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Juegos en altamar con la hermana de Rafa

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La hermana de mi "medio novio" Rafa es más joven que yo, es sensible y muy bonita. Tiene 19 años. Rafa es un ligón, yo soy bisexual; pero él no lo sabe. Dentro de poco tiempo lo dejaré. Una travesía por el mediterráneo y dormir en el mismo camarote que su hermana fue una experiencia única.

Conocí a rafa en una terraza de verano. Es muy guapo y su forma de reír contagia el buen humor. Mis amigas y yo tomábamos café a media tarde; uno de esos cafés de hablar y reír un buen rato. Rafa me miraba desde la esquina de la terraza y me sonreía y al mirarlo me daba la risa. Susana estaba sentada junto a mí, para entonces ya éramos solo amigas; Susana cortó conmigo hacía una semana, me había dicho al dejarme:

—Marga, quiero conocer a otras chicas; no te enfades, seamos solo amigas.

—"Pues vale" —sólo eso le respondí.

Rafa me guiñó, y como soy tan juguetona le guiñé yo también, me reía sola, mis amigas se daban cuenta que me había gustado aquel chico desconocido, pero no decían nada... Rafa se acercó a nuestra mesa y, sonriéndome de nuevo, me dijo:

—¿Yo te conozco pelirroja?

—A mí, ¿de qué? —yo no recordada.

—No sé, no estoy seguro; pero te quería pedir un gran favor, a solas por favor, que me da vergüenza.

Me llevó hasta la entrada del local y acercó su boca a mi oído y, como un susurro, me dijo:

—No te conozco de nada, pero daría lo que fuera por poderte conocer, qué bonita eres. Esta tarde estoy invitado a una fiesta en un barco en el puerto deportivo, allí mismo, no nos haremos a la mar; preciosa por favor, ¿cómo te llamas?; eso lo primero, yo soy "el Rafa", anda, se mi acompañante en la fiesta por favor, lo pasaremos muy bien.

Le dije que sí sin conocerlo, algo poco habitual en mí, pero me inspiraba confianza, porque además de guapo y simpático se veía muy educado.

Lo pasamos muy bien y fue muy bonito; la gente muy agradable. Sentir la brisa del mar en la noche también me encantó. Después de la fiesta me acompañó a mi casa en su coche y por el camino paró junto a unos árboles y me hizo el amor. El ímpetu con el que me introdujo su miembro no lo había sentido yo antes; tras ese día ya lo hemos hecho varias veces, " incluso lo he dejado derramar su semen dentro de mí".

Los hombres son tan infantiles a veces. Rafa se equivocó conmigo, me extrañaba que no me hubiera hablado de salir de manera formal (que conste que yo no deseaba un noviazgo); pero su amigo Eduardo me lo aclaró. Edu es muy buena persona y se ha hecho mi amigo, le gustan casi las mismas cosas que a mí. El otro día, estando de compras con Edu, le conté cuanto me estaba encariñando con Rafa. Él tuvo un gesto de buen amigo conmigo y de mal amigo con Rafa; esto me cotilleó:

—Rafa no te interesa, Marga, para el solo eres una conquista, no te hagas ilusiones.

—Esa es tu opinión Eduardo —dije ofendida y muy molesta.

—Marga, ¿no me crees verdad?, pues es verdad; mira el whatsapp que me mandó ayer:

—Miraré —dije sin gustarme ni un pelo espiar.

(Eduardo, hoy no iré con vosotros porque he quedado otra vez con la pelirroja, para echarle otro polvo, la zorrita es una calentona y la chupa muy bien).

—Gracias Eduardo, no sé porque te las doy tampoco; la verdad. Me marcho, que me esperan mis amigas; las otras "zorritas".

