Nuevos relatos publicados: 9

La mejor proposición de mi marido

  • 13
  • 49.628
  • 9,63 (32 Val.)
  • 3

Desde que me casé hace ya más de veinte años he tenido un comportamiento conservador en el sexo, a mis dieciséis años, antes de conocer al que hoy es mi marido, tuve lo que se podría decir mi primer novio, ya que con él estuve más de lo que estuve con anteriores chicos, fue algo más de medio año, él era tres años mayor que yo y como era normal en esa edad continuamente me estaba pidiendo que hiciésemos el amor, cosa que yo siempre le negaba, era de las que pensaba que para hacerlo antes debía estar segura que él iba a ser el hombre de mi vida, y aunque deseaba que por fin un hombre me desvirgase no le dejé jamás que me penetrase, eso sí, para que dejase de darme la lata casi todos los días que nos veíamos a solas le hacía una mamada y en un par de ocasiones dejé que él lamiera mi chochito, cosa que me encantó; él me dejó por una amiga mía que no tuvo como yo tantos remilgos para follar.

Al mes de dejarme el que fue mi primer novio conocí a Juan, el que hasta hoy es mi marido, la primera noche que salimos junto al resto de nuestros amigos fuimos a un bar de copas donde nos dimos nuestros primeros besos, esa misma noches, justo antes de pedírmelo me preguntó si yo antes me había acostado con algún otro, yo le dije la verdad, que nunca, me pidió que lo hiciera con él por primera vez y yo le dije que sí, que lo haría, no quería que otro tío me dejara por mojigata, y mucho menos este que me gustaba muchísimo. Juan era un tanto morboso, me preguntó qué tipo de cosas había hecho con mis anteriores novios, yo le conté que a algunos de mis anteriores ligues les había hecho alguna que otra mamada, y también le conté las lamidas en el chochito que me había hecho el último, A Juan se le encendían los ojos mientras yo le contaba aquello, el muy morboso se puso a preguntarme todo tipo de detalles, si me había gustado todo aquello, el tamaño de las pollas que yo había mamado y más cosas que le producían curiosidad, naturalmente yo le dije que no fuese tan morboso y que me daba vergüenza contarle todo aquello.

Ya llevábamos veinticinco años casados y dos hijos, la monotonía a veces nos había pesado y en algunas épocas hacíamos el amor de una forma mecánica y sin demasiada pasión, en todos esos años jamás le fui infiel a mi marido aunque de vez en cuando nacía dentro de mí el deseo de follar con otros hombres distintos de mi marido; aunque en toda mi vida había metido en mi boca cinco pollas distintas sólo me había penetrado el sexo mi marido. A veces me imaginaba como uno o más hombres me follaban y hacían de mí un cuerpo con el que saciarse la sed de sexo, fantaseaba con que me penetraban a la vez por todos mis orificios, hasta por el culo, sitio por el que jamás permití que me la metiera Juan. Aunque mi marido muchas veces me había preguntado sobre mis fantasías sexuales yo jamás le quise contar nada de esas fantasías y deseos que rondaban por mi cabeza.

Un día al abrir mi cuenta de correo electrónico encontré un mail en el que se me pedía colaboración para unos estudios estadísticos en el que debía rellenar un cuestionario sobre juegos de azar, pinché el enlace y rellené el cuestionario, en los días siguientes me llegaron otras dos peticiones más, una sobre comercio electrónico y la otra sobre sexo, esta última se extendía bastante más que las otras dos, pero como eran cuestionarios anónimos no tuve ningún reparo en contestar sinceramente a cada una de las preguntas que me formulaban, varias de ellas profundizaban en fantasías y anhelos sexuales y eso de contárselo a una máquina lejos de producirme recelos me excitaba, en las preguntas que no eran de tipo test me explayé en sus contestaciones. El mismo día en que contesté ese último cuestionario Juan llegó a casa bastante más excitado que de costumbre, esa noche hicimos el amor con una pasión que yo creía perdida, quizás el cuestionario que yo había rellenado había removido algo dentro de mí.

A la mañana siguiente que era sábado y mi marido no trabajaba volvimos a hacerlo, y tras terminar él estuvo un rato callado y meditabundo, de repente me dijo: “te voy a confesar una cosa, ¿recuerdas unos cuestionarios que has rellenado estos días atrás?, pues he sido yo quien te los ha enviado, perdóname que haya violado tu intimidad, pero ya que te niegas a sincerarte conmigo y no eres capaz de contarme tus fantasías e inquietudes te he tenido que engañar para que lo hicieses. La verdad que ayer llegué tremendamente excitado pensando en las cosas que contestaste sin saber que era yo, mientras ayer y hace un rato estábamos haciéndolo no paraba de pensar en esas fantasías que tienes de que te follen otros tíos, o esas de que sean dos o tres tíos a la vez. No sé si lo que te voy a proponer te va a gustar o te va a incomodar, pero a mí me gustaría que cumplieras tus fantasías y yo pudiera contemplarlo”. Yo me quedé perpleja durante un rato, no sabía que decir, por un lado me había engañado para saber cosas muy íntimas mías, y por otro lado me estaba proponiendo ayudarme a cumplir esas fantasías, jamás hubiese pensado que Juan fuese a ser tan morboso, yo siempre había sabido que no era un hombre celoso, pero de eso a ser capaz de presenciar cómo se follan a tu mujer era demasiado. Juan me dijo “dime al menos algo”, de repente, medio titubeando le dije “de acuerdo, lo haré, haré lo que tú quieras”. De pronto me encontré en un estado de excitación grandísimo, había accedido a la propuesta de que uno o más hombres me follasen y en presencia de mi marido.

