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(27) Los amores de Ana Etxeberría

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Para los grandes males, la detective Edurne tenía grandes remedios, y en este caso era una copa de coñac en la cafetería. A estas horas de la mañana, la detective era la única presencia allí. Hasta que se unió Ana, con una sonrisa imborrable en su carita angelical.

-Volvemos al punto de origen –saludó Ana de este modo.

-¿Cómo dices? –Edurne ni se inmutó al verla.

-Aquí es donde te vi por primera vez y me enamoraste el coño.

-Me alegro por tu coño.

-Uy, ¿a qué viene ese careto? ¿Mal día o qué?

-Vete a la mierda, Ana.

-Creo que hemos empezado con mal pie tú y yo, pero podemos resolverlo en mi cama ahora mismo. Vamos, follamos, hacemos las paces y a tomar por culo las penas.

-Y Ana Etxeberría se sale con la suya, como de costumbre.

-¿Lo dudas? Yo soy aquí la dueña y señora de la facultad. Me follo a todos los rectores y decanos, y yo mando más que ellos. Edurne, mírame, yo lo consigo todo, y cuando digo todo es todo, ¿comprendes?

-¿Sigues pensando que vamos a follar?

-Por supuesto. Y va a ser ahora mismo.

-¿Y si me niego qué harás?

-Tomaré medidas.

-¿Es una amenaza?

-No, más bien un aviso, y no habrá un segundo.

-Mira, Ana, eres endiabladamente hermosa y se ve que controlas todo el cotarro en el campus, pero antes de follar contigo me corto el clítoris con unas tijeras, ¿lo pillas?

-¿Quieres hacerlo por las malas?

-Me intriga saber qué piensas hacer.

-¿Ves esto? Es mi móvil. El más moderno y sofisticado del mercado. Me lo regaló un jeque árabe por mis servicios prestados.

-Es decir, que te lo follaste.

-Vas entendiendo. Así me gusta. Este móvil tiene una tarjeta SD de gigas ilimitados y puedo tener 800 o 900 videos y no se satura. Y entre todos esos vídeos pornos y de torturas, hay uno tuyo.

-¿Mío? ¿De sexo? Vas buena. Yo nunca me he grabado con nadie practicando sexo.

-Edurne, yo no solo lo consigo todo sino que me entero de todo. Hago unas llamadas y tengo la información en bandeja.

-¿Y qué información falsa tienes de mí?

-¿Falsa? Todos tenemos un pasado, querida. Y al final sale a la luz.

-¿Como qué?

-¿Cómo te fue en tu época universitaria?

-Muy bien. Era buena estudiante.

-¿Nada más?

-No todas somos tan golfas como tú.

-Te daré una pista. Tú desnuda. Dos novatas asustadas. Y tu sodomizándolas con violencia. ¿Vas recordando?

-Qué hija de puta eres…

-Pues no has visto nada aún.

-¿Cómo has conseguido ese vídeo?

-Tengo mis contactos. Ya te digo. Lo que no sepa yo, no lo sabe nadie.

-Entiendo.

-¿Vamos a mi cama? Tengo unas ganas locas de follarte y comerte entera.

-Y si me niego difundirás ese video, ¿no?

-Solo tengo que pulsar un botón y aparecerá en todas mis redes sociales. Facebook. Twitter. Google+. Instagram. Pinterest. Son los milagros de la tecnología.

-¿Si follamos me darás el vídeo?

-Si me follas bien y das la talla sí.

-¿Y como sé que no hay copias?

-Tu misma lo borrarás de mi móvil. No tienes nada que perder. Ya no tienes placa. Hey, no pongas esa cara. ¿Creías que no lo sabía? Me parece que me subestimas demasiado.

-¿Y cómo te has enterado? No ha pasado ni una hora.

-Qué pardilla eres. Cuando me conozcas mejor irás comprendiendo.

-Joder…

-No te lamentes. Has pasado de detective a puta en menos de una hora. Es una proeza.

-Yo no soy una puta.

