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Tocárselo a mi vecina delante de su marido

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Mi vecina Rosa es una mujer muy tierna y muy amable. Somos amigas íntimas desde el invierno pasado, desde una tarde que en la que le acaricié el coño bajo su mesa, estando junto a su marido; sin saber él que la estaba tocando en su presencia.

Rosa tiene unos 35 años, es bajita, algo rellenita y muy sexi. Es tan sensible y dulce al hablar que se me ponen los pezones duros en su presencia. Somos vecinas y, sin molestar, siempre está pendiente de ayudar a mi madre en lo que necesite en casa. Mi madre, que es bastante mayor que ella, la deja ayudar muy agradecida, porque sabe que Rosa lo hace de corazón.

Mama es para Rosa como la hermana mayor que nunca tuvo.

Un día, al llegar yo de la facultad, vi a Rosa ayudando a mi madre con el arreglo del jardín; sus piernas permanecieron abiertas en mi presencia, sin recato, al ser yo también mujer (ella no sabía de mi bisexualidad). Sus braguitas "escuetas" dejaban ver el comienzo de su abultado bollo "asomándosele" por los lados, en ese momento la deseé. Me atraía ella y también su ternura al hablarme, fue como un deseo instintivo que, en mi mente, no tenía espera. Desde ese momento la "acosé" cariñosamente, hasta hacerme más amiga de ella de lo que lo era mi propia madre.

Rosa tiene un marido que "le da a la botella", casi todas las tardes se pone medio tibio en el bar y, cuando regresa a su casa, termina "la función" con otras dos o tres cervezas sentado en su butaca.

Tras un par de tardes juntas yendo "de tiendas" a comprarnos trapitos, Rosa me invitó a merendar en su casa. Después de ese día le hice varias visitas seguidas, porque quería que me deseara; era como querer cambiarla para poder tenerla. Intentaba atraerla vistiendo muy sexi al visitarla, poniéndome las minifaldas más cortas y sexis que tenía combinándolas con mis blusas casi transparentes; intentando despertar en ella algún deseo o alguna mirada que me movieran a intentar besarla. Lo que conseguí en cambio fue despertar el deseo de "su Paco". Cuando estaba allí, Paco me miraba con descaro delante de su mujer; sin importarle mis 23 años ni la presencia de Rosa.

Tras un mes de visitas, un día, Rosa me miró con deseo tras una de mis disertaciones extensas sobre cualquier tema; le gustó mi belleza natural al agitar mis cabellos mientras hablaba. Pudo ser una ilusión solamente, pero el detector de "presas" ya se había puesto en funcionamiento dentro de en mi cabeza, ¡no por ser yo mala!, sino por ser vital.

Un día después, al llegar a su casa, me senté con ella en el sofá, estábamos solas, ella con falda por las rodillas y yo con minifalda; me pregunto:

—Margarita, antes de que venga "mi Paco"; dime por favor, ¡si no te molesta tener esa confianza conmigo! ¿Tú te tocas estando sola?, ¿te tocas tu sexo?, o no lo haces.

— ¿Y eso Rosa?, que extraño viniendo de ti; si, me toco, me toco muchas veces, algunas hasta correrme; ¿porque querías saberlo?

—Perdona mi descaro chica, pero últimamente me siento muy bien contigo y muy cercana. Margarita, me toco mucho últimamente; cosa que no había hecho nunca. Mi Paco, cuando lo hacemos, cada vez es menos cariñoso conmigo y solo me hace "un aquí te pillo..." Él no lo sabe, pero desde que es menos cariñoso ya no me corro cuando lo hacemos; y para remediarlo, después de que me penetre Paco, estando a solas, me toco hasta tener un orgasmo.

Rosa se desahogó conmigo y después de hablarme y contarme como lo hacía consigo misma, rio nerviosa; entonces le dije:

—¿Y cuál es el problema?, Rosa.

— Que no me acabo de sentir cómoda tocándome, siempre me ha gustado que Paco me llevara al orgasmo y ahora es como si sintiera que hago algo malo o pecaminoso, sin ser yo muy creyente.

—Rosa, yo, siendo más joven que tú, no tengo tabús y creo saber lo que te pasa: Cuando yo me toco me siento muy bien conmigo misma; para mí es una liberación de los deseos, tan natural como comer o lo contrario. Tu sentimiento de culpa, casi seguro, viene de una educación algo más estricta que la mía. Mi consejo es que liberes tu mente, que el sexo es tan natural como reír y cantar.

Paco entró de pronto por la puerta de la casa, interrumpiendo nuestra conversación y saludándonos a las dos.

—Buenas tardes chicas, estáis con vuestros cotilleos —dijo Paco igual de borde que de costumbre.

