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Mi novia se cogió a mi amiga

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Jennifer Capriati vivió en una de las habitaciones que mamá rento para estudiantes americanos universitarios americanos que llegan a estudiar a mi país. Sus estancias varían entre 2 a 6 meses, y fue así como un día llegó la Jennifer a mi casa.

Era una chica mona, delgada, un poco hiposa y con una libido de chica de diecinueve años, o sea más caliente que una perra en celo. Y obvio, no tardó mucho para llamar mi atención, y después me enteré que la de mi novia también. Como yo andaba con mi novia nunca le hice mucho caso a la Jennifer, obvio que sí me la jale varias veces pensando en ella, que aunque no tenía un cuerpazo su cara era una mezcla de ternura y vicio. Las cosas se empezaron a desarrollar cuando mi novia y yo nos quedábamos solos en casa por los viajes de mi mamá y cuando mi novia, entonces muy recatada, empezó a dejar la puerta abierta cada que teníamos sexo en las noches, como provocando que Jennifer nos oyera desde su habitación o simplemente nos viera cómo le metía el falo por todos los agujeros posibles a mi santa novia.

Un día empecé a percatarme de que la Jennifer se quedaba viendo demasiado fijamente a mi novia y cómo la saludaba diciéndole que se veía muy guapa ese día y cosas por el estilo. Pero el nulo inglés de mi novia y el muy escaso español de la gringa no facilitaba las cosas. Hasta que un día... me mega emborrache tanto que sólo me di cuenta de dos cosas, que entre ambas me subieron a mi cama a dormir, y que mi novia no durmió en mi cama. A la mañana siguiente me levanté y no dije nada, sólo me percaté de que, no obstante su imposibilidad de comunicarse, se veían muy contentas y se cruzaban miradas de complicidad. Y yo? "Como el chinito, nomás milando". Mi noviazgo con mi novia continuó pero era obvio que algo había entre ellas. De repente la ausencia de ambas empezaba a coincidir de manera cada vez más sospechosa hasta llegar al extremo de que dejaba de ver a mi novia por todo un fin semana, lo cual hacia poco era inaudito, en días en que la Jennifer decidía irse de fin de semana a conocer los alrededores de la ciudad de México. Sin embargo, todo se aclaró poco después durante otra larga ausencia de mi madre. Cierta noche después de haber estado fumando con ella decidí esmerarme en hacer gozar la sagrada concha de mi amada dándole unos súper lengüetazos marca acme y metiéndole la lengua simulando un pequeño falo entrando y saliendo de su cavidad tomándome y absorbiendo todos los jugos de frutas tropicales que salían a borbotones de su malévolo santo grial. Cómo la hice gozar a la pobre, su cuerpecito se estiraba y arqueaba de placer como una chiquilla poseída por un demonio, su cuerpo entero temblaba mientras me insultaba y llenaba de agravios de pura locura de placer:

- Eres un hijo de la gran puta cabron. Me estoy corriendo como perra. Por eso soy tu zorra puto, porque me coges como padrote.

Y puras de esas cosas que las chicas aúllan mientras se las hace gozar como es debido.

En fin que cuando por fin mi lengua dejó de reaccionar y quedó agarrotada por el esfuerzo realizado, me subí y me comí un rato las exquisitas y voluminosas tetas de mi amada que lucían unos pezones inusualmente erectos rogando ser succionados. Allí estuve un par de minutos alternando entre teta y teta evitando celos o competencia inútil entre ambas hasta que ya no aguanté y dirigí mi enorme, hermoso y blanco falo de dios griego hacia las fauces empapadas de mi enamorada que soltó un delicioso gemido cuando mi pene terminó de acoplarse en el fondo de su sexo después de una arremetida salvaje que me dejó viendo bizco.

Tanta lujuria me motivó a culearmela con un movimiento copular que veía a mi cuerpo arquearse desde las nalgas hasta el cuello. Hermosos los gemidos de mi amada pidiendo guerra hasta que lo sentí venir, me salí de ella, tomé mi posición de combate preferida poniendo mi fusil enfrente de su cara mientras me la jalaba violentamente, y escupí mi descarga de placer sobre la linda cara de mi novia dejando su lindo rostro, cabellera y cuello envueltos de mi blanco y espeso amor.

