Nuevos relatos publicados: 13

Los amigos de mi mujer (2) Carlo

  • 20
  • 27.787
  • 9,14 (22 Val.)
  • 0

Nunca imaginé que podría disfrutar tanto del sexo, y todo, gracias a los amigos de mi mujer…

Pasaba ya el reloj de las ocho y media de la tarde, cuando desperté.

-Amor, despierta… son casi las nueve… vámonos a cenar, tengo hambre.

Rápidamente, nos duchamos y tras vestirnos, salimos al pasillo para tomar el ascensor y bajar al restaurante.

Cuando las puertas de la cabina se abrieron, una pareja se hallaba en su interior. Los ojos de mi mujer, se abrieron desmesuradamente, a la vez que exclamó:

¡Carlo… qué sorpresa…!

¡Marta…! ¡Cuánto tiempo…!

Se besaron efusivamente, mientras su pareja, y yo, nos miramos un tanto extrañados.

Entonces caí en la cuenta, de que tenía el mismo nombre que Marta había puesto al primer juguete…

-Os presentaré… -dijo Carlo- Esta es Nani, mi esposa. Ella es Marta, una buena amiga de los tiempos de estudiantes.

Ellas se dieron dos besos, y seguidamente, Marta me presentó a Carlo, y éste, a su esposa.

-Desde luego, hace mucho tiempo que no nos veíamos… casi desde la Universidad. Ni siquiera sabía que te habías casado, -dijo Marta.

-Es cierto… en cuanto a Nani,… nos casamos hace ya unos meses.

Disimuladamente, a través de los espejos de la cabina, observé a Nani. Era muy guapa. Y joven. Debía tener unos veinticinco años, estatura como Marta, y figura, no tan generosa como mi mujer, pero, con todo lo que hay que tener: piel clara y tersa, cabello rubio y corto, una cara bonita, destacando unos labios carnosos, repletos de promesas, dientes de anuncio, bonitos pechos, que se adivinaban a través de la camiseta que vestía, culito redondo, con hermosos cachetes, que se dejaban dibujar en sus ajustados jeans, y, un grande y hermoso chochito, que también los jeans se estaban encargando de estrangular, por lo marcado que se notaba.

Me sonrió, y acercando su mejilla me besó con cortesía. La proximidad de su piel, me electrizó. Su perfume embriagó mis sentidos. Desde ese momento, la deseé, y traté de imaginar sus dotes como compañera de cama,.. ¿Cómo sería de fogosa…?

Mientras el ascensor bajaba hasta la planta del restaurante, Marta y Carlo charlaban animadamente. Nani me sonrió, y después de corresponder a su sonrisa, mi imaginación se puso en marcha, y, en lo que duró el descenso, pude recrearme en sus turgentes pechos, en su culito redondo, en su marcada cintura, en sus muslos ceñidos por los jeans, que dejaban adivinar una carnosa entrepierna… de infarto… ¿Lo tendría depilado?... Habría apostado a que sí…

Salimos de la cabina, y dije: Para celebrar este reencuentro, permitidme que os invite a cenar. ¿Queréis acompañarnos?

-¡Claro… cómo no!... Pero invito yo…-dijo Carlo-

Tomamos asiento en una mesa cuadrada, discretamente situada tras una columna del restaurante. Marta y Carlo continuaban charlando de sus tiempos de estudiantes, así que, tuve que improvisar la conversación con Nani:

-Dime, Nani… ¿qué tal os va de casados? –La pregunta era casi retórica, pero me sorprendió su respuesta…

-Pues a mí, me va estupendamente, porque Carlo es muy liberal, y me permite todo lo que deseo…

-¡Joder… joder…! -dije para mis adentros, poniendo en marcha mi imaginación otra vez… y, sopesando las palabras que acababa de escuchar, le dije:

-Eso está bien… hay que vivir… y dejar vivir… ¿no te parece?

-¡Claro…! Verás… cuando nos casamos, hicimos un pacto… Si él no me negaba ningún deseo, yo… tampoco lo haría, de forma que, nunca tendremos nada que reprocharnos… ¿Qué te parece?

