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Nancy era una compañera del lugar al que entré hace unos días como community manager. La primera vez que la vi no me di cuenta de que era el tipo de chica con las que me gustaba acostarme. Era un poco más baja que yo, morena, de cabello castaño, de cara muy simple y redonda, con ojos grandes y labios carnosos, de esos que son buenos para besar y dar mamadas, de cuerpo era delgada y sus senos eran medianos aunque sin importar la ropa que se pusiera siempre resaltaban y su culo era paradito sin ser voluptuoso, pero a pesar de eso era una delicia agarrarlo.

La oficina era de una sola planta y en la parte de atrás tenía un cuarto en el que se guardaba la papelería y material de oficina; uno de mis compañeros me había comentado que era buen lugar para darse encerrones ya que las paredes eran gruesas, además de que había una mesa que facilitaba mucho coger ahí adentro.

Hubo un día en el que nos quedamos solos hasta tarde pues yo tenía pendientes y ella debía ayudarme; nunca habíamos convivido tanto sino hasta ese día que estuvimos hablando de cosas muy irrelevantes como el lugar donde estudiamos. Por alguna razón tuvimos que ir al cuarto de papelería por material; tomó una escalerilla y buscó en la parte alta de un anaquel, por lo que sus nalgas quedaron a la altura de mi cara y cuando se estiró para buscar el material su blusa dejó al descubierto su cintura revelando su ropa interior azul turquesa que sobresalía de su mayón negro. Fue como si me hubieran hipnotizado; siempre me ha gustado ese color en la ropa interior de mujer y más me gustaba verla en nalgas ricas, como las de Nancy.

-¿Me vas a ayudar o me vas a ver el trasero? - dijo ella mirándome.

Me había distraído tanto con su culo que no me di cuenta de que me veía. Por un segundo no supe qué responder, pero con el paso del tiempo y los acostones había aprendido a ser valemadres en esos momentos.

-Voy a ver tu trasero - le dije - está bonito.

-Qué descarado eres - dijo bajando de la escalerilla y tirando el material al suelo.

-No te enojes - le dije tomándola por la cintura y jalándola hacia mí - sólo las vi un ratito, y también tus calzones.

No sé qué efecto tuvo eso pero en absoluto le desagradó ya que no se opuso cuando la rodeé por la cintura con ambas manos y me sonrío.

-¿Te gustan mis calzones? - me preguntó rodeando mi cuello con sus brazos y mirándome fijamente a los ojos.

-Me gusta el color.

-¿Quieres verlos?

No respondí pero mi cara debió ser muy graciosa para que ella riera, me sentó en la escalerilla y poco a poco bajó su mayón descubriendo su bóxer cachetero, se giró y me enseñó sus deliciosas nalgas.

-¿Te gustan? - me preguntó moviéndolas de forma sugerente.

-Muchísimo - dije sin quitar la mirada de su culo.

-¿Quieres ver más? -

-¡Sí! - le dije emocionado

Volteó hacía mí y lentamente los bajó desnudando su vagina, mostrándome sus labios vaginales salidos y un triángulo de vello que terminaba en el clítoris. La visión de su sexo, tan suculento y apetitoso me puso la verga dura. Se quitó su blusa blanca mostrando su brassiere del mismo color del cachetero, lo desabrochó por el frente y lo dejó caer detrás de ella dejando sus senos desnudos con los pezones erectos.

-Qué rica estás - le dije mientras la observaba acariciando sus senos y su vagina.

-¿Me vas a enseñar tus calzones? - me dijo sonriendo de manera lujuriosa.

Casi como una orden, desabroché mi pantalón enseñándole mis bóxers que se veían abultados por la erección. Se acercó a mí y acarició mi pene por encima de la ropa interior, levantó la cabeza y me besó suavemente mientras seguía acariciando mi verga; mordía mis labios con delicadeza y metía su lengua en mi boca buscando la mía mientras acariciaba sus piernas y subía poco a poco mi mano hacía su sexo; entendió lo que quería hacer y abrió levemente sus piernas para que subiera. Acaricié suavemente sus labios vaginales aprisionándolos en mis dedos y bajándolos hasta la entrada de su vagina. Tomó mi mano y la llevó al clítoris y sin soltarla guio mis dedos formando círculos sobre él.

