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Desafío de galaxias (capitulo 38)

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¿Por qué estos cabrones bulban siempre atacan de madrugada? En el espacio, el día y la noche es un asunto artificial en cada una de las flotas para su organización interna. Lo cierto es, que cuando más a gusto estaba Marisol con su adorada Anahis entre los brazos, la estridente alarma principal del Fénix atronó la noche, mientras sus comunicadores personales se activaban frenéticos.

—Yo contesto, tú vístete, —dijo Anahis saltando desnuda de la cama y cogiéndolos. Durante unos segundos cuchicheo por el suyo mientras Marisol se ponía el uniforme sin dejar de mirarla—. De acuerdo, ya vamos, —dijo mirando a Marisol con preocupación.

—¿Qué ocurre? —la apremio tendiéndola sus pantalones.

—Los escáneres han detectado una gran flota enemiga.

—¿Y por qué han disparado la alarma?

—Nuestro rumbo nos lleva a menos de dos años luz de ellos.

—¡Qué hijos de puta! ¿Pero por donde vienen? —con Anahis abrochándose la camisa y con la guerrera del brazo, salieron corriendo del camarote y se dirigieron a la sala de mando— ¿Qué tenemos? —pregunto cuando entró.

—Una gran flota enemiga dividida en dos escuadras, —informó el oficial de guardia—. La primera, 1.865 naves, rumbo 254573.18, la segunda, 1.736 naves, rumbo 254573.42, esta última ha traspasado la línea de exclusión.

—¿Ese rumbo les lleva a Ikoma Tome?

—La primera si, la segunda, pasara cerca. Al ritmo actual llegaran en 36 horas.

—¿Llevan transportes? —preguntó Marisol.

—Afirmativo, pero van muy protegidos por las fragatas. Los escáneres, desde esta distancia, no penetran las formaciones con nitidez y no diferencian las naves: no sabemos el número exacto.

—Lanza una sonda a cada escuadra, quiero saber cuantos transportes llevan.

—A la orden mi señora, —y después de una pausa, añadió—: las sondas están en curso.

Marisol miró a Anahis que hablaba con alguien por una línea protegida. Preguntó si era Loewen y Anahis levantó el pulgar.

—Enlaza la señal de las sondas en tiempo real con su centro de mando.

—Mi señora, dieciocho fragatas enemigas salen de su formación y nos interceptan. Nos han descubierto. Tiempo de llegada: 32 minutos.

—Puente a general Martín.

—Adelante, —contestó Marisol.

—He dado orden de virar e ir al encuentro del resto de nuestro grupo de escolta. Están cuatro minutos por detrás.

—De acuerdo capitán. Si abrimos vórtice y saltamos, perderemos la señal con las sondas: no podemos huir, hay que combatir.

—Entendido.

—Coordínate con las naves de escolta y dirige las operaciones de defensa.

—A la orden, mi señora.

Cuando el Fénix se unió al grupo de escolta, dos corbetas se situaron en su popa para proteger su punto más débil, mientras las cuatro fragatas se situaron a 40 km, fuera del alcance de las poderosas baterías de perímetro del Fénix. Las naves enemigas llegaron agrupadas pero cuando las fragatas federales se aproximaron, una parte se enfrentó con ellas y la otra, atacaron a la nave de Marisol. Parecía que los bulban sabían perfectamente quien estaba a bordo del Fénix. Las defensas automáticas y sus dos escoltas comenzaron a disparar a un ritmo vertiginoso interceptando los disparos enemigos, aunque algunos atravesaba la barrera defensiva e impactaban con violencia en el escudo de energía haciendo temblar a la nave. Desde el puente de guerra, Marisol asistía impertérrita a la batalla ante una de las pantallas.

—Recibimos telemetría de las sondas, —dijo un oficial desde una de las consolas—. Reenviando a Ikoma Tome.

—Confirmada la presencia de transportes de tropas enemigas, en total 372.

—¡Joder! —exclamó Marisol apoyándose en la consola de Anahis e ignorando las sacudidas de la nave—. Eso son más de cinco millones de soldados. Con lo que ya tienen estacionado cerca de Ikoma Tome, nos van a superar seis a uno.

—Loewen y Opx ya están al tanto, —intervino Anahis— y dicen que salgamos de aquí, ya.

—Martín a puente, —llamo Marisol por el interfono—. Ya tenemos lo que queríamos: nos vamos.

—Entendido, abrimos vórtice.

Tras la batalla, el presidente Fiakro prohibió a Marisol ir a Ikoma Tome y la ordenó, taxativamente, regresar al Cuartel General en Mandoria. Cuando bajó de la lanzadera que la llevó al antiguo Palacio Real, Marisol estaba extremadamente cabreada y frustrada: se preveía un choque de trenes ente Fiakro y ella. Consideraba intolerable que no la permitiera combatir. A la reunión, además de ellos dos, asistía todo el Estado Mayor, y varios de los principales cancilleres y ministros. Nadie quería perderse el enfrentamiento.