Si aquello significaba lo que yo creí entender… opté por una respuesta diplomática, poco comprometedora…

-A mí me parece de perlas… pero, ¿no habéis tenido nunca problemas, ni la más mínima suspicacia?

-Sí, claro, pero, cuando eso sucede, basta con que el otro le recuerde que la siguiente ocasión, las quejas pueden ir en dirección contraria, así que…

Me pareció un trato de lo más ecuánime. Visto desde fuera, podría parecer un poco adelantado al tiempo, pero, desde luego, no se podía decir que no fuera absolutamente justo…

-Y dime… -traté de ser confidente- ¿ejercéis a menudo vuestro derecho?

-Pues mira… -bajó la voz,- todo lo que puedo… Por ejemplo, ahora mismo, me apetecería… (si tu mujer no se opone), acostarme contigo… -y me miró a los ojos inquisitivamente-…

¡Joder con Nani…! necesité acomodar disimuladamente mi pene, pues me estaba haciendo daño, debido al estiramiento que estaba sufriendo dentro del calzoncillo. Me estaba poniendo malo, y mi mujer, parecía ausente de nuestra conversación, tan enfrascada como se hallaba en la suya…

-¡¡Ya está…!! –Se me encendió la lamparita en mi imaginación- ¡Esto es lo que necesitamos!. De repente, caí en la cuenta de que, este mismo trato nos ayudaría tanto a mi mujer, y a mí… que decidí en ese mismo momento, que se lo propondría a Marta, y, si aceptaba, estaríamos follando esa misma noche con Nani, y con Carlo… si éste quería, claro… que seguramente no le disgustaría… digo yo… además… yo, no estaba atendiendo a la conversación de Marta con Carlo, pero, por el tono de sus palabras, no parecían estar muy a disgusto…

Marta y Carlo, miraron hacia mí…

-Escucha, cariño… Carlo me ha dicho que tiene un trato con su mujer…

-Sí, sí... –Dije- Nani me ha contado…

-Ya, es que… verás... Carlo ha sido siempre muy liberal, y, hace años, antes de conocernos, Carlo y yo, éramos muy amigos... nunca te había contado, porque fue cosa de jóvenes alocados, pero follamos mucho, mucho, como posesos…

Puse cara de incredulidad. Carlo, esbozó una leve sonrisa, mientras asentía levemente con la cabeza…

-O sea, que vosotros dos... fuísteis amantes.

-No… Éramos jóvenes, con muchas energías y ardores en el cuerpo, que había que consumir…

-Ya, pero…

-Sí, sí, follamos como condenados, hasta que se nos pasó la calentura... eso fue todo. Pero ahora, al reencontrarnos, hemos recordado aquellas batallas… y, me preguntaba, si a ti no te importaría que... yo... bueno, que nosotros... ya sabes…

-Que si te gustaría que los cuatro, folláramos todos juntos, -dijo Carlo- ya sabes, en grupo…

Los tres me miraban expectantes, como si de mi respuesta dependiera algo muy importante. En mi interior, deseaba decir: -¡Sí, sí, claro que sí!-… pero, contuve mis ansias, miré a los ojos de Marta, que parecían suplicar la afirmación, y a Carlo, que mostraba una sonrisa de oreja a oreja... después volví la cara hacia Nani, que me esperaba con la sonrisa más pícara que yo hubiera visto nunca, y, como si fuera de mala gana, y no tuviera más remedio que aceptar, dije:

-Bueno... si Marta está de acuerdo... vale…

Marta se inclinó sobre mi lado, me dio un beso sobre los labios, y, seguidamente, me dijo al oído:

-Gracias amor, eres un hombre maravilloso…

Mi pene saltaba de alegría y comenzaba a babear en su prisión, sobre todo, porque Nani se aproximó por el lado contrario, me besó en la mejilla, y me susurró:

-No lo olvidarás en toda tu vida, te lo aseguro…

Al llegar los postres, los ánimos se habían caldeado bastante tras haber vaciado una botella de vino. Nani, me metía mano descaradamente, por todos los sitios posibles, y yo, en justa correspondencia, le hacía, discretamente gestos lujuriosos, simulando con mi lengua que le lamía el clítoris, miraba sus pechos y me mordía la punta de la lengua, como si lo hiciera a sus pezones… que se ponían duros y prominentes bajo su camiseta al instante.