-Eso lo tendré que decidir yo. Ahora eres mía y me perteneces. Tengo tu vida en mis manos y todo dependerá de lo que haga tu potorro. ¿Qué me dices?

-Un coito solo.

-Querida, no estás en disposición de poner condiciones. Yo ordeno y manejo, y si te digo que me folles diez veces lo harás, ¿estamos?

-Vale.

-Mueve el culo. Tengo ya las bragas mojadas.

-Vaya, ¿te has vuelto recatada? Creía que llevar bragas era de pijas.

-¿Cómo sabes eso?

-Yo también tengo contactos –apuró la detective la copa de coñac y se bajó de la butaca.

-Es por aquí. Sigue el movimiento de mi culo. Te lo vas a comer en cinco minutos.

En efecto, el meneo de nalgas de Ana, la tuvo todo el camino hipnotizada. Edurne pensó que tendría prótesis o algo así, pero no. Era un culo natural y torneado. Edurne no le quitó ojo en todo el trayecto, incluso cuando entró en la habitación de Ana y ella se desnudaba con rapidez.

-Venga, Edurne, a despelotarse –bajó Ana las persianas y dejando como único foco de luz la lamparita de la mesita de noche.

Sin ninguna otra opción, Edurne se fue desprendiendo de la blusa, el sujetador y los vaqueros. Cuando se quedó en bragas, Ana se las arrancó de dos tironazos y la empujó sobre su cama.

-Hey, ¿qué coño haces?

Pero Ana contestó saltando sobre ella en un beso apasionado.

Al principio, la reacción de Edurne era reacia, pero el aliento mentolado de Ana y sus besos frescos la animaron. Se revolcaron en la cama como dos perras en celo. De repente Ana estaba arriba, se revolvían, y Edurne estaba arriba. El instinto animal jugó un papel muy importante. Ana hendía su boca en la de Edurne hasta que colocó las piernas para realizar unas tijeras. Ambas empezaron a gemir frotando vulva con vulva. Espatarradas las dos en la cama con las piernas entrelazadas, el clímax no tardó en llegar. Ana agilizó el roce púbico metiendo más velocidad a las caderas.

-Ahhhhh, coño… -se tumbó Edurne en la cama muerta de placer. Dejó el trabajo final a Ana y lo hizo fenomenal. Como si de una armonía vaginal se tratara, Ana se corrió y casi al unísono lo hizo Edurne. Una gritaba, se callaba, la otra gritaba, blasfemaba, y volvían a gritar juntas. Así durante dos minutos. Luego quedaron tumbadas exhaustas y sin desliar las piernas aún.

-Qué hija de puta eres, Ana. Ha sido bestial –jadeaba Edurne a falta de respiración.

-Esto no es nada, cariño. Puedo hacerlo el doble de mejor. ¿Quieres comprobarlo?

-Espera, tengo sofoco.

-Coge fuerzas mientras voy a mear. Cuando vuelva seguimos.

-Eres fantástica, Ana.

Ana se reincorporó para besarla. Esta vez Edurne no la esquivó y la devolvió el beso con pasión.

-Podría enamorarme de ti, Ana.

-Ya lo estás.

-¿Y tú qué sabes?

-Es el efecto que produzco.

-¿Por qué eres tan egocéntrica? ¿Te crees perfecta?

-Por supuesto. Nadie se puede comparar a mí. Todas las mañanas me miro al espejo y veo solo perfección y hermosura. ¿O es que miento?

-¿Nunca te equivocas?

-Soy controladora, perfeccionista y calculadora. Por eso muy pocas veces me equivoco. ¿Por qué crees que llevo 24 matrículas de honor en medicina? No me gusta fallar ni perder.

-Eres digna de estudio médico.

-De hecho, me gustaría donar mi cerebro a la ciencia cuando me muera. Seguro que dejaré a muchos perplejos.

-¿Quién coño eres?

-Conozco mi destino, cómo viviré y cómo moriré.

-¿Sabes cómo morirás?

-Así es.

-¿Y no te da miedo?

-Yo no tengo miedo de nada.

