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Los amigos de mi mujer (3) Hugo

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Nunca imaginé que podría disfrutar tanto del sexo, y todo, gracias a los amigos de mi mujer…

Bajamos a comer y, el resto de la tarde, la dediqué a realizar las visitas profesionales que tenía en la agenda. Marta se quedó en el hotel descansando.

Al regresar, al hotel, Marta había preparado el equipaje, y dejamos el alojamiento, Regresábamos a casa, pues, al día siguiente, ella tenía que trabajar. Era secretaria de Dirección en unos grandes almacenes.

El viaje transcurrió sin apenas conversación. Los dos parecíamos estar rememorando alguna escena, de las vividas recientemente. Hice un repaso mental de lo que habíamos vivido con Carlo y Nani, y no pude reprimir una sensación de un raro regusto, al recordar a Marta disfrutando, enculada por Carlo. Aquel cipote, cuyo tamaño superaba en largo y grueso al mío, había hecho las delicias a Marta. Al pensar en ello, se me ocurrió que a Marta, en realidad, le gustaban los pollones gordos, y el mío, apenas tenía una talla media… ¡Claro!… y por eso mismo, me fué tan fácil clavarla en el culo de Nani… ¡porque ya lo tenía muy dilatado!…

-En qué estás pensando, Marta?

-No… en nada… -me sonrió, y continuó ensimismada en sus pensamientos…

-¿Crees que hemos hecho mal al compartir sexo con Carlo y Nani?… -le dije de sopetón…

-¿Tú lo crees?… -contestó Marta-

-¡Vaya… yo pregunté primero…!

-Pues, Esteban… -(temí lo peor… que ella estuviese arrepentida, pues casi nunca me llamaba por mi nombre… pero me equivocaba)…

-Verás… yo… estoy decidida a no dar marcha atrás… y… lamentaría mucho hacerte daño, a ti… pero, algo se ha revelado en mí… algo que me dice que debo seguir este camino iniciado.

-Yo… -prosiguió- deseo con toda mi alma que me acompañes, pero de ninguna manera soportaría que lo hicieras a disgusto…

-Marta… yo tampoco quiero dar marcha atrás… -dije- hagamos un trato entre nosotros, como Carlo y Nani, si te parece…

-En materia sexual, vamos a permitirnos cualquier cosa que nos pueda apetecer, a cualquiera de los dos, y lo disfrutaremos juntos, o no… pero no lo haremos a escondidas con la intención de engañar al otro… -dije con rotundidad.

-Me parece un trato justo… -dijo Marta-, ¡ya está bien de mojigaterías, y de falsa moralidad! Esteban… yo quiero disfrutar al máximo la vida sexual… pero también quiero que tú la disfrutes… como yo… juntos, si es posible… o por separado…

Llegamos a casa ya anochecido, y, como estábamos algo cansados, decidimos darnos un baño en nuestra piscina, para relajarnos.

Ya estaba yo en el agua, cuando Marta apareció completamente desnuda. Entró en el agua, y se acercó con una pícara mirada, rodeándome con sus brazos. Se sumergió, y antes de que pudiera darme cuenta, me había bajado el bañador, y se había apropiado de mi pene con su boca. Sacó la cabeza del agua, y me besó apasionadamente, tras lo cual me dijo:

-Ven… gírate… -y metiendo su mano entre mis nalgas, me acarició el ano con la yema de su dedo corazón-… esta noche… este culito será mío… y de Manolín…

Me cogió de sorpresa. No estaba habituado a que Marta, se expresara de esa forma. No, no me desagradaba… simplemente, me sorprendía…

Una sacudida me recorrió todo el cuerpo, al oír las palabras de Marta… no sé por qué, pero me entró una prisa tremenda por irnos a la cama… seguimos dándonos caricias durante unos minutos, y decidimos dar por terminado el baño, e irnos directamente a la cama.

Nos duchamos y nos acostamos completamente desnudos. Marta tomó la iniciativa. Se le notaba un tanto nerviosa... como impaciente… Me besaba y me mordía los labios con lujuria, casi con glotonería… y me acariciaba por todo el cuerpo con sus manos, sin detenerse apenas en ningún sitio en concreto, excepto en mi ano... Empezó a quedarme claro, que lo de tomar posesión de mi culo... iba absolutamente en serio…

No me terminaba de hacer demasiada gracia lo del culo... aunque, al acariciármelo, Marta estaba despertando en mí una nueva sensación, que no conocía con anterioridad... No podía decir que me gustara... pero tampoco me repelía la idea... así que decidí, que le dejaría hacer a Marta, y, si al final no me gustaba, se lo haría saber con delicadeza…

Marta me hablaba en voz baja al oído:

-¿Cariño, quieres que te comience a follar el culo?