—Marga, no te molestes conmigo —me giré y, sin mirarlo me marché

La indiscreción de Eduardo fue el fin de nuestra amistad, porque yo odio el exceso de sinceridad y las verdades no pedidas. Más de diez días pasaron sin contestar los whatsapp de Edu y de Rafa. Después se me pasó un poco, aunque el rencor estaba dentro de mí, como una espina. Rafa me mandó un whatsapp que "me motivó" a contestar, en él decía lo siguiente:

—Margarita, perdóname, Eduardo me lo ha contado. Él no lo entendió, lo que le escribí fue solo para darme aires de ligón ante los amigos. Te quiero pelirrojita y, para demostrártelo, si aceptas, te invito a una travesía por el mediterráneo este fin de semana, en el yate de papa, junto a toda mi familia; que te los quiero presentar. Mis padres son algo anticuados, por ese no te pediré sexo y dormirás con mi hermana Marisa, que es muy simpática y sé que te agradará; "para que veas que te respeto". Escríbeme, no seas rencorosa preciosa.

Tardé casi un día entero en contestarle, mi rencor seguía ahí y tampoco estaba segura de él. Lo que me hizo contestarle con otro whatsapp fue haber visto fotos de familia en el apartamento de Rafa, las veces que lo hicimos allí. Recordé el rostro de su hermana y su belleza tierna como una flor; con una melenita cortita y unos ojazos preciosos y eso fue lo que me hizo decidirme. Ser bisexual me ha causado problemas y ventajas, no decirle a Rafa mi tendencia sexual (que no suelo ir contando) fue una ventaja. Pensar que dormiría con esa florecilla hacía que se me humedeciera el chocho, solo de pensarlo. Una duda me asaltó, "su edad"; le tenía que preguntar "al ligón":

—Rafa, acepto tu invitación y tus disculpas, no te preocupes, es que me enfado demasiado pronto. Tu hermana, ¿no se molestara?, por tener que dormir con una desconocida, siendo ella tan jovencita, ¿no tienes otro camarote para mí?, puedo dormir contigo, ya te he perdonado.

Me contestó a los dos minutos exactos:

—Qué alegría que me hayas perdonado, Margarita, preciosa. No podemos dormir juntos en el yate: según mis padres, un noviazgo formal no es así. Marga, no hay más camarotes, solo tres, es un yate no demasiado grande, pero te gustará. Marisa no es tan joven como para que la tratemos como a una niña, ya tiene diecinueve años, pocos menos que tu; haréis buenas migas y no se molestara seguro. Le hablé de ti y vio las fotos que tienes en Facebook, y dice que pareces simpática, que estará encantada. No está acostumbrada a tener amigas de quedarse en casa, es muy tímida, estoy seguro que le hará ilusión que durmáis juntas en el mismo camarote, si a ti no te molesta, claro está.

—Para nada Rafa, dime que tengo que llevar y cuando me recoges.

—A bordo hay de todo Margarita, pero si quieres, tráete tus cosas de aseo y un bañador.

El viernes por la tarde me recogió de mi casa y, al marcharme, le dije adiós con la mano a mi Madre desde el coche. El beso de reconciliación con Rafa fue tan exagerado por su parte que me humedeció hasta la barbilla, hasta lametones me daba "el Rafa".

A las siete de la tarde el yate zarpó del puerto deportivo; navegaríamos por altamar hasta atracar el domingo por la mañana en Puerto Banus (Marbella); y regresar el lunes. Sus padres son un primor, da gusto estar con ellos, su elegancia es amable. Su madre es de estas mujeres que de tan cariñosas que son se hacen algo pesadas, pero me reconfortaba su cariño. Su padre se presentó a mí vestido con su traje azul marino de botones cruzados, dijo:

—Jovencita, siéntase usted como en su casa, "y no dude en pedir lo que necesite". Rafa es muy buen chico, seguro que usted también.

—Muchas gracias señor, pero no me llame de usted, que solo tengo veintitrés años —dije con humildad.

—De acuerdo, como quieras Margarita —y me dio dos besos de manera muy cortés.

