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(23) Los amores de Ana Etxeberría

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Como cada mañana, antes de la primera clase, Ana y Gabriela se tomaban un café bien cargado para afrontar el intenso día. A estas horas la cafetería se encontraba medio vacía, pero Ana llevaba un rato pendiente de una chica sentada sola en una mesa y comiéndose unos donuts con un descafeinado.

-Joder, cada día soporto menos los madrugones –se quejaba Gabriela.

-Oye, ¿ese caramelito quién es? –señaló Ana a la chica de los donuts.

-¿Te gusta? Es nueva. Llegó hará dos días.

-¿Si me gusta? No solo eso sino que pienso follármela.

-Pues lo tienes difícil.

-Para mí lo único difícil es confesarme con un cura.

-Que no te enteras. Esa zorrita que ves ahí le chiflan las pollas. Le pones diez delante y las mama todas.

-¿No sabías que todos nacemos bisexuales? Lo que ocurre es que luego nos inclinamos por la carne o el pescado según nuestra condición sexual.

-Vaya, eres una puta culta o qué.

-¿Cómo se llama?

-Paula Rodríguez.

-Quiero que investigues a Paula Rodríguez y me digas en qué habitación reside.

-Chupao.

-Quiero saberlo todo sobre ella. Su ficha académica. Cuantas veces caga al día. El color preferido de sus bragas. Qué películas porno le gusta. Todo.

-Hecho.

-Lo quiero todo antes de una hora.

-Joder, Ani, a primera hora tengo un examen. No puedo.

-Si quieres te lo repito pero con el puño cerrado.

-Vale, qué zorra eres. A veces me pregunto si tu amistad me aporta algo.

-La que se arrima a mí lo logra todo. Y tú lo tienes todo, querida. Dinero. Sexo. Belleza. Popularidad. Y gracias a mí.

-Hay que adorarte, Ani.

-Mírala, Gabri, está buenorra que no veas.

-No sigas mirándola o mojarás las bragas y la minifalda.

-Ya lo están.

-Joder con tu coño. Es como la pistola de Clint Eastwood. Rápida y veloz.

-Mira, se levanta.

-Sí, irá al baño de la cafetería.

-¿Sabes cuál es la clave del éxito?

-No, pero sé que me lo vas a decir.

-La improvisación.

-¿Cómo dices?

-Las cosas no planeadas salen mucho mejor. Por eso me encanta improvisar al paso.

-Uy, qué miedo me das. Esa mirada la conozco. Algo tramas.

-Espérame aquí –se levantó Ana y se acercó a la barra del bar-. Hey, Xavi, pásamela.

El camarero se acercó con una llave.

-¿Quién es esta vez?

-Se llama Paula y está para un diez polvos seguidos.

-Seguro que tú la das diez y tres de regalo –rió Xavi.

-Eres un cabronazo encantador. Gracias –cogió Ana la llave y se dirigió a los baños. La puerta del baño de chicas estaba cerrada por dentro. Se podía escuchar a Paula dentro. Usando la llave, Ana abrió la puerta y entró.

-Hey, ¿qué coño haces? Está ocupado –se quejó Paula sentada en el váter y con las bragas en los tobillos.

-¿Qué es? ¿Líquido o sólido?

-¿Cómo dices?

-¿Que si cagas o meas?

-¿Y a ti qué cojones te importa?

-Todo lo que hagas a partir de ahora me importa.

Ana escuchó caer las cagarrutas y sonrió con estupor.

-Vale. Es sólido. Caga tranquila –empezó Ana a desnudarse.

-¿Se puede saber qué haces?

-¿No sabes quién soy? ¿No te suena el nombre de Ana Etxeberría?

-¿Tú eres esa Ana de la que tanto hablan?

-La misma que ves.

Ana acabó de desnudarse del todo al mismo tiempo que Paula soltaba la última cagarruta.

-¿Ya has evacuado?

-Sí.

Ana se encargó de coger el papel higiénico, arrodillarse y limpiarla ella misma el culo.

Paula se sintió incómoda pero no protestó.

-Mmmmm, me encanta el color que tiene tu mierda –la observó Ana en el último trozo de papel higiénico. Incluso la olió con gusto-. Culo limpito. Levanta.

Paula obedeció y colocando su pubis a la altura de cara de Ana.

-¡Coño!

-¿Qué pasa? –se extrañó Paula.