—¡Señor presidente! Voy a ir a Ikoma Tome, —soltó Marisol sin preámbulos.

—¡Mira Marisol! No seas cabezona, —la espetó directamente el presidente, antes incluso de saludarla. Había decidido coger el toro por los cuernos desde el principio— han ido a por ti cuando detectaron el Fénix, hasta ellos saben la importancia que tienes, algo que tu no quieres reconocer.

—No estoy dispuesta a seguir mandando gente a la muerte mientras yo me toco la raja en mi despacho, —le espetó con malos modos.

—¡Me cago en Dios! —aulló Fiakro fuera de si— ¡es que no lo estás haciendo!

—Yo no lo veo así, y se lo repito, no estoy dispuesta…

—¿A qué no estás dispuesta? —la cortó el presidente gritando.

—¿Por qué no nos tranquilizamos todos, en especial vosotros dos? —intervino Anahis cogiendo con suavidad a su padrino del brazo y mirando a Marisol con ojos inquisitivos.

—Si, eso estaría bien, —intervino también Marion— ¿Les parece bien a los dos que hablemos sin gritos?

Los dos se sentaron visiblemente enfurruñados ante la mirada atónita de los asistente que jamás hubieran imaginado la posibilidad de una bronca de semejante violencia entre los dos.

—Señor presidente, —dijo el canciller de Mandoria y padre de Anahis— entiendo tu postura, y la comparto, todo lo que ha ocurrido en estos últimos años, y los éxitos obtenidos, se lo debemos a la capacidad de liderazgo de Marisol. No podemos perderla, lo sabemos nosotros y lo sabe el enemigo. Pero si hay algo que sé, y es, que no se puede contener a un huracán, y ella lo es, —y mirando a Marisol, añadió—: y a ti te pediría que fueses más juiciosa, no puedes ir corriendo a todas las batallas que se presentan, ¿o es que no confías en los tuyos?

—Con los ojos cerrados, señor canciller.

—Pues no lo parece, —continuo el canciller con suavidad calculada— .Tú eres la clave, Marisol y como ya he dicho, el enemigo también lo sabe. En Trumzely Prime, perdimos a más de la mitad de los jefes militares que empezaron contigo, y aunque me duela decirlo, ellos eran prescindibles, pero tú no. Matilda y Súm, además de ser grandes estrategas militares eran líderes, igual que lo eres tú; alguien a quien todos seguiremos sin dudarlo. Tienes que comprender que no podemos estar teniendo está conversación a cada momento.

—Por lo que a mí respecta quiero pedir disculpas por mi comportamiento fuera de lugar, —dijo Fiakro a modo de disculpa.

—Yo también señor presidente, —tubo que decir Marisol con el entrecejo fruncido.

—¡Bien! —intervino de nuevo Marion— una vez concluidas las voces, vamos a ver si podemos hablar de cosas importantes. Con los contingentes descubiertos por el Fénix, más los que ya había antes de la tregua en la zona, a la larga, el enemigo arrollara a nuestras fuerzas en Ikoma Tome. Inteligencia ha detectado también movimientos anómalos en el sector 26 lo que nos lleva a pensar que se está preparando un ataque contra Nar. Estamos movilizando a todas las tropas disponibles, lo que significa que estamos mandando al frente, soldados con dos semanas de adiestramiento. No creo que sea necesario decir que son carne de cañón. Esta es la situación, ahora, si ustedes dos quieren seguir haciendo el tonto y dando voces, pues muy bien, ustedes sabrán.

—Gracias Marion, —dijo Fiakro—. Nuevamente pido disculpas, pero es que solo pensar que a esa cabezona, —y señalo Marisol— la pueda pasar algo me pone malo. Tengo que reconocer… muy a mi pesar porque ni yo lo entiendo… que la quiero como a una hija.

—Yo también le quiero señor presidente, —Marisol se levantó y se aproximó a Fiakro fundiéndose con él en un cariñoso abrazo.

—A ver si vais a soltar alguna lagrima, —bromeo el padre de Anahis— ya solo faltaba eso. —todos se pusieron a aplaudir.

—No, no, nada de llorar, —dijo Marisol enjugándose las lagrimas y aceptando, roja como un tomate, el pañuelo que la ofrecía Anahis.

—Pues entonces ¿qué vamos a hacer, comandante en jefe? —pregunto Fiakro.

—¡Combatir! No lo dude —exclamó Marisol recomponiéndose— el asunto está, en donde van a atacar, —todos, incluso el Estado Mayor, la miraron sin comprender.

—¿Crees que no van a atacarnos en Ikoma Tome y Nar? —preguntó Marion mirándola fijamente con extrañeza.

—Un ataque a Nar supondría una respuesta nuclear por nuestra parte, y lo saben, —respondió Marisol aproximándose a una carta estelar holográfica que había activado Sarita— y los alrededores de Ikoma Tome están tan minados, que perderían a más de la mitad de su flota, por lo tanto, creo que el objetivo es otro. Por fortuna, toda esa parte del Sector 25 esta evacuada y casi no quedan civiles. De cualquier modo, donde sea que se produzca el ataque es indiferente, recuerden que había dos escuadras y no podemos mover nuestras fuerzas de sus bases actuales.

