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(25) Los amores de Ana Etxeberría

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Otra mañana más amaneció en el campus universitario, notándose las altas calores de junio. Por eso Ana se ciñó un top y unos shorts, dejando boquiabiertos a todo el que la veía pasar.

En la cafetería la esperaba Gabriela, como cada mañana. Y allí la encontró en una mesa con su café americano y un donut de chocolate.

-Hola, Ani –se alegró Gabriela de verla venir.

-¿Qué coño haces con ese donut de chocolate? ¿Qué te tengo dicho?

-Puta y divina siempre.

-Eso se te agarra al culo y te pone fofa.

Comprendiéndolo, Gabriela dejó el donut en una papelera cercana.

-Eso me gusta más. La próxima vez no seré tan comprensiva. Te meto el donut por el culo directamente.

-Vale, lo siento, me apetecía.

-Me preguntas y yo te digo, ¿estamos?

-Perdóname, putón.

-Perdonada –arrugó Ana los morritos y se dieron un besito cariñoso-. ¡Camarero!

-¡Un minuto!

-¿Qué pasa esta mañana? ¿Nadie quiere trabajar? Será gilipollas. Un minuto dice el muy mamón. ¿Quién coño es? ¿Uno nuevo?

-Sí, como cada mes. Son trabajos temporales.

-Pues espero que el trabajo temporal de este imbécil sea de dos días. ¡Oye! ¡Te cronometro! ¡Un minuto! –avisó al nuevo camarero señalando su reloj deportivo de 600 euros.

-Qué tío. Cómo te ha mirado.

-Este cabronazo se va a enterar. Se le ve con falta de inteligencia y sexo.

-Mira, ahí viene.

-Sí, dime –llegó el camarero.

-¿Desde cuándo trabajas aquí?

-Desde el lunes. Intento hacerlo lo mejor posible.

-Pues conmigo la estás cagando.

-¿Perdón?

-¿Sabes quién soy yo? Ana Etxeberría. Y a mi ningún camarero de tercera me dice “un minuto”. La próxima vez que te llame vienes como un perrito y me sirves, o hablo con el dueño y a la puta calle, que para eso me follo al dueño dos veces a la semana, ¿queda clarito o te lo explico otra vez?

-Muy clarito.

-Pues quiero un café con un poco de leche fría y un mixto en pan integral, ¿lo has apuntado? No te veo con el bloc.

-No te preocupes. Lo memorizo.

-Anda, fíjate, Gabri, es inteligente. Seguro que sacaba dieces en matemáticas, ¿a que sí?

-¿Algo más?

-Te he hecho una pregunta.

-Sí, se me dan bien las ciencias.

-Pues venga, perrito, sírveme rapidito, ala, vete.

Humillado y con la cara desencajada, el camarero volvió a la barra.

Gabriela y Ana se descojonaron de la risa.

-Qué patéticos son todos –opinó Gabriela.

-Le quitas la polla y se quedan en nada –siguió Ana riendo.

-¡Choca!

-¡Yeah!

Se dieron una palmada de manos.

-Ani, ¿puedo pedir como tú? ¿Un mixto en pan integral? Me muero de hambre.

-Hoy no. Estás castigada por no hacerme caso.

-Joder, venga, Ani…

-¿Cómo que “joder, venga, Ani”?

-Lo siento.

-Oye, Gabri, desde que he entrado se me van los ojos detrás de ese bomboncito de la barra de bar. ¿Sabes quién es? No la conozco.

-¿La rubia del pelo cortito?

-Sí, está más rica que el pan con aceite. Mira qué bien le sientan esos Levi´s ceñidos. Los tiene tan apretados que se le marcan las bragas. Y ese corte de pelo, me encanta. ¿Qué edad le echas?

-Treinta o treinta y cinco años.

-¿Es una nueva profesora?

-Creo que es la nueva empleada de secretaría. Tenía que venir esta semana. Puede ser ella.

-Madre mía qué cosita tan rica. Las aletas de mi coño están dando palmaditas.

-Lo escucho desde aquí haciendo plas plas plas… -rió Gabriela.

-Mi detector vaginal de chochitos bonitos se ha puesto en funcionamiento.

-Tú ten cuidado, Ani, porque las estudiantes son muy accesibles pero las secretarias son más estrictas.

-Eso me pone, que se resista. Me gusta más a cada segundo. Esta cae hoy mismo.

-¿Piensas follártela de verdad?

-Parece mentira que no me conozcas aún. Mira, se levanta.

-¿Se larga?

-No, va al baño de chicas. La suerte siempre favorece a la puta privilegiada. Espérame aquí y no comas nada o te muelo a palos.

-Vale, no te preocupes.

Ana se aproximó a la barra.

-Xavi, la llave –exigió al camarero.

-Por favor, sé más discreta.

-Dámela y te callas.

-Me vas a meter un lío –se la dio en un intento disimulado. Ana la cogió y dirigió sus pasos hasta la puerta de los baños de chicas. Introdujo la llave, abrió y pasó adentro.

En ese momento, pilló a la mujer subiéndose los vaqueros. Sus braguitas de corazones rosas conquistó a Ana.

-Hey, ¿qué haces? Está ocupado.

-Ya lo sé.

-¿Cómo has podido entrar? La puerta tenía la cerradura echada.

Ana enseñó la llave sonriente:

-Yo lo consigo todo aquí.

-Eso es invasión de la intimidad. Un delito ante la ley.