Juan tenía iluminada la mirada, me dijo: “buscaremos a los hombres con los que cumplirás tus fantasías ya entre los dos antes de que arrepientas”, fue corriendo a por el ordenador portátil y lo trajo a nuestra cama, “vamos a buscar en páginas de contactos liberales a tíos que te gusten”. No tuve ni tiempo para reaccionar cuando ya tenía abierta una página con anuncios en los que algunos hombres se ofrecían para tríos, grupos, intercambios o para ser los corneadores de maridos cornudos; me daba mucha vergüenza hacer lo que estábamos haciendo, pero al ver que mi marido era el que abría los anuncios o perfiles de esos hombres esa vergüenza se me fue disipando, “¿te gusta que los busquemos bien dotados o te da igual?”, me preguntó, yo me debí poner colorada al decirle que ya puestos que sí, que me gustaría que estuviesen bien dotados, porque tras decírselo Juan me dijo “tranquila, no te cortes, se te han subido los colores”, le dije a mi marido que, ya que íbamos a hacer eso me gustaría que fuese un tipo bastante alto y fuerte.

Mi marido reparó en un anuncio que decía: “Corneador 48 años, dotado, atractivo, delgado y alto (190 cm.), bien dotado (20 cm.). Para cornudos, me traes a tu esposa y me la follo, si quieres delante de ti”, junto al texto aparecía una foto con el primer plano de una polla espectacular por lo grande y por lo dura que debía estar. “Te gustaría que contactásemos con este, es alto, muy bien dotado y es muy directo, parece que lo tiene bien claro”, “bueno, lo dejo a tu elección” le contesté yo. Juan llamó al teléfono que ponía en el anuncio poniendo el altavoz para que yo oyese toda la conversación, al tercer tono contestó, mi marido le contó que éramos un matrimonio de cuarenta y seis y cuarentaicinco años, que era la primera vez que hacíamos esto, el tipo preguntó cómo era yo, Juan me describió: “45 años, delgada con muy buenas tetas y de 160 de estatura”, también le dijo que yo era muy atractiva. Alberto, que era como dijo llamarse el “corneador” nos dijo que si podíamos vernos en una hora y que tras conocernos decidiésemos si seguíamos adelante, a lo que Juan contestó que sin problemas. Nos citamos cerca de su casa, en la puerta de una cafetería bastante conocida.

Cuando llegamos a la cafetería Alberto aún no se encontraba allí, al cabo de dos minutos le vimos aparecer por la esquina, Juan me dijo: “debe ser ese que viene por ahí”, y acertó, se acercó a nosotros con una sonrisa amplia, verdaderamente era bastante atractivo. Estrechó la mano de mi marido y a mí me dio dos besos en las mejillas, “¿queréis tomaros algo y hablamos?, o si lo tenéis claro ya ¿preferís que nos vayamos a mi casa que está aquí al lado?”, la verdad es que era muy directo, Juan me dijo “¿qué te parece, si quieres ¿nos dejamos de rodeos y vamos a su casa?, yo asentí con la cabeza sin decir palabra alguna, me encontraba tremendamente excitada viendo como mi marido iba a entregarme a otro hombre para contemplar cómo me follaba. No comprendía cómo mi esposo iba a entregarme a un hombre bastante más alto, fuerte y dotado que él para que me follase, yo me pondría tremendamente celosa si supiese que mi marido iba a acostarse con otra mujer, y más aún si supiese que esa mujer estaba tremendamente buena.

Subimos a su piso y nada más entrar me trincó apretándome fuertemente el culo y nos dijo que nos pusiésemos cómodos señalándonos el sofá, él se quitó el jersey mientras decía “chica, tú y yo podemos ir quitándonos la ropa, creo que le vamos a dar un buen espectáculo a tu marido”. Yo estaba sentada junto a mi marido en el sofá mientras Alberto comenzó a quitarse los pantalones diciéndome que yo hiciese lo mismo, que me quitase la ropa, no me atrevía a dirigir la mirada a Juan, estaba muerta de vergüenza por lo que iba a hacer. Alberto ya se había desnudado completamente, su polla aunque no estaba erecta totalmente se veía imponente, era muchísimo más grande que la de Juan y tenía hecha la circuncisión, por lo que el glande lo llevaba totalmente al descubierto, la acercó a mi cara y me dijo “anda, ve mamándomela un poco para que se me ponga bien dura”, antes de meterme aquella hermosa polla en mi boca miré un momento a mi marido que tenía los ojos completamente iluminados de nuevo, pensé que, al fin y al cabo yo no tenía que pasarlo mal avergonzándome tanto ya que parecía que a mi marido le estaba gustando esa situación, ¿y porque no cambiar de actitud y disfrutar plenamente?, al fin y al cabo él había sido quien me propuso hacer cumplir una fantasía sin que yo se lo hubiese pedido. Me fui quitando toda la ropa a trompicones mientras que seguía metiéndome por la boca aquel monumental falo, de vez en cuando Alberto me agarraba por la nuca presionando para que su miembro me llegase bien profundo hasta la garganta, la saliva me salía por las comisuras de los labios a borbotones.