Después, el marido de Rosa fue a la cocina y se trajo una lata de cerveza "de medio litro", se sentó en la mesa frente a nosotras y comenzó a hablarle a Rosa:

—Rosa, esta chica es bonita y muy joven; me gusta que tengas amigas —dijo con un tono de voz "relajado" por la bebida pero sin haber llegado al punto que le gustaba a él, por lo que yo había visto otras tardes. Paco tenía unos cuarenta y cinco años, diez más que Rosa y más de veinte mayor que yo.

La mesa junto a la que nos sentábamos era una mesa redonda de las antiguas: con ropa de mesa y un brasero que parecía "un ovni"; uno de esos braseros que odia mi madre. Rosa y yo estábamos sentadas la una junto a la otra en el sofá biplaza, teniendo la tele a nuestra izquierda y, Paco estaba frente a nosotras sentado un una butaca individual; teniendo él la tele a su derecha. Mientras Paco hablaba sin parar, vimos una película muy antigua sobre la supuesta Antártida, la peli, de mala que era se hacía divertida. Rosa era la única que prestaba atención a la película, le encanta el cine antiguo aunque sea de serie B; Paco sin embargo no dejaba de decir chascarrillos idiotas mientras "devoraba" un paquete de pipas y, se metía en su gran buche el contenido de la lata de cerveza. Yo por mi parte tenía el pensamiento puesto en conseguir atraer a Rosa, mi deseo hacia ella era cada vez mayor. Estando sentadas en el sofá junto a la mesa, nuestros brazos y muslos se rozaban al calor del brasero; me dijo Paco de manera algo vulgar:

—Margarita, tú ya tienes que tener el coño negro, perdón, pelirrojo quise decir, ¡o sea!, que tendrás más de dieciocho y ya puedes beber, ¿quieres una cervecita?, que Rosa solo bebe cuando salimos a la calle y aquí no me acompaña.

—Gracias Señor, pero solo bebo Coca-Cola o agua y como yo tenga "el mismísimo" no es cosa suya; para su información tengo 23 años.

Él se levantó de un salto y al poco me trajo una lata de Coca-Cola, un vaso con hielos y un trocito de limón. A Rosa (sin haberle pedido nada ella) le trajo lo mismo que a mí. Mientras él estaba en la cocina Rosa me pidió perdón por la actitud de su marido:

—Margarita, siento la forma de hablarte de mi marido, se le nota la bebida; perdónalo.

—Ya está perdonado Rosa.

Hacía mucho frío en el mes de enero, aunque no tanto como varios años atrás. El brasero daba confort pero la estancia no acababa de calentarse del todo, por lo que nos arropamos las dos con la ropa de la mesa, casi hasta los hombros; Paco sin embargo no se arropaba, el ya llevaba el calor en el cuerpo.

Mi muslo derecho rozaba con el muslo de Rosa, Su pierna estaba muy caliente; el brasero ya había hecho mella en ella. Al rozarse nuestros muslos, ella, no solo no retiraba su muslo de mí, sino que, como sintiendo un calor de amigas "u otra cosa" lo apretaba más contra mi blanco y pecoso muslo. Mi chocho ya estaba en el punto de cocción; ese punto en el que mis labios internos se inflan de flujo sanguíneo y salen al exterior como dos medusas rosadas y, húmedas como una boca después de besar. Paco se "trincó" en poco más de media hora dos latas de esas de 50cl de cerveza, por lo menos ya no hablaba tanto, estaba como hipnotizado con la película por el efecto de las reiteradas cervezas desde que, a saber cuándo, empezara en el bar.

No quise que fuera algo intencionado, sino algo casual, por eso, bajo las enagüillas de la mesa posé mi mano derecha sobre el muslo de Rosa, pero solo por la parte más exterior de este, la que pegaba a mí. Dejaba la mano sobre su regordete y bello muslo y la retiraba para coger el vaso de Coca-Cola y beber; volviendo a ponerla sobre su tensa y cálida piel. Alcé mi mano "arrastrándola por su muslo", hasta colocarla en la parte interior del mismo, suavemente, acariciándola. Giré la cabeza para ver el rostro de Rosa y comprobé que seguía pendiente de la tele, pero con los ojos muy abiertos, no hubo ninguna mirada de reproche; como dejándome hacer.

Fui muy tierna con Rosa, mi rellenita y bella rosa, fui tan tierna como era ella. Mi mano derecha abarcaba todo su muslo izquierdo, desde su rodilla hasta su ingle. Al llegar a su rodilla la acariciaba haciendo círculos; luego ascendía para rozar con mis uñas esmaltadas la suave piel del interior de su muslo. Tras un ratito y, sin dejar de vigilar a Paco disimuladamente, introduje mi dedo índice por el filillo de sus bragas rozando sus rizos suaves y sin recortar. A los pocos minutos le acariciaba todo su sexo, "empapado como el campo tras la tormenta", tanto que mis dedos, para entonces ya se lo magreaba con tres dedos; los cuales estaban impregnados en su gelatina, muy fluida y caliente.