Viendo su lindo rostro lleno de mi, me quedé profundamente dormido. Pero no todo terminó allí, entre el amanecer y la noche abrí los ojos, tenía que ir a orinar urgentemente y me pare de la cama notando que mi chica no estaba en la cama. Se me hizo raro y después de orinar bajé a buscarla. En la sala, el comedor y el hall no estaba, la cocina y ante comedor estaban a oscuras y no había nadie, solo quedaba subir y buscarla en la biblioteca pero tampoco estaba. Sólo quedaba un lugar y era el que no quería ir a ver, el cuarto de visitas, la habitación de Jennifer Capriati. A oscuras y en completo silencio, abrí primero la primera puerta, la que conduce al baño, y todo estaba en penumbras. Di tres pasos y me coloqué enfrente de la puerta de Jennifer y la deslice suavemente hacia adelante, su puerta nunca tuvo picaporte, y la puerta se abrió dejándome ver una fotografía que sigo teniendo grabada en la mente hasta el día de hoy. Con las primeras luces de la mañana asomándose tímidamente por la ventana, yacían dos jóvenes chicas TOTALMENTE DESNUDAS con sus cabezas metidas en la concha de la otra. Se habían quedado dormidas dándose placer hasta dios sabe a qué hora. Admirando su ternura, me quedé contemplándolas un buen rato, ternura que se combinaba con la ferocidad sus cabelleras que enredados mostraban los estragos de un combate feroz entre dos hermosas chicas que se habían comido entre sí en un ritual de sexo puro en donde no podía haber ni amor ni amistad (por la falta de comunicación de dos hembras que hablaban idiomas distintos), sino sólo deseo y perversión.

Instintivamente mi mano se dirigió a mi animal, obviamente este se había firmes y con la otra me deslice el pijama hasta el suelo. Con las dos manos empapadas en saliva que deje caer, forme una concha y me empecé a masturbar ferozmente mientras los primeros rayos del sol entraban ya por la ventana dejándome totalmente expuesto. Loco de caliente, también me despoje de mi camisa quedando totalmente desnudo frente a las desnudas. Repentinamente Jennifer abrió los ojos y los dejó bien abiertos fijos en mi falo. No mostró ninguna sorpresa ni temor, incluso se acomodó mejor en la almohada para seguirme viendo. Tampoco hubo invitación ni deseo en su rostro, solo me veía dejándome hacer, como compensación por haber profanado el cuerpo de mi chica. Justo antes de venirme di tres pasos al frente y me coloqué al lado de mi chica colocando a la bestia enfrente de su carita angelical. Los borbotones no se dejaron esperar y cuatro ráfagas de esperma se fueron a alojar en la cabellera de mi novia que ni se movió de tan profundo que era su sueño.

Al medio día siguiente ambas entraron a mi habitación y mi novia me dijo:

"Queremos hablar contigo". Ese 'Queremos' me aterro pues solo podía significar una unión entre ellas.

En resumen me dijeron (mi chica en español y Jennifer en inglés) que ya llevaban tiempo lesbianizandose, básicamente tres meses, o sea desde la primera semana que Jennifer llego a mi casa. Ninguna de las dos había experimentado el lesbianismo anteriormente pero desde el dia en que se vieron la primera vez se citaron a la noche entre ellas para darle rienda suelta a la hilacha. Efectivamente, recordé que aquella vez mi chica recibió una llamada sospechosa que la dejo nerviosa y una hora después se tuvo que ir.

En conclusión me dieron un ultimátum; aunque me aclararon que entre ellas no había nada romántico que las uniera como pareja, SU SEXO ERA TAN PERO TAN BUENO, que no se iban a dejar, y que el ultimátum radicaba en que mi chica seguiría siendo mi chica pero que en el sexo iba a alternar entre Jennifer y yo. Y que si lo tomaba o lo dejaba era cuestión exclusivamente mía y que ni de milagro habría un trío o algo por el estilo. Jennifer no tenía el menor interés en mi.

Después de calibrar el asunto por un par de días me dije dispuesto a compartir a mi novia. Al final se me hizo interesante la idea de que aunque nunca habría un trío, si al menos podría disfrutar de los jugos, el sudor y la saliva de Jennifer al comerle la concha a mi chica, cosa que hacía frecuentemente cada vez que las escuchaba teniendo sexo detrás de la puerta. Y así era, una vez terminada la sesión entre ellas, mi novia regresaba conmigo, se ponía en cuclillas con mi cabeza entre sus piernas y me restregaba la concha recién usada por Jennifer en la cara. Y así yo disfrutaba del sabor de ambas y me daba una lujuria pavorosa meter la verga donde minutos antes Jennifer se había estado tallando con ahínco. Fueron meses de extrema lujuria y pasión prácticamente viviendo en trío pues mi madre regresaba para dos o tres días después volverse a ir. La cantidad de semen que vacíe en ese momento de mi vida fue realmente impresionante, eran 4 o 5 palos por día casi todos los días de la semana.

Hasta que 3 meses después Jennifer terminó su semestre de español y le llegó la hora de regresar a Nueva York. A los seis meses de haberse ido, mi chica llego con la noticia de que se iba a Nueva York con Jennifer un mes. No le dije nada y lo tomé de manera normal, ahora sabía que entre ellas no había nada en común más que el fantástico sexo que tenían juntas.

El día que la fui a despedir al aeropuerto le dije: "Qué te diviertas"

- Lo haré, fue su respuesta.

Fin de la historia.

Y por cierto, mi novia nunca regresó de Nueva York. Nunca la volví a ver.

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