Oír esas palabras en boca de Marta, me resultaba bastante extraño… pero, las cosas estaban cambiando, no sabía muy bien hacia donde, pero era evidente que estaban cambiando... y esta forma de expresarse Marta, no era ni remotamente parecida, a la que utilizaba habitualmente hasta hacía unas pocas semanas…

-Pues... si tú quieres... pero... ¿esto no será una venganza, verdad, Marta? –dije en tono socarrón.

-Pues ahora verás... –dijo tomando el lubricante de la mesita, y poniendo unas gotas en su dedo corazón-… ven, ábrete de piernas y levanta las rodillas.

Me lubricó el ano, haciendo círculos sobre él, e introdujo apenas unos pocos centímetros su dedo. Con movimientos de rotación sobre sí mismo, el dedo fue haciéndose sitio. A cada poco, lo sacaba, y de nuevo aplicaba lubricante sobre él, volviéndolo a introducir, ganando terreno cada vez que entraba. La verdad, a mí me estaba gustando, pues las caricias en mi culo, se transmitían, no sé cómo, hasta la punta de mi pene erecto, que era sostenido por la mano izquierda de Marta. Con el dedo pulgar de la mano derecha, sin sacar el dedo corazón de mi culo, acariciaba la zona que va del culo a la base del pene. Mi pene, respondía a todas las caricias con gotitas de líquido preseminal, que aparecían a cada poco sobre la punta del glande. Marta las recogía con la punta de su lengua, y, unas veces las saboreaba con golosos gestos, y otras me las entregaba de su lengua a mi boca, de manera, que pude saborear mi propio néctar de amor…

Me mordía los pezones, los labios, pasaba su lengua sobre todo mi cuerpo, en un subir y bajar por todo él, que cada vez resultaba más morboso.

Tomó a Manolín de la mesita, y después de aplicar lubricante sobre él, comenzó a introducírmelo lentamente. Puso en marcha la vibración, y sin producir ningún dolor, el vibrador penetró hasta quedar completamente dentro de mi culo. Marta comenzó a mamar mi verga, variando a cada poco la forma de hacerlo, mientras su mano derecha dirigía las entradas y salidas de Manolín. Su boca se tragaba toda la verga, hasta notar que mi glande tocaba su garganta, para después, tomar sólo el capullo, y aplicar sobre él unos potentes chupetones, que me hacían estremecer de gusto, a continuación recorría con su lengua todo el contorno del capullo, insistiendo sobre las terminaciones nerviosas del mismo, cosa que mi cuerpo agradecía con continuos espasmos de placer. De vez en cuando, dejaba caer una serie de besitos por mis ingles, hasta alcanzar los testículos, los cuales engullía alternativamente, para allí, acariciarlos con su lengua muy suavemente…

Mis dedos acariciaban su clítoris, y entraban dentro de su vagina, para nuevamente regresar a su clítoris, impregnados de su jugo amoroso. Era como un manantial de amor, que se mantenía pleno de jugos. Sus caderas acompañaban mis manipulaciones, mostrándome como le gustaba lo que le estaba haciendo, al mismo tiempo que su boca, y sus manos, presas de los momentáneos arrebatos de gusto, redoblaban sus maniobras sobre mi pene y en mi agujero…

Desde luego, nunca antes había recibido semejante "castigo". Ni en mis mejores sueños, habría podido imaginar el placer, que la faena de Marta me estaba proporcionando. Por un lado, estaba mi placer físico. Este placer estaba matizado de nuevas sensaciones. Mi ano, hasta entonces virgen, resultó ser un receptor magnífico de estas caricias, pues me estaba gustando... y mucho… Pero, por otro, estaba el morbo de ver a Marta en semejante faena. Ella nunca antes había osado ni siquiera tocar mi agujero. Ahora me daba cuenta, de que había sido inconscientemente excluido de nuestras zonas erógenas, sin ni siquiera haberlo hablado…

La novedad de las caricias, la excitación de Marta, todas estas cosas que ahora, en nuestro lecho, se habían dado cita, hicieron que mi excitación alcanzara límites insospechados.