Nada más embarcar me sentí a gusto, el barco era una preciosidad: Madera natural y acero inoxidable, todo muy limpio. Después de presentarme Rafa a sus padres, su hermana Marisa subió a cubierta desde los camarotes y se acercó para saludarme. La primera vez que se cruzaron nuestras miradas, sus dos grandes ojazos marrones parpadearon velozmente al cruzarse con la mirada de mis claros ojos verdes. Sus mejillas se sonrojaron visiblemente, luego su mirada se posó en la minifalda que yo llevaba, y en mis muslos. Apartó la mirada y se aproximó, besándome en la mejilla, qué suave era la piel de su rostro, olía a un perfume muy dulce, que me gustó.

Soy muy moderna, bastante, pero en el vestir soy entre clásica, individualista y sensual. Me gusta llevar minifalda, siempre con braguitas limpias y de marca; "por si el viento desvela mi cuerpo" clarito y cubierto de pecas pequeñitas. No es porque se vuelve a llevar esa prenda; yo uso minifalda desde hace años, se lleve o no se lleve; ¡y porqué no decirlo!, me encanta que me miren al andar, tanto hombres como mujeres, "soy muy coqueta y me gusta ser así".

El parpadeo de Marisa y su rubor al mirarnos, la delataron ante mi experiencia y para mí no había duda; yo le gustaba. No sabía en cambio, si ella había salido con chicas o solo tenía deseos ocultos, pero me daba igual; lo intentaría. Me gustaba todo de ella, su precioso culo, su cintura delgada y sus muslos morenos. Su cabello color castaño oscuro, liso y cortado a la altura de los hombros era una delicia; pero lo que más me gustaba de Marisa era su mirada dulce y tímida a la vez. Observándola a ella sentí como mi sexo se empapaba mojando mis braguitas de marca.

Después de zarpar el barco, bajé mis cosas al camarote de Marisa; "un chasco", en su camarote había dos camas, a ambos lados, así que pensé que se me había "aguado la fiesta". Hablamos todos en cubierta, los cuatro, los padres de Rafa, su hermana y yo. Rafa estuvo igual de simpático que siempre, nos hacía reír a las dos con sus tonterías. Su padre me explicó lo veloz que era el yate y lo bien equipado que estaba. Se hizo de noche y el astro Sol se ocultó por el horizonte y el mar se oscureció. Marisa y yo nos quedamos solas en cubierta, mientras Rafa y sus padres preparaban la cena bajo cubierta en la cocina americana. Hablábamos las dos apoyadas en la barandilla viendo el mar, la luna brillaba sobre las aguas y ya había refrescado. Nuestras manos estaban tan cerca que se rozaban. Yo mantuve mi mano, ella por un momento también, después la retiró. Le pregunté:

—Marisa, tú tienes novio.

—No, no tengo ahora Margarita, tuve novio en el instituto, pero era tan posesivo que me cansó. ¿Rafa y tú vais en serio?

—No estoy segura, nos conocemos desde hace poco; el tiempo lo dirá.

La cena fue de marisco, ostras y canapés; también pusieron champaña y refrescos; yo me tomé una Coca-Cola, que es lo único que bebo además de agua.

Tras la cena, Marisa y sus padres bajaron a sus camarotes. Rafa y yo, solos en cubierta, nos dijimos todo lo que llevábamos dentro, él volvió a pedirme perdón. Luego me besó en la boca intensamente, metió una mano bajo mi falda y apartando mis braguitas me agarró el chocho con dos de sus gruesos dedos; sacó la mano y me habló al oído:

—Que ganas de follarte, mi zorrita pelirroja, que pena que tenga que esperar.

—No me gusta que me llames zorrita, ni de broma, ¡vale Rafa!

—Vale Marga, soy tan travieso —no seguí la conversación, por tontorrón.

Bajé al camarote, Marisa estaba leyendo en su cama, con un pijama corto de verano puesto.

—Voy a ducharme Marisa, ¿dónde está la ducha?

—La puerta de al lado Margarita —dijo con un brillito en la mirada.

La ducha, muy pequeña, tenía una puerta "recortada" a media altura; de tal modo que si pasaban por el pasillo me veían los pies y la cabeza. Me duché con agua caliente y me enjaboné bien mi melena y luego me sequé con el secador.