Una vez me quité toda la ropa Alberto comenzó a toquetearme las tetas y a decir que era cierto lo que había dicho de ellas mi marido, yo comencé a mirar a los ojos a Juan mientras situaba entre mis tetas la polla de Alberto, tras quitármela de entre los pechos comencé a lamerle la punta sin apartar los ojos de mi marido. Alberto me pidió que me colocara encima del sofá a cuatro patas mirando a mi esposo y tras ponerme en esa postura me abrió las nalgas y comenzó a lamerme la entrepierna entera, desde el coño hasta el culo, una de las veces que separó su cara dijo “uhm, que coñito más delicioso tiene tu mujercita, ahora vas a ver como la voy a hacer gritar de gusto”, la verdad es que era muy bueno con la lengua pero yo estaba ansiosa porque me hincase esa tremenda polla de una vez en mi chochito. No me hizo esperar demasiado, sacó la cara de mi entrepierna y tras acercar la punta de su tranca a la entrada de mí coñito lo penetró de un golpe haciéndome gritar mientras miraba a la cara de mi marido. Alberto era un animal salvaje follándome, la vergüenza se me había quitado por completo, comencé a jadear, gemir y gritar como loca delante de la cara de mi esposo mientras aquel tipo me hacía morir de placer.

A los cinco minutos de que me estuviese follando de esa manera ya había tenido dos orgasmos y hacía años que no me pasaba eso de tener más de un orgasmo seguido, este hombre era fabuloso usando su magnífica herramienta.

Alberto cambió el ritmo de la follada, empezó a ir más lento; le preguntó a mi marido si quería participar y como asintió le dijo que se sacase la polla para que yo se la fuese mamando mientras él seguía follándome, mientras que yo tenía la pollita de mi esposo en la boca Alberto sacó su miembro de mi dilatado coño y volvió a meter su cabeza en mi entrepierna, en esa ocasión empezó a lamer mi ano introduciendo parte de su lengua dentro, yo empecé a temerme lo que a continuación ocurrió. “Guapa, no aprietes los dientes ahora cuando te folle el culo no vayas a morderle la polla al cornudo de tu maridito”, yo fui a apartar la boca de la polla erecta de mi esposo pero Alberto me la empujó haciendo que me llegase a la garganta, la mantuvo así un rato mientras que me dio una guantada en el culo mientras decía “no se te ocurra sacártela de la boca”. Mi marido me había pedido en más de una ocasión metérmela por el culo y yo nunca le había dejado, y ahora un extraño en su presencia comenzaba a taladrarme por ahí, me fue muy difícil no apretar los dientes para no morder el pene de mi marido, el dolor al principio de la penetración fue tremendo, pero al poco rato se disipó, Alberto le preguntó a mi esposo si él me había follado alguna vez por el culo y juan le respondió la verdad, que jamás, entonces Alberto se retiró y le dijo: “Anda cornudo, fóllate el culito de tu mujer ahora que yo se lo he estrenado y se lo he dejado bien abierto”. Mi marido sacó la polla de mi boca y se colocó detrás de mí follándome por el culo, la diferencia de tamaño era tal que casi ni sentí cuando entró; mientras Alberto se colocó frente a mi cara masturbándose y le preguntó a mi esposo ¿Dónde quieres que me corra, te importa si lo hago en su cara o prefieres que lo haga en su boca?, Juan le contestó que después de habérmela metido por el culo mejor que no me la volviera a meter en la boca. “Mira cornudo, fíjate bien en esto que te va a gustar”, dijo Alberto mientras comenzaba a correrse de forma abundante cayéndome semen por todos lados de la cara; por la boca, el pelo las mejillas y hasta dentro de un ojo, mi esposo nunca había expulsado tal cantidad de semen y que yo recordase ninguno de mis novios de jovencita tampoco, Juan comenzó a jadear corriéndose dentro de mi culo.

A los diez minutos nos despedimos de Alberto agradeciéndonos mutuamente el rato de placer que nos habíamos dado, no sin que antes mi marido le preguntase si tenía algún que otro amigo para complacerme cumpliendo otra de mis fantasías: el hacerlo con dos o tres hombres a la vez.

(9,63)