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Como cada mañana, antes de la primera clase, Ana y Gabriela se tomaban un café bien cargado para afrontar el intenso día. A estas horas la cafetería se encontraba medio vacía, pero Ana llevaba un rato pendiente de una chica sentada sola en una mesa y comiéndose unos donuts con un descafeinado.
-Joder, cada día soporto menos los madrugones –se quejaba Gabriela.
-Oye, ¿ese caramelito quién es? –señaló Ana a la chica de los donuts.
-¿Te gusta? Es nueva. Llegó hará dos días.
-¿Si me gusta? No solo eso sino que pienso follármela.
-Pues lo tienes difícil.
-Para mí lo único difícil es confesarme con un cura.
-Que no te enteras. Esa zorrita que ves ahí le chiflan las pollas. Le pones diez delante y las mama todas.
-¿No sabías que todos nacemos bisexuales? Lo que ocurre es que luego nos inclinamos por la carne o el pescado según nuestra condición sexual.
-Vaya, eres una puta culta o qué.
-¿Cómo se llama?
-Paula Rodríguez.
-Quiero que investigues a Paula Rodríguez y me digas en qué habitación reside.
-Chupao.
-Quiero saberlo todo sobre ella. Su ficha académica. Cuantas veces caga al día. El color preferido de sus bragas. Qué películas porno le gusta. Todo.
-Hecho.
-Lo quiero todo antes de una hora.
-Joder, Ani, a primera hora tengo un examen. No puedo.
-Si quieres te lo repito pero con el puño cerrado.
-Vale, qué zorra eres. A veces me pregunto si tu amistad me aporta algo.
-La que se arrima a mí lo logra todo. Y tú lo tienes todo, querida. Dinero. Sexo. Belleza. Popularidad. Y gracias a mí.
-Hay que adorarte, Ani.
-Mírala, Gabri, está buenorra que no veas.
-No sigas mirándola o mojarás las bragas y la minifalda.
-Ya lo están.
-Joder con tu coño. Es como la pistola de Clint Eastwood. Rápida y veloz.
-Mira, se levanta.
-Sí, irá al baño de la cafetería.
-¿Sabes cuál es la clave del éxito?
-No, pero sé que me lo vas a decir.
-La improvisación.
-¿Cómo dices?
-Las cosas no planeadas salen mucho mejor. Por eso me encanta improvisar al paso.
-Uy, qué miedo me das. Esa mirada la conozco. Algo tramas.
-Espérame aquí –se levantó Ana y se acercó a la barra del bar-. Hey, Xavi, pásamela.
El camarero se acercó con una llave.
-¿Quién es esta vez?
-Se llama Paula y está para un diez polvos seguidos.
-Seguro que tú la das diez y tres de regalo –rió Xavi.
-Eres un cabronazo encantador. Gracias –cogió Ana la llave y se dirigió a los baños. La puerta del baño de chicas estaba cerrada por dentro. Se podía escuchar a Paula dentro. Usando la llave, Ana abrió la puerta y entró.
-Hey, ¿qué coño haces? Está ocupado –se quejó Paula sentada en el váter y con las bragas en los tobillos.
-¿Qué es? ¿Líquido o sólido?
-¿Cómo dices?
-¿Que si cagas o meas?
-¿Y a ti qué cojones te importa?
-Todo lo que hagas a partir de ahora me importa.
Ana escuchó caer las cagarrutas y sonrió con estupor.
-Vale. Es sólido. Caga tranquila –empezó Ana a desnudarse.
-¿Se puede saber qué haces?
-¿No sabes quién soy? ¿No te suena el nombre de Ana Etxeberría?
-¿Tú eres esa Ana de la que tanto hablan?
-La misma que ves.
Ana acabó de desnudarse del todo al mismo tiempo que Paula soltaba la última cagarruta.
-¿Ya has evacuado?
-Sí.
Ana se encargó de coger el papel higiénico, arrodillarse y limpiarla ella misma el culo.
Paula se sintió incómoda pero no protestó.
-Mmmmm, me encanta el color que tiene tu mierda –la observó Ana en el último trozo de papel higiénico. Incluso la olió con gusto-. Culo limpito. Levanta.
Paula obedeció y colocando su pubis a la altura de cara de Ana.
-¡Coño!
-¿Qué pasa? –se extrañó Paula.
