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Almudena, una brutal violación (3/3)

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Entonces el joven ayudante del frutero se lanzó, saltando sobre su víctima. Apartó el pie de Almudena, apoyándolo en su hombro y empezó a comerle el coño con una avidez insaciable. Parecía no importarle la gran cantidad de semen de viejo que rezumaba de su concha enrojecida y mancillada. José pegó sus labios a la vagina de la chica de ojos color miel y metió su lengua en lo más profundo que pudo en su raja. El joven ayudante tragaba con deleite el esperma de Vicente y los jugos vaginales de Almudena, y parecía que aquella mezcla explosiva de sabores provocaba que su erección se fuera endureciendo por segundos.

Vicente continuó masajeándose la polla con el pie que tenía agarrado. Esperó a terminar su cigarro, mientras José le comía el coño a Almudena. La chica se había quedado completamente rígida. Le ardía el coño por las brutales embestidas del viejo, le palpitaba de dolor, pero aun así podía sentir el cálido cosquilleo placentero de la lengua de ese tipo desconocido y silencioso en su almeja. Estaba empezando a gustarle, y ella empezaba a odiarse mucho por ello. La mujer apretó los labios y permaneció en silencio, intentando no dar síntomas de la excitación que estaba sintiendo.

“Eh, amigo, déjame disfrutar un poco a mí también” le dijo Vicente a José.

El ayudante alzó el rostro, sacando su lengua del interior del coño de Almudena. El viejo entonces se reclinó hacia la muchacha, le agarró con fuerza de los pechos y la obligó a levantar el torso, tirando de sus pezones. Así Almudena, que seguía con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, quedó ahora tumbada boca abajo, tenía la boca pegada al cipote del anciano, quien le dijo, restregándole la punta del capullo, sucia de su esperma y de los jugos de ella por la cara, la nariz y los labios:

“Abre la boquita y lame este caramelo, puta.”

Almudena ya no tenía fuerzas para discutir nada. Se limitó a abrir sus delicados labios y empezó a mamar con desagrado esa polla que seguía apestando a viejo y a sucio. José se tumbó detrás de la muchacha, le abrió bien las piernas y empezó de nuevo con lo que estaba haciendo, pero esta vez no solo se dedicó a comerle el coño con toda su pasión encendida, además también le metió la lengua profundamente en su culo de niña buena y se lo humedeció. Pronto volvió a meter su sinhueso dentro de la raja del coño de Almudena, y jugueteaba con sus manos, metiéndole varios dedos indistintamente en su culo y en su coño. Ella sentía un fuerte cosquilleo por ahí abajo, el dolor ya había dado paso al puro placer. De vez en cuando se le escapaba algún movimiento de cadera, empujando más su vagina contra la cara del violador mudo, que delataba su alto grado de excitación.

El viejo frutero, sin darse cuenta de nada, disfrutaba de la chupada que su hermosa vecina le estaba haciendo. Ella sabía por experiencia lo brutos que podían comportarse con ella, y prefería evitarse el mal trago, lamiendo con todas sus ganas aquel jugoso pedazo de carne dura que tenía entre los labios. Vicente habría dejado que la puta de su vecina le mamara hasta el final otra vez, pero no se marcharía de allí sin probar su culo, así que cuando sintió su larga polla bien dura y lista para la acción, apartó a la bella Almudena de su rabo de un bofetón en la mejilla. La chica se encogió de miedo.

“Vas a tener que ayudarme con esto, José. Ponla de pie” le dijo el viejo frutero a su ayudante, mientras él mismo también se levantaba.

José sacó sus dedos del culo de Almudena y su lengua del coño de la chica y se alzó, levantando a la chica muy fácilmente, sujetándola por los codos. Vicente le indicó por señas a su joven ayudante qué era lo que quería que hiciera, para que la chica no estuviera prevenida.

“¡Ahora!” dijo el frutero.

El muchacho por delante y el viejo por detrás, alzaron a Almudena por los aires y la obligaron a empalarse el enorme pollón del chico en su coño lleno de jugos y esperma. Aunque intentara evitarlo, ella estaba maniatada y exhausta, y los dos asaltantes eran más fuertes. José la levantó por la cintura y Vicente le abrió las piernas, obligándola a que abrazara con ellas el cuerpo del violador que tenía la polla más grande y que le acababa de meter en el coño.

