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La cabaña: encuentro de dos amantes

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Todavía no sé cómo he llegado tan fácilmente. Esto está tan apartado, tan lejos de todo, que pensé me llevaría toda una eternidad llegar hasta aquí y mis dudas tenia de no perderme por el camino.

Pero no, aquí está, justo como mil veces me la has descrito, surgiendo de entre los arboles como si al igual que ellos hubiese crecido por si sola en medio del bosque sin la menor intervención humana.

No existe ningún indicio del camino que debería conducir hasta la cabaña, imagino que la nieve caída durante la noche ha borrado cualquier rastro y de los cuatro escalones que, según dices, conducen hasta el pequeño porche solo dos son visibles.

Me detengo por un instante y miro hacia abajo, en efecto la nieve me llega prácticamente a las rodillas. Giro mi cintura para mirar hacia atrás y observo mis profundos pasos marcados en la nieve mientras una liebre blanca cruza entre arboles atravesando el camino dejado por mis pisadas si apenas marcar las suyas, parece que la gravedad nos trata de distinta forma a los dos.

Vuelvo a mirar hacia la cabaña, el único indicio de que se encuentra habitada es el humo que abandona la chimenea, las contraventanas cerradas impiden ver el menor atisbo del interior. Comienzo a recorrer los últimos metros de forma apresurada, ansioso por llegar a mi destino, mientras no dejo de sorprenderme por lo poco cansado que estoy tras la trabajosa caminata.

Tropiezo con los primeros peldaños ocultos en la nieve y solo gracias a que me sujeto a la barandilla de madera que recorre el porche evito la caída. Una vez arriba me detengo brevemente frente a la puerta, respiro un par de veces y sin pensarlo más la empujo recibiéndome el interior con una oleada de aire caliente.

-No te quedes plantado en la puerta como un tonto, vamos entra y cierra que se escapa todo el calor.

Reconocería tu voz entre mil millones. Obedezco y tras entrar cierro la puerta dejándome caer contra ella de espaldas mientras mis ojos tratan de adaptarse al cambio de la claridad exterior a la penumbra interior. Toda iluminación la proporcionan cuatro o cinco velas diseminadas por la estancia que se suman al resplandor del fuego que arde en la chimenea y justo allí, agachada frente a esta, estás tú intentando prender lo que parecen unas varas de incienso en el fuego.

Sí, eres tú. No hay duda, eres cien por cien tú y cien por cien tú es toda la cabaña y el ambiente que en ella has creado.

-¿Por qué has tardado tanto? –Peguntas mientras te levantas y colocas el humeante incienso en una especie de cenicero alargado.

-No conocía el camino.

-Claro que lo conoces, te lo he explicado un millón de veces -Me contestas mientras te giras y comienzas a caminar lentamente en mi dirección.

Tú brillo es mucho más intenso que el del fuego que arde detrás de ti. Estás preciosa, llevas puesto el camisón de tirantes con flecos que quedó grabado en mi cerebro hace tantos años y que vagamente me recuerda a la indumentaria que las indias americanas en antiguas películas del oeste. Tu pelo negro y tu piel morena terminan completando la ilusión y te conviertes ante mis ojos en la más bella nativa americana que jamás se hubiese visto en la gran pantalla.

-Sabes que me gusta mucho ese camisón que llevas puesto.

-Sí, lo sé -Contestas llegando hasta a mí y comienzas a desabrochar mi pesado abrigo mirándome fijamente a los ojos- Quítate esto, aquí estarás caliente, no lo necesitas.

Miro embelesado tus ojos negros mientras tus manos suben por mi torso abriendo la prenda, me inclino ligeramente hacia adelante para despegarme de la puerta y permitirte retirar el abrigo que cuelgas en una vieja percha de madera situada junto a la entrada sin que nuestros ojos dejen de observarse ni por un instante.

-Estás preciosa.

-Estoy mayor, los años pesan -Contestas, ahora sí, bajando la vista con timidez mientras comienzas a desabotonar mi camisa.