-Por ahí va a entrar mi lengua en un minuto, pero antes debo hacer unas fotos.

Ana cogió su móvil e hizo diez fotografías al interior del váter.

-Parecen bombones Rocher Ferrero –reía Ana para luego sentarse ella en el váter-. Ven, zorra.

-Te equivocas conmigo. Ni soy zorra ni soy tortillera.

-Creo que la equivocada eres tú. Yo lo consigo todo en esta facultad y tú me encantas. Podemos hacerlo de dos modos. Follar ahora o hacerte acoso, tú pasarlo horrible y follar luego. Tú elijes.

Paula suspiró y empezó a desnudarse.

-¿Lo ves? Por fin nos entendemos. Tus bragas me las quedo y el papel higiénico con tu mierda la guardo como recuerdo.

-Ahora veo que era verdad lo que decían de ti.

-¿El qué? ¿Que soy puta?

-Eso y que estás desequilibrada.

-No te han mentido en ninguna de las dos cosas.

-¿Si follamos ahora me dejarás en paz el resto del curso?

-Promesa de zorra. Pero acércate más. No muerdo. Solo follo… eso es… separa los muslos… madre mía, tienes una huchita preciosa, Paula.

-Gracias.

-¿Te lo cuidas?

-Ya lo ves, ¿no?

Ana la agarró de las nalgas con cada mano, preparó la lengua y entró como una espeleóloga en una cueva.

-Ahhhhhh –gimió Paula al sentirla dentro.

Ana pasó a los chupetones clitoridianos. Esto mató de gusto de Paula. La verdad es que Ana tenía una boca muy traviesa y con mucha experiencia. Supo cómo llevar a Paula a un mar de placer lésbico.

-MMMMMMM… coño… –Paula tenía que reconocerlo. Nunca sintió una experiencia parecida.

La lengua de Ana hendió más aún y encontrando el punto G. A partir de este momento los gritos de Paula fueron constantes. Ella se apoyó en las paredes de cada lado y un pie en la taza del váter. Un minuto más de comida coñal y Paula alcanzó un orgasmo de los que nunca se olvidan. Soltó el grito más berraco y alto de todos, y luego silencio y jadeos.

-¿Te ha gustado? –la miró Ana desde abajo.

-Ha sido bestial.

-Ya lo sé. Es lo que suelen decirme todas.

-Te lo juro. Y yo me estaba perdiendo esto, joder.

Ana se recostó en el váter y separó los muslos en postura parturienta.

-Ahora me toca gozar a mí. Dale a la lengua.

Paula se arrodilló y valorando el coño increíble de Ana.

-Deja de mirar y come.

Y Paula atacó con la lengua sacada.

-¡Coño! –sintió Ana una punzada electrizante entre los muslos-. ¡Eso es! ¡Así, cariño! ¡OOOOOOH!

Paula tampoco se quedaba atrás y Ana notó la calidad de sus lengüetazos, y su esfuerzo por complacerla.

Ana la agarró de la cabeza espatarrada en el váter. El olor de las heces de Paula impregnó todo el baño, y esto excitó aún más a Ana.

Paula movía tan bien la lengua que Ana se retorcía de gustazo. Arremetió más aún con la boca y Ana pegó un orgasmo que se escuchó en media cafetería. Rendida de placer, tardó en moverse y sentir los músculos del cuerpo. Durante estos tres minutos, Paula se recreó en mirarla y supo que se había enamorado como una loca de Ana. Se irguió un poco hacia delante y la besó con cariño.

-¡Hey! ¿Qué coño haces? –la empujó Ana reacia-. ¡Besos a tu puta madre!

-Lo siento, pensé que…

-Conmigo no debes pensar, solo follar. Yo paso de besos y amoríos. Yo sexo y nada más. Como vuelvas a besarme te mato, hija de puta.

-Te he dicho que lo siento.

-¡Lárgate, puta! –la empujó esta vez con más agresividad.

-Vale, me voy.

-¡Te pienso hacer la vida un infierno en el campus!

Paula recogió su ropa a trompicones.

-¡Como te vuelva a ver te destrozo, so puta!

Paula ni siquiera se vistió. Hizo una bola toda su ropa en las manos, abrió la puerta y salió casi corriendo.

-Será puta del carajo –pensó Ana enfurecida pero a reglón seguido sonrió y se puso a reír con satisfacción.

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