“¡HHhhhhHhHhhmmmm…!” la chica, que sabía que no debía gritar, apretó con fuerza los labios.

Pero tener esa polla gigantesca llenándole por completo el coño no era lo peor. El viejo frutero quería meterle su polla por el culo, y ahora tal como estaba situada, el violador pervertido tenía a su plena disposición aquella zona virginal de su anatomía.

Vicente se acercó a la chica por la espalda, se sujetó el rabo y lo apoyó en la entrada posterior de la muchacha.

“¡Nooo…! ¡¡ESO NO!! ¡Por favor!” suplicó la chica con las pocas fuerzas que le quedaban.

¡¡PLASS!! ¡¡PLASS!! ¡¡PLASS!! Vicente golpeó la nalga derecha de la chica con mucha fuerza.

“¡Vuelve a quejarte y te meto la puta navaja hasta las entrañas!” le amenazó el viejo.

Y pareció que aquella amenaza había surtido efecto, porque Almudena empezó a gimotear de nuevo, pero ya no se  quejaba por lo que Vicente estaba a punto de hacerle. El frutero volvió a apuntar la gruesa punta su rabo hacia el ano inmaculado de la chica y comenzó a empujar. Justo cuando el hinchado glande atravesaba las paredes externas del culo de la muchacha, se oyó algo vibrando dentro de su bolso, que había caído al suelo del cuartucho cuando la metieron allí a la fuerza.

Quien la llamaba era su novio, que precisamente en ese instante estaba entrando por la puerta de la calle. Al no responderle nadie, le saltó el contestador. Él estaba esperando al ascensor y dejó un mensaje a su amada novia “Almu cariño, soy yo, acabo de llegar a casa, ¿Dónde estás? Me dijiste que no saldrías hoy. Llámame cuando puedas.”

Almudena abrió los ojos como platos al oír la voz de su novio tan cerca, a través de la delgada puerta de metal del cuarto de contadores. Poco podía imaginarse él que su amada Almu estaba siendo violada justo en ese momento por el viejo frutero y su joven  ayudante, a  escasos cinco pasos de donde él se encontraba.

“Como hagas un solo ruido y él venga, le rajo y te violo encima de su puto cadáver” susurró en el oído de su víctima el frutero.

Acto seguido, y con el novio todavía esperando el ascensor, Vicente empujó con todas sus fuerzas, desgarrándole el ano a la muchacha por la brutal penetración. Al notar que el viejo empezaba a moverse, follándole el culo a Almudena, Vicente hizo lo mismo y empezó a embestir sin descanso contra el coño de ella, destrozándoselo con su gigantesco rabo.

“¡¡¡HHHHHHMMMMMMMMMMMM!!! ¡¡¡¡HHHHMMMMMMMMMMM!!!!” la chica ahogó sus gritos de agonía como pudo.

Al fin el ascensor llegó a la planta baja. El novio de Almudena abrió la puerta, entró, cerró la puerta, pulsó el botón del ático y el ascensor se empezó a alejar de allí. En todo ese rato, que parecía no terminar nunca, la muchacha había estado aguantándose las incontenibles ganas de llamarle y suplicarle que la socorriera. Lo más importante para ella era su bienestar, y haría lo que fuera porque a él no le sucediera nada malo. Tal vez si hubiese sabido entonces que él la engañaba con una chica de su oficina no se hubiese comportado de aquella manera. Pero Almudena no lo sabía, estaba ciegamente enamorada de él, y soportaría todo el dolor y sufrimiento que hiciese falta para que no le dañasen.

Almudena tenía un culo estrecho y prieto que hacía que Vicente sintiera un tremendo placer cada vez que enterraba de manera bruta su polla larga y dura dentro del mismo. José estaba también disfrutando al máximo con el coño de la chica, que abrazaba de manera cálida su elefantino rabo y parecía succionarlo y querer beberse toda su corrida.

“¡Oh, nena! ¡Qué culo joder! ¡Que culo más ricoooooo!” Vicente le gritaba cosas como esas mientras le violaba el ano.

“Voy a vaciarte mi corrida en las entrañas. ¡¡Voy a llenarte con mi leche, zorra!!” añadió después.