Llevo mi mano derecha hasta tu cara y tomándola por la barbilla, entre el pulgar y el índice, la levanto suavemente para volver a perderme en esos preciosos ojos.

-Te digo que no hay otra como tú, eres simplemente demasiado hermosa -Nuestras caras están separadas por escasos centímetros, nuestros labios casi se rozan.

Avanzo lentamente buscando tu boca, y tus voluptuosos labios se estiran ligeramente en busca de los míos para encontrarnos en un primer beso, casi casto, solo un pequeño piquito. Un piquito al que le sigue otro, y otro con mayor intensidad hasta que con el cuarto nuestros ojos se cierran y se abren nuestras bocas.

Bebo de tus labios y saboreo tu dulce lengua en un beso que podría ser eterno mientras mis manos rodean tu cuerpo para posarse sobre tu culo y tus brazos se enredan a mi cuello afianzando el beso. Un beso profundo, pero suave. Un beso sediento, pero sin ansia, con la calma de quien quiere saborear el manjar que tanto tiempo lleva esperando sin ninguna prisa, sin perderse nada, deleitándose con cada detalle.

Tras un largo minuto nuestro beso termina tal y como comenzó, poco a poco, sin prisas, nuestras lenguas se desenredan y los labios se cierran mientras se separan lentamente con pequeños besos. Nuestros ojos se abren y volvemos a perdernos el uno en el otro. Tus pupilas brillan con intensidad, como venus lo hace justo antes del amanecer, solo que tu brillo es mil veces más hermoso y en esta cabaña Venus eres tú.

-¿Sabes lo que tienes que hacer ahora? -me preguntas.

-Perfectamente- Contesto y en un gesto que se torna casi violento te levanto en volandas y cargándote camino los escasos pasos que conducen desde la puerta hasta la alfombra de suave pelo largo que hay frente a la chimenea donde te vuelvo a dejar en el suelo de forma delicada.

Vuelves a mirarme a los ojos con una dulce sonrisa, te llevas las manos a las caderas y tomando el delicioso camisoncito que llevas puesto comienzas a estirar muy lentamente de él.

Retrocedo un paso para poder contemplar como aparece, muy despacio, ante mis ojos tu delicioso cuerpo desnudo. Tus muslos se descubren lentamente dando paso a la divina aparición de un delicado pubis totalmente depilado. Enseguida le siguen tu vientre y tu ombligo mientras en mi mente ya imagino el camino de besos que en breve recorreré por tu cuerpo. Pronto aparecen tus desafiantes pechos apuntando al frente y con los pezones erectos, como si los de una niña de veinte años se tratase. Finalmente te quitas el camisón por la cabeza y llevándote las manos al pecho dejas que la prenda cuelgue tapando parte de tu cuerpo.

-Vamos, es tu turno. ¿A qué esperas? -Preguntas mirándome con gesto serio.

Tu pregunta me hace reaccionar y rápidamente comienzo a quitarme la ropa, siendo mi estilo sin duda mucho menos sensual que el tuyo. Mi camisa vuela a un lado mientras me desprendo de los zapatos, que siguen atados, empujándolos con los pies. Seguidamente suelto mi cinturón y bajo pantalones junto a calzoncillos en un mismo gesto para terminar deshaciéndome de ellos agitando los pies mientras no dejas de mirarme divertida ante mi torpeza.

-¿Piensas dejarte los calcetines? -Preguntas sonriendo mientras tus ojos se posan en mi miembro que se exhibe semierecto frente a ti.

-Eh, no, no. Claro que no.

-Anda, trae aquí. -Dejas caer delicadamente tu camisón a un lado y te arrodillas frente a mí en un movimiento grácil y fluido.

Mi sexo se encuentra a escasos centímetros de tu cara mientras tomas mis pies para retirar los calcetines con mucha más elegancia de la que yo pueda haber tenido nunca haciendo lo mismo.

