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(13) Reflexiones sin bragas

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Qué mejor forma de pasar una tarde de junio que en el centro comercial Vialia, con aire-acondicionado, tiendas, wifi gratis y baretos donde comer algo. Esa era la intención de Ana Etxeberría, Ainhoa Montes y Alba Torrijos. Reunirse junto a la RENFE y a disfrutar lo máximo de lo que quedaba de día.

La primera en llegar fue Ana, con su top Nike ceñido y su tripita al aire, donde mostraba sus abdominales diarios y su piercing en el ombligo. Desprendía tanta belleza y erotismo que la gente se quedaba mirando a su paso, pero hubo tres chicos que lo hicieron con descaro; cosa que no gustó a Ana.

-¿Qué miráis, cabrones? Mirad esto mejor –expuso Ana una peineta con el dedo. Los chicos incluso retrocedieron intimidados.

Ana consultó el WhatsApp. Ainhoa avisaba de que llegaba y, en efecto, por ahí llegaba con sus vaqueros apretados y su blusita insinuante.

-Hola, zorra –la saludó Ana con un choque de culos.

-¿Llevas mucho esperando?

-No, acabo de llegar.

-¿Y Alba?

-Ni puta idea. No le entrará el tampax.

-Como se retrase la ahorco con sus bragas, te lo juro, la impuntualidad me mata.

-Y a mí.

-Avísala por WhatsApp. O viene o nos largamos sin ella.

-No.

-¿Cómo que no?

-Que no hace falta, por ahí viene.

Efectivamente, Alba se aproximaba con la elegancia y la belleza de una actriz de Hollywood.

-Joder con Alba, cómo está de rica –la vio venir Ainhoa.

-Sin ella no hay diversión. Es la más cañera que te puedas imaginar.

-Capaz soy de follármela en los baños –rió.

-Hola, putón –le dio Ana otro choque de culos.

-Siento la tardanza, pero el cabrón de mi hermano siempre está dando por culo. Me ha manchado mi minifalda y he tenido que improvisar vestuario.

-Pues esos vaqueros que llevas molan –reconoció Ainhoa.

-¿Tú crees?

-Se te marca el culo que no veas.

-Me he tenido que quitar las bragas porque se remarcan mucho.

-¿Vas sin bragas? ¡Olé tú! –le dio Ana una chocada-. Yo tampoco llevo.

-¿Y tú, Ainhoa? ¿Llevas? –se interesó Alba.

-La única forma que tienes de comprobarlo es bajándome los pantalones. Yo pongo el sitio y tú la hora, ¿te vale?

-Me vale de sobra.

Ainhoa puso el culo y Alba lo palmeó con estilo.

-¡Yeah! Somos las mejores –aulló Ana con estupor.

-¿Adónde vamos, zorras? –quiso saber Ainhoa.

-De tiendas. A ver qué basura venden –eligió Ana.

-Pues venga –tiró Alba de ellas. Juntas eran un espectáculo. No ya por la evidente belleza sino porque iban armando jaleo y alboroto.

Localizaron una tienda PRIMOR y entraron.

El de seguridad enseguida se fijó en ellas.

-Joder, mirad, chicas, una fragancia Prada de 110 euros –enseñó Ainhoa el bote.

-Mis pedos valen más y no los comercio –carcajeó Ana.

Las risas y el bullicio de las tres chicas atrajeron a varias dependientas.

-Tías, selfie con un lápiz de labios cada una –se le ocurrió a Alba.

-Yo el rojo de Loreal –cogió Ainhoa el suyo.

-Ese color es de putas –rió Ana-. Yo prefiero el negro.

-Uy, usted perdone si he ofendido su sensibilidad –aspaventó Ainhoa los brazos.

-Vete a la mierda.

Más risas.

-Yo el rosa, el color de mis pezones –comparó Alba.

Se pegaron unas a otras mientras Alba alzaba su móvil para la foto.

-A ver, una sonrisita –reía Alba.

-Ani, no me metas mano –bromeaba Ainhoa.

-Ya te gustaría a ti.

-Que se vea el pintalabios –enseñó Alba el suyo- ¿Ya? Voy.

Ainhoa puso morritos. En el caso de Ana sacó la lengua obscenamente. Alba mordió su pintalabios en plan cachondeo. La foto salió genial.

-A ver –quiso verla Alba.

Las tres se murieron de la risa viendo el selfie.

-Luego me la pasas, Alba –pidió Ana.

-Y a mí.

-Chicas –se acercó a ellas el hombre de seguridad-. Si sois tan amables de salir de la tienda os lo agradecería.

-Nos haces un favor –dijo Alba con desprecio.

-Sí, aquí solo venden mierda y cara –masculló Ana.

-Nos vamos con mucho gusto –se tocó Ainhoa la entrepierna. Las dependientas no se atrevieron ni a mirarlas por temor a enfadarlas.

-No me toques, cabrón. Ya sé dónde está la puerta –avisó Alba.

-Gracias, chicas –usó el de seguridad la amabilidad.

-¡Cómemela, PRIMOR! –gritó Ana fuera y riendo junto a sus dos amigas.

-¿Os apetece un helado? Yo invito –comentó Ainhoa.

-Vaya, ¿invitas tú? Se ve que has follado mucho hoy –rió Alba.

-Solo faltas tú, zorra –se colgó Ainhoa de su cuello riendo.

El helado combatía el calor que las tres chicas tenían y les sentó como agua fresca. Mientras veían escaparates de tiendas iban apurando cada una su helado.

