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Cristina (2)

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...Y como yo no soy nadie, voy a contarles el resto de la historia.

Cristina, estaba en la piscina, en su chalet, echada en una hamaca con un bikini azul de Calzedonia y unas gafas de sol Dior Homme. Mariola, llegó con un mono corto rojo y unas zapatillas de deporte rojas. Al verla, a Cristina, se le iluminó la cara, y al llegar a su lado, le dijo:

-Tenía muchas ganas de volver a hablar contigo, Mariola.

Mariola, se sentó en una hamaca, al lado de Cristina.

-Por tu cara de felicidad deduzco que ya sabes lo que es tener un orgasmo.

-¡Sí! ¡Es algo maravilloso!

Mariola, miró a los ojos a Cristina, y le dijo:

-La verdad es que me hubiese encantado ver como tenías tu primer orgasmo, pero era muy peligroso... para ti.

-¿Por qué? -le preguntó Cristina, extrañada.

-Porque soy muy golosa... Me gusta comer lo prohibido.

-¿Y eso que tiene que ver con que me vieras tener mi primer orgasmo?

-Que me gusta comer almejitas y...

-Y a mí el chocolate, pero no le veo la relación.

Mariola, mirando para las tetas de Cristina, le dijo:

-Si quisiera seducirte, bueno, quiero, pero la llevo clara.

-Estás equivocada. Vas bien, pero irías mejor si no te anduvieras por las ramas.

-Pues dejaré de andar por las ramas. Si llego a ver cómo te masturbas, no te ibas a correr con los dedos.

Cristina, seguía en su mundo.

-Si no acabé corriendo, Mariola. ¡Acabé espatarrada! Espatarrada y media muerta de placer,

-Correrse es tener un orgasmo, Cristina

-¡¿Sí?! ¿Y si no tenía el orgasmo con los dedos, con que lo iba a tener?

-No tires de mí que te lo digo.

Cristina, se sentó en la hamaca y se puso mimosita.

-Lo quiero saber, y quiero tener un orgasmo de esa manera.

-Vale, te lo diré. Te haría correr con mi lengua.

-¡Lo sabía! Cuando me besas con lengua me excito tanto que lo podría tener. ¡Claro que lo podría tener!

-Joder, joder, joder,

-¿Qué?

-Que con tu ingenuidad me estás poniendo como una moto.

-Lo siento, no quería ofenderte.

Mariola, bajó la cabeza, sonrío, la miró y le dijo.

-Tu inocencia te hace única. ¿Qué voy a hacer contigo?

-Mi padre y mi madre no están en casa. Bésame, Mariola, bésame hasta que llegue al orgasmo.

Mariola, ya se lanzó a la aventura. Se dieron un beso largo, muy largo. Las dos se iban mojando, a medida que entrelazaban sus lenguas. Cuando Mariola, separó los labios de los de Cristina, Cristina, le preguntó:

-¿Por qué paras?

-Porque este no es el sitio adecuado. Podría llegar tu padre.

-Por mi padre no te preocupes. Volvería a sacar el pene y se lo sacudiría.

-¡¿Qué acabas de decir?!

-Que volvería a sacar el pene y se lo sacudiría. Ayer vi como lo sacudía mirando cómo me masturbaba.

-¡Joooooder con papaíto! ¿Cómo tenía la polla?

-¿Qué polla?

-El pene, el falo, la verga.

-Gorda, gorda y larga. ¿Sabes que deseé cuando lo vi?

-No, sorpréndeme.

-Que entrara en la habitación y me besara.

-Si entra te iba a besar, sí, el culo.

-El culo es para otra cosa.

.-Pues mira tú, a mí me gustaría que me lo besara y que me lamiera el chocho.

-¿Qué es el chocho?

-Para los hombres un bombón, para las mujeres un pastelito.

-Esas son metáforas, pero ¿qué es un chocho?

Algo que si tu padre entra en tu habitación, te rompe.

Cristina, ahora, pensó en verde.

-¿Mi cosita?

-¡Línea! Continuamos para bingo.

-No creo que mi padre me hiciera eso.

-A veces gusta.

-¿A ti te gustaría que mi padre te rompiera la cosita?

-Alguna vez tiene que ser.

La curiosidad empezó a invadir a Cristina

-¿Qué es lo que más les gusta a los hombres que les hagan?

-Que les chupen la polla. A mi me gusta chuparla, pero me gusta más comerla.

Mariola, le hablara de comer almejas, pero Cristina, entendió otra cosa.

-Jesús, Jesús, Jesús. Pobre del hombre que se acueste contigo. Al primer mordisco sale pitando. -Mariola, rompió a reír- Encima te ríes.

Mariola cambió de tema.

-¿Sabes qué? Si tuviera el bañador puesto me bañaba en tu piscina.

Cristina, quitó el bikini y las gafas de sol. y le dijo

-¿Quién necesita bañador?

Mariola, vio aquellas tetazas, con sus areolas rosaditas, con sus grandes pezones, el rubio vello púbico y aquella pequeña rajita y la boca se le hizo agua.

