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Elena...

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Pues si, lo típico, cena de navidad de la empresa, en este caso coincidiendo con la fiesta de celebración de 10 años, empleados, familias, clientes, proveedores...

Nunca me había fijado especialmente en Elena, menuda, clásica en el vestir, medida en sus maneras, con ese hilillo de voz que no pegaba con el carácter comercial de su cometido, siempre con el pelo recogido, la ropa amplia, el zapato plano...

Mi amigo XXXXX al que endosé el catering de la fiesta y que conoce mis preferencias perfectamente me había preparado una mesa especial de sushi (eso para los demás) en la que había colocado casi expresamente para mi una fuente de ostras (essso si era para mi) de la que no me separaba desde que llegué al evento. Además, un atento camarero no hacía más que abrirme piezas que bien regadas de limón pasaban rápidamente por mi gaznate.

- "Hola Julio...", sonó a mi espalda ese hilillo de voz que me resultó familiar y... mira por donde si, era ella, Elena, aunque una Elena algo diferente cuando me di la vuelta... el pelo suelto, media melena rubita, una sonrisa amplia, más ampliada aun por ese rojo fuego que cubría sus labios, un cuello larguíssssimo, blanco, casi impoluto, y unos hombros menudos pero igual de impolutos... y ya no me dio tiempo a mirar más, un par de besos, un saludo, las gracias por haber venido... "que sitio tan bonito...", y un, "...te presento a mi marido"

Un señor alto, clasicon, no viejuno pero... para la edad en la que ubicaba a Elena, algo alejado de la de ella. Nos saludamos cortésmente y... un gesto significativo del Director Financiero asomó por encima de su hombro lo que me obligó a excusarme y volver a las obligaciones típicas de mi sexo y condición, abandonado, muy a mi pesar... ese lugar privilegiado al lado de la fuente de ostras.

Suelo ser un tipo de prontos, no de prontos exagerados en las maneras, más bien de... cosas como esa de pasar mil veces por una calle y jamás percatarme que hay una zapatería y un día, de pronto, pararme en su escaparate y descubrir piezas de lo más interesante y, eso si, a partir de ahí… pararme todos los días.

Pasé buena parte de la tarde-noche mirando a Elena, mirando como se iba desenvolviendo en la fiesta, como empezaba a animarse charlando con el resto del personal de la compañía, como... entiendo que fruto del vino y las copas, su rostro iba cambiando de semblante y su cuerpo perdía rigidez y comenzaba a ganar en vaporosidad, al contrario que el de su marido... al que se le caían los hombros... las gafas sobre la nariz y sus movimientos se volvían menos seguros. Tuve la oportunidad entonces de terminar de verla, llevaba un vestido con los hombros al aire, ceñido en la cintura y sueltecito hacia las piernas, tipo blusón romano, que adivinaba un cuerpo menos soso que el que siempre había imaginado, una cintura estrecha, unas caderas bien proporcionadas, unas piernas firmes, delgadas pero no huesudas, bien torneada y ese cuello larguísimo y blanquísimo que por detrás, terminaba a la altura del omóplato donde comenzaba el vestido y por donde ya no podía seguir su estela.

A eso de las diez... pegado como buena parte de la fiesta, y después de estrechar más manos y besar más caras que un político en campaña, a la mesa de ostras... ya empecé a imaginarla desnuda, la visualizaba en mi mente así, tal como estaba, charlando con tal o cual, bailoteando en la pista, pero desnuda. Estudiando cada movimiento de su cuerpo y cada pliegue de su ropa dibujé perfectamente su figura, sus pechos ni grandes ni pequeños pero firmes, rotundos, con un pezón pequeño y puntiagudo; y si, qué descubrimiento!!! un culo respingón que al bailar casi se separaba de su cuerpo, redondito, perfecto para esa figura… mi absoluta… perdición.

Yo no había bebido mucho, entre el ansia por las ostras y tanta charla con los invitados, casi no había pasado de las cervezas, pero entre esos juegos mentales con el cuerpo de Elena y el efecto afrodisiaco de las ostras, mi cuerpo empezó también a reaccionar y… casi sin poder (sin querer) evitarlo mi sexo, mi polla, empezó a crecer en una erección… de esas que te devuelven el ánimo de ser hombre,… y en ese preciso instante… ZASSS note su mirada sobre mí, casi contraigo el cuerpo… pero no, en vez de eso, mantuve mis ojos sobre los suyos en unos instantes que parecieron horas hasta que en un giro acompasando el baile… sus ojos se perdieron tras su cuerpo.