Tampoco Marta y Carlo se quedaban atrás, pues por debajo del mantel, la mano de Marta buscó el paquete de Carlo, y le palpó, tanto su pene, como los testículos, como si sopesara si habían crecido desde la adolescencia. Concluyó que sí, habían crecido bastante, pues su mano, apenas abarcaba el contorno del cipote, a pesar de que aún no estaba en estado de revista. Terminamos de cenar, y decidimos que lo haríamos en nuestra habitación, por lo que, tras dejar a Carlo y Nani en el ascensor, camino de su habitación para asearse y cambiarse, nos dirigimos a la nuestra, con cierto nerviosismo. Nos aseamos, y con impaciencia, esperamos su regreso recostados, besándonos y acariciándonos mutuamente.

Al poco, llamaron a la puerta. Eran ellos. Carlo llevaba puesta una gabardina. Sacó una botella de cava de uno de los bolsillos interiores, y la puso en la nevera. Se quitó la gabardina. Debajo llevaba un pantalón de pijama, y un pequeño slip, que apenas podía contener su pene y sus testículos. Marta, le miró con embeleso, y se acercó a él para besarle, le quitó el pijama y le bajó el slip lo suficiente para apresar el paquete con toda libertad.

Nani traía un kimono sobre un salto de cama negro, casi transparente. Me acerqué, y le quité el kimono. Quedé asombrado al ver su figura con libertad. Era realmente bella, mucho más bella de lo que dejaba entrever cuando vestía vaqueros y camiseta.

Me empujó, y quedé sentado sobre el borde de la cama. Se inclinó sobre mí, y me dio un beso en la boca, introduciendo su lengua. Carlo, hizo lo mismo con Marta, por el lado contrario de la cama. Gracias a un gran espejo que había frente a los pies de la cama, pude contemplar a mi mujer por primera vez, haciendo las guarrerías que tanto había deseado que me hiciera a mí... y que nunca me había hecho…

Marta, tomó el pene de Carlo con su mano, y, tirando de la piel hacia atrás, lo miró un instante, con deseo, se pasó la lengua por sus labios, y la introdujo en su boca despacio, como si dudara de la capacidad de ésta para engullirla... le chupaba la polla a Carlo, y la metía y sacaba de su boca como si fuera un helado, con exasperante lentitud, recreándose en ello y poniendo cara de mucho vicio. Yo, le miraba a través del espejo, y ella, me miraba a mí. En mi cabeza, algo me decía que esa noche, se iban a traspasar algunos límites, algunas vallas iban a ser derribadas, vallas que, inconscientemente, nos habían cercado hasta esa noche.

Por mi parte, dejé que Nani tomara la iniciativa. Bueno, más bien, se la tomó sin contar conmigo… Apoyó un pié sobre la cama, y, abriéndose los labios vaginales con ambas manos, me mostró el sonrosado y apetitoso interior de su chochito. Desde luego, no lo dudé ni un instante, y abriendo mi boca, introduje mi lengua hasta donde pude, y me comí aquel manjar, saboreando los jugos que destilaba, como si de un panal de rica miel se tratara… De vez en cuando, apresaba con mis labios su clítoris, y le daba unas rápidas, pero delicadas mamadas, como si fuera otro pezón... Entonces, ella me sujetaba la cabeza por detrás, y me atraía hacia sí, con fuerza, a la vez que echaba su cabeza atrás, y arqueaba su cuerpo para facilitar la succión…

Como si la escena estuviera preparada, nos empujaron hacia atrás a ambos, de tal forma, que quedamos Marta y yo tendidos, con las cabezas a la misma altura, enfrentadas una a la otra, sobre la cama.

