Nuevos relatos publicados: 7

Darex y Berta

  • 15
  • 28.219
  • 8,82 (17 Val.)
  • 0

Reservamos 15 días en un hotel. Un viernes estábamos tomando el sol cuando llegó una pareja de extranjeros y se pusieron en unas tumbonas cerca de las nuestras. Nos dieron los buenos días; ella en un español perfecto; el ya no tanto. Se pusieron en bañador, ella en top-less y se tumbaron al sol.

Eran algo mayores. Calculé que el sería de mi edad; ella algo más joven, que Amalia. Ambos estaban bien formados con unos cuerpos atractivos y muy bien cuidados. Seguramente irían al gimnasio. Los dos rubios; el alto y fuerte; ella más menuda, con un pecho firme y bien puesto y un culo subido ya nada flácido. Estaban pero que muy bien.

Al irse a bañar nos pidieron el favor de que cuidásemos de sus bolsas. Cuando salieron de agua y nosotros fuimos a bañarnos, les pedimos el mismo favor y nos bañamos despreocupados, haciendo algún comentario sobre nuestros vecinos e intentando adivinar su nacionalidad. Llegamos a la conclusión de que debían ser alemanes y acertamos aunque no de todo ya que, según nos dijeron después, él sí era alemán pero ella era de origen español.

Al volver a nuestra tumbonas y agradecerles el cuidado de nuestras bolsas, ella nos preguntó que si vivíamos aquí o estábamos de vacaciones. Le contestamos afirmativamente a ambas cosas y entablamos una conversación sobre nosotros cuatro. Eran matrimonio, llevaban casados doce años y venía a España en todas sus vacaciones, ya que les gustaban mucho le gente y el ambiente de nuestro país.

Ella se llamaba Berta; el Derex.

Eran simpatiquísimos y charlamos con ellos sobre las costumbres de nuestros países. Ellos vivían en Nuremberg y estaban en un apartamento porque tenía un barco fondeado en su puerto deportivo, pero que no les gustaba el ambiente de aquella playa y venían a ésta.

Así pasó la mañana y cuando nos fuimos nos preguntaron si vendríamos al día siguiente. Al decirles que sí, quedamos en vernos en el mismo sitio, ya que teníamos allí el hotel.

El sábado, cuando llegamos a la playa, nos llamaron y ya tenían reservadas tumbonas para nosotros.

Al desnudarnos Berta le comentó a Amalia que por qué no hacía top-less, teniendo unos pechos tan bonitos como tenía. Le contestó que no lo había hecho nunca, qué embustera, y que además, por lógica, tenía los pechos blancos y así aún llamarían más la atención.

Berta le dijo: -“Como mañana es Domingo y a nosotros no nos gusta venir los domingos a la playa, solemos dar una vuelta con el barco. Si os apetece podéis venir con nosotros, nos paseamos por el mar y, como estaremos solos, puedes ponerte los pechos morenos. Después comemos en el apartamento como despedida ya que el lunes nos vamos.”- Aceptamos encantados.

Seguimos hablando los cuatro sobre la gente que pasaba, las distintas costumbres de cada país.

Berta y Amalia se levantaron para ir a bañarse y conforme avanzaban hacía el agua, notamos que la gente las miraba y comentamos que las dos estaban estupendas.

Derex me comentó que le gustaba mucho el tipo de la mujer española, con pechos espléndidos y caderas rotundas y, observé, como miraba el cuerpo de Amalia que con su bikini negro estaba verdaderamente apetitosa. Comentó: -“Tu esposa, es muy bonita”.-

La misma atención despertaron cuando salieron de agua, una con las tetas al aire y la otra, aunque las llevaba cubiertas, estaba toda ella deseable.

Seguimos conversando en amigable charla, a veces algo picante. Derex y yo hacíamos comentarios sobre las tías que pasaban y ellas, para no ser menos, lo hacían sobre los tíos e incluso en alguna ocasión aludieron al “paquete” de alguno.

Llegó la hora de irnos y nos despedimos hasta el día siguiente.

Sobre las 10,30 llegamos al apartamento y ya nos estaban esperando, así que nos cambiamos, nos pusimos el bañador, nos dirigimos al puerto deportivo para subir al barco. Era grande, como un yate, con dos camarotes con baño y cocina.

