Nuevos relatos publicados: 15

Rocambolesco

  • 19
  • 33.525
  • 9,64 (25 Val.)
  • 5

Aún estoy con los sabores del fin de semana. De saber que lo voy a contar, me vuelven a poner nerviosa, me vuelvo a encender y de qué manera. El caso es que al haber estado yo de baja, no pudimos hacer una de nuestras escapadas habituales a Madrid. A Juan le pasaba como a mí, le apetecía darse una vuelta por Madrid. A eso le añadía que al saber que Carlos estaba también allí, por trabajo pues, más ganas aún. Con tacto quise que Juan llamara a Carlos para quedar a cenar y ya de paso a lo que se terciara. No hubo manera, como estuvimos a punto de no poder ir, por los problemas para encontrar un hotel que nos gustara, fue difícil con motivo de la celebración de la fiesta del World Pride, eso lo altero un poco. El viernes por la tarde de camino a Madrid, en el coche iba tratando de llevarme a Juan a mi terreno, pero no había manera. Sabía lo que le pasaba. Le gustaba que estuviéramos con Carlos, pero, luego se “arrepentía” de algunas cosas que hacía con puro vicio y en frio renegaba de ellas. Carlos que no es tonto, se daba cuenta y por eso la relación estaba como estancada.

Dejamos todo en el hotel y no perdimos el tiempo, salimos a pasear y a ver el ambiente que se respiraba con la fiesta que había en Madrid. Parecíamos cenando dos tontos, porque los dos deseábamos lo mismo, lo que pasa que mi marido se contenía. Le sonó el teléfono y me dio un escalofrió, pensaba en que podía ser Carlos y el al decirle que estábamos en Madrid, falsa alarma era una llamada familiar, que rabia que me dio. Deambulamos por la noche madrileña para terminar en nuestro hotel. A pesar de mi desilusión mi cuerpo me pedía marcha. Mi marido por la baja que había tenido por culpa de las cervicales me trataba con sumo cuidado y no fue lo que se dice una de nuestras noches memorables.

El sábado por la mañana mi marido se quedó durmiendo y aproveche para comprar alguna cosa. Durante todo el tiempo, miraba por todos los sitios por si me encontraba con Carlos, aunque sabía que sería raro porque Carlos no estaría por esa zona, que ya me había informado por donde estaba trabajando. También está la posibilidad de ser yo quien tomara la iniciativa, pero le había prometido a Juan que no lo haría y también porque sabía que Carlos andaba muy apurado con el trabajo, que sabía que terminaban a altas horas de la madrugada. Me fui haciendo a la idea y lo fui quitando de mi cabeza. Me llamo Juan le dije dónde estaba y vino en mi busca. Continuamos con las compras, comida y una pequeña siesta. Ahora era Juan quien trataba de convencerme para ir a un club de intercambios y se lo dejé bien claro, que no iba a ir. Se puso muy pesado, pero me dio igual.

Por la noche nos fuimos a cenar y vaya sorpresa que nos llevamos, si un sábado noche ya estaba todo bien concurrido, ese no era normal. Fuimos a los sitios habituales para nosotros, no había sitio ni para tomar nada en la barra. Decidimos que en vez de lo que se dice cenar, iríamos a tapear, que sería más fácil. Que equivocados, no había manera. Al salirnos de nuestros sitios habituales, fuimos preguntando y nos indicaron por donde podríamos encontrar algún sitio para comer. Lo gracioso que nos decían que todo estaba cerca y menuda caminata. No encontrábamos ninguno de los sitios que nos habían recomendado.

Para salir a cenar me había vestido toda mona, me había gustado como iba, atrevida sin ir descarada y muy resultona. Vamos que se insinuaba mucho, pero se veía lo justo. Lo malo fueron los tacones. Ya estaba cansada del paseíto dichoso. Vimos un restaurante chino (que no es que me vuelvan loca) y un mesón castellano. No le di más opciones a mi marido, uno o el otro. En el mesón se oía mucho bullicio, pero desde fuera se veía sitio en la barra, ya estaba todo dicho. Entramos y nos sentamos en dos banquetas, porque vimos que no había ni una mesa libre. De pronto oigo una voz familiar, miro y es Carlos, esta de espaldas a nosotros, de pie junto a un grupo de gente, contando un chiste, haciendo el ganso como nadie. No nos ha visto y Juan tampoco se ha dado cuenta. Me hago la loca, me todo mi cuerpo ya está convulsionado. Donde más se notaba en mis pezones y en mi entrepierna, que no sé porque, este tío me llegaba a poner así, viéndole, hablando por teléfono, pensando en él, era tremendo. Miro de reojillo y se oyen muchas risas, veo que se sienta en su sitio, pegado a la pared, ya no queda de espaladas, ahora o no tardando mucho, nos tendrá que ver.

