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Mi primera experiencia, con un vagabundo

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He encontrado en Internet este sitio y también un lugar para confesar mi historia.

Lo que voy a contarles sucedió hace aproximadamente cinco meses. Mi nombre es Arturo, tengo 28 años de edad, soy alto, algo llenito, pero no soy gordo y de piel morena clara.

Hacia exactamente un año y medio que la relación con mi expareja había terminado, teníamos en total tres años y dos meses juntos. Ella fue la que decidió terminar un buen día la relación, aunque honestamente las cosas ya no andaban bien para ninguno.

Por mi parte, los primeros meses fueron sencillos, los meses después pesados y difíciles de procesar pues me sentí deprimido, triste y sin muchas ganas de hacer más nada.

Vivo en un departamento a las afueras de la ciudad, es tranquilo, me mudé justo a las semanas de quedar en soltería. Me aislé de muchas cosas y quería sentirme solo, me sumergí en la lectura y sobre todo en videojuegos y la computadora.

Un buen día, todo desaliñado, con barba larga y el cabello ya sin forma decidí salir a caminar alrededor de las 9 de la noche con la intención de conseguirme una botella de Ron y unos cigarrillos. Aproximadamente a unas seis cuadras de mi departamento hay una tienda de autoservicio, por lo que no me demoraría más de 30 minutos estar de regreso en casa.

Al salir de la tienda con mi botella en una bolsa, que puse dentro de mi mochila, y mis cigarrillos en la mano caminé lentamente hasta que decidí, por no sé qué cosas, parar en el parque comunitario del fraccionamiento. Encendí un cigarrillo y con las lámparas a medio servir escuche una voz que me pedía un cigarrillo.

- Buenas noches señor, ¿no le sobra un cigarro?

Al voltear me percaté que era un mendigo, sucio y con las ropas medio rotas.

-Hombre, creo que si.

Saqué de la bolsa un cigarro suelto y se lo di. Después de pedirme el encendedor, prendió el suyo.

- Muchas gracias… ah que bien me va. Si un día puedo regresarte el favor, no me importaría un cigarrillo extra. O si tú quisieras que yo te hiciera el favor…

Vi que de los pantalones rotos de entre la pierna con la mano me enseñó el miembro y soltó una carcajada.

- Jajaja; reí. ¡No inventes viejo! No le hago a esas cosas, pero por hacerme reír toma, te doy otro cigarrillo.

Me levanté y me fui… viejo loco deschavetado.

Ya en casa me bebí media botella y me acabé los cigarrillos. Ebrio, pensaba en el amor pasado y reflexionaba sobre lo mal que me veía y lo miserable que me sentía en ese momento. Las ganas de orinar me ganaban y fui al baño. Llegué tambaleando y me dispuse a orinar mientras para mis adentros dije: Hasta ese vagabundo es más feliz que yo con todo y sus pantalones rotos.

Pensé en su paquete… Me dejé caer en el baño y quedé dormido.

Al día siguiente como a las seis de la tarde con un dolor de cabeza tremendo y oliendo mal me metí a la ducha con todo y ropa.

Al salir, dormí de nuevo.

Desperté como a las tres de la mañana. Encendí la computadora acompañado de una sopa instantánea de vaso y busqué: “Relatos” y con la frase Relatos de terror en mente, el buscador de Google me ofrecía “relatos eróticos” y con la curiosidad hice clic con el ratón del pc.

No pude dejar de leer entre un sitio y otro, entre una categoría y otra y de pronto mi mente daba vueltas, acababa de descubrir un mundo y al mismo tiempo la excitación y la autocomplacencia.

Pasaron quince días y solo salía para lo elemental, experimenté con mi cuerpo y no leía, devoraba lo que internet me ofrecía. Ojalá lo hubiese sabido antes.

