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Desafío de galaxias (capitulo 37)

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Con la tregua firmada la calma en los frentes era total, aun así, no se bajaba la guardia y los contingentes estaban siempre alerta. Desoyendo las recomendaciones en contra de Marión y todo el estado mayor, Marisol se presentó en Ikoma Tome. Sabía que su presencia levantaría la moral de las fuerzas de Opx y Loewen, y ni siquiera el presidente Fiakro la había podido convencer. Anahis la acompañaba, junto a su asistente y un destacamento de elite se encargaba de su protección. A causa de los términos de la tregua, el Fénix no pudo acercarse a Ikoma Tome y la última parte de viaje se hizo en un transbordador, eso si, fuertemente armado y protegido por varias escuadrillas de interceptores. La nave aterrizó en una explanada donde varios escuadrones de infantería rindieron honores.

—Si me hubieras avisado con más tiempo te habría preparado una fiesta que te cagas, —dijo Opx cuando Marisol descendió por la rampa fundiéndose en un fraternal abrazo—. Que ganas tenía de verte, han sido demasiados meses.

—Yo también he echado de menos tus bobadas, —respondió Marisol dándole tres o cuatro sonoros besos, como buena española.

—¿Y para mí no hay besos? —preguntó Loewen con una amplia sonrisa.

—Pues claro que sí.

—Si es posible sin sonido, —bromeó Loewen estrechándola entre sus brazos.

—Eso no es posible, —dijo Marisol besándola también mientras Opx achuchaba a Anahis.

—¡Eh! A ver que haces con mi chica, —bromeó Marisol mientras Anahis abrazaba a Loewen.

—¡Uy mi amor! Ya sabes que yo no soy peligroso… con ella, claro.

—¿Y donde está Leinex?

—Como he supuesto que querrás visitar el acuartelamiento, y confraternizar con la tropa, —contestó Opx sonriendo— ¡sí!, eso que todos te dicen que no hagas y que tú no haces ni puto caso, está ultimando la visita… turística. Ahora viene.

—¡Vale! Tengo ganas de darle dos besos.

—¡Eh, eh, eh! A ver que vas a hacer con mi chico.

—¡Uy mi amor! Ya sabes que yo no soy peligrosa… con él, claro, —todos rieron. Marisol se puso seria y paso revista a la tropa de honores, incluso departió con algunas caras conocidas. Cuando finalizaba la revista, Leinex se unió a ellos e inmediatamente se abrazó con Marisol, de la que recibió su ración de sonoros besos, y con Anahis. Durante dos o tres horas visitaron el acuartelamiento, anduvo entre las tiendas de campaña manchándose las botas de barro, entró en ellas y departió con los soldados, bebió los chupitos que la ofrecían, canto con ellos, y acaricio a los heridos que quedaban en el hospital de campaña.

Finalizada la vista, llegaron al comedor principal donde cenaron en compañía de varios cientos de soldados, con los que siguió departiendo, y después, se retiraron a una salita donde siguieron hablando.

—Ahora que lo pienso, —empezó a decir Marisol mientras llenaba unos vasos con orujo español de una botella que había traído de España— todos nos hemos emparejado menos tú Loewen.

—¡Eh!, a mí déjame tranquila que yo estoy muy bien como estoy, y no tengo que aguantar los ronquidos de nadie.

—¡Joder cariño que yo no ronco! —exclamó Opx — y te aseguro que Leinex tampoco.

—Vale, pero ninguno de los dos se va a meter en mi cama, —dijo Loewen— ¿O me equivoco?

—Mujer, no te equivocas, pero…

—No vamos a seguir con este tema, —afirmó Loewen poniéndose seria— os recuerdo que soy una monja.

—Y yo, —dijo Opx provocando las risas de todos.

—Y Marión, —dijo también Anahis— y está emparejada.

—No es el mismo caso, —volvió a afirmar Loewen— Marión tenía que haber renovado los votos en Konark cuando perdió su monasterio, y no lo hizo, —y señalando con el dedo a Opx añadió—: y tú tampoco los has renovado, en cambio, yo, sí.

—Bueno, vale… monja, dejemos el tema, —dijo Marisol riendo.

—¡Cuidado que te gusta enredar! —exclamó Loewen frunciendo el ceño de broma.

—¿A mí? Para nada, —dijo Marisol con cara inocente.

—Bueno, ¿cómo está la situación por ahí fuera? —preguntó Opx cambiando de tema definitivamente.

—Digamos que… en equilibrio inestable, —respondió Marisol— estamos a la espera de que el enemigo nos embista en cualquier momento.

—¿Cree mi señora que respetaran la tregua? —preguntó Leinex.

—Tanto como nosotros…

—¿A que te refieres? —preguntó Opx con interés— ¿qué estás maquinando?

—Nada, nada, las cartas ya están echadas y todo está en marcha. El República sigue su camino. Si ellos han aceptado la tregua es para parar las operaciones en Magallanes, principalmente las operaciones de ataque nuclear a sus núcleos urbanos, porque de lo otro no tienen ni puta idea, aunque ya lo han detectado.