Me acerqué entonces al grupo, unos bailaban, otros charlaban, pero casi inconscientemente todos se iban acercando como atraídos por un centro de gravedad que coincidía con el centro de la pista. Allí el baile era más frenético y los cuerpos se rozaban y golpeaban a menudo. Pronto estuve a la altura de Elena que bailaba junto a otras chicas de mi oficina, y no pasó mucho tiempo hasta que nuestros cuerpos empezaron a encontrarse… primero sutilmente, después de forma más evidente. De pronto, entre canción y canción… note como su cuerpo se pegaba al mío, su culo encajaba perfectamente sobre mi polla que seguía erecta y colocada verticalmente sobre lo que podía de mi pantalón. Era inevitable que lo notara, era inevitable que notara mi polla dura como una piedra en la raja de su culo y yo casi podía notar la piel diferenciando perfectamente la braga minúscula que lo recorría.

Se me erizaron todos los pelos de mi nuca, un escalofrío la recorrió desde su base hasta casi mi coronilla, fue algo más que un instante… lo se, como dice Fito, un suspiro que duró... una eternidad. Otro de esos cuerpos que danzaban frenéticos por alrededor vino a separarla de mi, invitándola a otros saltos frenéticos y nuestros cuerpos se separaron. Me quedé unos instantes noqueado, hasta que unos clientes vinieron a despedirse y me sacaron de aquella bacanal de baile.

No volvimos a cruzar miradas, aunque yo buscaba sus ojos e imaginaba que ella, asincronamente, buscaba los mios, hasta que a eso de la 1 de la mañana un estruendo ahogado llamó mi atención. El marido de Elena, con una trompa como un piano se acababa de tragar dos sillas, una mesa, una bandeja de jamón y varios vasos semivacios. Nos costó levantarlo a los dos fornidos caballeros que acudimos en su ayuda, se disculpó aludiendo a su falta de costumbre con el champán y rápidamente apareció ella para despedirse y dar por concluida la fiesta, agarrando a su marido pero sin acritud, con una mirada comprensiva.

- “¿y cómo vais a volver a casa?”, le pregunté; sabía que ella no conducía y que él no estaba en condiciones y que un taxi hasta esos pueblos dormitorios de lejos/cerca del centro de la ciudad, a esas horas, iba a costar un potosí.

- “Pues… no se…“, en su cara no había duda, esbozaba una sonrisa entiendo que en parte por el efecto de la bebida, en parte porque algo de gracia le hacia la situación, casi diría que era más una invitación que yo, caballerosamente… acepté.

- “Venga, que os llevo yo¡¡”

- “la fiesta está a punto de terminar y con tanto saludo y tantas ostras.., no creo ni que dé positivo en un control”.

Giró la cabeza, clavó sus ojos en los míos y sonó... ”gracias, eres un sol”.

Aun cuando la noche era fresca, la temperatura en el coche se acercaba a la del sol, su marido dormido, echado en el asiento de atrás, ella en el del copiloto, el vestido revuelto por el frenesí del baile, ya nada estaba donde había empezado la noche, sus pies descalzos sobre el salpicadero, las piernas entreabiertas, sus rodillas al aire y el vestido sobre sus muslos… mi erección que había vuelto y sus manos acariciando sus brazos… fue ella quien comenzó la conversación

- “Mi marido es un amor, es como un niño grande, siempre ha sido así y eso me gusta”

Su mano derecha se deslizó entonces desde su cabeza, en la que había alborotado el pelo, a su cuello que recorrió lentamente y después sobre su pecho izquierdo, posándola en esa zona en la que comienza el seno, pero que deja el dedo anular justo encima de un pezón que rápidamente noté duro y señalado debajo de la fina capa del vestido y de ese sujetador fino que seguramente llevaba. Por el efecto de ese movimiento, el vestido, libre de freno en esa pierna, se deslizó unos centímetros más, los suficientes para dejar al aire la parte interior del muslo, suave, dulce, terso… y mil cosas más que pensé al observar la escena.

- “Siempre he sido una chica buena, modosita, como mi marido, no como tú, que pareces un malote, un golfo despiadado, tan rudo en la vida real como en los negocios…”

Tras un instante… una risa fresca, liberadora de la situación de tensión que vivía a la vista de aquella imagen tan erótica y sensual, salió de mi ser y mientras tomaba aire para contestar, intentando que aquel microsegundo fuera eterno, como cuando lo tienes en el chat y puedes pensar exactamente lo que decir, para no equivocar el tiro, antes de que pudiera articular palabra…

- “Es ahí, esa es mi casa”.

Un casoplón en una urbanización exclusiva, dos buenos sueldos de hormiguitas dan para mucho, dos plantas… que recorro hasta dejar al chico bueno en su cama no sin algún que otro tropiezo.