-¿Y cuál es tu destino?

-Imponer la ley a espada y fuego.

-¿Y eso qué quiere decir?

-Que seré la reina y señora de norte a sur y de oeste a este.

-¿Reina de qué?

-De las tinieblas más sombrías.

-¿Y tu rey? ¿Dónde está?

-Aquí mismo. Ahora está escuchando todo lo que decimos.

-Yo no lo veo.

-Ni él a nosotras, pero lo domina todo.

-¿Me acabo de follar a una reina de alta casta?

-Puedes decirlo así.

-Bufff, no sé porqué, pero me he puesto perraca otra vez.

-La meada puede esperar –volvió Ana a besarla.

-Creo que sí.

-¿El qué?

-Que me he enamorado de ti locamente –sonrió Edurne con ternura-. Tiene gracia. Me hundes la vida y, sin embargo, ardo de amor por ti.

-Son ironías de la vida.

-Ana.

-Dime.

-¿Me la comes entera?

-Ahora mismo, mi amor –la besó Ana y luego colocó la cara entre los muslos sudorosos de Edurne-. ¿Preparada?

-Sí, mi reina.

Ana se agarró a los muslos de Edurne y metió la lengua como una descarga de placer.

-AHHHH, COÑO… -pegó Edurne un respingo y corcovando la espalda como la curva de un tobogán.

Ana la enganchó con la boca como ella solo sabía hacerlo.

-¡¡¡Joder!!! –levantó Edurne el culo de la cama, pero Ana supo seguir ese movimiento sin sacar la lengua-. Sigue, sigue, sigueeeeeeehhhhh… -gritó hasta quedar afónica.

Ana elaboró el sexo oral con experiencia y profesionalidad.

Edurne no pudo aguantar más…

-YA YA YA YA COÑOOOOOO

… y se corrió como una yegua encelada.

Pegada al coño de Edurne como una ventosa, Ana besuqueó y acarició esa zona para acolchar el orgasmo aliviadamente.

-Ven aquí, mi amor –exigió Edurne un beso y Ana se lo dio.

-¿Te apetece algo fresco?

-¿Qué tienes?

-Lo que tú quieras.

-¿Una cerveza bien fría?

-Hecho –cogió Ana su móvil y llamó a su amiga Gabriela-. Hola, soy yo. ¿Dónde estás?... Es para que me traigas dos cervezas de la cafetería… Me importa una mierda lo que estés haciendo. Lo traes sin rechistar y punto… Sí, a la habitación. Y lo quiero en cinco minutos así que mueve el coño y hazlo… Vale… Que sí, coño, venga… -Y colgó-. Ya lo traen.

-Eres una chica increíble. No sé si amarte o repudiarte. Tratas a la gente a patadas.

-Por las buenas no se consigue nada en esta sociedad. Ya lo dijo Heinrich Himmler. Mediante la violencia te respetan y te hacen caso. Si eres generoso te toman por gilipollas, además, he estudiado a fondo el tema. La vida te enseña a ser una cabrona. La inocencia no sirve de nada.

-Wow, tienes mucha razón.

-La línea que separa la bondad de la gilipollez es muy delgada y todos la cruzamos sin darnos cuenta.

-¿Y cuál es la solución a tu entender?

-Pisotear la línea. Pisotear a todos –rió Ana con ganas-. Ahora sí voy al baño. Me meo a chorros.

Ana se disponía a bajarse de la cama, pero Edurne la besó con cariño.

-No tardes –guiñó Edurne un ojo.

-No te preocupes. Esto que asoma entre mis piernas tiene mucho que darte todavía –se bajó Ana de la cama y apestando a sudor, pero aún así se hacía más intenso su belleza y erotismo.

Edurne se recreó en su hermosura mientras se alejaba al cuarto de baño.

-Madre mía… -es lo único que pudo decir Edurne.

A causa del sudor, el cuerpo de Edurne se adhería a las sábanas, pero allí se sentía libre y desinhibida. ¿Y su hermano César Balaguer? Bah, a la mierda…

... FINAL

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