—Si los sacamos para enfrentarnos al enemigo, la segunda escuadra atacara a una Ikoma Tome indefensa, —razonó Anahis mientras Marion y los demás militares asentían.

—¡Qué hijos de puta! —exclamó Fiakro— ¿Y que hacemos entonces?

—Esperar, en principio, esperar.

—¿Esperar a que? —preguntó el canciller de Numbar.

—A que Bertil y el República destruyan el portal.

—¿Crees que pararan el ataque si se destruye el portal? —preguntó el canciller de Nueva España.

—Sin lugar a dudas señor canciller, —respondió Marisol—. El portal, para ellos, es una retaguardia activa que les provee de suministros y refuerzos casi ilimitados, aunque con la campaña de destrucción masiva en Magallanes, y su necesidad de controlar territorio, esos refuerzos han disminuido considerablemente. Sin el portal, tienen que replantearse la estrategia y pasar a una mucho más conservadora hasta que vuelvan a abrirlo. Lo que no saben, es que eso no va a ocurrir.

—A ver general, que me he perdido, —dijo el canciller de Maradonia gesticulando con dos de sus cuatro brazos—. ¿Qué pasa entonces con Ikoma Tome? Porque entiendo que no…

—He ordenado al general Opx que no se mueva de Ikoma Tome y aguante, —le interrumpió Marisol—. En cuanto a la flota, he ordenado a la almirante Loewen que la saque de la órbita y se oculte para llevar a cabo acciones aisladas y constantes contra la flota enemiga para ir diezmándola, como hicimos al comienzo de la guerra. Al sacar la flota de la órbita, el enemigo supondrá que vamos a por una de las escuadras, y la otra iniciara el ataque, —Sarita activó una carta especifica de Ikoma Tome. Parecía que había una conexión telepática entre las dos—. ¡Bien! Ikoma Tome. Todo el planeta es una fortificación, digamos que es… relativamente inexpugnable, aun así, dispondrá de un grupo de patrulleras y una corbeta. Hemos decidido que el mejor sitio para probar los nuevos MARK-5 es ahí. No podemos abrir en la órbita una singularidad de ese tipo con los torpedos de gravitón, los técnicos no están muy seguros de lo que pasaría si los gravitones interactuaran con las fuerzas gravitacionales del planeta. En todo caso nada bueno. En los últimos enfrentamientos, hemos observado, que el enemigo se concentra a una distancia de alrededor de un millón de kilómetros para adoptar la formación compacta que presentan en combate con grandes flotas. Su aproximación hacia el planeta será muy lento y laborioso, tienen que ir limpiando su zona de avance de las minas que hemos colocado a su alrededor. Lanzaremos un ataque concentrado y contundente con las patrulleras y la corbeta contra uno de sus flancos. Durante el ataque, la corbeta lanzara un MARK-5 junto con el resto de torpedos y cohetes y, por supuesto abandonaran la zona cagando hostias. Teniendo en cuenta, que muchas naves enemigas se aproximaran para descubrir que está pasando, calculo que, al menos, la mitad de sus naves se verán afectadas por la singularidad, posiblemente más. Con la utilización de está nueva arma, junto con la destrucción del portal y la constatación de que tenemos una nave como el República, estoy por apostar que el enemigo parara todas sus operaciones ofensivas.

—¿Crees entonces que no se producirá el ataque terrestre en Ikoma Tome? —preguntó Fiakro ligeramente recostado en su butaca.

—Cuanto más tarde el República en destruir el portal, más posibilidades hay de que el enemigo se abra paso hasta la órbita y desembarque en la superficie.

—Si desembarcan, ¿qué posibilidades tenemos? —preguntó el canciller de Ursalia.

—Mi obligación es decir que la victoria es segura señor canciller, pero preferiría que el ataque no se llegara a producir.

—¿Por qué, Marisol? —preguntó el canciller de Nueva España—. Yo creo que matar malos es siempre bueno.

—El 59 % del ejército está estacionado en Ikoma Tome, y de ellos, más de un tercio son tropas sin experiencia que han completado su adiestramiento en el planeta. No tengo que decirles a ustedes, el esfuerzo que ha supuesto poner en pie este ejército. No quiero arriesgar la vida de soldados muy valiosos para las futuras operaciones, cuándo estoy segura de que, si se cierra el portal, se retiraran, como mínimo, hacia sus bases en Trumzely Prime.

—¿Qué noticias hay de Magallanes? —preguntó Fiakro.

—La evacuación de los kedar bajo nuestro control está casi concluido, pero siguen llegando de las zonas bulban: no es una avalancha pero si un goteo constante. En cuanto a la flota de Bertil, las comunicaciones están interrumpidas por motivos de seguridad. Según nuestros cálculos, en estos momentos deben de estar a menos de 30 años luz de su objetivo, a media docena de saltos de vórtice.

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