-Ahora sí, ahora ya estas. Vamos ven -Me dices cogiéndome de las manos y tumbándote en la alfombra me arrastras contigo.

Me tiendo junto a ti y rápidamente busco tu boca que recibe la mía abriéndose para unirnos en un nuevo beso mientras mis manos se deslizan por tu cuerpo en busca de tus pechos. Amaso tus tetas y mis dedos juegan con tus pezones endurecidos mientras bebo de tu boca ansioso de apagar el fuego que has prendido en mi interior.

Tu mano se desliza por mi torso y baja hasta mi entrepierna, donde tomando mi endurecido sexo entre tus dedos y comienzas acariciarme de forma exquisita mientras juegas conmigo en tu boca. Muerdes mi lengua y mis labios suavemente en un combate desigual donde te muestras mucho más diestra y me haces enloquecer de puro deseo.

En un arrebato de pasión te tomo por las muñecas y haciendo uso de toda mi fuerza te inmovilizo contra la alfombra.

-Ahora quiero que te estés quieta y me dejes hacer a mí. ¿Lo harás? -Pregunto colocándome a cuatro patas sobre ti y dejando caer el peso de mi cuerpo sobre tus muñecas las aprisiono contra el suelo.

- No prometo nada -Contestas risueña.

Beso tu boca de nuevo y saboreo tus labios antes de comenzar a describir un círculo de besos por tu preciosa cara. Beso tu frente, tus mejillas y me detengo en tus orejas donde te confieso con un susurro el mucho tiempo que llevo deseando esto.

Giras tu cabeza a un lado y tras chupar levemente el lóbulo de tu oreja comienzo a bajar por el largo camino de besos que representa tu cuello. Lo beso y muerdo suavemente mientras tu piel se eriza con mis caricias.

Continúo descendiendo por tu cuerpo en busca de mi siguiente presa y ante mis ojos se presentan tus preciosas tetas que suben y bajan con tu respiración invitándome a saborearlas.

Sin un dudarlo un momento me lanzo a por ellas con la boca abierta. Las lamo, las chupo y sorbo tus pezones con avidez. Mis manos liberan tus muñecas para atrapar tus pechos y llevarlos más fácilmente hasta mi boca alternando entre uno y otro mis caricias. Pellizco tus pezones suavemente y se endurecen al máximo al tacto de mi lengua. Tus riquísimas tetas se ven todavía más espléndidas cuando finalmente mi boca las abandona dejándolas húmedas y brillantes como resultado de la saliva que ahora las cubre.

Desciendo por tu abdomen siguiendo mi ruta de besos llegando a tu ombligo que tiembla cuando mis labios dejan escapar un ligero soplo de aire sobre él mientras mis manos siguen jugando en tus pechos y mis pulgares acarician tus pezones.

Continúa mi descenso por tu vientre y justo antes de llegar a tu pubis desnudo me detengo para besar las pequeñas cicatrices que en tu piel no son otra cosa que hermosas medallas ganadas en batalla.

Finalmente llego a mi objetivo y tras besar tu lampiño pubis me separo por un momento para bajar mis manos hasta tus muslos, abrirlos y dejar ante mis ojos el espectáculo de tu sexo que se ofrece delicioso.

Me inclino hacia delante y comienzo a besar la cara interna de tus muslos subiendo hasta tu ingle deteniéndome para besar la pequeña rosa que tienes tatuada.

El aroma que percibo es delicioso, pero no procede de la flor tatuada en tu piel, sino de la mucho más hermosa flor de tu sexo cuyos pétalos invitan a ser saboreados.

Enseguida comienzo a besar tu coñito suavemente, recorriendo tu rajita y pronto mi lengua comienza deslizarse por tus labios vaginales a la vez que tu cuerpo se tensa con las primeras caricias. Mis dedos acompañan las caricias de mi lengua y recorro tu sexo con el pulgar derecho que, con una mínima presión, consigue vencer la resistencia de tus labios que pronto lo rodean invitándolo al interior de tu caliente chochito.