Salimos a la mar y, una vez dejado el puerto, Berta y Amalia, que estaban abajo en los camarotes subieron a cubierta y… ¡sorpresa! Iban las dos en top-less con los dos pares de tetas al aire. “-Por fin la he convencido –dijo Berta, y mi mujer comentó es que las tengo muy blancas.

Nosotros no dijimos nada de momento, pues nos quedamos embobados mirando aquellos hermosos cuerpos, hasta que él dijo:

-“Nunca me he mareado en el mar pero, ahora viendo los pechos de tu mujer confieso que no estoy en condiciones de llevar el barco ya que estoy completamente alucinado.”

”Como sigáis diciendo cosas así – saltó Amalia haciéndose la modesta, bajo y me tapo”.

Diciéndole que eran bromas, que no hiciese caso y que estaba muy guapa.

Paro los motores del barco y nos tumbamos a tomar el sol. Berta nos dijo que ella, en el barco, siempre lo tomaba desnuda, pero que hoy no lo hacía para no violentar a Amalia, a lo que mi mujer contesto yo creo que tenemos ya la suficiente confianza para que si queréis nos desnudamos por completo.

Así estuvimos hasta que Berta preguntó si alguien quería bañarse con ella.

A Amalia le daba miedo hacerlo en alta mar. Derex se quedó con ella pues le había prometido enseñarle como se conducía el barco y yo acompañé a Berta.

Bajó por la escalerilla y, una vez cubierta por el agua, diciendo que la mejor sensación era bañarse desnuda, lanzó desde el agua la braguita del bikini, que cayó sobre cubierta y empezó a nadar. Yo bajé tras ella, me lance al agua y nadé para alcanzarla. Me costó bastante (era muy buena nadadora) y, cuando llegué junto a ella, bastante lejos del barco, empezamos a jugar en el agua, a chapotear e intentar darnos alguna aguadilla. Cuando yo lo intentaba, al cogerla, rozaba sus pechos con las manos y los brazos y mi cuerpo tocaba el suyo desnudo, con su culo y con sus piernas. Así la excitación empezó a inundarnos y cada vez los toque y los roces eran más intencionados y descarados, y Berta me dijo que a su marido le había comentado que le gustaba mucho Amalia, yo le dije que a mi ella, que éramos una pareja liberal y que hacíamos intercambio de parejas muy a menudo, por no decirle que Amalia follaba más que las moscas jaja.

Le comenté: –“Ahora tendrás el coñito todo salado del agua-“

Riendo y lanzándome agua a la cara me contestó: -“¿Te gustaría probarlo, eh? “Por supuesto”- le dije.

A lo lejos veíamos el barco y sobre cubierta, en la proa, a la rueda del timón las figuras de Amalia y Derex, a mi mujer se le veía agachada le estaba comiendo la polla a Darex, mira tu mujer dijo Berta no pierde el tiempo.

Berta metió la cabeza debajo del agua y empezó a comerme mi polla igual que hacia mi mujer con Darex, y subió la cabeza para tomar aire y me dijo vámonos para el barco y seguimos,

Seguimos nadando y jugueteando en el agua hasta que llegamos a las escalera del barco.

Llegué primero; subí media escalerilla, balanceándose el barco, y esperé a Berta para ayudarla a subir.

Por la escalera que subía de los camarotes apareció Amalia, toda sofocada y detrás Derex con una gran erección que el bañador no podía disimular sino que la acentuaba todavía más. Estaba claro que algo había pasado, pero ninguno de nosotros dos dijimos nada.

Bajé al camarote a ducharme y, al momento, bajo Amalia, todavía sofocada y nerviosa y, al preguntarle qué había pasado para que los dos estuviesen en aquel estado, me contó:

-“Cuando os habéis ido a nadar, Derex me ha dicho que iba a enseñarme a dirigir el barco. Me ha llevado a la rueda del timón y, explicándome su funcionamiento ha colocado mis manos en los pivotes que la mueven y cómo había que hacer cierta fuerza, para ayudarme, se ha colocado detrás de mí, ha pasado sus brazos por debajo de los míos y sus manos sobre las mías para poder mover mejor el timón.