Entré en el camarote de Marisa, envuelta en mi toalla; había decidido que me acostaría desnuda en mi solitaria y pequeña cama frente a la de Marisa mientras hablábamos las dos. Al empezar a levantar la colcha, ya quitándome la toalla, Marisa me dijo que esperara.

—Margarita, esa cama está rota, tiene la colchoneta muy desarmada, ¿no te dijo Rafa que dormiríamos juntas?

—Si pero creía que se refería al camarote, por cierto, llámame Marga cielo.

—Vale Marga, tienes que dormir conmigo, en mi cama, la otra cama está fuera de juego.

Bueno, qué emoción, "no solo no dormiría sola", sino que su cama era pequeña, rozarse por lo menos se hacía inevitable.

—De acuerdo Marisa, me pondré unas braguitas primero, porque pensaba dormir desnuda, al dormir sola. A mí me da igual, pero supongo que no te gustara que me meta desnuda en tu cama, ¿verdad cielo?

—Como quieras, yo cierro los ojos y tú te metes como quieras —dijo tan tierna, con los ojos apretados y una sonrisa nerviosa.

Abrí mi maleta, cogí unas braguitas y cuando me las iba a poner lo pensé mejor y las dejé en la solitaria cama. Me desprendí de la toalla, comprobé que estaba bien cerrada la puerta; apagué la luz y desnuda completamente alcé la sábana acurrucándome junto a la espalda de Marisa. Nuestros muslos se tocaron, sus piernas estaban calientes y muy suaves, yo estaba muy excitada. El camarote olía a maderas nobles, y una brisa suave y fresca salía de la rendija del aire acondicionado. Antes de bajar de la cubierta a los camarotes, había escuchado caer el agua de la ducha, ahora, con mi rostro pegado a su nuca y oliendo su cabello húmedo, sabía que era ella la que se había duchado antes que yo. No lo pude resistir y la besé en la nuca; ella se giró y, de un respingo me soltó:

—¡Marga!, que haces, porque me besas tonta, que me da mucha vergüenza.

—Marisa, solo es un cariñito, me caes muy bien; eres tan dulce. No quería molestarte, si te ha desagradado perdóname.

—Vale, no pasa nada Marga, es que no estoy acostumbrada a dormir con otra chica, no es que me haya molestado, no vayas a pensar que soy una tiquismiquis.

Hablamos cara a cara, muy cerca, diez centímetros separaban mis labios de los suyos. Posé mi brazo derecho sobre su cintura mientras hablábamos y sentí como temblaba su vientre rozado por mis uñas. Quise saber más de ella.

—Marisa, alguna vez has tenido sexo con otra chica, aunque fueran besos, anda cuéntame, no le diré nada a Rafa.

—¿Y tú?

—Yo sí Marisa.

—¡Joder chica!, que moderna eres. Yo sólo besé a una chica en bachiller, ella era lesbiana y me dijo que quería probar mis labios y le dije que sí; pero aunque no me dio asco, la forma de morderme no me gustó y no hicimos nada más. Una curiosidad Marga, ¿es verdad que las pelirrojas no tenéis prácticamente pelos en el chocho? —dijo ella, tierna e inocente como un corderillo "en flor".

—Pues mira chica, es la primera vez que me preguntan algo así. Marisa, unas tienen más y otras menos, ¿cómo crees que lo tengo yo?, anda, que no me he puesto las braguitas, alarga la mano y tócalo, "sin maldad", solo como amigas.

—Qué vergüenza Marga, no me da asco, no pienses, pero no sé si podré —después sonrió con una risa nerviosa y yo le insistí:

—Anda Marisa, no te quedes con las ganas de saber cómo tengo mi bollito pelirrojo, no te cortes y tócame.