Estás mojada, muy mojada, mi pulgar se desliza con facilidad infinita en tu interior haciendo que escapen suspiros de tu boca. Mi lengua no puede resistir más y pronto presiono con la punta sobre los labios de tu sexo que se abren para darme acceso al manantial de tu cuerpo. Recorro tu coño con mi lengua recogiendo cada gota del dulce néctar que destilas. Lamo y chupo tu sexo con desesperación mientras ayudándome con los dedos arrastro el flujo del interior hasta mi boca en un intento por apagar mi sed.

Mi mano izquierda se posa sobre tu pubis y con mis dedos pulgar e índice separo los labios de tu sexo que ahora se encuentra totalmente abierto y expuesto para mi deleite. Tu clítoris excitado invita a ser lamido y chupado como si se tratase del caramelo más dulce que uno pueda imaginar y pronto me lanzo a por él. Lo lamo detenidamente y lo chupo intentando inútilmente arrástralo al interior de mi boca mientras mi mano derecha se hace más atrevida siendo ya tres los dedos que juegan y chapotean en el interior de tu coñito.

Comienzo a imprimir un ritmo frenético a mi lengua sobre tu clítoris a la vez que mis dedos se mueven a toda velocidad entrando y saliendo de tu empapado sexo. Llevo muchísimo tiempo esperando para saborear tu orgasmo y pienso cobrarme mi recompensa con creces. Tu cuerpo se tensa por momentos y deliciosos gemidos escapan de tu boca mientras llevas tu mano a mi cabeza y la aprietas contra tu pubis a la vez que tus labios dejan escapar con un suspiro las dos palabras que siempre quise escuchar de tu boca.

-Me corro, me corro ummmm.

Tu cuerpo se contrae y tu respiración se detiene mientras múltiples descargas recorren tu sexo apretando los dedos de mi mano como muestra de tu placer. Rápidamente retiro mi mano y pego mi boca a tu coño tanto como puedo para recibir tu delicioso orgasmo impactando en mi boca en forma de pequeños chorros de flujo vaginal que saboreo con placer. Tiemblas mientras te deshaces en mi boca haciéndome feliz y mi mano se posa sobre tu pubis ejerciendo la presión justa para acompañarte durante esos segundo en los que pierdes todo control sobre tu cuerpo a la vez que mi lengua se desliza entre tus labios vaginales llevando hasta boca todas y cada una de las gotas producto de tu placer.

Poco a poco a tu cuerpo se relaja y recuperas la respiración. Abandono tu sexo con un suave beso y situándome a horcajadas sobre ti avanzo por tu cuerpo hasta que mi cara queda a escasos centímetros de tu rostro que muestra un rubor, casi carmesí, en tus mejillas y un brillo, casi lágrimas, en tus ojos.

-¿Te ha gustado amor? -Pregunto dulcemente.

Tu respuesta, sin palabras, consiste en rodear mi cabeza con tus brazos arrastrando mi boca hasta la tuya, que la recibe abierta para fundirnos en un lúbrico beso en el que nuestras lenguas comparten el sabor de tu sexo. Tu mano baja hasta a mi sexo, que golpea tu vientre, y lo rodeas con tus dedos comprobando su dureza y mi excitación.

-Te necesito dentro -Me dices separándote solo lo justo de mi boca como para dejar que tus labios susurren las palabras.

-¿Y a qué estas esperando preciosa? -Contesto abandonando nuestro beso y retándote con una sonrisa.

Tu actitud pasa en un segundo de dominada a dominante y dándome un revolcón, al que me presto gustoso, nuestras posiciones se intercambian siendo tú quien ahora se sitúa a horcajadas sobre mi cuerpo.

Tus deliciosas tetas cuelgan frente a mí y no dudo en tomarlas con las manos y amasarlas suavemente mientras sujetas mi pene y lo restriegas entre los carnosos labios de tu empapado coñito mojando el glande que se encuentra hinchado a más no poder.