Noté como Nani me quitó el pijama y el slip, y se puso a acariciar mis testículos, e intuí que Carlo le estaba haciendo cosa parecida a Marta, pues vi que sus ojos se cerraron. Sin dejar de acariciarme los testículos, la boca de Nani, tomó posesión de mi húmedo glande, y, al mismo tiempo, la lengua de Carlo invadió la cueva de Marta. Nani comenzó a frotarme con sus pechos, sobre todo mi cuerpo, sin olvidarse de rechupetear mi capullo cada vez que pasaba por allí. Yo, correspondía asiendo ambos pechos con mis manos, y aplicando unos lametones en sus pezones, que estaban duros, como para rayar el cristal.

Lo mismo hacía Carlo con Marta, que ya estaba resoplando con placer a causa de las lengüeteos y chupeteos sobre sus pechos y sobre su entrepierna. Marta acercó su boca a la mía, y mordió mis labios con contenido nerviosismo. Introdujo su lengua en mi boca, y recorrió todo los espacios de ella. Yo correspondí en la suya. Nani se montó sobre mí, después de lubricar bien con su saliva todo mi cipote, y comenzó a cabalgarme rítmicamente, sin prisa, recreándose en el recorrido.

A través del espejo, pude seguir la escena sin perder detalle, como si fuera un voyeur. Disfrutaba doblemente, por mí, y por Marta.

Carlo humedeció su glande con su propia saliva, y lo hundió en lo más profundo del coño de Marta, comenzando el vaivén de caderas. La cama se mecía como una atracción de feria. Carlo y Nani sincronizaron sus movimientos, de forma que ambos se encontraban sobre nuestras caras a cada vaivén, besándose en la boca. A cada poco, se detenían en lo alto, y se morreaban, metiéndose las lenguas mutuamente, para de seguido, agacharse sobre nosotros, y hacer lo mismo en nuestras bocas.

Nos levantaron, y Marta y Nani, se colocaron a cuatro patas, de forma que se comían la boca mutuamente. Carlo tomó a Marta por las caderas, y, sin dudarlo demasiado, apuntó a la vagina con la punta de su grueso cipote. Me miró, como si dijera…

- ¿A qué esperas?... ¡Fóllatela!

Y yo, no me hice esperar. Mojé mi glande con saliva, y, suavemente, pero con decisión, lo hundí hasta lo más profundo del coño de Nani, comenzando a bombear con deleite. Carlo hacía lo mismo, así que, las dos mujeres, jadeaban al unísono, y sólo se detenían para comerse la lengua mutuamente.

Carlo estaba follando el coño de Marta, pero, a la vez, tenía un dedo introducido por el culo. Cuando lo sacó, Marta adivinó las intenciones de Carlo, y exclamó:

-¡Carlo, con cuidado, por favor…!

Entonces caí en la cuenta de que Carlo, iba a estrenar el culazo de Marta. Aquel culazo, que por culpa de los prejuicios y la falsa moralidad, yo, nunca había ultrajado… pero... ¿de verdad sería ese culo virgen? Me desengañé cuando a Marta se le escapó:

-¡Despacio, Carlo... hace tanto tiempo…!

Por los gemidos de Marta, supe que Carlo ya había tomado posesión de su culo, pues primero fueron unos gemidos lastimeros, y después fueron transformándose paulatinamente, en gemidos placenteros. Carlo también resoplaba con placer. Acompañaba cada pistonada con un quejido, como si estuviera jugando un partido de tenis, y Marta le daba la réplica, como si devolviera la pelota en el dichoso partido.

Desde luego, una cosa me quedó clara. Según se estaba desarrollando el "juego"... éste no era precisamente el "partido inaugural"…

Llegado a las puertas del paraíso, Carlo se tensó, echó la cabeza hacia atrás, y apresó con fuerza las caderas de Marta, y exhaló un grito contenido. Ésta apretó los músculos haciendo presa del cipote de Carlo, que, sin poder aguantar más, entregó su preciada carga de semen en varios espasmos, acompañados de auténticos aullidos de placer de los dos…

Se dejaron caer sobre la cama, respirando agitadamente. Carlo besó a Marta delicadamente, agradecido por el mucho placer recibido…

La escena de Marta, corriéndose con el culo, me impactó. Yo jamás habría sospechado que Marta fuera capaz de correrse así, y esto incrementó varios grados el morbo que me estaba embargando.