Oímos en voz alta, la voz de Carlos, esa voz profunda, VIVA CUENCA, no giramos, yo me hice la sorprendida, pero la cara de Juan y de Carlos era de sorpresa de verdad. Como estaba arrinconado, desde allí moviendo las manos nos dijo que nos sentáramos con ellos, Juan se excusaba diciendo que no queríamos molestar y Carlos decía que no dijéramos tonterías. Nos hicieron sitio y nos sentamos. Había más mujeres que hombres. Nos presentamos y eran todos del trabajo. En concreto con tres de ellas me sentí diferente, eran guapísimas, estaban espectaculares y desde el principio me di cuenta de que dos iban a saco con él. Cena divertida si fue, reír me reí mucho. Estaba muy a gusto y más cuando apoye una mano en la pierna de mi marido, en le pierna, pierna no, pero fue sin querer y note la erección que tenía. No pude más que sonreírle y ponerme muy contenta, que sabía lo que significaba y Juan cuando esta así le da igual todo. Terminando ya la cena le di un leve toque a mi marido, me levanté para ir al aseo y se vino otra de las mujeres conmigo. Dentro hice un poco de tiempo y espera que se fuera la que me había acompañado, que le dije que no se preocupara por mí.

Sabía que mi marido estaría por ahí como así fue. Le pregunte claramente si quería que intentáramos algo con Carlos, estaba confuso, agarre una mano y la puse debajo de mi vestido me toco y pudo notar como estaba, me miro y me dijo que adelante. No soy persona que se infravalore, pero cuando vi ponerse de pies a todos, las dos que decía yo, llevaban una minifalda que era un escándalo. Menudas piernas tenían las cabronas, piernas, culos, todo. Carlos quería volver a terminar el trabajo que era poco lo que quedaba de ese día. Hubo una protesta generalizada y al final uno de los que allí había le dijo a Carlos que no era necesario que fueran todos, le logro convencer y yo lo que esperaba es que se tuvieran que ir las dos “guarras” y no fue así. No sabía si Carlos no era tan atento conmigo para no llamar la atención o es que pasaba directamente de mí. Eso hacía que mi cabreo subiera al mismo ritmo que mi calentura. Carlos encabezaba la “expedición” y todos íbamos con él, era natural era el único que conocía bien Madrid. No sé qué me pasaba, no eran celos o si, no lo sé, pero algo me comía por dentro con esas dos, lo descarada que eran.

Estuvimos primero en una plaza que era multicolor en todo. Yo no había visto algo así nunca, pero era divertido. Se bailó, porque Juan no me dejo por lo de mis cervicales y eso empeoro las cosas, las dos golfas como se rozaban en cuanto podían y eran dos. Un buen rato después propuso de irnos a un sitio un poco más tranquilo y aceptamos. Fuimos a un sitio que según todos era un sitio de moda. Tanto que no se podía pasar estaba lleno. Carlos hizo alarde de su sonrisa perfecta y seductora, llegamos a la puerta y antes de que nos pudieran decir nada pregunto por una persona, que le estaba esperando. Vino uno de nuestra edad, bajito y nada más ver a Carlos, se alegró y se dieron dos besos, era su primo. Pasamos sin problemas y nos acomodaron en un buen sitio. Cuando me quise dar cuenta las dos bichos, ya estaban sentadas a su lado. El primo se quedó con nosotros un rato tomando una copa, creo que todos pensamos lo mismo, como podían ser primos, solo se parecían en una cosa, lo simpáticos que eran los dos. Había mucho ruido, nosotros que hablábamos alto para que se nos escuchara y sin nadie esperarlo, Carlos que se pone alterado, nos dice que silencio, entra casi en trance, nadie sabe lo que pasa, agarra a su primo del brazo y se lo lleva casi en volandas.