La pobre Almudena estaba completamente destrozada. Sentía un atroz dolor en su culo y en su coño, y esos salvajes no paraban de embestir contra ella de manera sádica. Con las manos atadas a la espalda, la chica no podía sujetarse de ninguna manera, así que cuando los dos tipos que la violaban de apartaban de ella, por su propio peso y el efecto de la gravedad, su cuerpo caía hacia abajo, empalándose ella sola esos dos vergotes gruesos, largos y bien duros, hasta las mismas pelotas. Y entonces ellos la embestían a la vez, empujando con fuerza su cuerpo hacia arriba, y vuelta a empezar. Una y otra y otra y otra vez. De manera rapidísima y sin descanso, cada vez más rápido.

“¡¡SIIIIIIII AAAAAAAAH ME CORRO EN TU CULO DE ZORRAAAAAAAAAA SIIIIIIIIIIII!!” empezó a gritar el viejo.

José sintió como la polla de Vicente empezaba a palpitar dentro del culo de Almudena y él mismo clavó su polla en lo más profundo de su coño y empezó a descargar litros de su corrida ahí dentro. Los dos rabos estaban inundando el interior de la muchacha con unas corridas espesas y abundantes.

“¡Noooooooo! ¡Otra vez nooooooooooo!” se quejó ella entre gimoteos.

“¡Cállate puta! ¡Si no te he preñado yo antes, lo hará ahora mi amigo! ¡¡Jajajajajajajaja!!” le respondió el viejo frutero, que antes había oído los lamentos de la chica y sabía cuál era su preocupación.

Realmente esos dos violadores habían soltado una cantidad tan enorme de esperma tan profundo dentro de la matriz de Almudena que difícilmente ella no quedase embarazada de alguno de ellos.

Entonces Vicente y José soltaron a la muchacha, que quedó tumbada de cara al suelo sobre el piso. Estaba tan destrozada por todos lados que le dolía toda su anatomía en conjunto.

“Ya sabes lo que hacer ahora. Nos vemos luego.” Le dijo Vicente a su ayudante.

Habían quedado que el viejo cogería todas las cosas y se marcharía de allí primero, José se quedaría. No querían dejar pruebas. Para ello habían comprado una crema espermicida. Pensaron que al destruir los espermatozoides no quedaría material con el que hacerle una prueba genética. De todo eso se encargaría José, mientras que Vicente destruiría las cuerdas y el pañuelo con el que le habían tapado los ojos. Vicente, que era más joven y fuerte, era mejor que se quedara solo con ella.

Así que quitaron a la chica la venda de los ojos y la cuerda con la que sujetaban sus manos atadas a la espalda y Vicente se marchó dejando a José, con el pasamontañas puesto, en compañía de la chica. Solo tenía que aplicarle la crema en la boca, el coño y su culo y luego marcharse.

El chico se agachó y empezó a ponerle crema, que no tenía sabor, en la boca de Almudena. Ella estaba exhausta, con los labios entreabiertos y se dejaba hacer sin oponer resistencia. En ese momento solo quería morirse. Cuando terminó, José puso su mano en la vagina de la muchacha y la pringó bien de crema, metiéndole tres dedos dentro bien untados de pasta. Ella seguía sin reaccionar.

Sin hablarle, cogió a la chica y la volteó boca abajo como si fuese un muñeco. Del culo de Almudena rezumaba esperma del viejo, sangre y heces. Él sintió la imperiosa necesidad de probar ese agujero también antes de marcharse.

Así que se tumbó sin pensarlo sobre la espalda de la muchacha y empezó a penetrarle el destrozado ano con su enorme verga. Cuando lo notó, Almudena no podía creérselo ¡¡Pensaba que aquello ya había terminado!!

“Por favor… Noooo… Otra vez noooo… Por favor….” Suplicó en susurros, mientras intentaba arrastrarse lejos de su violador, haciendo fuerza con las manos contra el suelo y tirando de su cuerpo.

Pero José se había tumbado sobre ella y su peso le impedía moverse. Él terminó de enterrar su gigantesca polla en el culo de la muchacha, puso sus labios junto al oído de ella y le dijo en voz muy baja:

“Esta vez vas a disfrutarlo, preciosa”

En cuanto hubo dicho esto, sacó su polla del lastimado culo de Almudena y volvió a metérsela muy despacio. La mano derecha del joven ayudante se coló por debajo del cuerpecito de ella y empezó a acariciarle con insistencia el clítoris. Almudena no podía creérselo ¡Ese bastardo estaba consiguiendo excitarla otra vez! ¡¡Pero si había sido el mismo que le había violado de manera bruta su boca y su coño!! ¡¡Y ahora iba a follarla sin su permiso por el culo!! ¿¿Cómo se suponía que tenía que disfrutar de aquello??

