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g) Davy evoluciona

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Continuación de: Óliver me confunde

Había conseguido dormir a pesar de todo y al despertar encontré a Óliver boca arriba aun dormido, tenía que darme prisa para tomar una ducha, me sentía húmedo por el sudor de la noche y aún manaba la leche que me metió por el culo.

Lo observé un instante antes de besar con dulzura sus labios, con cuidado para no despertarlo, y a pesar de todo la boca le sonreía como un pimpollo recién abierto. Resultaba muy difícil asumir lo que había sucedido esa noche y que cambiaba radicalmente nuestras vidas.

Me dirigí sigiloso hacía la puerta y entre al baño, vacié lo que quedaba dentro de mi de esa noche y me preparé, volví para vestirme. Óliver se desperezaba estirando los brazos dejándome ver sus axilas velludas, con una enorme sonrisa los alargó hacia mi en una llamada muda.

Me arrodillé a su lado en la cama sin dejarle que me tocara.

-Te amo Alonso, déjame que te de un beso.

-Solo uno, tienes que ocuparte del los chicos. -sujeté sus manos con las mías y me coloqué a horcajadas en su abdomen, baje lentamente para unir nuestros labios un segundo, para retirarme seguidamente y buscar la ropa que me podría.

-Retira las sábanas y déjalas en la lavadora para la tarde cuando la ponga. -miré el desastre que habíamos dejado en la cama.

-Me voy Óliver ocúpate de todo. -no quise volver a besarlo porque igual no me marchaba si lo hacía.

Las clases iban transcurriendo y María se sentó a mi lado, en un momento en que el profesor se entretenía con la llegada de un alumno que llegaba tarde me cogió la mano.

-Tienes que devolverme mis favores. -sonreía y estaba contenta, los ojos azules y hermosos le brillaban, y al moverse el rubio y rizado pelo le cubría parte del rostro.

-Estoy para lo que necesites muñequita. -me salió llamarla así porque realmente lo parecía.

-Faltaré a las últimas clases, mi hermano estará llegando en este momento y tengo ganas de verle. -en alguna ocasión ella o Mikel habían hablado de que estaba haciendo alguna especialización médica en Italia y en realidad no sabía mucho sobre él.

-Tendrás tus apuntes puntualmente y será como si no hubieras faltado. -dejamos de hablar al terminar el profesor de amonestar al retrasado.

Al final de la siguiente clase María desapareció y luego tomé un café con leche en el bar acompañado de Mikel.

-¿No has ido con María a recibir a tu cuñado? -respondió apretando los brazos sobre su pecho.

-A él no lo quiero tanto. Tiene suficiente con María, parecen enamorados en lugar de hermanos. -no lo decía molesto pues mostraba la mejor de su sonrisa.

-Viene para quedarse al parecer, pero María tiene que dejar las clases para recibirle. -dejaba ver la relación tan estrecha que había entre los hermanos. Mi amiga lo adoraba, ella llegó cuando él tenía nueve años y resultó el juguete de carne y hueso para un chico tan grande.

Llegué pronto a casa, ese día teníamos pocas clases, dos más después de que María se fuera. La casa estaba solitaria y seleccioné la ropa que había en el cuarto de lavado fuera de la casa, Óliver había dejado allí las sábanas testigo de nuestro delito y puse en marcha la máquina.

Leí la nota que mi padre me había dejado, sobre lo que tenía que ir preparando para la comida, él se retrasaría, tenía que pasar por la tienda y encargar la compra para el fin de semana.

Podía pensar al estar solo y no quería hacerlo, resultaba todo muy complicado. Óliver decía que me amaba y no tenía motivos para dudar, me lo había demostrado, ¿o realmente solo era sexo lo que quería?, ¿y cuáles eran mis sentimientos hacía él? Además era mi hermano, no sería fácil que los chicos y papá nos entendieran y ellos eran lo importante.

