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Mari, mi vecina madurita y pechugona. 1. El ascensor

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—¡Espera Javi! ¡Espera!

Aguanté la puerta del ascensor. Era Mari, la vecina del quinto, quien avanzaba por la portería estirando del carro de la compra con una mano y con un par del bolsas en la otra.

—Vaya parece que vienes cargada hasta los topes Mari.

—Sí hijo, mañana tengo comida familiar en casa y no veas tú la que se organiza bufff —Contesto mientras yo le sujetaba las bolsas y ella entraba aparatosamente en el ascensor.

Marí es la típica vecina de toda la vida. Al igual que mis padres compró el piso recién terminada la obra y de eso hace ya como treinta años, así que la conozco de toda la vida.

—Eso está bien Mari, que los hijos y los nietos se acuerden de ti y vengan a ver a su madre.

—No creas que se acuerdan tanto, si no soy yo quien les llama para que vengan vienen de higos a brevas —Contesto mientras se cerraba la puerta del ascensor.

Mari ronda los cincuenta y cinco años Fue madre muy joven y sus dos hijos, unos diez años mayores que yo, también se casaron relativamente pronto por lo que a su edad ya contaba con cuatro nietos. Hace un par de años un infarto se llevó a Juan, su marido, quedado ella prematuramente viuda.

—Uff que calores hijo, este bochorno no hay quien lo soporte —Mari sujeto su blusa por el escote y comenzó a sacudir la prenda intentando introducir algo de aire fresco.

Físicamente Mari es una cincuentona más, no, no tiene un cuerpo espectacular gracias al gimnasio ni las tetas operadas… eso solo pasa en los relatos porno ¿No?

Mi vecina Mari es una mujer de baja estatura, no llega al metro sesenta, regordeta y eso sí, con una cara bastante agraciada. Es la típica mujer de su edad que pasa desapercibida, su único rasgo físico destacable es su abundante pecho, posiblemente un poco a consecuencia de la general abundancia de carnes en su cuerpo.

—Pues según dicen la temperatura va a seguir subiendo hasta el lunes.

Aquella era la típica e intrascendente conversación de ascensor hasta que la luz se apagó acompañada por un brusco frenazo que nos dejó atrapados entre el tercero y el cuarto.

—Joder, ¿otra vez? ¿Pero no estuvieron haciendo la semana pasada?

—En este bloque siempre igual nene.

Comencé a apretar botones intentado obtener alguna reacción, pero sin éxito.

—Joer, solo he bajado a por pan y me he dejado el móvil en casa. ¿No llevas teléfono Mari?

 —Que va hijo, mi Luis me regalo uno, pero yo soy un desastre para esas cosas, lo olvido siempre y nunca recuerdo ponerlo a recargar.

—¡Pues vaya!, a ver si con el botón de emergencia.

Presione el botón repetidamente sin obtener contestación.

—Pfff vaya mierda de ascensor.

—No te amargues Javi, seguro que no tarda mucho en darse cuenta algún vecino. Eso serán los plomos que han saltado, el ascensor esta para cambiarlo entero.

—Pues ya podía ponerse de acuerdo todo el mundo joder.

—¿En esta comunidad? ¿Estás loco?

—Sí, loco de remate, tienes razón Mari.

—Pobre, que mala suerte has tenido.

—¿Mala suerte por qué?

—Encima que te has quedado atrapado en el ascensor lo haces con una vieja gorda y fea.

—Tú no eres fea Mari, que cosas dices.

—Gracias rey, pero vieja y gorda sí ¿verdad?

—¡Que tonta eres Mari! No eres vieja, eres madurita y no estás gorda, en todo caso eres una gordibuena como se le dice ahora jeje.

—¿Una gordibuena? ¿Y eso que es? —Me pregunto con una sonrisa.

—Pues una mujer que tiene algunos quilos de más pero que le sientan muy bien, “gordibuena” que está gorda, pero esta buena —Le dije devolviendo la sonrisa, y a continuación añadí mirando al techo— Joder ¿aquí no viene nadie?

—Jajaja, que cosas tienes, ¿eso crees?

—Claro que sí Mari, tienes poderosas razones por las que cualquier hombre se fijaría en ti —Joder que tontorrona esta mujer ¿No? Pensé para mí.