Sus brazos rozaban mis pechos desnudos y, como estaba completamente junto a mí, poco a poco, iba sintiendo como su polla, pegado a mi culo, iba aumentando de tamaño y endureciéndose cada vez más.

Aquello me iba excitando y mi coño se iba humedeciendo de cachonda que me estaba poniendo. Entonces me di la vuelta y le cogí la polla para mamársela.

Me separé y para calmarme bajé a la cocina a beber algo fresco. Él bajó también y cuando estaba cogiendo un vaso del armario superior, volvió a enlazarme por detrás, cogió mis tetas y volví a sentir en mi culo su polla tiesa y dura como una piedra.

Me acariciaba y me besaba el cuello. Yo iba perdiendo la noción del lugar y solo sentía que el chocho me ardía de deseos. Me dio la vuelta, me besó largamente en la boca y bajó las manos cogiéndome el culo y, pasando sus manos por debajo, me levanto con fuerza y me dejó sentada sobre el mueble de la cocina.

Separó mis piernas y, hundió su cabeza en mis piernas y su lengua lamió mi coño de arriba abajo, dándome un gusto inmenso. En aquel momento, cuando ya me estaba entregando a aquellas sensaciones tan intensas el barco se balanceó al subir vosotros por la escalerilla y, aprisa y corriendo, nos compusimos como pudimos y subimos a cubierta, a reunirnos con vosotros, en ese estado en que nos visteis. Si tardáis más nos encontráis follando y no sé si le habías dicho a Berta como somos. Le dije que sí que también me la había chupado a mi Berta ya, estoy deseando que me la meta el alemán.

Subimos a cubierta con los otros mientras yo me duchaba para bajar la erección que me había producido lo cachondo que estaba.

Volvimos a puerto. Subimos al apartamento donde ya estaba preparada una comida fría a base de aperitivos, regada toda ella con champán francés de marca cara que, frío como estaba entraba sin sentir. Bebimos unas cuantas botellas.

Berta, diciendo de nuevo que en casa ella se encontraba más cómoda desnuda, se quitó la braga del bikini y se quedó sin nada encima excepto las zapatillas.

Pusieron en el tocadiscos varios discos de música alemana a base de violines y baladas que sonaba tenue amenizando la comida.

Bajamos las persianas y en una agradable penumbra comenzamos a comer entre bromas que, conforme el champán iba haciendo efecto eran cada vez más subidas de tono y con más intención. El sexo ya flotaba en el ambiente, Derex no se cortaba en decirle a Amalia y comentar lo que le excitaban sus pechos y cada parte de su cuerpo.

Berta contó lo que yo le había dicho cuando nos bañamos sobre que su coño con el agua del mar estaría salado y que ella me había provocado preguntándome que si me gustaría probarlo. Yo la llamé chivata.

Así con dichos más o menos calenturientos acabó la comida.

Como la música seguía sonando, Derex dijo que le gustaría bailar con Amalia. La enlazó por la cintura, el en bañador y ella con la parte de abajo del bikini. Rodeó el cuello de el con sus brazos, sus tetas desnudas se aplastó con el pecho de él y balanceándose al compás de la música se fueron hacía el fondo del salón donde la penumbra era más intensa.

Mientras Berta recogía algunas cosas que debían guardarse en el frigo, me senté en un sillón y con los ojos entornados miraba, unas veces el cuerpo desnudo y deseable de Berta y, otras, a la pareja que bailaba, tan juntos que en la semioscuridad parecía uno solo. Las manos de él recorrían, acariciando, los brazos y la espalda desnuda de ella, bajaban hasta el coño dándole en la pipa a Amalia y esta a su vez le tenía cogida la polla.

Contemplar aquello y sobre todo pensar en lo que estaban sintiendo me produjo un calentamiento y una erección bestial que el bañador delataba.

Berta acabó enseguida, vino hacia mí y, sin decir palabra, alargó su mano invitándome a levantarme. Lo hice; abracé su cuerpo completamente desnudo y bailamos lentamente, muy lentamente. Sentía su coño pegado a mi polla, solo separados por mi bañador y, esto junto a la excitación tan grande que ya sentía por contemplar a la otra pareja, elevó mi calentura a unos extremos que me dolía la polla me dolía y pensé que iba a reventar de la dureza que tenía.