Aunque quería con todo mi corazón a los cuatro, Óliver había sido siempre especial para mi, no lo definiría como amor, lo mismo me había pasado con J.C, no hasta ahora. Me llegaban los recuerdos de la noche y no podía evitar estremecerme. Inspeccioné las habitaciones, estaba todo recogido y volví al piso inferior a seguir las instrucciones que mi padre me había dejado escritas.

No llegaba a conclusión definitiva alguna y salí a la huerta para despejarme, llegué hasta la pared que separaba la propiedad del río que aún llevaba un buen cauce, luego disminuiría hasta casi secarse al final del verano, si no se producían las lluvias torrenciales de las tormentas veraniegas, devastadoras como aquella.

Una de aquellas tormentas fue la causa de que por primera vez Noa y yo hiciéramos el amor, jugando como siempre sucede en esa edades, ella como mujer y siendo dos años mayor resultaba más espabilada.

Había estado lloviendo intermitentemente durante dos semanas y el agua comenzaba a desbordarse del río en algunos tramos, esa tarde llovía incansable sobre suelo mojado, su casa era la primera y más cercana al río, ellos tenían jardín en lugar de huerta y era mucho más pequeña.

Cuando el agua comenzaba a invadir su jardín las autoridades avisaron porque la presa, más arriba del cauce, tenía que abrir las compuertas y aliviar el contenido.

Los padres de Noa buscaron refugio para pasar la noche en la casa de J.C., ellos tenían una habitación de sobra, ella se propuso quedarse en mi casa, para jugar conmigo y mis hermanos.

Esa noche fue la única, que yo recuerde, que Óliver no dormía conmigo y lo hizo con los mellizos. Poco después de estar en la cama, era Agosto y con bastante calor a pesar de no dejar de llover, escuchaba el bramar del río y sentía miedo que nos fuera a llevar. Abracé a Noa buscando refugio y poderme dormir.

En aquel tiempo comenzaba a cuestionarme mis gustos por los chicos y chicas, y creo que aún no estaba definido, pero si muy confundido al no saber realmente lo que me gustaba, de los chicos me gustaba todo y de las chicas los pechos. Mi madre hacía poco que nos había abandonado y tenía fijación en ese punto de la anatomía femenina.

Lo que sucedió no lo esperaba. Noa metió la mano en mi calzoncillo y me cogió el pene, me asusté pero no evité que siguiera acariciándolo hasta notar como se me ponía tieso.

-Me gusta tu pene Alonso aunque es mas pequeño que el de J.C. ¿quieres metérmelo? -sabía de lo que se trataba y lo que me proponía, no esperaba que mi amiga me lo ofreciera y me quedé paralizado.

-Es fácil, no pasa nada y se está muy bien, a J.C. le gusta meterlo y a mi también. -Noa me estaba confesando inocentemente que ya había follado con nuestro común amigo de mi edad.

Ella me fue guiando en mi primera relación con una chica, nunca lo volví a hacer con otra pero si con ella y con nuestro amigo, en trío o por separado. Esos encuentros se darían en su casa o en la de J.C., en la mía había muchos ojos que miraban observando.

Aunque ella ya dominaba las cosas del amor, una vez que estuve dentro de ella y resultó fácil meterle la polla, sentía un enorme placer al tener el pene dentro de su coño caliente y húmedo, además ya tenía bastante desarrollados los pecho y verlos y acariciarlos me encantaba y volvía loco

No debí hacerlo mal y la escuchaba gimiendo debajo de mi cada vez que la polla entraba todo lo que podía en ella, mientras se la metía y sacaba lamía sus recién nacidas tetas, hasta que se contrajo apretando las piernas a mis costados y daba botes en la cama subiendo para logra que la polla le entrara hasta el fondo. Tuvo un orgasmo y otro antes de que yo me corriera sin sacarla. Resulto delicioso y para mi espectacular hasta que descubrí lo otro.