Misión cumplida, le dije mientras bajábamos las escaleras hacia el primer piso, o eso pensaba ya que sus tacones quedaron arriba al final de la escalera y con sus pies desnudos solo podía intuir que me seguía de cerca. De pronto, al final de la escalera, noté sus brazos rodear mi cuello, su cabeza posarse sobre mis hombros, inclinarse hacia mi oreja derecha y susurrar:

- “De eso nada, ahora tienes que follarme o la misión no estará completada”.

Podía notar sus pezones pequeños y puntiagudos sobre mi espalda… podía notar su vulva apretando mi espalda, podía notar su respiración fuerte sobre mi cuello, y… por supuesto, su mano entrando por debajo de mi camisa para buscar mi pecho y después mi pezón derecho con el que jugó y pellizcó durante un instante. ¡¡¡Estaba llegando al mismo paraíso y aún sabía que lo mejor… estaba por llegar!!!

Me volví mientras ella regaba mi cuello de besos y lametazos, notaba su lengua húmeda, suave y caliente sobre mi nuca, luego sobre mi mejilla y por fin sobre mi propia boca, en la que se encontró con la mía en un éxtasis de frenéticos movimientos que pasaban de los besos puramente labios con labios a… esa sensación increíble cuando las superficies de ambas lenguas se encuentran y deslizan una sobre otra.

Mis manos, en un principio nerviosas, sin saber muy bien dónde dirigirse, encontraron rápidamente un camino, primero, en su nuca, acariciando por entre la melena su cabeza, después… sobre los hombros para deslizar el vestido hacia la cintura y dejar al aire sus pechos. Inevitablemente y casi con su consentimiento… mi boca buscó desesperada sus pezones, lamiendo desde el cuello hasta sus pechos; justo cuando encontré ese pezón duro, pequeño y puntiagudo sentí otro escalofrío, estaba disfrutando de esa fantasía que me había acompañado toda la noche. No pude resistirme y lo mordí con cierta fuerza… ella agarró mi pelo y soltó un gemido, pero no de dolor… noté perfectamente su placer… como apretaba mi cabeza sobre él, como la desplazaba después hacia el otro pezón, como una orden para que también tuviera lo suyo.

Mis manos para entonces, aprovechando el escalón de altura, ya habían desplazado el vestido hasta fuera de su cuerpo y acariciaban los cachetes de su culo, increíble, más suave que el terciopelo pero terso, firme, balanceándose suavemente mientras me derretía sobre sus pechos.

Sin dejar de agarrarme del pelo, incluso con cierta violencia, saltó sobre mi, a horcajadas, y nuestras bocas volvieron a encontrarse, y nuestras lenguas a recorrerse. Acerté a ver la puerta abierta del salón y un sofá donde nos dirigimos convertidos en uno solo.

Al llegar al sofá la solté, la dejé caer sobre sus cojines mullidos y mientras me deleitaba con esa visión, ese cuerpo menudo pero rotundo, solo con sus bragas que aún vestían su sexo, me deshice de la chaqueta y… casi me arranqué la camisa. Ella se revolvía en el sofá, acariciando su pelo con una mano y sus pechos con la otra, como aplacando el dolor de mis mordiscos sobre sus pezones. Rápidamente se incorporó, y sentada sobre sus rodillas se acercó a mis pantalones. Ahora si, ahora era ella la que estaba ansiosa, sus manos torpes no atinaban a desabrochar el cinturón, el botón del pantalón… pero… una vez tuvo a su alcance mi polla completamente dura, como hacía años que no la sentía, sentí otro de los mayores placeres de esa noche… ver cómo la miró, cómo sus ojos la ansiaban, cómo la acarició solo un par de veces y cómo la atrajo hasta su boca…

Chupaba mi polla como una náufraga que no ha comido nada en días y de pronto encuentra algo delicioso que llevarse a la boca, notaba su calor, su lengua suave acariciando mi glande, y sus manos acompasando un movimiento que me llevaba al éxtasis.

- “Nunca me había comido una polla y… la tuya me encanta”

Dijo separando su cabeza un momento para mirarme a los ojos, justo lo justo para volver a introducirla en su boca y seguir ahora, además de mamarla, succionando y acariciando mis huevos con las manos a la vez. Mi excitación era tal que me abandoné a mis instintos y comencé a follar su boca, a penetrarla cada vez un poco más, con movimientos hacia delante y hacia atrás, hasta que noté que dejaba de succionar y mi polla se deslizaba más suave y más profunda gracias a esas babas prearcada que empezaban a inundar su boca. A punto de correrme… saqué mi polla de su boca, ella me lanzó una mirada lasciva mientras se limpiaba con el brazo y me dijo

- “Diosssss, que gusto¡¡¡”

- “Tampoco me han comido nunca el coño”