Nos mirábamos todos entre sí, por si alguien sabía que había pasado. Unos decían estábamos hablando de esto, otros decían otra cosa, nadie sabía lo que había pasado. Los vimos venir, malas caras no traían, venían muy tranquilos, quisimos saber que había pasado y el primo nos dice, que todo era por la canción que sonaba en ese momento. Que quería saber el título. Casi lo mantean por el susto que nos habíamos llevado. ¿Y cuál era el título de la canción? Ni idea porque nadie sabía que canción sonaba y el no quiso decir cuál era, solo ponía una sonrisa intrigante. Todo eso tuvo su parte buena que al volver quedo junto a mí. Ya que su sitio lo había ocupado otra de las mujeres. Solo su olor ya me emborrachaba hasta la locura. Aunque seguía tratándome como a una más de las que estaban allí. Mi mente me decía que seguro que con alguna de esas lo mismo se había acostado. El primo que se había ido volvió y cogió a Carlos que quería presentarle a unas personas y se fueron. Fui a los aseos nuevamente, pero esta vez porque si lo necesitaba. Allí pensé que algo tenía que hacer, aunque fuera decirle algo al oído, que no sería algo anormal, porque se oía fatal con el ruido. Eso era lo que haría, me arregle e iba decidida a ir por todas, que ya llevaba mucho sin tenerle. Voy toda decidida cuando siento un azote en mi culo exagerado, me di la vuelta para devolver el guantazo que me habían dado cuando veo que era Carlos, me da un beso que me supo a gloria y mi cuello aguantaría bien lo que me haría en mi culito, derretida le dije que era cuestión de que lo averiguara. Aunque le reproche el que no me hubiera hecho caso y con su respuesta lo entendí, me dijo que ante todo mucho respeto a los dos y sobre todo a Juan.

Ya estábamos todos otra vez sentados y todos muy animados. Carlos nos dijo que él se marchaba ya, que continuáramos con la diversión, pero que el a las ocho tenía que estar al pie del cañón y eran más de las tres y media de la madrugada. A nosotros nos venía muy bien, porque al solo conocerle a él estaba más justificado y se entendería mejor, que también nos fuésemos y fue Juan quien dijo que nos íbamos también. No me hizo falta decir nada. Fuimos los tres andando un buen rato, porque, aunque hubiéramos querido coger un taxi era imposible. No había circulación. Nos fuimos a nuestro hotel, que estaba más cercano. Con la excusa de mis tacones me agarre a un brazo de cada uno, estaba pletórica y con ansias de llegar. Juan que iba nerviosos también que le conozco, le preguntaba sobre el trabajo. Carlos nos contó que con algo de retraso, pero que contento que todo iba muy bien, contándonos que al día siguiente le tenía una sorpresa a todos, en agradecimiento al esfuerzo, había reservado en un mesón segoviano muy típico y conocido para comer cochinillo y entonces insistió para que fuéramos con ellos, yo estaba dispuesta y Juan decía que no, que nosotros no éramos compañeros de trabajo y Carlos le dijo pero que en cierto modo si, ya que se habían hecho socios en un proyecto, al final Juan acepto.

Hotel bendito hotel. La recepción estaba concurrida y pasamos desapercibidos los tres. Había gente esperando en los ascensores. Nos metimos con más gente y Carlos no se esperó con mucha discreción, me acaricia el culo y lo que no era el culo. Todo para ponerme más nerviosa. Abrió la puerta Juan y nosotros íbamos detrás medio abrazados ya que no había nadie. Carlos fue un momento al baño y nos dejó solos. Me acerqué a él y le di un beso y le toqué, que poco hacía falta para ponerlo a tono. Estaba empalmado sin remedio y al saber que yo lo sabía me sonrió y yo a él. Le di un pequeño mordico en la oreja para decirle que era un “tontito” y salió Carlos. Ahora me fui yo al baño y les dije que fueran poniendo algo que tardaría un poco. Me di una pequeña ducha y me refresqué, que falta me hacía, aunque no me había secado del todo y ya estaba peor que antes de darme la ducha. Estuve dudando entre ponerme el vestido sin nada de bajo, salir con la toalla enrollada o directamente desnuda. Me decidí por salir con la toalla. Esperaba encontrarme a mi marido hablando sin parar, por culpa de los nervios y a Carlos escuchando atentamente y sorpresa, sorpresa. Mi marido estaba completamente desnudo, sentado en una silla de la habitación, y con dos cinturones atando sus manos. Su rabo había perdido bastante fuerza. Estaba con los ojos tapados. Carlos estaba tumbado en la cama, desnudo, recostado sobre el cabecero y con la sabana tapando su cañón y no digo ocultándolo, porque se le notaba perfectamente. Me acerque haciendo el menor ruido posible a mi marido, le pase mi lengua húmeda por su oreja y le dije que disfrutara y su rabo adquirió otra vez toda su potencia. No veía el rabo de Carlos, pero le dije a Juan que lo veía si quería antes de empezar chuparlo un poquito y fuerte con la cabeza dijo no.

