayor talla y envergadura, se podría "tragar" dos tallas más… pero dejé de hacer conjeturas, y nos dispusimos a pagar.

A continuación, la vendedora nos explicó las medidas higiénicas, y de conservación, así como nos sugirió un lubricante acuoso, para facilitar las penetraciones, y otro lubricante que actuaba como estimulador del orgasmo. Puso pilas nuevas y probó que el juguete funcionaba perfectamente. Pagamos, y salimos de la tienda con una discreta bolsa color negro, que ocultaba su contenido de la vista de los transeúntes…

Regresamos al hotel. Al cruzar el vestíbulo, nos pareció que todo el mundo nos observaba. Nos dirigimos al ascensor, y esperamos con impaciencia a que bajara la cabina. Subimos, y de nuevo Marta se abrazó a mi cuello y me morreó con un beso lujurioso. Estaba muy excitada, seguramente por la escena con la vendedora. La verdad, yo también me había excitado con la escena imaginada de la vendedora, atizándose con el vibrador sobre el clítoris, además de tener absolutamente llena la vagina con el pene…

Entramos apresuradamente en la habitación, desnudándonos por el pasillo, tirando la ropa sobre la butaca. Desembalé el juguete, y lo dejé sobre el lavabo, Pasamos juntos a la bañera, y comenzamos a darnos jabón y a frotarnos con la esponja mutuamente, por todo el cuerpo, sin olvidar los rincones más íntimos. Más que una ducha, aquella escena parecía un precalentamiento, un aperitivo de lo que vendría después. Marta se arrodilló, y, después de aclararme bien el pene con agua, se lo introdujo dulcemente en su boca… Pero, enseguida, comenzó a succionarme el pene con deleite, cada vez con más fuerza… Apoyó sus dos manos abiertas sobre mis glúteos, y me atrajo hacia ella… Creí morirme al sentir que mi glande tocaba su garganta… Tembloroso, di un respingo de placer, agarrándome a la barra del baño para no caerme de gusto, mientras, mi otra mano, sobre su cabeza, evitaba que se la tragara hasta lo más hondo de su garganta…

-¡No sigas, mi vida…! ¡No puedo resistirlo… ¡Para… por favor!

Se puso en pie, y me comió los labios con ardor… tomó la toalla y comenzó a secarme… hice lo mismo con ella, y, mientras ella secaba su pelo, yo lavé el juguete con jabón íntimo, y lo sequé cuidadosamente con un toallita.

Nos echamos sobre la cama, y comenzamos de nuevo el juego amoroso, cubriendo ahora con nuestros besos y caricias, toda la geometría erógena de nuestros cuerpos… Tras unos minutos de ardorosas exploraciones, metí el dedo corazón en su chorreante vagina. Sentí lubricado mi dedo, y lo apliqué sobre su clítoris, frotándolo suavemente. Alterné varias veces estas maniobras, hasta que Marta me susurró al oído:

-No me hagas sufrir más… quiero el juguete… muy suave…

Apliqué un poco de lubricante sobre la punta del pene, y lo introduje con cuidado hasta la mitad aproximadamente. Seguidamente, puse en marcha el mecanismo de rotación a la mínima velocidad. Al notar el movimiento, Marta se estremeció, y empezó a resoplar. Fui empujando poco a poco el falo, hasta que la zona que tenía los gránulos empezó a introducirse en su babeante vagina, y la respuesta de Marta, fue menear sus caderas y acelerar su jadeo.

-¡Cariño… ya… dame con el vibrador…!

Apliqué una gota del estimulante sobre su clítoris y sus labios vaginales, siguiendo las instrucciones de la vendedora, frotando suavemente, hasta percibir el frescor de la esencia estimuladora… Después, puse en marcha el vibrador a la mínima velocidad, y acerqué las orejitas del "conejo" al clítoris de Marta… Dio un bote en la cama. Al sentir el contacto con la vibración no pudo contener el espasmo.

¡Suave… cariño… poco a poco…!

Tras unos segundos de tanteo, ya el contacto, pudo ser más íntimo y gozoso, pues su respiración pasó a ser un jadeo entrecortado. Sus caderas comenzaron a acompañar los movimientos del vibrador. A fin de operar con más precisión el vibrador, me recosté de lado entre sus piernas, manejando el vibrador con una mano, y descubriendo el clítoris para que quedara expuesto, con la otra. Aplicaba las orejitas del vibrador, una a cada lado del abultado clítoris, de forma que la caricia, no podía ser más intensa. Marta disfrutaba las caricias intensamente… Alzó su cabeza, y me pidió que pusiera al máximo la vibración. Así lo hice, y comenzó a moverse compulsivamente. En un instante, se giró sobre su cadera, y alcanzó mi pene con su boca, que comenzó a mamarlo de forma desesperada. Mi mano, seguía empujando el falo con los motores a la máxima velocidad… ella me cogió la mano que sostenía el juguete, y la atrajo con fuerza hacia adentro, clavándoselo hasta el fondo de su vagina, a la vez que su boca, devoraba, más que mamaba mi verga, hasta que los dos, ya sin poder evitarlo, alcanzamos el orgasmo, ella, con mi mano prisionera de sus piernas, y yo, con el pene secuestrado en su boca. Le entregué mi semen como rescate, y lo liberó, tras descargar mi último espasmo eyaculatorio. Su boca quedó plena del jugo de mi amor, mientras unas gotas escapaban por la comisura de sus labios…

Paré y extraje suavemente el falo de su prisión, y me acomodé junto a ella. La abracé con ternura… Miré sus ojos, semi entornados, y lamí la gota de semen que escurría por su barbilla. Después, la besé con fuerza en la boca, esa boca que me había proporcionado el orgasmo más placentero de toda mi vida… Nos acomodamos abrazados, y, mientras nos alcanzaba el sueño, repasé nuestra actividad amorosa de los últimos días. El balance era muy positivo para ambos. Habíamos vencido la rutina y algunos prejuicios, y, al menos yo, estaba decidido a seguir por el camino iniciado.

Miré a Marta. Sus ojos estaban semicerrados, ya casi dormida.

-Marta, nos hemos olvidado de poner nombre a este " otro amigo"…

-Hugo -…respondió casi con un hilito de voz…

-Hugo -… repetí… -sonreí, y repetí, de nuevo… -Hugo… y Carlo…

Y nos dormimos así, como dos jóvenes amantes…

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