Se recostó sobre el sillón y mientras decía esto último deslizó sus manos hasta las caderas y se deshizo rápidamente de las bragas. No podía dejar de magrearme la polla, estaba a punto de reventar, separó sus piernas, dejando un tobillo sobre el respaldo del sofá y el otro descansando en el borde del sillón, dejando al descubierto un coño delicado, depilado, con unos labios definidos donde resaltaba claramente un clítoris duro y puntiagudo…

Me deshice del resto de ropa que me quedaba entre los tobillos y hundí mi lengua, toda mi boca, sobre su coño, primero rozando su clítoris, dedicándole lo mejor de mi lengua pero también recorriendo de abajo arriba para saborear sus jugos, abundantes, cálidos, con un sabor que se asemejaban, que superaban el de aquellas ostras de la fiesta de las que me había atiborrado. Ella buscó mis manos y las llevó hasta sus pechos, buscó mis dedos y los llevó hasta los pezones y… erizando todo el cuerpo me invitó de nuevo a pellizcarlos mientras saboreaba todos los pliegues de su coño.

- No puedo más, tengo que follarte¡¡¡

le grité, le supliqué casi, para que me permitiera abandonar con mi lengua su coño caliente, sabía que no podría resistirlo, que me correría en cuanto mi polla entrara en ese coño tan rico, tan caliente, que adivinaba tan apretadito, pero no podía esperar más.

Me abalancé sobre su cuerpo, me detuve un instante para que mi polla se acomodara, para no embestirla, ella deslizó su mano, agarró mi polla y la situó justo sobre su clítoris… se acarició un instante, la colocó en el sitio preciso y volvió a agarrar mi pelo de nuevo, era la señal,  no pude evitarlo…  tras una entrada suave, sentí su calor, su suavidad en esa estrechez que hacía que no solo mi capullo, la polla entera, notara cada pliegue de su interior, hasta que nuestros cuerpos, siendo uno, se tocaron completamente y un gemido de placer escapó de su garganta.

Dejé de ser sutil, solo quería follarla, embestirla, empotrarla, sentir mi polla dentro de su cuerpo, hasta deseaba correrme, sin dilación, aunque inconscientemente intentara aguantar mi excitación. Sus jadeos y gemidos fueron subiendo de tono, de intensidad, su cuerpo acompasaba mis propios movimientos y nuestras pelvis chocaban mientras notaba como sus jugos chorreaban entre embestida y embestida.

Ya no podía más… estaba a punto de correrme... noté esa sensación de punto de no retorno en la que sabes que lo mejor es abandonarse, no luchar contra el orgasmo, sus jadeos cesaron, su cuerpo paró en seco sus vaivenes, se arqueó completamente casi levantándome a mí… empujando mi polla a lo más profundo de su coño… donde noté un calor más intenso aún, sus piernas empezaron a temblar, luego su cuerpo entero, y… de pronto una explosión recorrió el mío. Un torrente de semen salió de mi polla inundándome de un placer inimaginable, un espasmo grandioso que coincidió con el suyo, gritamos, gritamos sin precaución, los dos, llevados por unos espasmos que parecían eternos, ella clavando sus uñas sobre mi espalda… yo agarrando su culo y sus caderas.

Caímos rendidos… exhaustos, mi cuerpo sobre el de ella… mi polla aún en su sexo... podía notar aún espasmos pequeños, contracciones que terminaban de apurar las gotas de semen que aún podían quedar en mí. Fueron unos instantes… De absoluta paz… maravillosos, sus manos acariciaban mi espalda, las mías su pelo, su cara, su cuello y… ahora si, nuestros labios sellaron ese instante pero con suavidad, con dulzura.

- Me quedo con más ganas de tí, aunque hoy no podría volver a follar. Quiero mantener esta sensación, quiero recordarla siempre.

Volví a besarla, mientras separaba nuestros cuerpos levemente, solo para volver a acomodarnos en el sofá que había sido sostén de esa tremenda follada… Nos miramos, levantamos la cabeza para comprobar que nuestros gritos ahogados (y sin ahogar) no hubieran tenido ningún efecto en el plácido sueño de su marido y… nos reímos, una risa fresca de complicidad.

En mi coche, a la vuelta, recordando lo que había pasado, recordando no cuando estaba follandome a Elena como un loco, cuando comía su coño saboreando las mieles de su sexo, sino cuando la veía en la fiesta, cuando la imaginaba desnuda, cuando la imaginaba a cuatro patas, ofreciéndose para mí... ante esa visión, ante esa nueva perspectiva… tuve que parar en la cuneta y volver a correrme mientras me pajeaba soñando con penetrar… ahora su culo.

Pero esa… es otra historia.

Fin.

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