Me tocaba jugar a mí, miraba a Carlos con mucho deseo y demasiadas ganas. El me miraba de manera distinta, lo intuía, le veía una mirada más fuerte, pero me calentaba más aún. Me quite la toalla con mucha lentitud y vi deseo en sus ojos cuando me quede desnuda para él. Quito la sabana y pude ver esa belleza palpitante. Estaba un poco como la primera vez, antes siempre me costaba decir lo que en parte me apetecía decir, pero que me daba corte. Sabía que se me tenía que pasar rápido esa tontería, sobre todo por mi marido, porque solo tenía dos sentidos, el oído y el olfato. Él tenía que oírme para que lo empezara a disfrutar y no solo nuestros movimientos o gemidos. Era como un imán, me lance como una hambrienta por su rabo. Carlos le decía a mi marido lo que yo le estaba haciendo, se lo decía con muchos detalles, como por ejemplo JUAN MENUDA PUTA QUE BARBARIDAD, COMO SE TRAGA MI POLLA, SE LA VE HAMBRIENTA Y COMO TIENE EL COÑITO ESTA CHORREANDO AAHHHHH, JODER JUAN y gemía de una manera que entre oír lo que decía y sus gemidos me tenía al borde del orgasmo, solo con eso. Su rabo quemaba en mi boca, que caliente se le ponía. El no paraba de meterme los dedos por todos los agujeros, era un mago usándolos. Porque hacia la magia de tenerme al borde del orgasmo y parar cuando ya estaba, menudo cabronazo. Me hizo moverme, cambiar de postura sin dejar de hacer lo que le hacía. Sin esperármelo, pero no me pillo de nuevas, empezó con esa mano que tiene a azotar mi culo, lo hacía como con “rabia” de distinta manera a otras veces y me decía constantemente, TOMA ZORRA QUE TE LO HAS ESTADO BUSCANDO, TOMA, TOMA, TOMA AHORA SI PUEDES DECIR QUE SOY UN CABRÓN. Se me quedo muy metido lo que decía, porque lo dijo varias veces y no tenía mucho sentido para mí, cosas de las que me decía. Me daba igual me estaban gustando más que nunca, porque le veía y sentía las ganas con los que me los daba. Me gusto de tal manera que tuve un orgasmo que me llevo al séptimo cielo. Que “bruto” más lindo.

Cuando tenía ese súper orgasmo veía a mi marido como se retorcía de placer, lo que también hizo que fuera tan brutal. Carlos me dijo que lo soltara, sus ojos de vicio eran los que me gustaba ya que lo primero que hice fue dejar sus ojos libres. Le di un beso sabiendo que mi boca sabia a rabo y se lo dije que si lo prefería probar directamente e hizo el mismo gesto de negación con la cabeza. Juan se quedó sentado en el borde de la cama, Carlos y yo estábamos abrazados y nos besábamos. Quería provocar a mi marido, pero estaba aguantándose, eso me enfadaba porque si se soltara más, la relación sea bien distinta. No sabía a qué tantos remordimientos. Carlos me hizo que me bajara de nuevo a comer su rabo. Me coloque en una posición que los dos pudieran ver lo glotona que era. Veía a mi marido que se le saltaban los ojos y en dos ocasiones me saque el rabo de la boca ofreciéndoselo, sabía que me ponía muy cachonda compartirlo, el tío como aguantaba. Carlos hizo una cosa que me demostró que estaba distinto, ya no era solo su mirada, sus azotes, miro a mi marido e hizo algo que nunca hizo. VAMOS PUTITO CÓMETELA CON LA PUTA DE TU MUJER QUE LO ESTAS DESEANDO Y ELLA TE LO ESTA PIDIENDO A GRITOS. A Juan le paso como a mí, no se lo espero y tampoco se esperó que Carlos estiro su brazo, hasta que su mano agarro y empujo con suavidad la cabeza de mi marido, que ya se rindió y se bajó a comerse el rabo conmigo. Carlos hizo que me diera media vuelta y se puso a comerme el coño, poco tuvo que lamer para que me corriera en su boca.