—Jajaja, eso lo dices por mis dos amigas ¿vedad? —Contesto a carcajada limpia y sujetándose las tetas con ambas manos las levanto mostrando un portentoso canalillo a través del escote de su blusa.

Estaba bastante alucinado, por decir algo, jamás hubiese imaginado tener aquel tipo de conversación con mi vecina.

—Ehh, sí, sí claro.

—Jajaja, creo que tienes razón en eso. A mi Juan le gustaban muchísimo, les llamaba su tesoro jajaja… en fin. ¿Qué calor hace aquí dentro no? —dijo soltando sus tetas y volviendo a sacudir su blusa en busca de aire.

—Es que es muy pequeño esto, como tarden mucho en sacarnos vamos a sudar bastante.

—Sí hijo, sí. Menos mal que esto no es como las películas.

—¿A qué te refieres?

—Sí, como las películas. El otro día dieron una donde un chico y una chica se quedaron también atrapados en un ascensor y… bueno también hacía calor y… —Miró entonces hacia el suelo algo tímida— …y se quitaban la ropa y eso…

—¿Pero qué películas son las que ves tú Mari?

—Jajaja, que vergüenza —Contesto roja como un tomate y todavía con la mirada clavada en el suelo— No sé, hará un par de días, de madrugada, no podía dormir y cambiando de canal me salió eso en la tele y pues, por curiosidad, bueno tú ya sabes.

Vaya vaya con la Mari, pensé para mí divertido, seguro que se estuvo tocando y todo viendo la peli.

—Mari, Mari, no me tientes que me das ideas jajaja.

—Anda ya, eso sería si tuvieses aquí a una jovencita como la de la peli ji ji ji.

—Ay Mari, que poco confianza en ti misma, ya te he dicho que tienes como poco un par de razones que convencen a cualquiera.

 —¿En serio lo crees?

—Pues claro mujer.

Entonces Mari dejo de mirar al suelo para mirarme a la cara con una sonrisa de oreja a oreja y a voz de pronto me hizo una pregunta que me dejo tan descolocado que casi caigo de culo.

—¿Las quieres ver?

—Ehhh ¿Cómo?

—¿Qué si las quieres ver? ¿Te gustan o no? —Su tono de voz bajo como si alguien más, aparte de mí, pudiese estar escuchando aquello.

—Pu… pues claro —Conteste tartamudeando.

—Espera.

Mari comenzó a desabrochar botones en su blusa hasta llegar a un par por debajo de su sujetador. Aparto la blusa con la mano izquierda y con la derecha se sacó la teta izquierda de la blusa cubierta todavía por el sujetador, luego sus manos cambiaron de lado e hizo lo mismo con la teta derecha.

—Bonito sujetador Mari.

Era una prenda negra con algo de encaje y que cerraba por delante. No me hagáis decir que talla, no tengo ni idea de esas cosas, solo os puedo decir que la prenda era de un tamaño considerable ya que debía contener dos auténticos portentos de la naturaleza.

—¿Te gusta? Ya sé que no lo ve nunca nadie, pero me gusta ser coqueta con mi ropa interior.

—Sí me gusta, sí y mira tú por donde al final si te ha visto alguien jaja.

—Espera nene, que ahora viene lo bueno —Me dijo guiñándome un ojo.

Mari soltó los corchetes que cerraban su sujetador y tras caer ambas copas hacia los lados pude contemplar, con los ojos como platos, como aquellas dos tetazas caían vencidas por las leyes de la física. No eran ni mucho menos unos pechos duros y tersos, pero su enorme tamaño y su blancura hubiesen cegado al hombre más frio.

—¡JODER MARI!

—¿Te gustan? ¿Son como las imaginabas? —Pregunto alzando sus pechos desde abajo y mostrándolos orgullosa.

—¡Me encantan!

Como ya os he dicho los pechos de Mari son enormes y blancos, a través de la fina piel de sus tetas pueden apreciarse las azuladas venas que las recorren llenándolas de vida. Sus areolas grandes, ligeramente arrugadas y de color rosado se ven coronadas por unos pezones que, por tamaño, hacen honor a las tetas que los exhiben.

—Vamos, no te cortes, toca si quieres.

—¿Pu… puedo?

—Claro tonto. —Contesto sonriente.

Deje mi barra de pan sobre el carro de la compra de Mari y abriendo las manos tanto como la longitud de mis dedos permitían tome ambas tetas.