—¿Los ataques han parado? —preguntó Loewen.

—Si, si, todo se ha paralizado en Magallanes salvo el República que sigue la misión, eso si, mucho más sigilosamente.

—Mejor, entiendo la necesidad de hacerlo y estoy de acuerdo, —admitió Loewen— pero se me revuelven las entrañas solo de pensar que estamos matando a miles de millones de civiles indefensos.

—Pues a mí no, ya no, —afirmo Marisol—. Al principio si me remordía la conciencia, pero esos civiles cometen atrocidades con los kedar, si quieres te los enumero.

—No es necesario Marisol, —dijo Loewen cogiendo su mano con una sonrisa— ya te he dicho que lo entiendo y lo apoyo.

—Perdóname Loewen pero creo que el odio me envenena.

—Lo que no entiendo mi señora es el tema de la tregua, —dijo Leinex— ¿Cómo surgió?

—Yo no tengo nada que ver en esto, —respondió Marisol— es más, no quería está tregua, pero el presidente tiene su guerra particular en el Parlamento de Edyrme y sus rivales impusieron la negociación.

—Que asco de políticos, —afirmo Leinex.

—Si, pero todos no son iguales, —intervino Anahis— como el presidente o mi padre.

—Lo sé, lo sé, no te enfades, pero es que…

—Si no me enfado.

—Hay que tener en cuenta, que en buena medida, estamos donde estamos gracias a él, —intervino Marisol.

—Y a ti, —afirmo Opx.

—No empieces nene, —dijo Marisol mirandole—. Tenemos que ayudar al presidente todo lo que podamos. La única condición que le puse, es que el ejército no participara en las conversaciones, por eso, la seguridad de los delegados la ha llevado la Policía Federal.

—Entonces no hay más que hablar, —dijo Loewen— ¿y la evacuación como va?

—Viento en popa, —afirmó Anahis— después de que Marisol fuera al 73, a Zavhan 5, y zarandeara a los de Galaxy Green, eso si, muy educadamente, —la observación desató las carcajadas de los demás— la cosa se agilizó enormemente, mucho más desde que utilizamos la nave incautada con las cápsulas criogénicas. En cada viaje pasamos a más de dos millones de kedar y los de G. G. están al borde del infarto. Por cierto, que la nave ahora se llama Exodus.

—¿Exodus? ¿Qué nombre es ese? —preguntó Opx con cara de extrañeza.

—Tiene que ver con una antigua historia de la Tierra, —respondió Marisol— de gente que viajó buscando un nuevo hogar, un lugar donde establecerse, —hizo una pausa y los miró fijamente—. Quiero que estéis preparados para un posible ataque enemigo.

—No te preocupes, lo estamos, —afirmó Loewen.

—¿Qué ocurre? ¿Esperas algo nena? —preguntó Opx.

—El República está a dos semanas del objetivo, —reveló Marisol bajando la voz—. A más tardar, dentro de veinte días, el portal enemigo estará cerrado… si todo sale bien.

—Cuándo cerremos su portal, se van a cabrear que te cagas, —afirmó Opx— aunque los de Magallanes se van a cabrear mucho más.

—Si, allí la cosa se va a poner muy jodida, —dijo Anahis—. La flota de Bertil tiene que regresar cagando hostias para ayudar a proteger el portal hasta que terminemos de evacuar a todos.

—¿Y con el República que va a pasar? —preguntó Loewen.

—Si diera tiempo, lo desmantelaríamos y lo pasaríamos a este lado: no tengo que deciros lo bien que nos vendría aquí, —respondió Marisol— pero siendo realistas, el asunto está chungo. Desgraciadamente, habrá que destruirlo.

—Aunque no se destruyera, no sabrían que hacer con él una vez cerrado nuestro portal, —dijo Leinex,

—Recuerda que los bulban viajaron de su galaxia a Magallanes en un viaje de doscientos y pico años con todo su pueblo hibernado. No tengo ganas de que dentro de tres siglos, aparezca el República al frente de una flota de invasión.

—¿Y cuándo cerremos los portales, que les impide abrir otro?

—Nosotros, nosotros lo impediremos, —afirmó Marisol con convicción—. Según los ingenieros, los bulban necesitaran un mínimo de dos años, seguramente más, para construir de nuevo el complejo y generar otro portal. Ese es el tiempo que tenemos para limpiar el 26, después, ya sabemos cómo cerrarlo.

—Con un “regalito” —dijo Opx riendo.

—¡Exacto!

—¡Pues va a costar Dios y ayuda limpiar el 26! —afirmó Loewen—. Pero primero los tenemos que echar del 25, y sabemos que se han fortificado en Trumzely Prime.

—Lo que me lleva a otro tema, —dijo Marisol—. Los ingenieros de Rulas 3 han desarrollado una nueva arma: torpedos de gravitón MARK-5.

—¡Torpedos de gravitón! —exclamó Opx— ¿Qué cojones es eso?