Dejé de pensar y recordar viejas historias, regresé a pasos rápidos para hacer algunos ejercicios y preparar los apuntes que había cogido para María antes de que mi padre llegara. Tenía que ser rápido, esta tarde tenía que visitar a mi cliente, Davy en el que pensaba menos al tener problemas más acuciantes que resolver.

Llegó mi padre y mientras comíamos hablamos sobre los mellizos, quería saber mi opinión sobre que quisieran pasar un mes de vacaciones con mi madre, pensaba que era una decisión suya, no mía, y simplemente le escuchaba.

-Me gustaría sabe lo que opinas. -quería que fuera yo el que decidiera y no era justo.

-Rafael y José necesitan cambiar de aire, no creo que les vaya a pasar algo malo, y sabes que no quiero oír nada sobre ellos, habla con los chicos. -me miraba con ojos críticos sin abrir la boca si no era para llevar la comida a ella.

-No soy como vosotros papá, nunca podré olvidar lo que te hizo. -no volvimos a hablar más hasta que le dije que a la tarde tenía que salir a trabajar.

Me miré en el espejo antes de bajar, aún tenía algo irritado el ano y me sonreí pensando en que mi hermanito resultaba un caballero bien armado, con una lanza larga y potente que a pesar de todo me había dejado satisfecho, sería un macho estupendo cuando aprendiera a manejarla. Me había lavado bien preparándome para mi trabajo, por si cambiaban las cosas y no eran como la otra vez que estuve con Davy. Salí a la huerta para despedirme.

-A última hora saldré para traer provisiones, no te entretengas demasiado. -y sin más salí para coger el taxi que había pedido.

Los perros estaban como la vez pasada, el pequeño juguetón, bola de algodón, tirando con los dientes de las orejas del otro. Juan estaba en la puerta y me reconoció.

-El señor tiene una visita, creo que se marchará pronto. -me llevó por el mismo ancho pasillo de aquella vez, antes de llegar al salón donde conocí a Davy se ensanchaba un poco más y tenían dos bonitos asientos decorados en papel de oro pegados a la pared.

-Si lo desea puede esperar en el jardín interior o en las terrazas. -Juan resultaba servicial, amable y encantador dentro de su seriedad.

-Esperaré aquí, ¡gracias! -me quité una pequeña mochila que llevaba y me dejé la chaqueta, aquí el frío triunfaba comparando con la calle.

Habían pasado cinco minutos y miraba el largo pasillo con cuadros de tamaño pequeño, alguno parecía antiguo y me iba a levantar para ver el detalle del más próximo cuando se abrió la puerta del salón.

Salió un chico más alto que yo, rubio de pelo largo y con caracoles, avanzó rápido con aire de enfado y pasó rápidamente a mi lado. Fue un instante el que tuve para fijarme y su cara me resultó conocida, como si le hubiera visto en alguna parte. Todo fue muy rápido y no se detuvo hasta llegar donde Juan le esperaba como si supiera que el hombre salía en ese momento.

Había dejado la puerta entreabierta y Juan hablaba con el hombre aquel, cogí la mochila del asiento y llegue a la puerta para llamar, en su lugar entré al ver la figura de Davy en pie. Sí, estaba sosteniéndose sobre sus piernas enfundadas en un pantalón corto hasta la rodilla, apoyando los nudillos de las manos en un lateral del piano y los hombros encogidos. Seguía allí la silla de ruedas a un costado y sobre la silla dos muletas de aluminio.

Notó mi presencia antes de que hablara, seguramente percibiría el olor de mi colonia y sin volverse cogió las muletas, dio la vuelta al piano y se sentó, ahora no en la silla de ruedas, habían vuelto a colocar un banco alargado y acolchado que, la otra vez, aparecía apartado, para que se sentara el interprete.

-He entrado sin avisar, lo siento. -ocultaba los ojos verdes tras una línea que formaban sus oblicuos ojos.

