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(22) Los amores de Ana Etxeberría

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Otra vez se quedó dormido y otra vez se despertó atontado. La salsa aceitosa del pollo se le secó al cuerpo como una membrana anfibia y pegajosa.

“Tengo que ducharme”, pensó el inspector Balaguer. No era mala idea. Además, apestaba a sudor rancio y a sexo de mujer. Tenía fluidos corporales femeninos por cada recoveco del cuerpo y de la cama. Incluso se quedaba pegado a las sábanas, de lo manchadas que estaban de semen, sudor, regla o flujo.

Pero en ese momento Ana hizo acto de presencia desnuda y provocativa como ella sola. Pero iba acompañada de dos chicas desconocidas e igual de desnudas y sexis.

-Vaya, hola –le gustó mucho lo que veía el policía.

Se fueron acercando y rodeando la cama.

-Ana, ¿qué intentas?

Pero ninguna de las tres contestó. Simplemente se limitaron a agarrar cada brazo del policia y atarlo al cabecero de la cama con bragas. Los nudos eran resistentes y fuertes. Llegó un momento en que el inspector Balaguer no podía moverse de cintura para arriba.

-¿Ya, chicas? –las miró Ana y ambas asintieron con la cabeza.

-¿Qué es esto? ¿Un nuevo juego enfermizo de los tuyos? –sonreía el policía gustoso.

-¿Te apetece follarnos a las tres? –puso Ana gesto de burla.

-Claro, sois putas. ¿Y qué hacen las putas? Pues sexo.

-Me sorprendo yo misma de lo buena que soy.

-¿A qué te refieres?

-Tu alto grado de machismo equivale a mi retorcida perversión.

-No entiendo…

-Mientras más influencia ejerzo sobre ti más cabrón y misógino eres. Y por lo que veo hago un trabajo de matrícula de honor.

-Deja de hablar y sube a mi polla.

-Te lo dije. A mi nadie me ordena ni me controla. Yo sí.

-¿Entonces esto de qué va? ¿No hay sexo? Quiero mi orgasmo.

-Eres patético –meneó Ana la cabeza de forma negativa.

-¿Yo soy patético? Mírate al espejo y verás un monstruo reflejado. Tú me has convertido en esto. Así que dame sexo o arranco el cabecero a tironazos.

-No creo que puedas. Es madera de pino. Lo tendrás un poco difícil.

-Ven aquí y dame sexo. Lo necesito. Por favor. No puedo esperar más. Tengo polla para las tres y repetir con cada una.

-Me has decepcionado, César. Te creía más hombre.

-¿Quieres comprobar lo hombre que soy? Sólo necesito tu coño cinco minutos.

Sin mediar palabra, una de las chicas lo azotó con un cinturón en el pecho.

-¡Au! ¡Cabrona! ¡Eso duele!

Pero la otra chica también empuñó un cinturón de cuero, y Ana igual.

-Chicas, ¿preparadas?

-¿Qué es esto? ¿Qué vais a hacer?

-Lista.

-Y yo. Demos una lección a este follacoños.

-¡A por él! –gritó Ana. Fueron ocho minutos agonizantes de latigazos con los tres cinturones. La carne llegó a desgarrarse y la sangre fluir y salpicar las paredes.

Ana y sus dos amigas acabaron exhaustas, y el inspector Balaguer hecho un cuerpo ensangrentado y transformado en un jirón deforme.

-Buen trabajo, chicas –valoró Ana el esfuerzo-. Choca.

-Guay.

-Choca.

-De puta madre.

Se palmearon las manos y retrocedieron.

-Esto va para mi colección gore –hizo Ana las fotos de rigor al policía. Le saltaron varios dientes, la mandíbula se partió por tres sitios, los pezones reventaron, el pecho desgarrado y la polla ya infértil.

Ana cogió su móvil e hizo una llamada.

-Ya podéis pasar.

De inmediato, Darío Anglada, Ricardo Morán, Óscar Lozano e Issac Belmonte accedieron al interior de la habitación. Pero iban acompañados de tres miembros de OMEGA y de Carolina Torres. El cuchillo adherido a su cuello la avisaba de no moverse ni huir ni gritar o se atenía a las consecuencias. Su labio partido y la sangre en la cara indicaban una paliza de 5 minutos.

-Vaya, vaya, vaya, mira lo que tenemos aquí –sonreía Darío triunfante. Todos se regocijaron de satisfacción al ver el lamentable estado del inspector Balaguer-. Buen trabajo, Ana.

-Gracias, pero el esfuerzo está compartido con ellas dos.

-¿Y qué quieres? ¿Que de las gracias una a una como un mongolo? ¡Fuera de aquí, so putas! ¡Esto es algo entre machos! ¡A follar a otro sitio!

-Cabrón…

-Gilipollas…

-Cómemela, Darío…

Las tres se fueron despidiendo de esta manera mientras salían de la habitación.

-Lo han dejado hecho un cristo. Solo le faltan los clavos en las muñecas –sonreía Morán-. ¿Está consciente? Esas tres putas casi lo matan.