Cierras los ojos y concentrándote en lo que estás apunto de hacer colocas mi polla en la entrada de tu coño para clavártela dejando caer el peso de tu cuerpo mientras tu boca se abre y deja escapar un gemido ahogado.

-Ummm, me llenas.

-Sí, te lleno, y tú me atrapas.

Eres una perfecta amazona sentada sobre su corcel, te inclinas hacia delante y apoyas tus manos en la alfombra antes de comenzar a mover tu cintura arriba y abajo haciendo que mi verga recorra una y otra vez tu empapado sexo. Llevo mis manos hasta tu culo y atrapando ambas nalgas las aprieto a la vez que las acompaño en su movimiento de subida y bajada.

Me resulta delicioso ver tu cara de placer, un placer soñado tantas veces, mientras que tus pechos se bambolean a escasos centímetros de mi cara en forma de irresistible señuelo. Pronto pico el anzuelo y me lanzo a por ellos intentando atraparlos en mi boca, los lamo y los chupo aunque el movimiento hace que se me escapen una y otra vez.

-Me vuelves loco -Consigo mascullar- Estoy a punto de correrme.

-Sí. Lléname, quiero sentir como te derramas dentro de mí -Contestas aumentando el ritmo de tus caderas y te muerdes el labio inferior.

Sujeto con fuerza tu culo y soy yo, quien ahora, comienza a mover las caderas a toda velocidad mientras siento tu flujo resbalar por mi verga mojando mis testículos. Te inclinas hacia delante y me ofreces tu boca abierta que devoro con ansia sin dejar de penetrarte a todo ritmo. Quiero correrme, quiero vaciarme dentro de ti y no quiero demorarlo más.

Mi polla resbala en un par de ocasiones fuera de tu coño debido al exceso de ímpetu, pero rápidamente llevas tu mano hasta ella y las vuelves a guiar entre los labios de tu empapado sexo. Nuestros cuerpos entrechocan y el ruido de chapoteo se entremezcla con el de nuestros gemidos invadiendo nuestra apartada cabaña.

No puedo resistir más, siento como mi abdomen se tensa y mi respiración se detiene. Con un último puyazo me clavo dentro de ti con todas mis fuerzas y una descarga recorre mi polla con violentos chorros de semen que descargan en tu coño el cual al recibirlos se contrae y aprieta con fuerza en señal de un orgasmo compartido. Un orgasmo fuerte, un orgasmo largo. Un orgasmo durante el cual tu lengua más la mía suman solo uno. Un orgasmo en el que el interior de tu bajo vientre se convierte en un maravilloso océano en el que olas de flujo baten mi dique y se entremezclan con su simiente.

Poco a poco recobramos el control de nuestros cuerpos y tras unos minutos te separas de mí abandonando mi sexo el tuyo y arrastrando consigo un espeso chorro de semen que resbala de tu coño perdiéndose en la alfombra.

Finalmente te tumbas a mi lado y ambos tratamos de recuperar el aliento mientras la sirena de una ambulancia, que corre a toda pastilla, se cuela en nuestra cabaña arrancándonos de nuestro sueño. Las paredes de nuestra cabaña se difuminan y desaparecen en un instante mientras el reconfortante calor seco de nuestra chimenea es sustituido por la bochornosa sensación de humedad de nuestro verano.

Giro mi cabeza y ya no estás a mi lado, el semen salpica mi abdomen en lugar de llenar tu interior mientras que el flujo de tu sexo tan solo ha empapado tus sabanas, no nuestra alfombra, y mojado tus dedos y no a mi miembro. Tu voz llega hasta mí a través del auricular.

-Tengo que colgar, es muy tarde, debe estar a punto de llegar.

- Sí, es tarde. Ojalá hubieses estado aquí, ojalá hubiese sido real.

- Quien sabe, quizás algún día en nuestra cabaña. Hablamos mañana, te quiero.

- Sí, quizás algún día en nuestra cabaña, esa que está tan lejos -Pienso mientras el teléfono me apuñala con la irritante señal de llamada cortada.

FIN

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