Berta que sentía mi polla dura pegada contra su coño, lo ardiente que yo estaba y que mis manos sobaban todo su cuerpo, fue poniéndose más y más cachonda y un leve temblor la recorría toda. Metía sus piernas entre las mías y sus manos también empezaron a recorrer mi cuerpo.

Bailando, nos fuimos acercando más a la otra pareja. Estaban ya moviendo los cuerpos sin cambiar de sitio, besándose y sobándose con los ojos cerrados. Berta me dijo por lo bajo: “Lo mismo que te pasó a ti antes me pasa a mí ahora.” Ver los cachondos que están estos dos, me hace subir tanto la excitación que tengo el chocho completamente mojado. Bajé la mano a su chocho y, efectivamente, lo tenía chorreando y la entrepierna completamente mojada.

Seguimos los cuatro acariciándonos de todas las formas posibles, con manos, boca y piernas en aquel simulacro de baile hasta que Berta, no pudiendo resistir más, acercándonos más a Amalia y Darex, los separó y dijo: –“Esta mañana, en el agua, le he preguntado a Juan si alguna vez habíais hecho intercambio de parejas y me ha dicho que sí. Yo creo que en esta situación y el estado en que nos encontramos los cuatro ha llegado el momento de que lo comprobemos.

Mi mujer me miró. “Tú decides”, le dije nos han pillado jeje y le cogí de la mano, apretándosela en un gesto cariñoso de complicidad. “Lo que tú digas”- me respondió -. La besé y, dirigiéndome a Berta y Darex les conteste: “Adelante”-, vamos a follar como otra veces lo hemos hecho.

Volvió Darex a pasar su mano por la cintura de Amalia y se dirigió hacia el dormitorio. Berta cogió mi mano y me llevó tras ellos al mismo dormitorio a pesar de que había otro libre. –”Es mejor así”- me susurró al oído.

Darex sacó del cajón de la mesilla dos pastillas de Viagra. Me dio una y me indicó que la tomase pues podía hacerme falta. El hizo lo mismo.

Había dos camas. Darex tendió en una a mi mujer y, arrodillándose a su lado, empezó a besar y lamer todo su cuerpo, haciéndola estremecer de deseo conforme su lengua recorría sus orejas, cuello, tetas, vientre, muslos, piernas, pies y acabó chupando su chocho que se abrió, ofreciéndose a aquella lengua que lo encendía de deseo de que se la metiera en su interior y le lamiera lo más profundo.

Aquella escena que presenciamos nos convirtió, a Berta y a mí, en una pura llama de deseo. Imitándoles le “comí” el coño que, depilado en todo su interior, excepto un poco de vello rubio en el pubis, parecía el chochito de una adolescente.

Mientras la seguía haciendo gozar con mi lengua, oía los gemidos de la otra cama. Levanté la vista un momento y vi a mi mujer retorciéndose y con unos movimientos convulsivos que le provocaban los orgasmos que le producían la lengua de Darex.

Aquello ya me hizo perder completamente el dominio de mí y, cuando Berta me pidió que se la metiera, lo hice con violencia, entrando y saliendo mi polla de su coño, hasta provocarle una corrida mientras yo también me corría.

Quedamos abrazados y mirando los dos a la otra pareja que estaban ya follando con intensidad.

Él le bombeaba una y otra vez su polla en el coño, sacándolo completamente y metiéndosela hasta el fondo, haciendo que se corriera varias veces seguidas en un orgasmo sin fin, hasta que Darex derramó su leche en el coño de Amalia.

Estuvimos los cuatro jadeantes, tumbados, sin hablar unos cuantos minutos para recuperar fuerzas.

Ya recuperado extendí la mano hacia la otra cama, cogí la de Amalia y tiré de ella hacia mí. Se pasó a mi cama, a la vez que Berta se levantó y fue a la de su marido.