-César, ¿puedes escucharme? –se acercó a la cama Darío-. Joder, me he pringado los tenis de sangre… mierda… Hey, César, ¿me ves?

-Te escucho y te veo, capullo.

-Sí, está consciente –rió Óscar.

-César, no estás en disposición de cabrearme –avisó Darío sin segundas-. Aquí estás. Querías encontrar a Cajahueca y este es el resultado.

-¿Me lo vas a contar o me cobras dinero?

-Todo el campus es Cajahueca. ¿Piensas que el asesino es una persona? No, somos muchos y muchas. Así  es. Muchas chicas se convierten al feminismo fálico donde la polla manda y ellas colaboran y cooperan por un futuro patriarcal. Se unen a nosotros por amor al falo y sus leyes. Algunas incluso aborrecen su vagina. Luchan por y para la testosterona.

-Ya lo he visto. Con Ana habéis hecho la aberración perfecta.

-Ha sido su decisión personal. Nadie la ha lavado el cerebro. Ella eligió hace tiempo y siempre nos saca las castañas del fuego. Es muy puta pero pilar fundamental para nosotros. ¿Conoces a Carolina Torres?

-No. Soltadla. Esto no tiene que ver nada con ella.

-Veo que no te enteras de nada. Ella lo comenzó todo y quería hacer lo mismo otra vez, y ya nos toca los cojones.

-¿Comenzar el qué?

-¿Recuerdas el video porno que te envió Cajahueca por paquetería? La de la caja en la cabeza.

-Sí, claro.

-Soy yo. Si hubieses investigado el video con más tiempo verías que el final está cortado. Cuando yo eyaculo, ellas se embadurnan de mi semen como si fuese un baño de espuma, lo lamen, se lo beben, se rocían de nata montada y mantequilla, y luego Ana, cómo no, incluye sus heces y Belinda su regla. En fin, una casquería tan asquerosa que el FBI persiguió ese video hasta lograr prohibirlo a nivel internacional.

-Como el video porno de Irene, ¿no?

-Exacto. Videos diferentes pero con la misma conexión: el puto FBI de Langley. Esa zorra que ves ahí, vomitó de asco tras la grabación de mi vídeo. Tuvo un arrebato coñal de arrepentimiento, y me denunció. Siete meses de cárcel. Y quien se mete conmigo se mete con toda la fraternidad.

-¿Todo este coñazo es por venganza?

-Es que sucedió casi lo mismo con el vídeo de la cabeza de cerdo. Era una grabación privada, pero Pamela lo divulgó con el beneplácito de Sara, la burla de Sonia y la distribución de Marta, que era quien grababa.

-¿Y Rocío Quesada?

-Un daño colateral. Un capricho de Cajahueca número 23.

-¿El enamorado de Ana?

-Se lo he dicho miles de veces a Mikel. Si quieres follar con Ana díselo y se baja las bragas al instante. No tienes que formar un cipote para poder contactar con Ana. Yo creo que es tímido en el amor pero muy bestia abriendo tripas de chicas.

-Sois unos putos enfermos.

-¿Tu crees? Pues no has visto nada. ¡Dale!

Y Carolina fue degollada allí mismo. Se desplomó en el suelo como un saco de patatas.

-¿Lo ves? ¡Eso sí es estar enfermo! Es muy sencillo. Ellas son putas y nosotros unos locos de atar. Ellas se dedican a fornicar en nuestros vídeos para luego denunciarnos como si ellas fuesen hermanitas de la caridad. Cinco miembros de OMEGA salían en el vídeo de la cabeza de cerdo. Todos a la cárcel y todos con el culo rojo en sus celdas. ¿Lo ves justo? Esas chivatas de mierda han pagado y solo quedas tú en la ecuación. ¿Qué hacemos contigo? Dime.

-¿Qué te parece soltarme de aquí?

-¡Mec! Respuesta incorrecta.

-¿Y cuál es la acertada?

-No debiste hacer esa pregunta –enseñó Darío un puñal afilado como un sable samurai-. ¿Cómo quieres que lo hagamos?

-Soy policía. No puedes matarme. Me buscarán.

-¡Mec! Segunda respuesta incorrecta. Ya no eres poli. ¿Te creías que lo ignoraba? Ahora mismo eres un cero a la izquierda. Además, con tu muerte tu video porno con Ana se revalorizará de forma escandalosa. Ella alcanzará la fama, tú la tumba y yo la pasta gansa. Y todos contentos. Bueno, excepto tú que estarás podrido junto a tu lápida. Te prometo que iremos a tu entierro y pondremos unas flores, ¿te parece bien?

-Jódete.

-No, querido. Jódete tú.

Y Darío lo cosió a puñaladas durante cinco interminables minutos. Las tripas se desparramaron y la carne cortada se esparció como migas de pan.

-Bufff, esto es mejor que el sexo –aulló Darío como un lobo alfa.

-Yo me encargo de la limpieza –se ofreció Morán.

-Gracias. Es la cama de Ana y folla con uno en una hora. Que quede impoluta. Esta cama tiene más historia que la de Madame Du Barry.

FINAL

(9,00)