—¿Cómo se sienten? —Pregunto risueña.

—Joder, divinamente Mari. ¡Vaya unas tetazas que tienes! —Amasaba sus tetas con mis manos hundiendo los dedos en la abundante carne mientras sentía como los pezones ganaban en dureza y se apretaban contra la palma de mi mano.

—Jajaja, según mi difunto marido son, además, deliciosas.

—Estoy seguro que no le falta razón.

—Pruébalo tú mismo tonto  —Sin más tomo mi cabeza con ambas manos y llevándome hacia ella la hundió en medio de sus tetas.

Aspire fuertemente su perfume mientras movía mi cabeza a un lado a otro tratando de abrirme paso entre ellas. Retire la cabeza y abriendo la boca tanto como pude me abalance sobre una de sus tetas mientras pellizcaba el pezón de la otra con la mano.

—Parece que el nene tiene hambre, no te preocupes que la tita Mari te dará teta.

Chupaba y lamia su teta succionando el gran pezón y cubriéndola con mi saliva. Note como sus areolas se arrugaban y endurecían sus pezones mientras yo trataba de comerme aquellas tetas intentando abarcar tanto como fuera posible. Cambiaba de una teta a la otra intentando morderlas y chuparlas con desesperación y en pocos segundos quedaron brillantes y perfectamente lubricadas por mi saliva.

Mari sujeto entonces mi cabeza con un brazo apretándolo contra su pecho mientras con la otra mano cogió unas de sus tetas y me la ofreció llevando su pezón hasta mi boca.

—Shhh, tranquilo niño, tranquilo niño que la tita Mari te va a dar tu tética.

Comencé a chupar de su teta como si fuese un bebe intentado alimentarse. Aquello debía parecer ridículo a los ojos de cualquiera, pero yo estaba realmente extasiado lamiendo aquella teta.

—Que bien como me come mi niño. ¿Te gusta rey?

—Mmm sí, SÍ —Conteste sujetando la teta con mis propias manos.

—Veo que te sirves tú solo —Dijo soltando su teta.

Tras quedar libre su mano la bajo hasta la altura de mi paquete y lo tanteo con la palma.

—Vaya, parece que al final si es verdad que te gustan las tetas de esta viejecita —Deslizo su mano por la goma del chándal que llevaba puesto y apartando el calzoncillo tomo mi polla con su mano y comenzó a deslizarla arriba y abajo.

—Pff, ya te digo. Le conteste mientras mordisqueaba su pezón.

De repente la luz volvió a encenderse. Ambos nos sobresaltamos por el susto e intentamos recomponernos. Mari abrocho su sujetador y un par de botones de la blusa que quedo pegada a su pecho por la saliva con que estaba cubierto. Yo intente colocar mi polla de forma que se marcase lo menos posible en chándal.

Unos segundos después el ascensor llegaba al quinto y se abrían las puertas mientras yo todavía limpiaba la baba de mi cara con la mano.

—¿Hay alguien en el ascensor? —La voz provenía de escalera abajo y era la de Luís, el presidente de la comunidad.

—Sí estábamos Javi y yo —Contesto Mari saliendo por la puerta y terminando de alisar si ropa.

—¿Habéis estado mucho tiempo encerrados?

—No, solo cinco minutos.

—Ok, contesto Luís desde abajo. Voy a poner letrero para que no lo coja nadie y llamar a la compañía de mantenimiento no sea que se quede alguien más encerrado.

—Vale, gracias Luís —Contesto Mari asomándose por la escalera.

Mari se giró en mi dirección y mirándome a la cara pregunto en voz baja.

—¿Te esperan en casa?

—No mis padres no están en casa.

—¿Me ayudas a colocar la compra entonces? —Volvió a preguntar mirando ahora en dirección a mi paquete y mordiéndose el labio mientras esperaba mi respuesta.

—Sí, sí, claro que sí.

Sonrió y a toda prisa abrió la puerta de su casa.

—¡Vamos entra!

—Cogí carro, bolsas y resto de bártulos y en pocos segundos estaba con Mari en su casa. Desde el umbral de la puerta ella miro hacia la escalera una última vez girando la cabeza a un lado y a otro para comprobar que ningún vecino nos hubiese visto y acto seguido cerró la puerta.

Continuará.

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