Se incorporó me hizo ponerme como la perra que soy, él se puso de pie y luego se agacho, pero sin ponerse de rodillas y en esa posición haciendo alarde del poderío físico que tiene, me metió su rabo hasta notar como chocaban sus testículos en mí. Que calentó me volvía a coger. Carlos le dijo a Juan que me metiera la polla en la boca y lo hicimos los dos muy gustosos, el único “problema” es que con alguno de los “empujones” que me daba el rabo de mi marido me llegaba a la garganta de una manera “salvaje” lo que hacía que me pusiera más cachonda. Juan se quitó de golpe y se corrió en mis tetas, no lo entendí. Oía a Carlos como bufaba y estaba que se corría, pero hizo que me corriera yo antes. Saco su rabo y nos hizo colocar a los dos delante, corriéndose en mi boca y mire a mi marido que me beso, con una pasión distinta a lo normal. Nos quedamos reposando y llenos de sudor. Mi marido fue al baño y me decepcione cuando Carlos dijo que ya se tenía que ir, esperaba una larga sesión como siempre. Se notó en mi cara porque riéndose, que desarma con esa sonrisa, me dijo que llevara mañana falda y remataríamos, que mi culo necesitaba atenciones. Antes de que Juan saliese del baño, le pregunte por el cambio que había visto en él y mirándome extrañado me dijo que no me entendía, pero yo creo que si me entendió y para cambiar de tema le pregunte por la “espantada” donde su primo. Me di cuenta de que se hizo el tonto, tampoco sabía de qué hablaba, le recordé que era sobre una canción y no se acodaba. Tanta intriga me mataba. Al salir mi marido del aseo, Carlos había escrito en una hoja del hotel la dirección de donde teníamos que ir, donde estaba su nuevo trabajo, nos dijo que a las doce allí y se fue.

Mi marido y yo nos quedamos hablando, se dio cuenta de que había estado raro, como más “mandón” y repetía una y otra vez que él no era gay, yo le dije que ya lo sabía, que tampoco era nada malo, si los dos lo aceptábamos y nos gustaba, que, si cambiara un poco y se olvidara de sus remordimientos, seguro que Carlos nos visitaba más, que se le notaba mucha tensión. Le describí como me ponía cuando le veía haciéndolo, como me gustaban sus besos cuando lo hacía teniendo la corrida de Carlos en la boca, porque me besaba distinto y es verdad, es como si me devorara la boca, es totalmente distinto. Nos pusimos cachondos los dos y follamos hasta que era de día.

Menos mal que existen los GPS si no, no hubiésemos llegado. A las 12 y 5 llegamos. Nos enseñó el lugar y estaba todo mangas por hombros, pero se veía que estaba prácticamente acabado, era ms las cajas y plásticos que había tirados que otra cosa. Estaban distribuyéndose entre los coches. Carlos le dijo a mi marido que no nos preocupáramos que, ya que le gustaba conducir su coche, iríamos en el suyo. Las expresiones de la gente al oír eso nos dejó a Juan y a mi cortados. Carlos se fue un momento a atender una llamada y la gente nos decía que, sí que teníamos que tener buena amistad con Carlos, porque el coche no se lo dejaba a nadie. En parte lo entendía, era un buen coche. Ni Juan ni yo comentamos nada, pero sé que pensamos lo mismo, yo con más fundamento por su interés en que llevara falda. Que me había puesto una amplia y blusa. Fueron saliendo poco a poco y Carlos hizo tiempo para salir los últimos. Una vez en su coche metió la dirección y se vino atrás conmigo. Una vez llegamos a la autopista, Carlos empezó a meterme mano, nos protegía las lunas tintadas y en la amplitud de ese coche se podían hacer muchas cosas. Me estuvo tocando con su maestría característica, hasta que me quito las bragas y se las dejo caer a mi marido. Que los ojos que veía en el espejo retrovisor eran de salido vicioso. No todos los hombres saben utilizar sus dedos, Carlos está muy bien enseñado. Me hacía soltar unos gemidos largos y prolongados y con mucha excitación. Mientras otra vez le iba detallando a mi marido lo que me hacía y como me comportaba, que sumado todo me hacía estar constantemente al borde del orgasmo, que trataba de disimular, para que no se parase en el momento justo.