El chico puso toda su voluntad en darle placer a Almudena. No paraba de estimularle el clítoris mientras le besaba el cuello y apretujaba una de sus grandes tetas. De mientras, metía y sacaba su enorme polla del culo de ella con muchísima paciencia, sin prisa alguna. Estuvo haciéndole aquello por un buen rato, y al final Almudena cedió al deseo y empezó a mover ella misma la cadera. Su culo estaba completamente dilatado por la follada del viejo y por el rato que llevaba José empalándola tan despacio. De su coño rezumaban un montón de jugos y hasta comenzó a soltar gemidos placenteros y muy delatantes.

Entonces, cuando José se dio cuenta de que ella lo estaba disfrutando, le dijo:

“Voy a follarte duro, princesa. Y te prometo que tendrás el mejor orgasmo de tu vida.”

Ella dudaba mucho que aquello fuese cierto, y le daba miedo el dolor que pudiese causarle si le sodomizaba con violencia, pero no podía hacer otra cosa que aceptarlo y rezar porque aquello terminara pronto.

“Haz lo que quieras. Ya no me importa” le respondió ella, completamente derrotada.

José empezó entonces a follarse con todas sus ganas el culo de su hermosa vecina, al tiempo que le metía dentro del coño varios dedos. Almudena estaba boca abajo sobre el suelo, aplastada por el peso de él en su espalda. Tenía las manos bajo su rostro, y las piernas completamente abiertas. El enorme pollón del chico que la violaba la penetraba de manera salvaje una y otra vez, y sí que le dolía, pero al mismo tiempo empezaba a sentir un intensísimo placer tanto en su coño como en su culo. José aguantó follándole de manera animal el trasero una media hora, en la que no paró de meterle los dedos en el coño, besarle el cuello y sobarle las tetas. Llegó un punto en que la chica, a pesar de su orgullo herido, no pudo contenerse más y empezó a gritarle:

“¡Nooooooooooo! ¡NO QUIERO CORRERMEEEE!! ¡¡PARAAAAAAA!!”

Pero José hizo lo contrario, embistió contra ella todavía con más fuerza y más ganas, y Almudena que estaba al límite de su excitación, empezó a temblar de la cabeza a los pies, teniendo, sin lugar a dudas, el mejor orgasmo de su vida. Las paredes del interior de su coño y de su culo se contraían en violentos espasmos, y soltaba chorretones de jugos a la mano de José y al suelo.

“¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHM!!” José también había llegado a su límite.

Empaló su gigantesca polla dentro del culo de Almudena, dejando fuera solo sus cojones, y empezó a soltarle una potente descarga de leche ardiente en sus entrañas.

Cuando terminó, el chico sacó su gran polla de sus entrañas, le metió la crema por el dolorido culo a la muchacha, y le dijo en un susurro al oído:

“Si algún día quieres volver a verme, cuelga un pañuelo negro de tu ventana. Esa noche deja la puerta de tu casa abierta, y espérame en tu habitación desnuda y con los ojos vendados. Yo acudiré en seguida para darte todo el placer que necesites.”

En ese momento ella pensó que el chico estaba completamente loco. Acababa de violarla salvajemente y le decía que podían volverse a citar cuando ella quisiera. Pero Almudena no sabía en ese entonces lo de la infidelidad de su novio, se enteró pasados unos días. Y para entonces lo que recordaba de aquella brutal violación era más el increíble orgasmo que le había dado el joven asaltante que todo lo demás.

Almudena y su novio se separaron, y él se marchó a vivir con su amante. Vicente, el viejo frutero, se pajeó muchas veces, sobre todo cuando su hermosa vecina a la que había violado por todos sus agujeros se pasaba por su tienda a comprarle algo de fruta  le hablaba como si nada. El joven ayudante José esperó pacientemente, trabajando siempre en silencio, hasta que un glorioso día, estando en la frutería, al alzar la mirada vio que en la ventana del séptimo piso había un pañuelo negro colgado. La enorme polla se le endureció al acto al saber que esa misma noche podría volver a follarle el apetecible coño, el prieto culo y la linda boca a la hermosa Almudena.

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