No me quedaba otra, que vengarme en el culito de Nani... pero, desde luego, éste no era virgen, pues, una vez pasado el relajado esfínter, mi pene se coló hasta lo más hondo, hasta que mis testículos golpearon sus cachetes. Era una experta en este juego, pues manejaba con suma habilidad sus músculos perianales, que me abrazaban y me succionaban, como si se tratara de una boquita. Nunca había follado un culo, pero, en ese momento, decidí que no perdería ninguna oportunidad de hacerlo.

Tal era el placer que sentía, que, sin poder evitarlo, mi pene se hinchó hasta que explotó en un copioso orgasmo, que dejó tal carga de semen dentro de Nani, que debió sentirse absolutamente "llena de felicidad".

Caímos sobre la cama extenuados, y nos acomodamos junto a Marta y Carlo. Nani se abrazó a Marta, juntando sus cuerpos sudorosos, y besando sus bocas.

Después de relajarnos, Carlo sacó la botella de cava de la nevera, y llenó una copa para cada uno. Alzó la copa en alto, dijo:

-Brindemos por la amistad, que, después del amor, es el mejor sentimiento que los seres humanos pueden tener-…

-Por la amistad -… dijimos a coro... y apuramos las copas…

Volvimos a llenar las copas, y dije:

-Por los amigos…

-¡Por los amigos!... y bebimos de nuevo, hasta consumir el resto de la botella.

Carlo y Nani, se despidieron, pues debían partir al día siguiente, temprano, pero antes, nos dejaron su número de teléfono, para seguir en contacto.

Marta, se acurrucó hecha un ovillo junto a mí, apoyando su cabeza en mi hombro, y cerrando los ojos, me susurró al oído…

-Gracias... amor... me has vuelto a hacer muy, muy feliz…

-Cariño, eso... es lo que me he propuesto…

Boca arriba, quedé pensativo… ¿Tendría Marta algún amigo de estudios llamado Hugo?... Algo me decía en el interior de mi cabeza, que sí… lo había…

Y, haciendo estas conjeturas, me quedé dormido…

La mañana siguiente despertamos, nos aseamos y bajamos a desayunar al restaurante. Marta estaba radiante. Parecía que los últimos acontecimientos hubieran dejado la huella en su rostro. El brillo de sus ojos, sus sonrosadas mejillas, sus labios tersos y carnosos, su boca, dibujando una expresión apenas perceptible, pero delatora... toda ella emanaba satisfacción, plenitud y felicidad. Me quedé mirándole a la cara, embelesado, mientras terminaba su croissant con mantequilla y mermelada de fresas, y su café con leche… Cuando ella se percató de que le estaba observando, me dijo:

-Cariño... ¿por qué me miras así?...

-Marta, tengo que decirte una cosa... y es, que... me ha gustado mucho lo que hicimos anoche, con Carlo y Nani... bueno... no sólo me ha gustado, me gustaría repetirlo más veces... si a ti, te parece bien... creo que tú, también lo deseas… ¿estoy en lo cierto?

-Sí, mi vida… francamente... no deseo volver nunca a la rutina de hace unas semanas... mira, tengo la impresión de que María, desde donde quiera que se halle, está guiando nuestros pasos, nos ilumina el camino, y nos conduce allí, donde ella quería llegar... y no pudo…

-Entonces... –Dije- ¿qué te parece, si volvemos a la tienda de juguetes, y compramos alguna otra cosa?

-Como quieras. Seguramente hay muchas otras cosas que no vimos, por las prisas… Deberíamos verlo todo, detenidamente…

-Pues vamos.

Nos dirigimos de nuevo a la tienda de artículos eróticos, dando un tranquilo paseo. Entramos, y como la otra vez, nos atendió la misma dependienta.