—El torpedo, cuándo explosiona, crea una singularidad gravitacional que atrae lo que está en su cercanía.

—¿Cómo un agujero negro?

—Si, pero limitado y temporal. Os he traído dos…

—¿Dos? —la interrumpió Opx con guasa— ¡Que derroche de medios!

—¡No seas bobo! Tenemos material para construir diez y esos dos son los primeros. Es extremadamente laborioso construirlos y hay varios componentes muy raros y difíciles de encontrar, producir y sintetizar; de hecho, uno de ellos solo lo hay en Magallanes. Pensad muy bien como los vais a utilizar.

—¿Y exactamente como funciona?

—Crea un vórtice magnético de tal intensidad que atrae todo lo que este, o entre, en un radio de cincuenta kilómetros, y dura unas dos horas. La atracción es tan descomunal y potente, que las naves se aplastaran unas con otras, se apelmazaran.

—Tus amigos de Rulas 3, desde que confiaste en ellos para lo de los Deltas, no dejan de dar sorpresas agradables, —dijo Opx.

—Los contratos militares les han venido muy bien, estaban en las últimas, y además, han sabido desarrollar su propia tecnología. En I+D están a tope. el MARK-5 es enteramente suyo.

—Estos nuevos torpedos, pueden ser ideales para atacar sus formaciones cerradas, —a Loewen se la veía encantada—. Se van a cagar por la pata abajo.

—Eso creo yo, —afirmó Marisol riendo—. Lo hemos montado en un torpedo inteligente que puede calcular rutas hasta un objetivo.

—¿Cuándo los recibimos?

—En una semana. También vendrán varios ingenieros de Rulas 3 para informar de las especificaciones.

—¿Entonces os vais pasado mañana como estaba previsto?

—Si, si, quiero ir al Sector 73, —respondió Marisol—. Tengo que pasar la mano por el lomo a los de Galaxy Green. Como ha dicho antes Anahis, están de los nervios.

—Además, las cifras de refugiados se están disparando, —dijo Anahis— están saliendo kedars hasta de debajo de las piedras, cuándo la noticia de la evacuación se ha propagado, y algunos llegan es un estado lamentable.

—Si, hemos tenido que reforzar considerablemente los equipos médicos que ya tenemos allí, —añadió Marisol

—Lo comprendo, —dijo Loewen— pero es una lastima, a los chicos les mola que estés con ellos.

—¡Coño, y a mí! Pero no puede ser.

La conversación fue derivando hacia temas más ligeros y, finalmente, un par de horas después se retiraron a sus aposentos.

El acuartelamiento principal en Ikoma Tome, como el resto, era un gran complejo prefabricado donde estaban las instalaciones comunales, entorno al que se distribuían, perfectamente alineadas, miles de tiendas de campaña donde se alojaban los soldados. Aunque la habían ofrecido prepararla un alojamiento en el complejo principal, Marisol reuso, no quería recibir un trato de favor. Anahis y ella, ocuparon una tienda junto a los baños comunitarios.

—Hace mucho tiempo que no dormía en una tienda de campaña, —comento Marisol—. No sé, me siento rara.

—Cuándo estabas en el Tercio de la milicia lo hacías, —dijo Anahis mientras se quitaba la ropa para meterse en su camastro.

—Si, pero no es lo mismo, además, tenemos que dormir separadas, —dijo Marisol enfurruñada.

—¡Qué exagerada! Si estoy a medio metro, —exclamó Anahis riendo—. Todavía no tenemos camastros militares de matrimonio.

—Pues apúntate que es un asunto que hay que solucionar, —Marisol la atrajo hacia ella mientras la acariciaba la cola.

—¡No vas a dormir en mi camastro! —la advirtió Anahis—. Si no duermes bien, mañana estarás insoportable.

—¡Que no, nena, que no! Que estaré bien.

—¡Si, ya! A tu camastro, vamos ¡y sin rechistar!

—¡Joder con la sargentona!

—¡Ah! Y hazte a la idea de que mañana nos duchamos con todos los oficiales del estado mayor.

—Me da igual, mientras me enjabones tú la espalda… y yo a ti.

—Pero que boba eres. ¡Anda! Vamos a mear.

—¿Me vas a dejar limpiarte el chochito? —Anahis se quedó con la boca abierta.

—¡Pero serás… cochina!

—¡Joder mi amor, que te hago cosas peores!

—Pero no en público. ¡Anda, a mear y a tu catre!

—¡Joder tía!, si me hubiera enrollado con un tío no tendría estos problemas, ellos siempre están dispuestos.

—¡Pues no sé a que esperas! ¡Hala, corre! Que aquí tienes tíos salidos de sobra para elegir, —salto Anahis visiblemente ofendida.

—¡Coño, que era broma!

—¡Pues no me gustan esas bromas!

—¡Joder tía!

—Ahora sí que vas a dormir en el catre, y hasta que se me pase el cabreo.

—¡Joder!

(10,00)