Entre todas las cosas encontré que una de las fantasías de entre el ranking de las pensadas por hombres estaba la de vestirse de mujer y la de exhibirse. A mí, me ponían a mil las dos, pero solo en la imaginación. Así, entre esas dos categorías de relatos mi imaginación volaba e imaginaba tantas cosas…

Martes, día de mercado, salí a hacer compras para no salir de nuevo en un buen rato de casa. En el puesto de enseguida a las verduras y frutas había un puesto de ropa usada y vi algo que me dejó la piel helada por unos segundos y la gran idea vino a mi mente. Compré un atuendo completo de mujer: Vestido, zapatillas, medias semi transparentes, ropa interior…

Llegué a casa casi casi corriendo, dejé todas las cosas botadas en la entrada, subí a la recámara, me desvestí y tan pronto como pude me probé el atuendo nuevo con una enorme erección entre las piernas y me masturbé como loco…

Un tanto exhausto me metí a duchar con la idea en la cabeza todavía y la excitación todavía tan solo de sentirme vestido de mujer e imaginar cosas…

Llegó la noche y me dispuse de salir de casa para ir por una botella de ron y una cajetilla de cigarros. De regreso metí la botella en la mochila y con la cajetilla de cigarros en mano paré en el parque del fraccionamiento. El ambiente tranquilo, solitario… De pronto escuché la voz de la última vez.

- ¡Caballero!, ¿sabe usted que es el único que viene al parque a esta hora? ¿Tiene cigarrillos para compartir?

- Pero si es Usted, aquí, tome. Y bien, a que se dedica, a pedir cigarrillos a quien viene al parque.

- No. Durante el día voy a buscar botes y cosas para reciclar y en la noche nada más vienes tú… Pero ya te dije, si quieres que te haga el favor…

Con una mano en la entre pierna me hizo un gesto y

- ¡Que creías eh! Me he hecho de un nuevo pantalón. ¡Pervertido! Soltó una carcajada tosca.

-Vale que he caído… pues…

Me quedé callado por un momento y lo dije:

-No vivo lejos de aquí y he venido a comprar una botella de Ron y esta cajetilla de cigarrillos. Hace no mucho que mi mujer me abandonó… si quieres podemos compartirla y te invito algo de comer.

- ¡Vaya! Pues sí que es tu día de suerte… no tengo mucho que hacer… Volvía a reír.

Encendimos otro cigarrillo para cada uno, mientras caminábamos a mi casa. Ya dentro le dije que podía tomar un baño mientras calentaba de comer para los dos porque también moría de hambre.

Le advertí antes de que se negara de nuevo que era la única ocasión en que le dejaría entrar a mi casa y que tomara provecho de ello. Le aventé una toalla en la cara y le señalé el baño. Subí por algo de ropa vieja mía y se la dejé en la entrada del baño.

Del refrigerador nos alimentaron un par de pedazos de pollo rostizado y sopa de microondas. Ya comidos y él limpio y estrenando hasta calzones, nos dirigimos al segundo piso, en la azotea.

Tome dos sillas y la mesa plegable, él puso el cenicero en el centro y bebimos…

A media botella, ambos ebrios y platicando de nuestras tragedias le dije:

- ¡Cabrón! Nada más que, ahora que estamos ebrios, me quieras chingar y ¡jamás! Te vuelvo a dar un cigarrillo en mi vida.

- Oh pues, ya te dije que no… además yo te debo un favor. Ahora más que nunca si hay algo que pueda hacer por ti, te lo debo. Aunque sea esta la única vez que me dejes entrar a tu casa.

- Toma. Le serví más.

- Me quieres poner pedo para violarme o que… me miró fijamente… soltó la carcajada.

- Voy al baño.

Ya en el baño mientras orinaba pensé en mi secreto, aquel atuendo recién adquirido y en el escenario completo. Hay un hombre totalmente desconocido en mi casa… que me debe un favor… Durante unos segundos pensé en ello y tuve una ligera erección y un cosquilleo en la panza… ¡NO! Me dije viéndome al espejo, pero recordando los relatos eróticos que me había devorado no hacía mucho. Salí.

- Ya llegué cabrón…

Él estaba en la silla con las piernas abiertas y dormido.

- No mames… jaja te gané.

Lo moví y nada, estaba dormido de borracho. Encendí un cigarrillo y lo fumaba mientras terminaba mi último vaso. Lo moví de nuevo y nada, roncaba. Entonces con vos fuerte le dije.

- Aquí dormirás pues.