-Uy, ¿y me vas a detener? Me encanta que me esposen, sobre todo si es en una cama.

-Tú eres Ana Etxeberría, ¿me equivoco?

-Esa soy yo. No te equivocas.

-Ya te vi en el vídeo porno.

-¿En cuál? Hago cuatro nuevos cada semana.

-Con César Balaguer.

-¿Quién?

-El inspector de policía que te follaste.

-Pues no caigo ahora.

-Vaya, encima de zorra te falla la memoria.

La mujer se abrochó los vaqueros y viendo Ana una placa de policía colgando del cinto. Su cazadora de flecos no dejaba verlo con claridad, pero ahora sí.

-Sí, ahora lo recuerdo. El inspector de homicidios Balaguer, cómo no, me lo follé bien follado.

-Pues era mi hermano.

-Ah, tu hermano. ¿Eres también policía?

-Detective Edurne Balaguer y estoy investigando su asesinato. En realidad nadie me ha dado el caso pero uso mis ratos libres para encontrar a los asesinos de mi hermano.

-¿Asesinos? Podría ser uno, ¿lo ha pensado?

-Mi hermano quedó hecho un trozo de carne amoratado. Fue más de uno y pienso cazar uno por uno.

-Puedes empezar por aquí –se bajó Ana los shorts y dejando ver su precioso pubis.

-Veo que te va la marcha.

-Puede que seas tú, que me pones perraca.

-¿Qué hora es?

-¿Hora? Las ocho y media creo.

-Tan temprano y seguro que ya te has metido por aquí… -la agarró del coño-… dos pollas como mínimo.

-¡Ahh! –soltó Ana un alarido de placer.

-Por lo caliente que está yo creo que tres.

-Contigo cuatro –buscó Ana un beso pero Edurne la esquivó.

-Yo tengo coño, no polla. Eso no cuenta.

Ana lo intentó otra vez usando la agresividad, pero Edurne la empujó contra la pared sin soltarla.

-Qué guarra eres. Ya estás mojada –susurraba Edurne de modo seductor.

-¿Lo notas en tu mano?

-Noto todo tu coñito.

-Pues ya sabes, de rodillas.

-Eso tendrás que ganártelo, puta –se pegó Edurne más aún.

-Dime cómo.

-Contestando una pregunta.

-Lo que sea.

-¿Mataste a mi hermano?

-No tendría validez ante un juez.

-Lo sé, pero sí ante mis bragas. Contesta, Ana, ¿fuiste tú?

-No, pero conozco a los responsables.

-Dame nombres –le introdujo Edurne un dedo hasta el fondo.

-¡Ahhhh, coño!

-Vamos, preciosa, dime dos nombres y acabo la paja.

-Si acaso dos pajas. Uno por nombre.

-Vale, pues dame uno solo.

Edurne comenzó a meter y sacar el dedo con maestría.

Los gemidos de Ana pasaron a los primeros gritos. Se apoyó en cada hombro de Edurne mientras ella aceleraba el movimiento del dedo.

-Ahhhhhh, joder…

-Venga, hermosa, dame un nombre y te corro como nadie en tu puta vida.

-Dale más fuerte.

-¿Así?

-¡Uuuuuuuuy, coño! ¡Qué bien se te da!

-¿Te confieso un secreto?

-S…. s… sí… ahhhhh….

-Soy bollera.

-Uhhhhh… ¿Te gustan los coños? OOOOOHH…

-Me como uno cada noche. ¿Te gustaría que me comiera el tuyo?

-UUUUUUH… Síiiiii…

-Joder, estás que ardes.

-Ardo por ti –buscó Ana su boca pero Edurne la volvió a esquivar.

-¡Dame un nombre ya! –Edurne ya no la pajeaba con la mano, más bien la golpeaba con el dedo dentro.

-AHHHHH, JODER…

-¿Ya te viene?

-Ahhhhh… Y no veas cómo viene… ahhhhhhh…

-Dame… –golpea con la mano- un… –otro más- puto… –y otro- ¡¡nombre!! –introdujo un segundo dedo hasta el fondo.

-Ya ya ya ya…

-El nombre, zorra, y te doy también mis bragas.

-YA YA YAAHHHHHH…

-¡Un nombre ya!

-¡¡Darío Angladaaaaaaahhhhhhhh jodeeeeeeer!! –sintió Ana un orgasmo que no recordaba en años. Fue como una inyección de placer que alcanzó cada rincón de su cuerpo. Edurne dejó los dedos dentro para que se corriera del todo bien.

Sudorosa y jadeosa, Ana miró a Edurne como una loca enamorada. Su belleza salvaje conmovió a Edurne, por eso la regaló un beso lésbico. Luego sacó los dedos y se limpió en el lavabo.

Ana no podía ni moverse. Estaba clavada en el suelo y con la espalda apoyada en la pared alicatada.

-Siempre hay que dar al ratón lo que más le gusta, el queso. En tu caso ya sabemos lo que es –se secó Edurne las manos-. Hay que reconocer que te corres como nunca he visto en una chica. Me has conquistado las bragas, pero no el corazón. Darío Anglada. Es el presi de OMEGA, ¿no? Gracias por la confesión.

-¿Te vas?

-Claro.

-¿Y tus bragas? Dijiste que me las ibas a dar.

-Te engañé –la guiñó Edurne un ojo y salió del baño.

-¡¡Puta de mierda!! –se puso Ana hecha una furia humana.

... continuará.

(9,10)