-Chicas, me meo. ¿Nos vamos a los baños? –quiso Ainhoa.

-Tú lo que quieres es follarte a Alba –rió Ana.

-Claro. Primero pis y luego sexo.

-Igual Alba no quiere.

-Creo que yo también me meo –fue clara Alba entre risas.

-Pues vamos.

Casi corriendo, entraron en los servicios de mujeres. Dos chicas se encontraban en ese momento dentro. Ya, desde el pasillo, Ainhoa se fue desabrochando los vaqueros y bajándoselos. Su culo al aire hizo ver que tampoco llevaba bragas.

-Mmmmmm, ese culito travieso es mío –lo palmeó Alba.

-¿Meamos juntas?

-Venga.

Entraron en un WC sin cerrar la puerta. Ainhoa se sentó en el váter y expulsó el chorro con ganas atrasadas.

-Joder, qué gustazo… Esto es mejor que un orgasmo…

Ana reía.

-Ahora yo. Levanta el coño –ordenó Alba con los pantalones bajados.

-Espera, joder, me queda un poco dentro.

-Pues entonces come –le puso Alba el coño en la cara.

La respuesta de Ainhoa fue agarrarla de las nalgas para una mejor metida de lengua. Y así fue. Mientras Ainhoa terminaba de mear, se la devoraba a Alba.

-Mmmm… joder… mete ahí bien…

Las dos chicas decidieron irse indignadas.

-Fuera, putas –casi las empujó Ana.

En ese momento entró una abuela con su nietecita. Al ver la escena lésbica en el váter, la abuela se escandalizó.

-¿Qué coño mira, vieja chocha? A mear a otro lado –las sacó Ana a patadas. La pequeña se puso a llorar fuera en el pasillo; cosa que hizo reír a Ana.

-Ya ya ya YA YA YAAAAAAHH… -se corrió Alba a lo salvaje.

-Chicas, me aburro –avisó Ana.

-Uuuuy… bufff… coño… -quedó Alba muy satisfecha-. Gracias. Ya puedes sacar la lengua.

-Joder, Alba, me tienes cachonda –garantizó Ainhoa mientras se levantaba del váter y se ponía los vaqueros.

-Me toca, quita –se sentó en el váter y echó una gran meada.

Ainhoa la fotografió en ese momento.

-Para mi facebook.

Alba posó con una mezcla de broma y obscenidad.

-¿Habéis terminado de intercambiar meadas? Podemos ir al Burguer King y beber todo lo que queramos –barajó Ana.

-Yo me apunto, vamos –salió del baño Ainhoa.

-Alba, te esperamos en el Burguer King –también salió.

-Putas, esperadme –se levantó del váter con los vaqueros en los pies y así fuera en el pasillo-. Tías, sois unas cabronas…

Ainhoa y Ana se partieron el culo de risa viendo venir a Alba con los vaqueros aún bajados.

-¿Qué coño miráis, putas? –se enfrentó Alba a varias chicas escandalizadas.

Alba pudo subirse los pantalones y abrochárselos.

-Eres una guarra, Alba. No te has limpiado –reía Ana.

-Sois un par de cabronas –también acabó riendo Alba.

Enseguida llegaron al Burguer King. Ana examinó las mesas y encontró una sin recoger. Se apropió de dos vasos usados para beber todo lo que quisieran sin pagar una moneda.

Alba se llenó un vaso de Fanta de naranja.

Ana lo hizo de coca-cola.

-Luego voy yo –hizo ver Ainhoa. Mientras esperaba se fijó en la mirada descarada de un chico de 22 años, esperando en la cola para pedir. Ainhoa se le aproximó con cara de mala hostia.

-¿Tú qué coño me miras? –se encaró Ainhoa con él.

-¿Yo? Nada.

-Vuelve a mirarme así y te muelo a palos, cabrón.

Al instante, dos amigos del chico fueron en su ayuda.

-¿Qué pasa aquí?

-Nada, tíos –se disculpó el chico de 22 años.

-Este baboso, que me follaba con los ojos –seguía encarándose Ainhoa.

-¿Algún problema, mamones? –llegaron Ana y Alba.

-Creo que estos hijos de puta quieren hacerse los gallitos de pelea –los chuleaba Ainhoa.

-Tócanos un pelo y os denunciamos por violencia de género –avisó Alba.

-La ley está de nuestro lado, pichas flojas –se contoneaba Ana.

-No queremos problemas. Ya nos vamos.

-Es la mejor decisión de tu puta vida. ¡Largo! –llegó a empujarlos Ainhoa.

-¡Fuera de aquí, gilipollas! –le pateó Alba el culo a uno de ellos.

-Mira cómo huyen. Parecen conejos acobardados –se burlaba Ana.

-Me toca, Alba –le quitó Ainhoa el vaso y lo llenó de coca-cola.

-No bebas mucho que te inflas de gas –rió Ana.

-Tu también has bebido lo mismo, golfa.

-Pero yo soy una pedorra y lo suelto todo por el culo.

-Yo también me tiro pedos. Escucha –se tiró Ainhoa uno muy sonado.

Alba se murió de la risa.

-Eso es un pedito. ¿Quieres escuchar un pedo bueno?

-Ten cuidado, Ani, te vayas a cagar –rió Alba aún más.

Pero Ana hizo un esfuerzo rectal y soltó un pedo de cinco segundos.

Ainhoa aplaudió.

A Alba le dolía el estómago de tanta risa.

Ana puso la señal de la victoria con la mano y dándose ella misma besos.

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