No dijo nada, solo sentí un estremecimiento al notar como se apoyaba su mano derecha sobre mi muslo, mientras exhalaba sobre mi cara su aliento fresco y acelerado. Desde mi muslo, y muy despacio, llevó su mano hasta mi vello púbico, introduciendo sus dedos entre los mechones del monte de venus de mi coño, que gustazo... bajó la mano y sus dedos acariciaron mi raja exenta de pelos, porque aunque mi pubis es muy poblado en el centro; abajo y a los lados prácticamente no tengo vello. Mientras seguía acariciándome y explorando mi sexo me habló casi pegada a mi boca:

—Marga, que rizados y que suaves tienes los pelitos del chocho, me gusta tocártelo, imagínate, ¡estoy incluso húmeda!, pero en los labios del chochín no tienes casi vello, eso sí, tu sexo es muy abultado, me gusta tocarte, me gustas tú.

—Tú a mí me gustas más Marisa, mucho más.

Dicho esto dejamos de hablar, pegué mis labios a su boca y le metí la lengua, Marisa abrió mucho la boca para que le entrara entera mi lengua, dentro de su boca le di lengüetazos en el paladar superior, cerca de su campanilla. Saqué un poco la lengua y, muy suave, le mordisqueé los labios; unos labios muy carnosos que estaban ardiendo para mí. Yo estaba como loca, acaricié sus muslos, muy suaves, al llegar al pantalón cortito de su pijama se lo quité de un tirón, dejándole las braguitas. Al acariciarle el culo comprobé que eran unas bragas de encajes muy tupidos, apostaba que casi transparentes, pero con la luz apagada no estaba segura, "yo quería verla bien". Me levanté de la cama y abrí la persiana del ojo de buey de su camarote. La luz de luna penetró e iluminó toda la estancia. Sus bragas blancas eran de encajes tan calados que dejaban ver un precioso montecito de pelos castaños.

De rodillas y, delante de ella, sintiéndome como una pantera salvaje le arranqué las braguitas con mis manos, rompiéndoselas; "sin pudor alguno"; acerqué mi rostro a su coño, poblado de un vello muy suave, y aplasté su sexo contra mi rostro "mojándome hasta la cara". Su sabor era de un salado muy tenue y muy cálido, Marisa estaba chorreando. Yo absorbía y absorbía sus carnosos labios menores, tragando los efluvios de su ser. Junto a su raja húmeda apenas había vello; pelusilla suave más bien, me dijo entre sollozos y en voz muy baja:

—Qué me haces, Marga, esto no está bien, yo no soy lesbiana, creo.

—Te gusta que estemos así las dos, Marisa.

—Mucho, pero no es eso, es que me siento extraña.

Me senté en el filo de la cama y me sentí mal por sus dudas. Yo no quería nada si ella no lo hacía con ganas, por eso le dije:

—Marisa, me ha hecho ilusión que nos queramos un poco, pero ya no quiero seguir; tus dudas me hacen sentir mal y quiero dormir, será nuestro secreto, no temas.

—Vale Marga, buenas noches.

Me quedé dormida entre cabreada y muy excitada, nerviosa por no haber llegado al orgasmo.

El sábado fue un día de pesca en alta mar, a muchas millas de la costa, yo nunca había pescado pero atrapé un par de peces medianos. El padre de Marisa fue quien más peces atrapó. Rafa bajó las escalerillas del barco y nos bañamos cerca, el mar estaba en calma. Estar nadando en aquellas aguas tan profundas me gustaba, pero también me daba algo de temor; al mirar hacia abajo no se veía el fondo, solo oscuridad.

El pescado estaba buenísimo, lo asó la madre de Marisa. Ya no me hacían gracia las tonterías de Rafa, yo ya solo tenía ojos para Marisa. El padre nos dijo a todos después de comer:

—Salimos ahora en dirección a Marbella, en vez de mañana, porque parece que habrá temporal; esta noche dormiremos en nuestro apartamento de Puerto Banús.