-Buenos días... ¿En qué puedo servirles? –dijo con su estilo comercial.

-Pues verá… ayer, nos llevamos este juguete, -dije señalando al expositor…

-Sí, lo recuerdo, señor... y... ¿qué tal... lo han probado?

-Desde luego... es… estupendo… -contesté-

-Pero, hoy, queríamos curiosear otras cosas, quizás nos decidamos a comprar algún otro juguete.

La dependienta empezó a mostrarnos juguetes, que ni siquiera sabíamos que existían…

-Miren, esto es un huevo vibratorio. Se introduce lubricado en la vagina, y se pone en marcha el motor, mediante un mando radiocontrol, a distancia.

Dicho esto, me ofreció el huevo, que, en mi mano, comenzó a vibrar en el momento que ella accionó el botón del mando.

-La ventaja de este juguete, es que puede usarlo en cualquier momento del día. Por ejemplo: usted tiene que hacer la compra, pues se introduce el huevo, se pone las braguitas , y ¡al supermercado!

Marta río la ocurrencia con ganas. Cuando pudo hablar, dijo:

-Pero, no creo que sea posible andar por la calle, con esto dentro vibrando…

-Por eso viene preparado con varios programas de vibraciones diferentes. Mire, ahora voy a cambiar... ¿ve?... esta vibración es más suave… incluso se puede hacer intermitente... como pueden ver, es un juguete muy versátil, y puede usarse en todo momento, igual que las bolas chinas…

Nuestra cara debía delatar bastante incredulidad, pues añadió:

-Es más... -dijo la vendedora- usted se coloca el huevo, que, desde luego no molesta, sólo estimula, simplemente, y ayuda a mantener los músculos vaginales en forma... y ahora… -dijo tomando el mando a distancia,- elegimos la función aleatoria... y esperamos. En este modo, el huevo, durante unos breves segundos, ejecuta uno de entre los nueve diferentes modos de vibración que tiene, pero, con intervalos de tiempo de pausa, que también son aleatorios… de este modo no tiene que preocuparse, pues el programa le procurará toda una gama de sensaciones placenteras, que usted sólo tendrá que disfrutarlas… y le aseguro que, estar pendiente de la siguiente vibración, y no saber cómo será de intensa, ni su forma, ni su duración, ya tiene mucho de excitante…

Al decir esto último, durante unos dos segundos, el huevo vibró, y se detuvo de nuevo. Habrían pasado unos veinte segundos, y volvió a vibrar, esta vez, de forma más intensa y prolongada. La verdad es, que se sentía sorprendentemente agradable…

Mientras la vendedora me hablaba, pasé el huevo a Marta, que, en la primera de las vibraciones que recibió, profirió una nerviosa risita, y con ella, continuó por lo bajo…

-Además… -me dijo en tono más confidente-…imagínese… su mujer con el huevo colocado, comprando en el súper, y usted a su lado, con el mando a distancia en su bolsillo… dándole a cada poco, inesperadamente…

Ya lo creo que lo imaginaba... el mando en mi bolsillo… mis dedos nerviosos buscando los botones… ¡y a mi mujer, agarrada al expositor de jamones, con los ojos en blanco!

Marta continuaba sosteniendo el huevo en su mano, hasta que, en la siguiente sacudida, rompió a reír, aún más nerviosa, y me devolvió el huevo, haciéndome un guiño, que yo, entendí perfectamente… le gustaba mucho el juguete, y quería que se lo comprara…

-Nos lo llevamos… ¿Que más nos sugiere, señorita?...

-Pues yo les recomendaría un estimulador anal, –dijo tomando uno de la estantería, y, poniéndolo en marcha, lo acercó al dorso de nuestra mano,- es una vibración muy suave, estudiada para estimular el perineo, de los hombres desde dentro del ano. Independientemente, de que también lo pueden usar las mujeres igualmente…

Era un pequeño vibrador, hecho con un material transparente y suave al tacto, que dejaba ver el mecanismo en su interior, su grosor era el de un dedo, por unos 15 centímetros de largo, con una culata negra, de unos 5 centímetros que contenía la pila y el interruptor.