-Por ahí va a entrar mi lengua en un minuto, pero antes debo hacer unas fotos.
Ana cogió su móvil e hizo diez fotografías al interior del váter.
-Parecen bombones Rocher Ferrero –reía Ana para luego sentarse ella en el váter-. Ven, zorra.
-Te equivocas conmigo. Ni soy zorra ni soy tortillera.
-Creo que la equivocada eres tú. Yo lo consigo todo en esta facultad y tú me encantas. Podemos hacerlo de dos modos. Follar ahora o hacerte acoso, tú pasarlo horrible y follar luego. Tú elijes.
Paula suspiró y empezó a desnudarse.
-¿Lo ves? Por fin nos entendemos. Tus bragas me las quedo y el papel higiénico con tu mierda la guardo como recuerdo.
-Ahora veo que era verdad lo que decían de ti.
-¿El qué? ¿Que soy puta?
-Eso y que estás desequilibrada.
-No te han mentido en ninguna de las dos cosas.
-¿Si follamos ahora me dejarás en paz el resto del curso?
-Promesa de zorra. Pero acércate más. No muerdo. Solo follo… eso es… separa los muslos… madre mía, tienes una huchita preciosa, Paula.
-Gracias.
-¿Te lo cuidas?
-Ya lo ves, ¿no?
Ana la agarró de las nalgas con cada mano, preparó la lengua y entró como una espeleóloga en una cueva.
-Ahhhhhh –gimió Paula al sentirla dentro.
Ana pasó a los chupetones clitoridianos. Esto mató de gusto de Paula. La verdad es que Ana tenía una boca muy traviesa y con mucha experiencia. Supo cómo llevar a Paula a un mar de placer lésbico.
-MMMMMMM… coño… –Paula tenía que reconocerlo. Nunca sintió una experiencia parecida.
La lengua de Ana hendió más aún y encontrando el punto G. A partir de este momento los gritos de Paula fueron constantes. Ella se apoyó en las paredes de cada lado y un pie en la taza del váter. Un minuto más de comida coñal y Paula alcanzó un orgasmo de los que nunca se olvidan. Soltó el grito más berraco y alto de todos, y luego silencio y jadeos.
-¿Te ha gustado? –la miró Ana desde abajo.
-Ha sido bestial.
-Ya lo sé. Es lo que suelen decirme todas.
-Te lo juro. Y yo me estaba perdiendo esto, joder.
Ana se recostó en el váter y separó los muslos en postura parturienta.
-Ahora me toca gozar a mí. Dale a la lengua.
Paula se arrodilló y valorando el coño increíble de Ana.
-Deja de mirar y come.
Y Paula atacó con la lengua sacada.
-¡Coño! –sintió Ana una punzada electrizante entre los muslos-. ¡Eso es! ¡Así, cariño! ¡OOOOOOH!
Paula tampoco se quedaba atrás y Ana notó la calidad de sus lengüetazos, y su esfuerzo por complacerla.
Ana la agarró de la cabeza espatarrada en el váter. El olor de las heces de Paula impregnó todo el baño, y esto excitó aún más a Ana.
Paula movía tan bien la lengua que Ana se retorcía de gustazo. Arremetió más aún con la boca y Ana pegó un orgasmo que se escuchó en media cafetería. Rendida de placer, tardó en moverse y sentir los músculos del cuerpo. Durante estos tres minutos, Paula se recreó en mirarla y supo que se había enamorado como una loca de Ana. Se irguió un poco hacia delante y la besó con cariño.
-¡Hey! ¿Qué coño haces? –la empujó Ana reacia-. ¡Besos a tu puta madre!
-Lo siento, pensé que…
-Conmigo no debes pensar, solo follar. Yo paso de besos y amoríos. Yo sexo y nada más. Como vuelvas a besarme te mato, hija de puta.
-Te he dicho que lo siento.
-¡Lárgate, puta! –la empujó esta vez con más agresividad.
-Vale, me voy.
-¡Te pienso hacer la vida un infierno en el campus!
Paula recogió su ropa a trompicones.
-¡Como te vuelva a ver te destrozo, so puta!
Paula ni siquiera se vistió. Hizo una bola toda su ropa en las manos, abrió la puerta y salió casi corriendo.
-Será puta del carajo –pensó Ana enfurecida pero a reglón seguido sonrió y se puso a reír con satisfacción.