Le puse la cobija encima…

Entré como pude a la casa y me metí a la ducha. Ya ahí, con agua tibia pensaba en terminar de ducharme e ir a dormir para que la resaca al despertar no fuese tanta. Mientras me enjabonaba pensé en los relatos que había leído sobre vestirse de mujer y sobre exhibirse. Mientras imaginaba ello y con la excitación, tomé un rastrilló y me afeité completamente. Terminé de ducharme y así lo dejé. Salí del baño y me tomé camino hacia la habitación. Ahí tiré la toalla, con la puerta cerrada. Pensé todavía con la excitación en vestirme de mujer y arriesgarme a salir a la casa, no pasa nada me dije, el desconocido está ebrio. Creí que esa era la oportunidad perfecta para experimentar.

Abrí el cajón de ropa, tomé el vestido negro, me lo puse. Tomé la ropa interior de encaje, que dicho sea de paso era de un color chillón pero que por mi poca experiencia decidí adquirir. Me la puse y acomodé el vestido. Ante el espejo se me veían unas muy bonitas piernas y el vestido me llegaba a media pierna. Estaba muy excitado, pero acomodé mi miembro de tal manera que me sentía sexy. Tomé un abrigo largo por si algo pasaba, rápidamente poder cubrirme.

Salí de la habitación y me sentí increíble. Era una emoción que no podría describir, entre el miedo y la curiosidad. Me acerqué al refrigerador y tomé dos tragos grandes de ron de un jalón. Me sentí algo mareado. Caminé por las escaleras hacia la azotea, quería arriesgarme más. Caminé y avancé lentamente entre la oscuridad de la noche. Llegué hasta donde estaba la silla del viejo borracho y al mover la cobija, no había nadie. Sentí un miedo terrible y quise correr. Cuando escuché su voz.

- Quieres un cigarro ¿mi amor? Estás preciosa.

Me giré y me pasé un trago de saliva.

-No te preocupes mi cielo, estas aquí conmigo. Solo estaré aquí una vez, ¿recuerdas mi amor?

… - ¿me das de tu cigarro cariño? ¿Te gusto? Le dije

Sentí que estaba viniéndome sin siquiera tocarme.

Con la mano estirada dejo caer a propósito y sin querer el cigarrillo, me agache por él y con sus manos en mis hombros me detuvo antes de levantarme. Tenía su miembro de fuera y duro.

- Sé lo que quieres…

Con nervios y la excitación recorriéndome por todo mi ser accedí, en cuclillas abrí mi boca y me acerqué a él. Primero le di un beso pequeño y él me tomó por la cabeza fuertemente, le lamí la cabeza de su pene y no tenía un sabor desagradable, me soltó un momento y dijo fuma. Quizá él sabía que así el sabor no sería tanto y también que era mi primera vez. Me volvía a cercar y más lentamente abrí mi boca y le besé, lo chupe, lo saboree. Abrí mi boca y me atreví a menear mi cabeza como había visto en videos. Lo introduje lentamente en mi boca y lo sacaba, con ritmo.

Lo chupé de nuevo y con mi lengua hice algunos giros intentando rodear la cabeza de su pene. Me alentó diciéndome que lo hacía muy bien. Me detuve.

Me levanté y le dije suavemente.

- Tengo una idea, ven.

Lo tomé de la mano, entramos a la casa, lo llevé a mi habitación. Le dije que se quitara la ropa y se recostara, apague las luces, pero deje la puerta abierta para que la luz de la sala nos dejara ver un poco.

Desnudo le puse una cobija encima, le dije metete ahí en las cobijas. Me desvestí y me metí con él. Le dije

- Te puedo besar.

- Tú puedes hacer lo que quieras mi vida.

Lo besé como cuando un gatito toma leche.

Bajé mi mano y alcancé su miembro, lo empecé a masturbar y él tomó con sus manos mis nalgas. Con mi otra mano acariciaba mi pene. Sentí como tenía toda la intención de terminar y me agaché a la altura de su pene. Me lo metí en la boca una vez más, mientras me masturbaba fuertemente, ya no podía más. De pronto, sentí como mi boca se llenó de su semen, era caliente y era mucho. Aun no terminaba yo, de lo cachondo que estaba yo, me lo tragué. Y con fuerza el empujo mi cabeza hasta el fondo, tocó con su pene mi garganta y yo terminé.

Me beso apasionadamente y lo repetimos un par de veces hasta que me quedé dormido. Al despertar no faltaba nada y encontré una nota:

“Respetaré nuestro acuerdo princesa, no volveré. Estuviste increíble.”

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