Juntos empezamos a besarnos con amor y ternura; a acariciarnos con delicadeza hasta que, nuevamente nos excitamos; mi polla volvió a ponerse tiesa, su chocho volvió a encenderse y colocándome encima se la metí con mucha facilidad pues además de estar muy cachonda, su coño aún conservaba la leche de Darex.

Diciéndole “te quiero”, otras expresiones de amor y besándola continuamente, la follaba despacio, muy suavemente, entrando y saliendo de su coño muy lentamente en un polvo larguísimo que hizo que nos corriésemos a la vez, con un placer inmenso en el que estaban perfectamente mezclados el sexo y el amor.

En la otra cama Berta y Darex también follaron y también quedaron abrazados y agotados.

Descansamos como una hora larga y ya duchados y vestidos nos despedimos de nuestros amigos alemanes. En la despedida estuvieron cariñosísimos. Nos invitaron a visitarles en su casa de Alemania e Berta dijo:

“Siempre os recordaremos con mucho cariño. Con vosotros hemos vivido la experiencia más maravillosa que recordamos y estamos encantados con vuestra amistad.

También recordaré una fantástica contestación que me hizo Juan, que me apunto y que quizá yo misma usaré alguna vez. Cuando en la cama, usando una frase muy francesa y que se usa en todo el mundo le he pedido “hazme el amor” me ha respondido:

-“Voy a follarte. El amor solo lo hago con mi mujer.”- Fantástico.

Os queremos. Adiós.”-.

Nos besamos y nos fuimos.

Ya en el camino de regreso hablamos de ellos y fuimos recordando lo que habíamos vivido. El rememorar algunas escenas y quizá que la viagra seguía haciendo efecto, hizo que nuevamente me fuera excitando y que al llegar a casa tuviese una nueva erección. En el ascensor besé largamente a mi mujer y al entrar la llevé hasta el dormitorio y fui desnudándola poco a poco y prenda a prenda.

Cuando le bajé las bragas le pedí que se tumbase porque deseaba “comerle” el coño de una forma más excitante.

La puse boca abajo. Mi lengua fue posándose, en toques rápidos y leves sobre su culito y, dejándolo, chupaba el espacio que separa el culo del coño, para volver de nuevo al culito y otra vez fuera. Así un rato. Después ya pase la punta de la lengua por fuera de su “coño” dos o tres veces y lo dejaba para volver al culito. Este juego fue prolongando y excitándonos sobremanera. Amalia deseaba con ansia que mi lengua penetrase en el coño y le lamiese se interior y su pipa. Su cuerpo se arqueaba, jadeaba y se movía hacia los lados cada vez más excitado hasta que se giró completamente, quedando boca arriba; abrió totalmente sus piernas deseando que le chupase todo el chocho que temblaba de deseo.

Otra vez pasé la lengua por el exterior del ”coño” y, ahora también por el exterior del capuchón de su pipa. “Cómeme el coño”.- pedía.

Abrí algo sus labios y mi lengua penetró ligeramente chupándole los labios interiores y alrededor de la base de la pipa, dando círculos sin tocar su botón.

Ella empujaba su coño contra mi boca y el clímax de su excitación era tan alto que gemía de deseo. Cogió mi polla con su mano y cada movimiento convulsivo de su pelvis se trasmitía a mi polla a través de su mano, produciéndome placer extremo.

Seguí todavía un rato metiéndole solo poco más de un centímetro de lengua sin tocar el botón de su pipa, solo su alrededor, lo que aumentaba más su excitación y su deseo.

Cuando comprendí que había llegado al máximo de lo que podía soportar, metí toda la lengua, le chupé todas sus carnes interiores varias veces; le rodeé los labios su pipa y puse la punta de la lengua sobre su botoncito. Le introduje dos dedos en lo profundo del coño y empezó a correrse con varios orgasmos que le producían tal placer que jadeaba, gritaba y se movía con impulsos incontrolados, lo que hacía que la mano que tenía rodeándome mi polla se moviera también. Cuando sentí que llegaba su orgasmo mayor, yo, sin poderme controlar ya, también corrí con una corrida majestuosa.

Así nos quedamos, con mi cara pegada a su coño, rato y rato, hasta que fuimos recuperando de todo lo que tan fuerte habíamos sentido.

Así acabó la aventura que empezó en el mar.

(8,82)