-No te disculpes ojos de cielo, trae una silla y siéntate, o mejor nos vamos al sol de la terraza. -Volvió a ponerse de pié y se apoyó en las muletas para comenzar a andar, le seguí por el camino que conocía, ahora lo hacía más despacio que con la silla, apoyando con cuidado los pies para avanzar.

Atravesamos el jardín interior y pude ver lo grande que era, con caminos entre los distintos grupos de jardineras y la pirámide de cristal que lo cubría del agua de lluvia, altísima y que tenía que verse desde la calle al alejarte de la casa.

En lugar de sentarse en una de las mesas como la otra vez, escogió una hamaca de columpio que miraba hacia la casa, tomó asiento y comenzó un leve movimiento columpiándose.

-Ven, siéntate a mi lado. -había espacio de sobra para tres personas y tomé asiento un poco alejado.

-¿Tú también me tienes miedo? Acércate un poco. -cuando estuve más cerca elevó la mano y me rodeó con ella la cara.

-Sí…, son tan parecidos a los suyos. -dejó caer la mano, mis pies no llegaban a tocar el suelo y me sentía mecido por el movimiento que imprimía en el balancín.

-Otra vez juntos después de tanto tiempo, puedes seguir hablándome de ti, ya he visto tus nuevos trabajos y me interesa lo particular, ya lo sabes. -tenía un aire totalmente melancólico, mirando más atrás de donde yo estaba, buscando alguna sombra del pasado.

Debajo del castaño vello que le cubría las piernas se apreciaban largas cicatrices, unas más recientes que otras.

-Para variar podrías ser tu el que hablara hoy.

-¿Pago para que me cuentes cosas y quieres que sea yo? No tengo nada importante o que te interese. -creo que me miraba divertido de mi atrevimiento.

-Te equivocas, he leído algo de ti aunque no ha sido fácil. El primer día que llegué escuchaba como tocabas el piano, de eso puedes hablarme. -puso las manos elevadas delante de mis ojos, tenía unas bellas manos de largos y afilados dedos con la uñas perfectamente recortadas, las agitó y luego las agarrotó como si fueran garfios queriendo agarrar el aire y marcando los fuertes tendones del dorso.

-¿Ves mis manos? Están muertas, ya no valen para tocar, no sirven para nada. -la voz sonaba patética encerrando un fuerte sentimiento de frustración y dolor. Las dejó caer sin fuerza sobre los muslos.

-Ahora no interpreto, destruyo la música cuando toco.

-Me gustaba lo que tocabas aquel día, a mi no parecía que estuviera mal. -se reía con ácida burla.

-¿Qué más has averiguado de mi señor fisgón? -Davy cambiaba continuamente, tan pronto lo sentía cercano como en otros momentos ponzoñoso y desagradable.

-Que vas a comenzar a impartir clases en el Conservatorio y a patrocinar a niños sin recursos.

-No te equivoques ojos de cielo, son mis abuelos maternos los que quieren que haga algo bueno por una vez en mi vida, y no ven mejor forma de gastar su dinero.

Davy tenía algo en el pecho, un corazón grande que no quería que se viera, lo notaba en su forma de hablar y su pretensión de quitarse méritos.

-Qué harás este verano.

-Trabajar, no puedo dejar de hacerlo, pero tendré menos labores y vacaciones en el estudio. -me miraba curioso queriendo indagar leyéndome la mente. Se quedó callado un momento.

-Ven de viaje conmigo, tengo que volver para ver si son capaces de terminar de arreglarme, vamos a Estados Unidos y luego a Norfolk, podrás conocer a los que pretenden hacer de su nieto un hombre mejor.

-Aunque quisiera no puedo, tengo que ganarme la vida.

-Hablaré con tus jefes, eso se puede arreglar. -hablaba mientras yo negaba con la cabeza. y se detuvo dubitativo.

-Lo entiendo, no es fácil soportarme y contigo he sido un grosero desde el principio. -sentí un impulso que no me explico y abracé el pecho de Davy rodeándole con mis brazos.