Retiré la mano de Marta, que se mantenía asida a mi tranca, y, con mi mano abierta, sobre su cabeza, empujé a Marta sobre mi falo, haciendo que le entrara hasta la garganta, y así le mantuve, mientras di varias sacudidas de riñones, que hicieron que mi pene disfrutara de toda la profundidad que la boca de Marta podía ofrecer.

Los muslos de Marta, se cerraron sobre mi muñeca, y su respiración se agitó notablemente. Se estaba corriendo. Tan sólo con mis dedos en su chochito, pero, eso sí, con mi pene completamente hundido, en las profundidades de su boca. Tan profundo, como lo estaba Manolín en mi culo…

Me dejé ir… Apreté la cabeza de Marta. -¡Ummfffff!- Me atropelló mi orgasmo. Tan fuerte lo sentí... que temí haberle hecho daño en la boca. Porque le llené la boca de semen caliente, desde lo más profundo, hasta sus labios

Dejó escapar mi pene, y un borbotón de semen escapó de su boca y cayó sobre mi vientre, pues le costaba respirar. Tal era la intensidad del orgasmo que habíamos alcanzado ambos, que quedamos inmóviles, aunque jadeantes durante unos minutos…

-Gracias... -susurró en mi oído cuando se recuperó.

-Soy yo, quien te las tiene que dar a ti... porque me has hecho descubrir algo... nuevo... muy rico... gracias, mi amor.

Nos dormimos casi inmediatamente.

Cuando desperté a la mañana siguiente, Marta ya no estaba. Se había marchado al trabajo. Me levanté, y tras asearme y afeitarme, fui a la cocina a desayunar. De forma mecánica me serví café, y puse unas rebanadas en la tostadora. Mientras esperaba por las tostadas, vi que sobre la bancada de la cocina, había una nota, y sobre ella, estaba el mando a distancia del huevo. La nota decía escuetamente:

-"Cariño, ven a verme al trabajo"…

¿Qué quería decir aquella nota?... ¿Quizás Marta quería calentarme poniendo a la vista el mando del huevo?… o, ¿quizás quería decir que se llevaba puesto el huevo, y me esperaba para que yo lo pusiera en marcha?… mientras desayunaba, me convencí de lo segundo... pero además, comprobé que el huevo, no estaba con los otros juguetes que habíamos comprado…

Metí el mando en el bolsillo del pantalón, y cogí el coche, camino de los grandes almacenes… mientras en mi cabeza, no cesaban de componerse las mil y una escenas, (cuál de ellas, más morbosa y atrevida), que podrían tener lugar cuando llegara a mi destino… y localizara a Marta…

Marta llegó al trabajo, puntual, como siempre. Saludó a su jefe, con un alegre -"Buenos días"-. Su cara irradiaba alegría. No es que Marta otros días no estuviera alegre, pero, esa chispa que se delataba en su cara, no era habitual. Saludó igualmente a otros compañeros de trabajo, quienes también notaron algo extraordinario en su forma de hablar, en su lenguaje corporal. No sabrían decir qué era, pero, algo nuevo sucedía con Marta.

Silvia, de la sección de Lencería, se acercó a saludarle.

-¡Hola Marta!...

-¡Hola, Silvia!... ¿qué tal?

-Pues he venido a decirte, que ya hemos recibido los pedidos de lencería de esta temporada... ya sabes… me dijiste que te avisara cuando llegaran…

-¡Ahh!... no me acordaba... gracias Silvia... eres un amor… - y seguidamente le dio un beso en la mejilla, muy cerca de los labios…

Silvia se quedó parada, con una mano sobre el beso que le acababan de propinar… de hecho, estaba calibrando con qué intención habría estampado Marta el beso… porque ese beso... -¡joder!... ¡ya me he mojado las bragas!-... tuvo que decir para sus adentros… y es que a Silvia... Marta le hacía "tilín" desde hacía mucho tiempo.

Se recompuso y dijo:

-Marta... en un par de horas tendremos montado el escaparate, y colgadas las prendas en el expositor... si quieres pasar más tarde, a verlas... "(y de paso, aprovecharé para acariciarte alguna teta, y si me dejas, te comeré el chochito, o me lo comes tú a mí, que también me gustaría"… -pensó-)… -te las mostraré con mucho gusto.