Me lo hizo una y otra vez, incluso llegue a agarrar con mis dos manos la suya para que no la quitase, pero era más fuerte que yo. Me traía loca y cuando le oí decir a mi marido, ESCUCHA CORNUDO MIRA COMO SE CORRE MI PUTA, empezó a mover sus dedos y tuve tres orgasmos seguidos, mis gritos y mis golpes con las piernas a los sillones delanteros fueron nada normales, no encuentro la palabra. Fueron tan intensos que me quede apoyada sobre su pecho, tenía que recuperar la respiración y el ritmo cardiaco. Ni sabía porque Carlos le decía a mi marido que tuviese más cuidado con la carretera. Carlos se bajó un poco lo pantalones y se veía su erguido rabo, me cogió como a una pluma me dijo que contra más la mojase mejor para mi culito. A chupar se dijo, un placer para mí. Note como levantaba mi falda y otra vez azoto mi culo de una manera distinta, lo hacía como anoche, con una “saña” especial. Una vez se cansó y notando yo mi culo ardiendo, pero con gusto me hizo colocar entre sus piernas y coloco su rabo en la entrada de mi culo. Parecía que ya se había desacostumbrado, costaba que entrara, pero que sensación tan fascinante y caliente, sentir como todo ese trozo de carne dura, ardiendo, va entrando poco a poco. Veía los ojos de mi marido. Carlos me ordeno ya no fue una petición, que él fuera contando yo a mi marido lo que pasaba. JUAN, COMO SIENTO SU RABO MI AMOR, COMO ME ENTRA, MENUDO PULPO JUAN, ME ESTA METIENDO MANO EN MIS TETAS, QUE ME ESTA “DESTROZANDO” MIS PEZONES DE GUSTO Y COMO ME TOA EL COÑO. QUE HAGO AMOR, QUE HAGO. Y cuando Juan me dijo métetelo del todo, me deje caer y casi me ahogo y Juan dio un volantazo de cuidado, esta vez si lo vi. Ni me movía, como lo sentía ahora, Carlos no se anduvo quieto y empezó a mover su cintura, sacando y metiendo su rabo, muy pronto mi culo se hizo a ese rabo y ya fui yo quien empezó a subir y bajar.

Perdí la cuenta de los orgasmos, consiguió que tuviese los que él quiso, domino mi cuerpo hasta el final. Me quite y me fui a comer su rabo, para sentir como me golpeaban su corrida en mi garganta, que sabía que sería fuerte y abundante. Como así fue. Pero esta vez no lamí todo. Me tragué lo que tenía en la boca y luego moviendo un poco más el rabo de Carlos, salió un poco más de corrida, la recogí con un dedo y le puse mi dedo en la boca a mi marido. Que lo lamio que parecía una ventosa, me puso muy cachonda y se le escapo un gemido extraño a Juan, le pregunte si no seria que se acaba de correr y le me dijo, que ya se corrió hace un rato. Me puso a mil oír que mi marido se había corrido en esa situación. Menos mal que llevaba pantalones negros que si no. De todas maneras, tuvimos que hacer una parada antes de llegar para que se pudiera limpiar todo lo posible.

De la comida destacar que estuvo buenísima, que Carlos nos trató con total naturalidad y con mi marido hablaba del negocio común, hablaban los dos con mucho respeto y eso me gustaba. Nadie podía imaginarse nuestra vida ni lo que acaba de ocurrir en el camino. Ya lo he dicho la comida 5 estrellas, lamentándolo no fue lo mejor, lo mejor es ver a las dos tías de la noche anterior y pensar, poneros como queráis, pero me lo he follado yo. El regreso lo hicimos con una mujer mayor, porque habían ocurrido unos problemas de última hora y se los iba contando a Carlos y este le iba diciendo lo que había que hacer. Al llegar a Madrid tuvimos una despedida de lo más correcta y Carlos y Juan quedaron para comer entre semana, ya que seguiría en Madrid y así aprovechaban para hablar de lo suyo. Me fastidiaba porque mi trabajo no me lo permitiría. Ya en el coche camino a nuestra casa y ya en frio, Juan empezaba otra vez a sentirse “cortado” y eso es lo que más me enfadaba. Durante la vuelta como veía que tenía pocas ganas de hablar, me puse a esbozar este relato, que más fresco no lo podía tener. Sé que cuando lea esto, porque lo leerá, se mosqueara, pero si sirve para que “aprenda” que no es nada malo, que no quiere decir que sea gay. Terminando de escribir este relato, el fin de semana fue más perfecto de lo que tenía pensado antes de salir de casa, aunque a Carlos lo note en algo cambiado, como con más “rabia” como lo he repetido varias veces, no es que me molestase, que me lo pase genial. Me vino mejor para mis cervicales que tanta visita al fisioterapeuta.

(9,64)