-No es por eso Davy, ahora me gustas, no eres como el primer día, pero tu no entiendes que lo que hago es mi trabajo y la forma de ganarme la vida, también me gusta y… -me interrumpió colocando una mano sobre mis labios.

-Hace tres años que no estoy con un chico en la cama, no se como reaccionaré pero me gustaría intentarlo si no te importa. -me coloqué arrodillado para estar a la altura de su cabeza y se la abracé, giro la cabeza para mirarme y me fui acercando con lentitud a su boca hasta que uní mi labios a los suyos.

En un principio se quedó rígido y se los acaricié con los míos, moviéndolos con lentitud hasta que empezó a responderme abriendo la boca.

Davy comenzaba a besarme cada vez mejor y me abrazaba contra el pecho cogiéndome la cintura, pasó a meterme la lengua y se la chupaba pasándole la mía, bajé la mano a la entrepierna, tenía una singular y poderosa erección.

-Es posible Davy, lo vamos a hacer y todo saldrá bien. -gemía sin poderse contener ahogando los suspiros sobre mis labios.

-Vamos a una habitación Davy, guíame dentro. -le costaba separarse de mi y tampoco era el lugar para montárnoslo estado él impedido.

-Se recolocó la polla que ya le había dejado una mancha de precum en el pantalón y cogió las muletas.

-Vamos, sígueme. -llegamos al jardín interior y se desvió por otro de los pasillos, allí podría perderme con suma facilidad, hasta detenerse ante una puerta de las que había, ahora permitía que le ayudara y esperó a que fuera yo el que le diera paso.

Aquel dormitorio era enorme, como todo lo de aquella casa, Davy avanzó hasta la cama y se encaramó en ella con bastante facilidad, se dejó caer de espaldas y luego levantó las piernas para subirlas, sus dedos andaban rápido tirando del polo que llevaba sin lograr sacarlo por la cabeza.

-Déjame que sea yo Davy, permíteme. -cedió y fui subiéndole la ropa descubriendo el abdomen y el pecho. El ejercicio que se obliga a hacer lo mantenía duro y fibrado, con el abdomen marcado partiéndole verticalmente en dos, se lo saqué y al caerle la cabeza bajé para besarle la boca y acariciarle el pecho mientras me apretaba sin dejarme mover.

-Ojos de cielo…

-Sí…

-Continua por favor…

Me dejó suelto y aproveche para quitarme la ropa quedándome desnudo y me volví a tender a su lado.

-Quiero tocarte. -monté su abdomen y dirigí la mano hacia atrás para entrar por la cintura del pantalón y tocarle la verga que estaba dura y caliente, me incliné para que llegara a mis pechos y pudiera acariciarlos como deseaba.

-Esto es mejor que verte en la pantalla. -sus suaves pellizcos en mis pezones me excitaban y tiraba la cabeza hacía atrás suspirando alejándome de sus manos.

Rápidamente lo descabalgué y le quité los pantalones y el bóxer que llevaba, su verga era regular en toda su longitud, excepto el glande que era más gordo sobresaliendo del resto, excesivamente larga, había visto muchas pollas y aquella era la mayor que había encontrado, del grosor ideal que me encantaba y morena casi negra.

Los testículos le pendían entre las piernas abiertas, estas las había visto en la terraza cubiertas de vello castaño oscuro, en el pecho y abdomen no tenía vello alguno, solo en el ombligo con una delgada línea hasta llegar al pubis donde tampoco resultaba abundante.

Davy, con nueve años más que yo, resultaba un hombre perfecto y definido a pesar de sus problemas de movilidad, un hombre macho, macho en toda la extensión de la palabra.

El pene le brincaba por la excitación soltando un hilo de precum que escurría por el derecho tallo, me incliné para comenzar a comerme aquel soberbio pedazo de caliente carne, con las primeras lamidas Davy gemía como si se estuviera corriendo y movía las caderas para que me lo comiera y enterrara en la boca.