Silvia no esperó a la respuesta de Marta. Se dio la vuelta, y mascullando algunas palabras por lo bajo, se alejó en dirección a la sección de Lencería. Se mordió el labio inferior, imaginando que entre sus dientes tenía apresado un pezón de Marta, y repitiendo... ¡Si te pillara un pezón, te lo comería con tanto gusto!... Hummm… y diciendo esto entornó los ojos unos segundos…

Marta atendió sus quehaceres habituales, pero, al llevar el huevo en el interior de su chochito, tenía que tensar los músculos vaginales, y, a pesar de tenerlo parado, cada movimiento que hacía, se traducía en un pequeño temblor en su interior, como si llevara las bolas chinas. Eso, y la incertidumbre de en qué momento, llegaría yo, le tenían los nervios a flor de piel…

-Marta… -sonó el intercomunicador del despacho del Director…-ven, por favor…

Pasó de inmediato al despacho.

-Marta, te presento a mi sobrino Hugo, que va a trabajar con nosotros como becario, durante sus vacaciones… -dijo el Director.

-Encantada... aunque, tengo que decir, que ya le conozco... de vista… -dije, observando detenidamente al muchacho, y estrechando su mano.

-Creo que así es… encantado, mucho gusto... nos conocemos del gimnasio... ¿no? –dijo Hugo…

-Efectivamente, dijo Marta con aplomo. Te he visto haciendo pesas y aparatos muchas veces… no sabía que fueras sobrino de nuestro Director.

Era Hugo, el muchachote guapo y musculado, que cada vez que iba al gimnasio, le producía picores de entrepierna, tal era el tamaño que en estado aletargado se adivinaba que tenía su cipote. Y no tendría más de veinte años, alto, atractivo, bien formado gracias al gimnasio... en una palabra, un bombón… para comérselo, vaya…

-Pues así es... -dijo el Director,- y quiero que le asignes a una Sección, para que aprenda algo de la vida real, y no esas chorradas que se empeñan en hacerle aprender en la Universidad…

O sea... -pensó Marta-…que se trataba de aprender de la vida real… pues no sabes lo que yo te podría enseñar, cacho cabrón, que te veo el paquete bajo las mallas y me dejas las bragas húmedas cada vez que vengo del gimnasio…

-Será un "placer" enseñarle,…señor Director... -dijo Marta- (y creo, que ya sé en qué Sección te voy a poner, para que aprendas) -pensó-

-Pues manos a la obra,-dijo el jefe…

-¿Me acompañas?... -le tomó por un brazo, y se encaminaron hacia la sección de Lencería… (Ahora, te vas a enterar de lo que es trabajar, en la vida real, muchachote)… -pensó Marta…

-A propósito, pegó su cuerpo al suyo, mientras caminaban a través del establecimiento… la verdad, es que el chico, estaba para mojar pan, y… para mojarse las bragas, que era lo que realmente le estaba ocurriendo… y le pasaba todos los días que iba al gimnasio... de hecho, procuraba entrenar con algún aparato, cerca de él, sobre todo en la bicicleta estática... ¡Hummmm!… Miró hacia el paquete de forma disimulada, y tragó saliva,…

-Silvia… te traigo ayuda… Es Hugo, sobrino de nuestro Director, y nos lo ha encomendado para que aprenda en la Sección de Lencería…

A Silvia, casi le dio un síncope. Miró y miró al muchacho, y no se lo acababa de creer. Aquel bombón a sus órdenes… Se iba a enterar…apretó su entrepierna, pues temió que su jugoso chochito, goteara al suelo…

Marta miró su reloj. Eran casi las diez, y yo, aún no había llegado… se impacientó… el huevo, se le estaba escurriendo, de tantos jugos como estaba produciendo la excitación que tenía. Aprovechó mientras subía en el montacargas, de regreso al despacho, para empujar el huevo, de nuevo hacia adentro, y secarse las bragas con un kleenex… -¡Joder!... -pensó- ¡vaya día para llevar puesto el huevo!...

Llegó a la oficina. Tampoco estaba allí. Nada, que tendría que esperar…

¿Acaso no habría visto la nota?… -pensó.

Revisó la bandeja de entrada de correo electrónico, por si había algo que atender, y decidió que esperaría mi llegada, probándose alguna cosa de lencería, de las que habían recibido.