Miré el rostro de Rosa y vi sus labios entreabiertos y su respiración acelerada. También miraba ella con el rabillo del ojo a Paco, disimulando más si él nos miraba. Mi dedo gordo estaba dentro de su vagina, abrazado por sus grandes y carnosos labios mayores y humedecido por los pliegues internos de su sexo. Mi deseo de poseerla había sido cumplido y, al hacerlo con su marido enfrente, mi excitación se convirtió en una aventura y no me pude aguantar; en ese momento me corrí "sin ruido" soltando solo unas gotas cálidas sobre el sofá. Eso no me detuvo, seguí "la caza" y le subí a Rosa la falda hasta la cintura, poco a poco y en varios tirones; para que su marido no se diera cuenta, aunque para entonces Paco estaba casi dormido. Paco se levantó despacio y nos dijo a las dos:

—Ahora vengo chicas, que voy a mear —el siempre tan vulgar.

Mientras Paco estaba en el aseo me giré y miré a Rosa a los ojos, viendo un intenso deseo en ella; en ese momento la besé en los labios, mordiéndole el inferior, Rosa me dijo:

—¡Pero que me haces!, mi vecinita pelirroja, me has "vuelto del revés", no sabía que eras lesbiana Margarita.

—No lo soy Rosa, soy bisexual, desde siempre.

Antes de que regresara Paco le dije que levantara las piernas hasta llegar sus rodillas al filo de la mesa; en esa postura de piernas en alto, incliné mi cuerpo hacia el de ella y le saqué la bragas por los pies (de color rosa y lisas), guardándolas rápidamente en mi bolso.

Paco regresó con otra cerveza en las manos, para entonces sus ojos se cerraban y abrían por el efecto del alcohol. Mi mano, ya totalmente audaz, acariciaba su vello púbico desde el bajo vientre hasta la piel junto a su culo. Que suave era su carnoso sexo, que deseos de chupárselo, ¡tantas que no podía esperar! Miré a Paco y vi que estaba dormido y con la cabeza colgando; metí mi cabeza bajo las enagüillas sintiendo el fuerte calor del brasero en mi rostro. Yo estaba girada hacia mi lado derecho; besé su sexo muy suave, con besos tiernos, tras los cuales mi larga lengua se desplegó y arrastró sus rizos sueltos, que ya los notaba bajar por mi garganta junto con el flujo de su sexo; que tragaba con ansia...Mi deseo aumentó y comencé a darle mordisquitos en su bollo peludo y tierno. Desde "mi escondite" escuché a Paco, casi ebrio, decirle a su esposa:

—Rosa, donde cojones esta tu amiga, ¿se ha ido sin despedirse?

—No Paco, está haciendo pis, y por favor no bebas más cariño —Paco le respondió:

—Cariño es muy guapa tu amiga, ¿tú me dejarías con las dos?

—Estás de broma, ¿verdad Paco?, o estas ya borracho como siempre. Es la hija de la vecina y es muy joven y no has dejado de mirarla, es que… aagggnn.

—¡Qué te pasa Rosa!, tampoco te he dicho nada del otro mundo para "que finjas un mareo". Perdona Rosa.

—No pasa nada Paco, es que he notado como un temblor en mi cabeza, pero no ha sido nada.

Lo que le había pasado a Rosa es que se había corrido al ahondar yo con mi lengua en su vagina; girándola a la vez dentro de su coño. Al correrse soltó un chorro mayor de lo que yo hubiera visto antes; dicho chorro me empapó la boca y el mentón y una "ráfaga" se estrelló sobre el metal del brasero, el cual, al recibir el impacto de la lluvia sensual de Rosa hizo un ruido parecido a cuando se echa un filete en la barbacoa, en este caso no “el filete” se lo comía yo a Rosa con devoción.

De todo esto se hubiera dado cuenta Paco si no hubiera estado bebido, y nunca hubiera confundido un gemido de placer con un mareo; pero también es verdad que si él no hubiera estado bebido lo más seguro es que yo no me hubiera atrevido.

Mientras Paco roncaba en su butaca saqué mi cabeza del sexo de su mujer, me terminé mi Coca-Cola y, despidiéndome de Rosa me marché.

Más tarde y, estando ya con mis amigas en la discoteca, busqué mi monedero en el bolso y, por error, saqué junto a este las bragas de rosa; me dijeron mis amigas:

—¡Que!, Margarita, hoy traes "repuesto de bragas", ¿es que vienes guerrera? —qué simpáticas son.

Me vi algo tonta con sus bragas en mi bolso y al ir al aseo las eché al váter después de orinar y tiré de la cisterna.

A veces veo a Rosa mientras su marido está en la oficina, siempre con mucho cariño y ternura y siempre amándonos intensamente las dos. Rosa ha descubierto su otro yo.

(C) {Margaryt}

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