Mariola, se desnudó. Cristina vio aquellas pequeñas tetitas, con sus pequeñas areolas negras. Con sus pequeños pezones, el negro vello púbico y la pequeña rajita, y un escalofrío recorrió su espalda.

Se tiraron de cabeza al agua... bucearon por la piscina... Se besaron bajo el agua...Se besaron al borde de la piscina, y allí le dijo Mariola a Cristina:

-¿Quieres aprender a chupar una polla?

-Tú no tienes pene.

-Pero tengo un PC.

-Vamos, vamos a mi habitación.

Salieron de la piscina, desnudas y cogidas de la mano, se fueron para la habitación de Cristina.

Ya en la habitación, tumbadas boca abajo sobre la cama, Mariola, encendió el PC, y tecleó: COMO HACER UNA BUENA MAMADA. Pinchó, y puso el video en marcha.

Mariola, ya la había visto, pero Cristina, al ver a la joven chupar la polla, exclamó:

-¡Es cómo la de mi papá! ¿Cómo se llama lo que está haciendo la chica?

-Felación o mamada. Fíjate bien como lo hace la chica. Algún día tendrás que hacerlo.

-¿Mamaste alguna polla, Mariola?

-Dos, de niñatos, que al acabar, si te he visto no me acuerdo.

No volvieron a hablar hasta que acabaron los 6 minutos de video.

-¡Los hombres echan leche! -dijo Cristina, sorprendida, cuando el tipo se corrió.

-Y con ella dejan a las mujeres preñadas.

-Estoy caliente y mojada. ¿Y tú, Mariola?

-Caliente como una brasa y empapada. ¿Quieres que juegue contigo?

-No, no me gusta que jueguen conmigo.

-Jugar... ¿Quieres que te haga llegar al orgasmo?

-Sí. Lo deseo más que nada en este mundo.

Mariola, con un dedo recorrió la espina dorsal de Cristina, que sonriendo, la miraba, La besó en los labios, sin lengua. Se incorporó. Abrió las piernas de Cristina. Se arrodilló entre ellas. Apoyó las manos en la cama. La besó en el cuello. Después, muy muy despacito, fue acariciando su espalda con sus tetitas y pasando su lengua y besando su espina dorsal. Llegó a las nalgas, las colmó de besos, lametones y palmaditas. Besó sus muslos, y cuando pasó su lengua por la rajita de Cristina, Mariola escuchó el gemido más sensual que había escuchado en su vida, y al oírlo, de su pequeño chochito, salieron unas gotitas de flujo.

Mariola, le dio la vuelta a Cristina, que estaba colorada como una grana.

-¿Te gusta lo que te hago, Cristina?

-¡¿Qué si me gusta?! He estado en el cielo sin llegar al orgasmo.

Se quedaron mirando a los ojos. Sus labios se fueron acercando, y cuando se encontraron, se dieron un beso largo, largo y dulce, muy dulce. Del beso, Mariola, pasó a acariciar las tetas de Cristina, unas tetas duras y con sus grandes pezones erectos. Se las chupó, se las lamió y se las mamó. No eran las primeras tetas que comía Mariola, pero como aquellas no había comido ningunas. No se pudo aguantar más. Se sentó sobre la pierna izquierda de Cristina. Frotó su empapado chochito contra ella. Los roces de su clítoris contra la sedosa pierna, enseguida dieron sus frutos.

-Me voy a correr, Cristina -musitó Mariola.

-Sera bonito ver tu cara cuando tengas el orgasmo.

No fue bonito, fue precioso ver a Mariola con los ojos cerrados. Ver sus convulsiones, y ver su bello rostro descompuesto por el placer. Fue tan hermoso, que si Cristina, tuviese experiencia, con lo caliente que estaba, se hubiese tocado y se hubiese corrido con la amiga, pero como no la tenía. Se deshizo en gemidos.

Mariola, cuando acabó de correrse, besó a Cristina, y aún con la voz entrecortada. Le preguntó:

-¿Preparada para tener el orgasmo de tu vida?

-Más que preparada.

-Cierra los ojos y disfruta.

Le dio otro beso, sin lengua esta vez. Le chupó un pezón. Le chupó el otro, sin tocarle las tetas. Le besó el ombligo. Metió su cabeza entre las piernas de la amiga. Pasó su lengua por su empapado chochito, y ya no hizo falta que hiciera nada más. Cristina, se aferró con las dos manos a las sábanas de la cama, y dijo, mientras levantaba la pelvis y echaba cuatro chorros de flujo en la cara de Mariola:

-¡Te quiero! ¡¡Te quiero!! Te, te, te, te... ¡¡¡Ooooooooooh!!!

Se corrió con una fuerza brutal. Parecía que la estaban electrocutando. Sus gemidos volvieron a poner a cien a Mariola, que lamió aquel chochito como si fuera el manjar más delicioso de la tierra.

Al acabar de tener Cristina, aquella impresionante corrida, y mientras se besaban, sintieron llegar el coche del padre de Cristina.

El susto fue gordo.

-¡Tu padre! -exclamo Mariola.

-¡Y tu ropa la dejaste en la piscina!

Fin de la segunda parte.

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