Dejó dicho al vigilante del acceso de entrada, que me informaran dónde estaría y regresó hacia la Sección de Lencería. Curioseó un rato entre los expositores. Tomó algunas prendas, y preguntó por Hugo y por Silvia. Le informaron que estaban en probadores.

Cuando Marta se acercaba a la zona de probadores, unos jadeos característicos, le pusieron sobre la pista de lo que allí se estaba "cociendo". Con cuidado, se acercó al probador de donde provenían, y separó ligeramente una de las cortinillas del mismo. No pudo apenas, reprimir una exclamación de sorpresa... Allí estaba Hugo, comiéndole el coño a Silvia. -¡Mierda... se me han adelantado!-... –pensó- porque a ella, también le apetecía el chochito de Silvia…

Entró al probador con el dedo índice delante de sus labios, y volvió a correr la cortinilla. Hugo, que se encontraba de espaldas, se levantó, un poco asustado... pero, Marta volvió a poner su índice delante de sus labios. Le hizo volverse, y le besó con vicio la boca. Fue un beso raro, sabía a coño, pero mezclado con el propio aroma de la boca de Hugo... no sabría decir a qué sabía, pero, sabia riquísimo... Repitió varias veces, y, justo cuando iba a soltar la hebilla del pantalón de Hugo, un temblor dentro de su vagina, le anunció que yo, ya había llegado...

Se abrazó a Hugo, que se extrañó un poco de la reacción. Cuando pasó el temblor, se afanó en sacar de su prisión el cipote de Hugo. Al quedar libre, una exclamación de asombro salió de las bocas de las mujeres. Allí, habían liberado una fiera, un monstruo. No eran infundadas las sospechas que Marta tenía, de que debajo del maillot del gimnasio, se ocultaba un tesoro.

Marta asió por el tallo el enorme cipote, e iba a tragárselo, cuando de nuevo, una potente vibración le hizo abrir desmesuradamente su boca…

Hugo se asustó al ver la boca de Marta abierta de tal forma... e intentó retirarse hacia atrás, pero ella, le apresó con una mano por el trasero, y se lo comió… más que mamarla, se la estaba devorando, con ansiedad… mientras el huevo volvía a vibrar con intensidad creciente…

Marta hizo que Hugo se tumbara sobre la banqueta. Se la chupaba con tal intensidad y recelo, que a Silvia no le quedó otra, que conformarse con intentar comerse el coño de Marta. Se situó tras ella, y le subió la falda, e, introduciendo las puntas de sus dedos, le bajó las bragas hasta los tobillos.

Con sus manos, separó los hermosos cachetes del culo de Marta, y lamió con su lengua sus labios vaginales, y su agujero negro. Con la punta de la lengua, trató de penetrar el sabroso culo de Marta. Apenas tenía la puntita dentro de su orificio, cuando notó un temblorcillo a través de la misma lengua… Penetró el chochito igualmente, y, de nuevo, sintió el temblorcillo… Un fino hilito, salía del chochito. Pero, Marta no estaba con la regla... no podía ser… Notó una sacudida, una vibración... aquello... no podía ser otra cosa que... tiró suavemente del hilito, y como, si una gallina hubiera puesto el huevo, éste salió al exterior, saludando con un nuevo temblor, ahora ya, sobre la mano de Silvia.

El chocho de Silvia, comenzó a chorrear jugos, que se escurrían por sus muslos. Le resultó extremadamente morboso, ver salir el huevo del chochito que anhelaba. Lo lamió, saboreando el aroma de Marta. Volvió a vibrar cuando lo lamía, y no pudo resistirlo más… se abrió de piernas y se lo metió hasta el fondo de su vagina, apretando los muslos entre sí, seguidamente. Como si el huevo quisiera agradecer el cambio de ubicación volvió a vibrar enérgicamente... tanto, que Silvia se tuvo que abrazar a Marta, que, como una leona, no soltaba la presa de su boca…

Silvia metió sus dedos en el chochito de Marta, y comenzó a masturbarle…

Se compuso un delirio de escena... Silvia, recibiendo las órdenes del telemando en su chochito, a su vez, ésta masturbando a Marta, y ésta comiéndose el pollón de Hugo... y Hugo... no salía de su asombro... su primer día de trabajo... ¡y cómo lo estaba sudando!... ¿Qué le esperaría en los días sucesivos?...