También es muy recomendable para practicar la doble penetración, bien con otro vibrador, o con su pene… -dijo mirándome descaradamente el paquete, como si estuviera calibrando el gusto que éste le podría proporcionar, en una eventual e hipotética doble penetración.

Mi imaginación, seguía en marcha… sacudí la cabeza, sonreí a la vendedora, que me correspondió con otra pícara sonrisa, y dije, de nuevo:

-Nos lo llevamos, también…

La vendedora, me guiñó un ojo, y una sonrisa de complicidad, se dibujó en su cara…

Continuamos curioseando por la tienda, viendo la multitud de juguetes, lencería, cremas, pero, decidimos no comprar nada más, hasta haber probado lo que ya habíamos decidido comprar.

Eran casi las doce del mediodía, cuando emprendimos el regreso al hotel sin prisa, pero, con el pensamiento puesto en los nuevos juguetes, que habíamos adquirido. Cogidos de la mano, viendo los escaparates, y casi sin darnos cuenta, nos encontramos en el ascensor, subiendo a nuestra habitación.

Marta decidió imponer el nombre de "Manolín" al estimulador anal, y, "Chiquitín" al huevo vibrador. ¿Por qué esos nombres? Pues yo, no lo sabía... ni lo iba a preguntar…

Nos aseamos, enseguida, y fuimos a la cama. Comencé el juego amoroso, besando dulcemente a Marta en su caliente boca, su sensual cuello, sus turgentes pechos, mientras mi dedo corazón exploraba de nuevo, los pliegues de los labios de su vagina. Pronto, mi dedo se adentró en su gruta, donde el manantial de su jugo, comenzaba a desbordarse. Con el mismo, mojé su "agujero negro", aquél, donde se vació la polla de Carlo, la noche anterior penetrando unos centímetros en su interior. Repetí varias veces la maniobra, de manera que, cuando estuvo bien lubricado, tomé a Manolín por el mango, y, tras lubricarlo también, lo acerqué al "agujero negro", y, tocando con la punta en el centro, puse el vibrador en marcha, y comencé a empujarlo hacia adentro, con delicadeza.

Marta se estremeció de pies a cabeza, al sentir aquella nueva sensación.

Con voz temblorosa me dijo:

¡Fóllame con Hugo… con Hugo y Manolín... a la vez... por favor…!

Alcancé a Hugo, que esperaba su oportunidad sobre la mesita de noche, y enseguida puse a trabajar duramente, dentro de su caliente vagina…

Sus gemidos cada vez eran más intensos. Su voz, me apremiaba con urgencia…

¡Más... más honda... clávamelos muy fuerte, cariño…

Se dio la vuelta, y se colocó sobre mí haciéndome el 69, y entonces me volvió a pedir:

¡Fóllame... fuerte... más... más!...

Yo, le tenía clavados por completo tanto a Hugo como a Manolín, en sus orificios. Manejaba cada uno con una mano, alternando las entradas y salidas de ambos. Los motores rugían. Marta se convulsionaba atrás y adelante, mientras me mamaba el pene desenfrenadamente.

Sus vaivenes, cada vez eran de mayor amplitud, de acuerdo con el aumento de nuestra excitación, hasta el punto que, próximo el orgasmo, tuve que apoyarme la culata de Hugo sobre la barbilla, para aguantar los envites de Marta, que recibió mi semen en su boca, justo cuando ella se corría.

Se dejó caer sobre mí, inerme por completo, sin fuerzas. Retiré los juguetes, y me abracé rodeando su esplendoroso culo con mis brazos, atrayéndole sobre mi cara.

Permanecimos así unos minutos, hasta que recobramos el aliento…

Al recostarnos sobre la almohada, miramos nuestro selecto grupo de "amigos", que yacían sobre la mesita... y comprendí que aquel grupo, aumentaría sus "miembros" muy pronto…

(9,14)