Antes de llegar a Marbella comenzó a soplar un viento bastante fuerte. Al llegar, atracó el barco y un taxi nos llevó a su apartamento. No estaba cómoda ya, la distancia con Rafa era palpable y solo me reconfortaba el cómo me miraba Marisa; me miraba como una chica muy enamorada y eso me excitaba. Respetarla al final de la noche anterior, lejos de hacer que se desencantara de mí, hizo que se sintiera más atraída todavía.

El apartamento era precioso y estaba muy limpio. Una señorita nos recibió y nos saludó a todos, estaba a cargo de ese apartamento.

Cenamos en un Restaurante, Rafa fue muy correcto, yo más. Al volver a su apartamento me di un gran baño de sales, tenían una bañera redonda preciosa. Luego me fui a dormir, sola, allí había habitaciones para todos; pensé que quizás fuera lo mejor.

Desperté sobresaltada a las tres y treinta y tres minutos exactos de la madrugada, vi la hora en el reloj de la mesita. Mi sobresalto se debía a sentir como alguien, pensaba que era Rafa, me estaba "chupando el coño", por un lado, mientras apartaba mis bragas con la boca, dije:

—Rafa, ¡cómo te atreves!, y sin preguntar siquiera.

Tiré de las sábanas para verle la cara, sorpresa, me dije:

—Marisa, que haces comiéndome el chocho al asalto, no te conozco chica; ¿qué has hecho con tus dudas?

—Las dejé en altamar, Margarita.

No dijo más, solo agachó la cabeza y dio un mordisco en los grandes labios externos de mi coño. Daba como sorbitos después, bebiendo mis líquidos. Luego su lengua subió hasta mis pechos, hizo giros con sus labios en mis pezones, que son grandes como mis pecosas tetas. La dureza de mis pezones me hacía daño, como si más que míos fueran anzuelos clavados en mí, que habían atrapado en el otro extremo a Marisa por su boca. La separé un poco y chupeteé sus pechos pequeños y dorados por el sol. Le propuse comernos nuestros sexos a la vez y dijo que sí.

Tendidas en la cama, nuestras piernas muy abiertas y cada una con la cabeza de la otra entre sus muslos. Le mordí el chochito, ella también a mí, le pasé mi lengua por su raja en vertical, ella también. Ante su inexperiencia ella optó por hacer lo mismo que yo iba haciendo.

Éramos dos sirenas desnudas, todo lo hacíamos una antes y la otra después. Mordí su culo, dándole bocados, ella... nos dimos tirones de nuestros vellos púbicos mutuamente, "me arrancó un pequeño mechón del vello pelirrojo de mi coño con sus dientes". Que fierecilla era Marisa, tenía hambre de mujer. Sentí que me venía el orgasmo y no la avisé, al contrario, abrí más las piernas para... unnnnn un chorro como una explosión la regó, tosió y me dijo:

—¡Marga!, por favor, jolín como te has corrido.

Después de correrme en su cara hice círculos con mi lengua dentro de su vagina, como si hiciera mayonesa a mano, bueno, a lengua. La lengua me dolía de extenderla tanto dentro de su cálido coño. Saqué la lengua y le di un buen repaso en el ano, dijo:

—Pero Marga, ¿el culo también?

—También Marisa, también.

Desde atrás hacia adelante, desde su ano hasta su clítoris, la chupé como una leona hambrienta. Como se corrió, que barbaridad; nunca lo habría pensado: dando espasmos me empapó la cara, los pechos e incluso mi cabellera roja; una fuga de agua a presión encima de mí. Frente a su mirada recogí los restos de su corrida con mi mano y, lamiéndolos con mi lengua los tragué. Marisa cogió el mechón que había arrancado de mi coño y abriendo un libro lo guardo dentro, aplastado mi vello entre dos páginas al cerrarlo de golpe. Sentí como si me guardara a mí en ese libro. Me dijo Marisa:

—Estoy tan feliz, pero tan confusa a la vez.

Al regresar a mi casa el lunes ya sabía que dejaría a Rafa en pocos días, pero no sabía si me atrevería a intentar salir con Marisa, por sus dudas, por su confusión y por mí.

(C) {Margaryt}

(9,43)