Yo, continuaba deambulando por la Sección de Lencería, atizando con el dedo sobre los botones del telemando en mi bolsillo... pero parecía no funcionar... sin embargo, las lucecitas de led’s del mismo, sí se iluminaban al pulsar los botones... pero de Marta, ni rastro… ¡maldita mierda de aparato…! Y pulsé, ya no sé qué opción del menú, y olvidé el mando en mi bolsillo pensando que debía haberse estropeado…

Entonces escuché unos alaridos que provenían de los probadores. Me acerqué, y escuché con atención... volví a escuchar... como un gemido lastimero... era como si alguien se hubiese pillado un dedo con una puerta... al momento, volví a escuchar, pero esta vez, parecían dos gemidos… y un aullido. No acertaba a suponer de qué se trataba… Grité en voz alta: ¿Quién es?… ¿Qué ocurre?...

Me iba a acercar, cuando, del último probador salió Marta, con unas bragas en la mano.

-¡Hola, querido!, ¿viste mi mensaje?

-Sí claro… pero parece que esto no funciona —porque lo llevas puesto… ¿no?

-Pues verás... sí... pero, subí a probarme algunas prendas…

-Mientras salíamos de probadores, volví a coger el mando a distancia, de mi bolsillo y de nuevo, oprimí un botón al azar acercándolo al trasero de Marta… -quizá fuera que no tenía suficiente alcance-… -pensé-

Al ver que ella no acusaba ningún estímulo, volví a meterlo en mi bolsillo…

-Pues no... no funciona… -pensé-

En el último probador, Silvia asía con fuerza el enorme cipote de Hugo, que ahora lucía gordísimo y brillante, y, al sentir de nuevo la vibración en su vagina, lo metió una vez más a su boca, propinándole una mamada con tanto ahínco, que Hugo se vació en ella irremisiblemente, colmando de semen caliente su boca viciosa, mientras ambos, experimentaban uno de los más fuertes orgasmos que habían disfrutado en toda su vida.

Marta me acompañó hasta su oficina, donde me explicó que deberíamos invitar a cenar al sobrino del Director, que estaba trabajando en prácticas, (bueno, si él no tenía otro plan), esa misma noche, pues con ello, se podría granjear el favor del Director para el futuro.

Me explicó que se llamaba Hugo, y que, aunque le conocía de vista del gimnasio al que iba habitualmente, era un muchacho muy simpático…

Estuve de acuerdo con Marta, en que deberíamos invitarlo y agasajarlo, de forma que quedara complacido, pues de allí se podrían obtener algunos favores en el futuro.

Llamaron a la puerta.

-Adelante... -dijo Marta.-

La puerta se abrió. Era Silvia, que portaba un sobre, que al parecer, contenía un objeto, pues se veía abultado.

-Te lo dejaste "olvidado" en el probador…

-Gracias -dijo Marta cogiendo el sobre… -Silvia... ¿te importaría decir a Hugo que esta noche, a mi marido, y a mí, nos gustaría que nos acompañara a cenar?

-¡Claro!... no es molestia…

Los ojos de Silvia, se aguzaron, y su boca, esbozó una sonrisa casi imperceptible…

-Otra cosa, Silvia... ¿te apetecería acompañarnos tú también?

Los ojos de Silvia ahora se abrieron por completo… Su imaginación se desbocó, y apenas pudo contestar…

-Esto... sí... sí, claro que sí…se… será un "placer"… seguro…

-Pues entonces, a las diez en nuestra casa… ¿te encargas de Hugo?

-¡Claro... descuida… ya me encargo de él!...

Se volvió a Lencería contenta, como hacía muchos años que no lo había estado. Buscó a Hugo, y le llevó junto a la caja registradora. Le hizo sentarse sobre el taburete, y le giró hacia sí.

-La jefa, nos ha invitado a cenar esta noche, Hugo… ¡ni se te ocurra decir, que tienes otro plan!... a las nueve y media, te recojo donde me digas…

-No... No tengo otro plan... es más... no creo que nadie, tenga mejor plan que yo… ¿me recoges en Plaza Nueva?

-Bien… y ahora… -se giró en redondo, observando si había alguien cerca… se agachó, sacó el pene de Hugo, y le atizó unos solemnes lametones en el capullo, que Hugo se tuvo que agarrar a la caja, para no perder el equilibrio…- ¡a trabajar!

Joder... ¡si no había parado en toda la mañana!... -pensó-

Y pensando esto… regresó al duro trabajo…

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