-Ahí me gusta.

-Ya estás mojada - le dije.

-Tú haces que me moje.

Puso una pierna sobre la escalerilla mostrándome su vagina que tenía un leve brillo por la humedad. Tomó mi cabeza y la pegó contra su sexo. La lamí de arriba a abajo y sentía sus fluidos escurrir poco a poco hacia mi boca. La agarré de las nalgas y la pegué más hacia mí hundiendo la cara por completo en ella, llevando los labios vaginales a mi boca.

-Qué rico - me dijo mientras movía su cadera frotando su sexo contra mi boca - acuérdate dónde me gusta.

Llevé mi lengua a su clítoris y lamí despacio dibujando círculos y succionándolo haciendo que de su boca escaparan leves gemidos. Con las piernas temblándole, se arrodilló frente a mí, quedando mi miembro frente a su cara y lo tomó.

-Se ve bien rico - me dijo jalándolo sin dejar de mirarlo.

No dio tiempo ni de hablar cuando ya lo había metido en su boca llegando casi hasta la base y lo sacó para lamer la punta. Estaba tan caliente que no me importaba si me lo mamaba, la levanté y la jalé hacia mí para sentarla sobre mi verga que entró con facilidad por la humedad de su vagina. La tomé por las nalgas y comencé a moverla; ella se aferró a mi cuello y tomó el control de los movimientos subiendo y bajando sobre mi pene, bañando mi miembro con sus fluidos. Me miraba fijamente a los ojos mientras se movía y dejaba escapar pequeños gemidos que se mezclaban con su respiración entrecortada. Lentamente bajé la cabeza a sus senos y metí la cara entre ellos besándolos y mordiéndolos y sintiéndolos rebotar en mi cara por los sentones sobre mi verga.

-¡No pares! - grito cuando metí un pezón en mi boca y lo mordí suavemente.

Con una mano seguí sosteniendo su culo mientras que con la otra apreté la otra teta. Sin soltarse de mi cuello, echó su cuerpo hacia atrás quitando sus tetas de mi cara. No perdí tiempo y mientras seguía moviéndose, con la otra mano tomé el seno que estaba lamiendo y se las apreté con fuerza y con los pulgares jugué con sus duros pezones. Su sexo comenzó a sentirse más caliente, bajó el ritmo de sus movimientos y no paraba de gemir ni de aferrar sus. Con todo y el orgasmo que acababa de tener, siguió moviéndose haciendo que su vagina se mojara más y más y haciendo que sus fluidos resbalaran sobre mi miembro.

La tomé por el culo y la cargué sin sacarle el pene, la tumbé en la mesa y sin perder tiempo la agarré de la cintura y seguí penetrándola haciendo se aferrara al borde de la mesa. Su respiración estaba agitada y sus gemidos no dejaban de salir de su boca. Mis penetraciones hacían que sus tetas temblaran, las tomé en mis manos y jugueteé con ellas apretándolas y acariciando sus pezones. Las expresiones de su rostro eran de total éxtasis y su vagina se sentía cada vez más húmeda y escurría sus fluidos sobre mi miembro.

-¡Qué rico, dame más duro! - gritaba ella.

Mis jadeos se convirtieron en un rugido, saqué el pene y eyaculé sobre su vagina. Un gran chorro blanco cayó sobre su sexo y su vello púbico y lentamente resbaló hacia la mesa.

-Qué rico - dijo con una sonrisa pícara mientras frotaba mi miembro contra su vagina y acariciaba sus senos y pellizcaba los pezones.

Se bajó de la mesa y comenzó a vestirse mientras me subía los pantalones. Se puso el brassiere y la blusa.

-Toma - me dijo dándome su cachetero - para que te acuerdes de mí.

Agarré el cachetero, la tomé de las nalgas y la besé mordiendo suavemente sus labios. Iba a ponerse el mayón cuando se dio cuenta de que mi esperma cubría su sexo. Lentamente lo limpió con sus manos y lo lamió de sus dedos con delicadeza, saboreándolo.

-Sabe rico - dijo llevándose a la boca lo que quedaba.

Se subió el mayón y salimos a la oficina a terminar el trabajo.

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