Lo fui metiendo poco a poco pero él saltaba insertándolo más y más en mi boca sin que yo lo rechazara, aunque tenía pequeñas arcadas que me obligaban a sacar baba de lo profundo de la garganta.

No aguantó mucho las caricias de mi boca y se tensó describiendo una curva el abdomen elevando las caderas. Me llenaba la boca con sucesivas descargas de semen, expelido con fuerza que tenía que dejar salir para que las siguientes se estrellaran en mi paladar, la saqué para seguirle masturbando y no dejaban de salir regueros de esperma que le llegaban hasta el pecho.

Me moví para estar a su lado tumbado, sin dejar de acariciar aquel capricho de la naturaleza, se fue recuperando y me pasaba la mano por la cabeza enredando los dedos en el pelo.

-Me gustas Davy, ahora si que me caes bien. -me forzó para mirarle y acercándose me besó los labios con una ternura increíble no esperada de él.

-También tu me gustas ojos de cielo, pero tu no has disfrutado y nunca he dejado a un chico insatisfecho, ponte bien para que yo te la chupe.

-No, no es necesario.

-Obedece. -y me coloqué con la pelvis cerca de su boca, y tenía razón porque mamaba de maravilla chupando como un león, y no había olvidado como hacer gozar un pene.

Después me pidió que me colocara sobre él con la verga en la boca y que de esa forma le follara, y unos minutos después era yo el que me vaciaba sin que me dejara apartarme, comiéndose la leche que le iba entregando entre temblores y que tragaba para no ahogarse.

Descansamos unos minutos sin dejar de acariciarnos. No pensaba que tuviera tantas ganas y me equivocaba.

-Puedo metértela. -era sublime como me lo rogaba y me eché a reír.

-Soy todo tuyo, ¿puedo ir un momento al baño? -me señalo con la mano donde estaba la puerta y me encaminé rápido para no hacerle esperar, tenía la verga otra dura y dispuesta para el próximo asalto.

Saqué de la mochila una crema y me la apliqué en el ano metiendo los dedos, dudaba que su verga cupiera en mi recto y había que probarlo, recogí una toallita y la humedecí en agua templada.

Davy me miraba hacer en silencio, sujeté la polla con la mano y pasé el paño caliente para limpiarle los restos de la corrida descomunal que tuvo.

La dejé en el suelo y le monté cabalgándole el abdomen, luego me incliné para darle un beso en la boca.

-Voy a probar, intentaré que me entre toda, tu polla es muy larga. -entonces me abrazó con fuerza llenándome la cara de besos.

Me subí flexionando las rodillas hasta situar la punta del pene en la entrada del ano y comencé a dejarme caer, ya he dicho que su grosor era el ideal para mi y sin mayor problema comencé a penetrarme con su verga, hacia el final sentía cierta molestia y después de inspirar aire me senté de golpe perdiéndose todo su trozo en mi vientre.

Soltamos un grito los dos a un tiempo, por la sorpresa más que nada, me tiré hacía atrás el cuerpo para que mi ano se hiciera a su invasor y Davy colocó una mano en mi abdomen, pasándola a lo largo de su verga que se notaba bajo mi piel.

-Es…, esto es…

-Tu verga, sí. -me incliné y parte de ella salió, me incliné más para lamerle la oreja.

-Puedes hacerlo Davy, tú puedes. -vaya si podía, me atacaba el culo con ferocidad y sin enterrarla entera, resultaba más sabroso para podernos mover y gozar de nuestro apareamiento.

En el momento en que empezó a vaciarse dentro de mi, suspiraba sin cesar.

-¡Álex! ¡Oh Álex! Me corro vida mía. -forcé a mi culo a que lo oprimiera dándole placer al máximo.

Davy estaba haciendo el amor a Álex, Óliver me lo estaba haciendo a mi, cada uno buscaba en sus recuerdos a quien quería tener en aquel momento subliminal y delicioso.

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